Un artículo de un economista americano de hace ya algunos años -del 93
concretamente- pero que permanece, por desgracia, en plena actualidad y
que merece la pena volver leer.
Solo una consideración por mi parte, y es que entre esos “cazadores de
rentas” que el autor denuncia no menciona -quizá por no invadir el
terreno político y ceñirse únicamente al ámbito económico, o tal vez por
ser políticamente neutral- a los mayores y los más peligrosos de ellos:
los políticos.
Toda la proliferación de administraicines territoriales -cuyo paradigma
a estos efectos son las Comunidades autónomas- corporativas,
institucionales, organismos autónomos empresas públicas y demás entes
de distinto pelaje, no tienen otra finalidad - a pesar de las rutinarias
invocaciones a la “descentralización” y al “servicio al ciudadano”- que
la de otorgar, a través del poder coercitivo y exactor del Estado, un
"paraíso" económico al estamento político a costa de crear un
correlativo "purgatorio" económico al resto de la Nación. Casta política
que, ocupada en enriquecerse es incapaz no ya de ofrecer un Proyecto
Político a la Nación de la que vive y a la que parasita, sino ni tan
siquiera de mantenerla unida.
Donald R. Street
ESPANA está rodeada de supersticiones que
afirman la necesidad de mantener a miles de funcionarios inútiles. Por
ejemplo, no comprendo el sistema español de las notarías, salvo que crea
un purgatorio económico para la mayoría y un paraíso para un grupo de
los que en economía se llaman «buscadores de rentas».
Comenté a unos amigos españoles que una transacción de propiedades en mi
Estado, en Alabama, por valor de 300.000 dólares comporta unos gastos
de transferencia del título de propiedad de menos de 250 dólares. Mis
amigos no lo podían creer, puesto que aquí esa misma operación cuesta
miles de dólares.
En Estados Unidos, la transferencia de un título de un inmueble la hace
un chico o una chica de dieciocho años que acaba de terminar el
Bachillerato. ¿Acaso son por ello los títulos de propiedad menos seguros
que en España? Claro que no, y, además, por el precio de una
comida para dos personas en Madrid cualquiera puede comprar seguridad
para su título de propiedad en EE.UU. a una compañía privada sin necesidad alguna de ningún abogado ni los servicios de un notario.
Pero en España, los jóvenes se pasan años y años estudiando para
preparar las oposiciones, y hay cientos e incluso miles de aspirantes
por cada puesto en ciertas profesiones. La razón es que quieren recibir las rentas de ese purgatorio creado por el Estado
de forma totalmente artificial. Y lo malo de todo esto es que se
produce una enorme desviación de recursos que podrían dirigirse a
satisfacer otras y más importantes necesidades de los españoles. He
realizado investigaciones económicas en una docena de los 30 países del
mundo por donde he viajado. Y he observado que cuanto más difícil es la
transferencia de las propiedades, más pobre es el país.
Como economista y consultor de un proyecto de desarollo pasé casi dos
años en Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, y noté que
allí era casi imposible transmitir un título de propiedad.
También en Haití se obtienen rentas de la gente. Un general recibe una
cuota por el contrabando, otro consigue un porcentaje de todo lo que
pasa por el sistema de fábricas de harina, otro de la industria del
cemento, etcétera.
Mis amigos españoles me cuentan que numerosas profesiones, o bien son innecesarias,
o bien cobran rentas por otros purgatorios. Mencionan a menudo a los
arquitectos, que firman algo sin haber realizado ningún servicio y
capturan una gran cantidad de rentas. En los Estados Unidos, los
arquitectos cobran por diseñar edificios, nunca por simplemente firmar.
Me contó un amigo que cuando recibió un aval báncario de los Estados
Unidos en España tuvo que pagar 400 dólares a un «interventor» solamente
por firmar. También me han comentado el elevado coste de las
transferencias de dinero a través de los bancos en España, un coste
varias veces superior al que rige en Estados Unidos.
He leído que la Telefónica se ha comprometido a instalar el teléfono en
veinte días. En Estados Unidos es posible que cuando uno solicita un
teléfono, la compañía se lo instale en el mismo día. Por otro
lado, yo mismo he tenido la experiencia de mandar un paquete que
contenía cami- setas de mi Universidad a unos amigos de España que nunca
lo recibieron. Hace poco me llegó a mi casa «urgente» desde España:
había tardado dos semanas.
Es el mercado Libre el que puede destruir los monopolios creados para favorecer a un grupo de buscadores de rentas artificiales.
Creo que ya es hora de que España elimine todas las trabas al comercio,
la industria y las demás actividades económicas para que mejore la
eficiencia y aumente el bienestar de su población.
Donald R. Street es catedrático de Economía en la Universidad de Auburn (Alabama, Estados Unidos).
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