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Una bomba de relojería


Una bomba de relojería

Víctor Alvargonzález, 20/10/2012, 06:00h

Lleva tiempo creándose una nueva burbuja financiera “a la española”. Podría desinflarse de forma natural si los políticos europeos solucionan la crisis de confianza en la deuda europea. Cosas más raras se han visto. Pero si no fuera así y la crisis empeorara, estaríamos ante lo que podría ser como la ola del tsunami: no se percibe en toda su magnitud hasta que llega a la playa. Y la ola está ahí. Para el que quiera verla, claro.
Los hechos
Actualmente, la mayoría de los bancos españoles sólo pueden captar pasivo a través de depósitos de clientes particulares, básicamente porque fuera de aquí nadie se fía de ellos y ellos tampoco se fían los unos de los otros. Tampoco pueden obtener otro tipo de recursos, primero porque venderle preferentes o subordinadas a ancianitas ya no cuela y, segundo, porque pocos inversores institucionales se atreven a acudir a la ampliación de capital de un banco español –salvo honrosas excepciones, que las hay–. Luego está el BCE, pero pedir mucho dinero al BCE es como ponerte en la puerta de una iglesia con un platillo: queda clarísimo que estás en las últimas. Los depósitos dan menos “el cante” –o al menos eso deben de pensar los bancos–. De ahí que asistamos a continuas “guerras de depósitos” en las que las entidades menos solventes y menos viables, los “bancocajas” (caja de ahorros a la que le dan una mano de pintura y la convierten así en banco), son quienes más ofrecen, mientras que las entidades sanas –que las hay, aunque tengan problemas– son las que dan menos rentabilidad.
Eso es lo único económicamente lógico en toda esta locura llamada “guerra de depósitos”: a más riesgo presenta un sujeto o una entidad, más tiene que pagar por conseguir dinero. A partir de ahí, todo es de manicomio (económico): con tipos de interés oficiales al 0,75%, lo menos que se paga por captar un depósito ronda el 3%, y hay auténticos “venados” que se acercan al cinco, venados que, quitando campañas por captar clientes de banca privada, suelen ser políticos haciendo de gestores –de bancocajas– y que darían un 10% si eso garantizara que la entidad siga viva y, con ella, el sillón del político en el Consejo de Administración. Al final el dislate se pagará con el dinero de los contribuyentes, que, como dijo aquella ministra, “no es de nadie” (¡nivelón de clase política tenemos!).
¿Y dónde colocas ese dinero pagado al, digamos, 4%, por poner una media?
Evidentemente no parece que esté yendo a otorgar créditos. El único sitio donde se puede colocar y sacar un diferencial es en, ¿lo adivinan?, deuda pública. Y no alemana, no, ni norteamericana, porque el margen sería negativo. No, deuda española, pura y dura. Pero pongamos que las cosas se tuercen y el valor de la deuda pública española no mejora sino que empeora. Habrá que provisionar esas posiciones, que, para quienes no sean especialistas en la materia, explicaré que consiste en cargar en la cuenta de resultados del banco la minusvalía entre lo que costó el activo y lo que realmente vale, como el chiste sobre cómo se reconoce al ciudadano de un determinado país (elijan el que quieran). En otras palabras, si la crisis de deuda no mejora, a las provisiones por las pérdidas en “ladrillo” (diferencia entre lo que se dio de crédito y lo que es realmente recuperable) se unirían las provisiones sobre las compras de deuda.
Y si llegáramos a una “quita” a la griega, no les quiero ni contar (aunque eso me parece un escenario poco probable, al menos por ahora). Pero que haya que volver a provisionar las carteras de deuda pública –y digo volver porque ya ha tenido que hacerse hace relativamente poco–, no es un escenario imposible. Pero es un escenario terrible, porque el precio de los inmuebles no deja de caer –habrá que volver a provisionar ladrillo– y si se uniera la necesidad de un nuevo provisionamiento de la deuda española sería, como decía la abuela de un amigo mío, “albarda sobre albarda”. Y yo añado: sobre el mismo animal de carga, que es nuestra pobre España, que ya va muy cargada y está muy cansada. La noticia de que el rescate “bancario” –para ser justo habría que llamarle “cajario”, de “caja”– no solo se retrasa, sino que además no irá con cargo a los fondos europeos del mecanismo de estabilidad, es decir, que lo pagaremos los españolitos y habrá que financiarlo con deuda pública española (más déficit, más deuda), redunda sobre la necesidad de vigilar el peso de las albardas de nuestro sistema financiero.
¿Por qué no se hace nada al respecto? Curiosamente, junto al carnet por puntos, de las pocas cosas que hizo bien el gobierno de Rodríguez Zapatero –aunque tarde– fue crear un mecanismo para evitar excesos en la guerra de depósitos, excesos que, como siempre, pagaremos los contribuyentes (no van a ser los políticos, faltaría menos). Pero al gobierno actual le ha faltado tiempo para derogar esa norma. El argumento que se utiliza es que los bancos, al no captar vía depósitos, se ponían a emitir pagarés, que es todavía más peligroso. En mi opinión eso es una excusa, porque si los pagarés son más peligrosos para el inversor, el Banco de España y el Ministerio de Economía tienen medios suficientes para evitar excesos en ese sentido, como de hecho los tenían para evitar la burbuja inmobiliaria y pasaron de utilizarlos –que los créditos inmobiliarios solo se pudieran conceder para comprar la primera vivienda, por ejemplo, y que en la segunda, la del “pase”, y sucesivas solo fuera por una pequeña parte del valor de la vivienda–, pero eso es otra historia. Yo, siento decirlo, mucho me temo que si se permite la locura de la guerra de depósitos es por una confluencia de intereses: los bancocajas captan dinero y lo colocan con un diferencial positivo –en el corto plazo–, lo que permite mantenerlos vivos, aunque sea zombis, lo que a su vez evita echar a muchos compañeros de partido a la calle y, por su parte, el Estado coloca sus emisiones de deuda. Todos contentos. Menos España y el contribuyente español, claro.
Las consecuencias para España
La guerra de depósitos es la segunda burbuja financiera española. La primera se generó financiando la burbuja inmobiliaria y ahí sigue (la financiera) en forma de bancocajas fusionados y refusionados. La segunda se está generando financiando el déficit público que el gobierno se niega a reducir por la vía de apretar el cinturón a los gastos del Estado y reducir su elefantiásico tamaño. Es posible que España pueda llegar algún día a superar el hecho de haber elegido el Monopoly como modelo de negocio y la complacencia de las autoridades con el descontrol del crédito inmobiliario. Pero es imposible que pueda aguantar una segunda ronda de provisiones masivas, en este caso por pérdidas potenciales en el valor de mercado de las carteras de deuda de bancos y, muy especialmente, de “bancocajas”.
Consecuencias para el inversor
Efectivamente, la prima de riesgo es el termómetro del nivel de riesgo de una economía en relación con otra u otras más fiables. El problema es que cuando la prima de riesgo se dispara ya es tarde. En los mercados hay que adelantarse. El inversor avezado –o un asesor competente– deberá vigilar cómo evolucionan las carteras de deuda de los bancos españoles, la guerra de depósitos –el que más paga suele ser el que peor lo lleva– , la evolución del rescate bancario y, en general, todo lo que afecte a nuestro nivel de déficit y deuda pública. Si las cosas se complican, asistiremos a nacionalizaciones y quiebras en las que los nuevos gestores empezarán por decir que esos intereses estratosféricos no los pueden pagar, así que tengan cuidado en ir a las ofertas más jugosas, no vaya a ser que el cuatro por ciento se quede en el uno. O en nada. Y si las cosas se complican caerán bancos, por mucho que el presidente del gobierno considere que la quiebra de un banco es un pecado, aunque ese banco pierda dinero por los cuatro costados (todavía no me acabo de creer que haya dicho eso, pero le vi decirlo).
El principal de la inversión, el depósito, en principio no corre riesgo –pues hay que evitar a toda costa el pánico que generaría que alguien pusiera dinero en un banco y solo le devolvieran el 80%, por ejemplo–, ¿pero alguien se imaginaba hace diez años que la deuda española se quedara a dos puntos de ser bono basura? Mi consejo: depósitos sí, pero en entidades solventes. Aunque paguen menos. Y otro consejo: que Ud. o su asesor se lean la letra pequeña. Muchas veces el gancho es la rentabilidad, pero el enganche es de por vida. Y la rentabilidad no. Y comparen alternativas tan o más seguras que muchos depósitos y, encima, más rentables.
Ya sé que me acusarán de catastrofista. También lo hicieron en abril de 2007, cuando advertí sobre la burbuja inmobiliaria y sus consecuencias para España (La Vanguardia, abril de 2007, por ejemplo), o del error que era el FROB (“La solución de las cajas, de espectáculo inmoral a surrealista”, en este mismo blog). Ya ven lo que ha costado el FROB y para lo que ha servido. Ojalá pudiera dar buenas noticias, pero mi misión es cuidar del dinero de la gente, y la primera norma del estratega financiero es ser realista. Y la segunda no ser voluntarista. Por su parte, los defensores de los “bancocajas” (¡cómo puede haber alguien que defienda ese engendro!) dirán que ataco a los depósitos porque “vendo” fondos. Ni vendo fondos ni los gestiono. Un asesor financiero independiente como yo asesora sobre fondos de inversión, faltaría menos, pero también sobre otros activos.
Nuestros clientes y quienes me sufren en los medios conocen de sobra mi recomendación sobre compra directa de bonos de empresas de alta calidad crediticia, por poner un ejemplo. Y ya he dicho más arriba que no estoy contra los depósitos. Los bancos siempre se aprovechan de que estemos con el agua al cuello, así que me parece perfecto tomarnos la revancha ahora que la tortilla se ha dado la vuelta. Pero con la seguridad de que cobraremos los intereses pactados. Y, dicho esto, también es cierto que hay fondos muy conservadores que dan más rendimiento que cualquier depósito, así como bonos de empresas de excelente calidad crediticia. Pero insisto: aprovechen, contraten depósitos, aunque haya activos igual o más seguros e igual de rentables. Pero háganlo bien. La guerra de depósitos, como todas las guerras, dejará víctimas. No sea Ud. una de ellas. 



Pues que bien, burbuja tras burbuja.. va a quedar poco en la pandereta..

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