Un relato tercermundista, kafkiano, una sociedad analfabeta, y una casta vergonzosa. Pero no se trata sólo de un problema puntual.. el relato está lleno de ejemplos de lo que pasa en hispanistán..
Por todas esas razones ésta chapuza de país no tiene futuro.. el que pueda que haga las maletas..
Cuando montar una empresa es llorar
Antonia María Martín y su marido se dedicaban al transporte. Él se
pasaba toda la semana fuera, con su tráiler de mercancías, y ella
administraba el negocio. Un buen día, hace tres años, decidieron cambiar
el rumbo. Analizaron el mercado y descubrieron que en Málaga sólo
funcionaba un desguace para motos. Así que se pusieron manos a la obra
para abrir otro. Hoy, tras año y medio de trámites, el negocio, con
todos los documentos en regla, no está reconocido aún por la Junta como
desguace oficial. Y en todo este tiempo, los gastos se han multiplicado,
entre tasas, acondicionamiento del local, gastos de asesoría o un
seguro medioambiental de 600.000 euros. Antonia María y su marido han
tenido que desprenderse del camión y vender su casa para poder soportar
el esfuerzo. Viven, ahora, con los padres de ella. Se mantienen en la
brecha por una cuestión de supervivencia: ya que se han metido en esto,
están decididos a terminar lo que empezaron.
Parafraseando a Ramón y Cajal, montar una empresa en España es llorar.
Trámites que nunca terminan, papeles que se pierden, exigencias sin
sentido, imposible o muy limitado acceso a subvenciones o incentivos,
normas muy restrictivas, puertas de los bancos cerradas, organismos
públicos que ayudan a crear sociedades y que, en realidad, o lo hacen
poco o lían más la madeja. El informe Doing Business del Banco Mundial
sitúa a España en el puesto 44 del mundo en facilidad para hacer
negocios y en el 136 (de 185 países) en el apartado de creación de
empresas.
Manuel Núñez Uceda, responsable del estudio de interiorismo Artefactum,
estuvo más de un año de banco en banco, algunos con fondos ICO, sin
resultado alguno. En un caso, le obligaron a ingresar 20.000 euros en
una cuenta durante un mínimo de tres meses como garantía de que disponía
de fondos propios. Pero el banco no se comprometía a nada: el crédito
solicitado sería concedido, o no. Finalmente, fue no. En otra ocasión,
fue requerido para entregar facturas proforma de todos los gastos
previstos, algo normal si no fuera porque el banco le obligaba a
ejecutarlas al pie de la letra para tener el crédito. Núñez Uceda fue a
otra entidad a los pocos meses, y cuando le pidieron las facturas
proforma, pensó que ya tenía el trabajo hecho. No. El banco le pidió que
estuvieran "actualizadas".
Finalmente, tuvo que recurrir a un crédito personal, con el sobrecoste
lógico de intereses. Del mismo modo operaron, en parte, Carlos Sánchez
de Medina y sus socios, un grupo de profesores que a finales de 2010
idearon la creación en Granada de Estación Diseño una escuela privada
que ofreciera titulaciones y el primer grado de esta materia en
Andalucía. El coste inicial era alto: 600.000 euros para la
rehabilitación del inmueble y 200.000 para la tecnología. Pero, a pesar
de que se contaba con el aval de un socio importante, ningún banco
aportó más de 60.000, y algunos ni atendían, porque exigían dos años de
actividad previa. Y a medida que conseguían pequeños préstamos el
trabajo era más difícil, porque las entidades se resistían a apoyar a un
proyecto que ya venía endeudado. Los socios tuvieron que vender parte
de la sociedad y a la vez recapitalizarla con su patrimonio, e incluso
recurrir a préstamos privados. Hubo impagos a la constructora que se
encargaba del proyecto, "pero afortunadamente ésta era cercana y hubo
comprensión: llegó a contener a los empleados, que se plantaron en su
puerta porque tampoco les pagaban".
Isaac Albarracín, socio de la cooperativa IQ Solutions, dedicada a
recursos humanos y formación, se topó con la primera en la frente nada
más comenzar a andar. Su primer paso fue realizar la solicitud de nombre
en la Dirección de Economía Social de la Junta de Andalucía, para
evitar la misma denominación que una empresa existente. Lo hizo, y hasta
ahí sin problemas. Pero pasaron los días, una semana, dos, y hasta tres
meses, hasta que por fin se dio vía libre al nombre. La explicación de
la tardanza fue que el envío de la solicitud, de Granada a Sevilla, se
había perdido en alguna parte. Antonia María Martín se llevó una
monumental sorpresa cuando recibió una diligencia de "embargo de
créditos y derechos" por un valor de 1.325 euros, por el impago de una
tasa de apertura de negocio que ya había pagado. Algún funcionario
despistado cometió el error de, a partir de la entrega de una
documentación, abrirle un expediente nuevo. Dos expedientes, una
licencia. Que, por cierto, tardo un año en llegar.
Manuel Núñez Uceda (estudio de interiorismo Artefactum) y su socio
adquirieron un local en Sevilla. Pero antes de hacerlo quisieron saber
si tenía todos los papeles en regla, si había algún problema con la
licencia. Lógico: cualquier mínimo detalle en una normativa tan
específica como la urbanística es susceptible de multa. Llamó a
Urbanismo, repetidamente, pero al teléfono nadie respondía. Se presentó
en las dependencias municipales y la explicación fue, cuanto menos,
curiosa: se dan citas para quince días como máximo y si esa quincena
está ocupada completamente, nadie contesta al teléfono.
Ignacio Alonso, de la empresa cordobesa de turismo activo Alúa, acumula
un rosario de problemas con los permisos. El más surrealista le sucedió
cuando ideó comprar un autobús para transportar a los clientes de un
camping que gestiona desde su lugar de emplazamiento hasta el embalse de
Benamejí (Córdoba), un trayecto de unos 500 metros. El problema era que
los permisos de transporte se conceden muy esporádicamente, "son muy
exclusivos". Pero hay ocasiones excepcionales, sobre todo cuando se
trata de pasajeros, en los que se pasa la mano. Pero a Alonso le
denegaron el permiso, y además de forma rotunda. Así durante un año,
hasta que acudió a la Delegación de Obras Públicas en Sevilla, y
preguntó si su caso entraba dentro de la excepcionalidad. Efectivamente,
era así. El funcionario le dio la razón, pero arguyó que donde le
tenían que dar vía libre era en Córdoba, que era donde estaba la sede
fiscal de la empresa. ¿Y si cambio la sede fiscal a Sevilla?, se le
ocurrió a Alonso. Podía hacerlo, lo hizo y obtuvo el permiso.
Alúa es un ejemplo de que, a veces, las trabas medioambientales para
desarrollar una actividad resultan absurdas. Hace unos años instaló en
el Parque de la Subbética una vía ferreta, un camino adaptado para las
personas que no tienen conocimiento de escalada. El proyecto fue
subvencionado por la Junta de Andalucía y, en la versión de Alonso,
estaba dentro de la normativa. Un grupo ecologista, sin embargo, impugnó
la vía porque en el pasado había sido zona de anidamiento de rapaces, y
podía volver a serlo. El Parque de la Subbética, entonces, decidió
suspender las actividades allí, a pesar de que la obra ya estaba
terminada. No hubo informe favorable a la vía hasta que pasaron cuatro
años, periodo en el que no hubo actividad alguna.
"Nos dicen lo que tenemos que hacer, pero no como". La frase es de Elena
Martínez, impulsora de Elca, una unidad de día de la conducta
alimentaria pionera en Granada, y explica el sentimiento de que en los
organismos públicos dedicados a asesorar a las empresas no se ayuda lo
suficiente. Se exige, afirma Martínez, un plan de empresa "pero para
muchos de sus puntos es necesaria una formación previa muy importante".
En el presupuesto para habilitar el local, se les pedía, por ejemplo, la
elaboración de planos, reales o no, algo imposible de hacer sin
formación técnica. Acabaron contratando a un ingeniero técnico
industrial. Previo Pago, claro.
El caso de Elca tiene puntos en común con muchas pymes que han iniciado
su actividad durante la crisis: financiación conseguida con el aval del
patrimonio familiar y sacrificios innumerables para superar todos los
pasos desde cero, sin formación empresarial alguna. A ello se le une el
acceso muy limitado a las subvenciones. No obtuvo ninguna de las ayudas a
las que optó, ni la de mujer -a pesar de que las dos impulsoras son
mujeres y una de ellas menor de 30 años- ni la de innovación, pese a que
en Granada no hay ninguna empresa igual.
Todas estas sociedades sufren la crudeza de la crisis, la inercia
burocrática, y, en algunos casos, el doble esfuerzo de trabajar en tu
ámbito y ser a la vez empresario. Pero sobreviven. Martínez misma se
explica: "La empresa ahora esta funcionando muy bien, fue creada por una
latente necesidad y tenemos resultados muy positivos sobre la salud de
nuestros pacientes". Aparte de satisfacer una necesidad, Martínez y su
socia tienen un privilegio con el que logran superar las incomodidades
del sistema. Pueden abrir la persiana cada mañana.
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