El Ayuntamiento incumplió normas de seguridad al construir el Madrid Arena | Política | EL PAÍS
El pabellón Madrid Arena se construyó a toda prisa y sin respetar las
normas de seguridad vigentes. Adecuarlo luego a la legalidad fue
imposible, o mejor dicho, demasiado caro, así que no se hizo. El
Ayuntamiento prefirió renunciar a su venta. Eso sí, siguió alquilándolo,
y abrió al máximo el abanico de eventos para añadir incluso fiestas
multitudinarias, algo para lo que el recinto no estaba preparado. En la
noche de Ánimas, los organizadores del concierto del pinchadiscos Steve
Aoki llevaron al extremo esta cadena de imprudencias temerarias,
colocando el escenario de forma que bloqueaba parte de las salidas de la
pista. Aun así, el Ayuntamiento autorizó la fiesta y permitió meter
casi 4.000 personas en la pista. El organizador rebasó en miles de
asistentes ese aforo. Resultado: el colapso de uno de los estrechos
vomitorios que quedaban en funcionamiento provocó la muerte por
aplastamiento de cinco jóvenes.
Construido a toda prisa. El Madrid Arena se construyó sobre el antiguo
Rocódromo, un auditorio al aire libre que languidecía. A final de 2001,
el Gobierno local de José María Álvarez del Manzano (PP) decidió que
sería sede de las pruebas de tenis de los Juegos Olímpicos de 2012, que
la capital aspiraba a organizar, y comenzó a remodelarlo a toda prisa
para usarlo ya para el Masters Series.
Con un presupuesto de 10,2 millones de euros, esa urgencia obligó a
desarrollar por fases > el proyecto, de enorme complejidad. Los
técnicos de Urbanismo contaron con ocho meses para cubrir la instalación
para el Masters de Tenis. Luego levantaron la cubierta para hundir todo
el recinto bajo tierra y volver a cubrirlo. Su forma semicircular se
hizo circunferencia. Cuando Alberto Ruiz-Gallardón (PP) llegó a la
alcaldía, en 2003, encontró la segunda fase en marcha, y decidió ampliar
el proyecto; el presupuesto se disparó a 16 millones. De paso, le
concedió el premio local de Urbanismo.
El torneo de tenis se celebró en octubre de 2003. En diciembre 2004
recuperó su función musical con una ópera; cuatro meses después albergó
su primera feria.
Seguridad insuficiente. Casi siete años después, en marzo de 2010,
técnicos de Urbanismo elaboraron un informe que señalaba las
deficiencias de seguridad del pabellón. El Ayuntamiento pretendía
venderlo, pero necesitaba que se le concediese la licencia de
funcionamiento; lo llevaba intentando sin éxito desde 2007, precisamente
por esas deficiencias. Renunció pues a venderlo, pero siguió
alquilándolo; para eso no necesitaba licencia, aunque sí cumplir “los
mismos requisitos”. Del informe de 2010 se desprende que no los cumplía y
que el Ayuntamiento lo sabía. Tras la tragedia, la concejal de
Urbanismo, Paz González, dijo que esas deficiencias solo lo eran
respecto al Código Técnico de Edificación de 2006, que al entrar en
vigor después de su construcción no era de obligado cumplimiento. Sin
embargo, algunos de esos fallos de seguridad incumplen también la norma
vigente cuando se levantó.
El informe de 2010 indica que “no resulta fácilmente accesible para los
coches de bomberos”. “El ámbito de accesibilidad solo es posible en un
sector del círculo de aproximadamente una quinta parte de la fachada, al
estar las otras cuatro quintas partes enterradas y tampoco ser
accesibles por gálibo o resistencia del suelo, motivo por el que
incumple” el Código Técnico de Edificación.
Se referían los técnicos a la norma de 2010, que fija la separación
máxima del vehículo de bomberos a la fachada de edificios como este en
23 metros. La norma básica de la edificación sobre protección contra
incendios de 1996, la vigente cuando se hizo el pabellón, fijaba esa
distancia en 10 metros. Es decir, era más restrictiva aún. Por tanto, no
solo incumplía la de 2010, también la de 1996.
El informe señalaba además que los pasillos de evacuación alrededor de
la pista debían tener “al menos otro acceso más, opuesto y alejado, con
evacuación directa al exterior”. La norma de 2010 determina que, cuando
hay solo una salida por planta, el recorrido de evacuación no puede
exceder los 25 metros; si hay más de una salida, son 50. En la norma de
1996 figuraban las mismas distancias. Por eso, se debería haber
construido otra salida adicional.
Los técnicos añaden que “los espacios bajo graderías deben tener
sistemas reglamentarios de detección de incendios; los del techo son
insuficientes al estar a mucha altura, y no cumplen las condiciones de
la norma UNE/EN 23.007 y el Real Decreto 1942/1993 por el que se aprueba
el Reglamento de Instalaciones de Protección contra Incendios”. La
normativa citada data de los años 90, es decir, es previa a la
construcción del pabellón y por tanto debería haberse cumplido.
No se pensó para fiestas. En su informe, los técnicos definían lo que se
puede hacer en la pista: partidos, ferias y espectáculos. En este
último caso, con la mitad ocupada por gradas y 8.649 personas sentadas.
En una feria, cabrían en la pista 925 personas que podrían escapar en
caso de emergencia por siete vomitorios de tres metros de ancho y un
portón de evacuación de nueve. En un partido, en la pista solo estarían
los jugadores. Sin embargo, en una macrofiesta sin gradas, esas vías de
emergencia debían servir para evacuar a 3.700 personas. El plan de
seguridad, que contempla vaciar el recinto en 2,5 minutos, no estaba
pensado para eso.
Se cegaron salidas. El Ayuntamiento permitió a los organizadores meter a
3.680 personas en la pista, calculando que, en caso de emergencia,
podrían escapar por esos ocho vomitorios y el portón. Pero no pensó en
el flujo normal durante la fiesta de personas que quisieran entrar o
salir de la pista. Permitió que el escenario se colocara de forma que
bloqueara uno de los vomitorios. Eso dejaba ya solo siete. Los
organizadores taparon dos ubicados junto a las plataformas de las gogós.
Quedaban cinco. En un momento de la noche, los controladores cegaron
uno más. Quedaban cuatro.
Pero además, abrieron el portón de emergencia, no para dejar salir sino
para dejar entrar. Las personas que querían abandonar la pista disponían
así de cuatro vomitorios de tres metros de ancho. Eso, unido a un aforo
que podría superar las 17.000 personas, ubicadas la mayoría en la
pista, cerró el círculo de la tragedia.
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