20121207

La adicción a la pornografía


La adicción a la pornografía - Público.es

Desde la irrupción de internet en el escenario social, el ciudadano medio ha visto profundamente modificada su capacidad de consumo de distintos tipos de entretenimiento, ocio y otras actividades. No hace falta que colapse el post con datos absurdos de sobra conocidos por cualquiera, como que una de las industrias que ha experimentado un boom más escandaloso ha sido la del porno. Según algunas fuentes, practicamente un tercio de la red es contenido pornográfico o similares, y la demanda, sobre todo en el sector masculino de la población, no deja de crecer (se calcula que un 72% de los consumidores habituales de porno son hombres), convirtiendo a éste sector en una víctima potencial ante el bombardeo de índole sexual sin límites al que nos vemos expuestos.

Lejos de fomentar un consumo sano de material con contenido erótico o pornográfico, la deriva en los contenidos de la industria del porno desde los años 90 ha sido, cuanto menos, inquietante. La amalgama de comportamientos sexuales estrambóticos o aberrantes que se oferta desde miles de páginas de internet no cesa de innovar, de tal forma que el consumidor se ve expuesto cada vez más descaradamente a un proceso de "adicción a lo extravagante", que no es extraño que termine desembocando, como ya hemos podido comprobar en tantos execrables y repugnantes sucesos, en delitos, comportamientos impulsivos y enfermedades mentales puras y duras.

Esta hipersexualización de la red está minando y redirigiendo el comportamiento sexual natural, sobre todo del hombre occidental, hasta extremos preocupantes. Pego un artículo de Público en el que se habla de la adicción a la pornografía, de las consecuencias que ésta tiene sobre nuestras respuestas cerebrales y nuestro sistema nervioso y dejo el hilo a disposición de todo cristo, (también de los asiduos a Veteranos) para que opinemos sobre qué se pretende hacer y desde donde, con nosotros, utilizando para ello los más bajos instintos del cerebro reptiliano del hombre, atacando allí donde más vulnerables e indefensos estamos.

La adicción a la pornografía:


Desde hace pocos años, e incluso meses, se ha venido haciendo cada vez más difícil pasar por alto la cantidad de hombres de gran visibilidad que han tenido comportamientos sexuales autodestructivos. Algunos hombres poderosos han sido sexualmente voraces durante mucho tiempo, pero, a diferencia de hoy, entonces eran mucho más discretos y generalmente eran capaces de encontrar la manera de no dejar rastro.

Hoy día, la capacidad de la tecnología para dejar al descubierto conductas privadas es, en parte, el motivo de este cambio. De hecho, la razón por la que muchos de los hombres que se han visto atrapados en escándalos de tintes sexuales es porque se han expuesto a sí mismos en ocasiones literalmente mediante mensajes de móvil, Twitter y otros medios indiscretos. ¿Qué hay detrás de esta extraña actitud desinhibida? ¿Podría la disponibilidad y el consumo generalizado de porno estar reescribiendo el cerebro masculino, afectando su juicio sobre el sexo y provocando que tengan mayores dificultades para controlar sus impulsos?

Cada vez hay más pruebas científicas que sostienen esta idea. Hace seis años, escribí un ensayo titulado El mito del porno, en el que señalaba que los terapeutas y consejeros sexuales estaban comenzando a asociar el incremento del consumo de pornografía en los hombres jóvenes con un aumento de casos de impotencia y eyaculación precoz en ese mismo grupo de edad. Se trataba de jóvenes saludables sin patologías físicas ni psicológicas que pudieran justificar una disfunción sexual.

La hipótesis de los expertos era que la pornografía estaba insensibilizando de forma progresiva la sexualidad de esos hombres. Dados los efectos de esta insensibilización en la mayoría de los sujetos masculinos, los investigadores descubrieron que estos necesitaban unos niveles superiores de estimulación para conseguir el mismo nivel de excitación. Los expertos que entrevisté por aquella época especulaban con que el uso del porno estaba insensibilizando a jóvenes saludables hacia el atractivo erótico de sus propias compañeras.

Desde entonces se han ido recogiendo datos sobre el sistema de recompensa cerebral con el fin de explicar este cambio con mayor concreción. Hoy día sabemos que el porno estimula en un plazo muy corto la segregación de dopamina en el cerebro masculino, lo que afecta al humor, provocando una sensación de bienestar que perdura una o dos horas. El circuito neuronal que se produce es idéntico al de otros estímulos como el juego o la cocaína.

El potencial adictivo es también idéntico: así como los jugadores y los consumidores de cocaína pueden volverse compulsivos, y necesitan jugar o esnifar cada vez más para conseguir segregar la misma cantidad de dopamina, los hombres que consumen pornografía pueden llegar a engancharse a esta. De la misma manera, como sucede con otras sustancias de recompensa, tras el estímulo de dopamina el consumidor se siente deprimido, irritable, ansioso y deseoso de conseguir la siguiente dosis. Hay nuevas evidencias, descubiertas por Jim Pfaus, de la Concordia University de Canadá, que apuntan a que la desensibilización podría afectar también a las mujeres.

Este efecto de la dopamina explica por qué el porno tiende a ser más y más duro: las imágenes sexuales comunes han perdido finalmente su poder, llevando a los consumidores a necesitar nuevas imágenes que rompan tabúes de otros tipos con el objetivo de alcanzar la misma satisfacción. Además, algunos hombres (y mujeres) tienen lo que se denomina "agujero de dopamina". Sus sistemas de recompensa cerebral son menos eficientes, lo que les predispone a convertirse en adictos a un porno cada vez más extremo con mayor facilidad.

Como con cualquier adicción, resulta muy complicado, por razones neuroquímicas, dejar de tener comportamientos (incluso muy autodestructivos) que permitan obtener más dopamina. ¿Podría ser por este motivo por el que hombres que en el pasado podían mantener sus affairs a puerta cerrada no pueden ahora resistir el impulso de mandar un mensaje de móvil que sea incluso autoincriminante? Si esto es así, no es que algunos hombres sean demonios o amorales, sino adictos que han perdido el control sobre sí mismos.

Esto no quiere decir que no sean responsables de sus conductas. Pero podría tratarse de un tipo diferente de responsabilidad: la de comprender el poderoso potencial adictivo del uso de la pornografía, con el fin de recibir orientación psicopedagógica o medicación si la adicción comienza a afectar a la pareja, a la familia, a la vida laboral o al propio juicio.

Por ahora, existe un modelo efectivo y detallado para desenganchar a los hombres adictos al porno y restituirles a un estado mental más equilibrado, en el que estén menos expuestos a la merced de sus obsesiones. Comprender cómo la pornografía afecta al cerebro y causa estragos en la virilidad masculina permite hacer mejores elecciones en lugar de llegar a un estado de autodestrucción sin fin o a una reacción de rechazo colectiva, en una sociedad cada vez más adicta a lo extremo.

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