20130205

Bla, bla, bla… señor Rajoy

Bla, bla, bla… señor Rajoy

Hombre de Dios. ¿Cómo pudo poner a la zorra a cuidar del gallinero? Si es así como ventilan ustedes sus asuntos, llamémosle privados, como escogen a sus peones, ¿son igual de torpes para defender la denostada cosa pública? Aviados estamos si cada vez que tienen que negociar un tratado internacional o defender los intereses de España en el extranjero se comportan de manera tan soez, tan infantil, tan innoble y pardilla.

Desde hace ya demasiado tiempo se ve a muchas personas de bien agotar su paciencia. Aquellas que levantan la persiana cada día con una nutrida familia detrás a la que mantener. Aquellas que trabajan de verdad, que no disfrutan de ningún pesebre en el que abrevar, que soportan cada día renovados estacazos en su dignidad y en el bolsillo a causa de las estúpidas decisiones de los que continúan subidos en coche oficial, o viajando en clase preferente pilotada por sus orejeras ideológicas o su ansia recaudadora que les permita seguir cebando a sus codiciosas mesnadas. Solo los tontos honrados utilizan la clase turista.

Aquellas que todavía tienen el lujo de trabajar y sostienen a trancas y barrancas este país, que ya solo se pueden desahogar soltando palabras malsonantes en las conversaciones y las tertulias con los amigos, su única manera de demostrar su impotencia y su cabreo, hasta que consigan ponerlos a todos ustedes en la calle y mandarlos a paseo para poder regenerar este caduco estercolero.

Personas, profesionales y buenos trabajadores, que ya no se cortan un pelo al llamar rufián a toda la clase política y a los banqueros sin discriminar, pagando los escasos justos por los abundantes pecadores, ante la desfachatez de personajes que ni siquiera se inmutan mientras proclaman su inocencia y su virtud para poder mantener la poltrona, seguir haciendo caja, o crear nacioncitas donde mangonear con fervor religioso su delirante predestinación mesiánica a cambio de un tres por ciento de comisión.

Nuestro querido presidente del Gobierno se ha vuelto a cachondear de nosotros al escurrir el bulto mientras la prensa de todo el mundo se pitorrea de él y de todos los españoles por su causa. No por el choriceo en sí, sino por la manera tan burda de llevarlo a cabo. Casi todas las democracias están más o menos podridas, todas las dictaduras apestan, pero a nadie se le ha visto el plumero como a los zafios de aquí.

Dicen en Francia que permiten a sus políticos robar con moderación, un escándalo que otro de vez en cuando, siempre y cuando defiendan a cambio los intereses del gallo con tenacidad y furor.

Para Katharine Graham, la mítica propietaria del Washington Post que destapó el caso Watergate y del casi difunto semanario Newsweek, la gran preocupación de su marido, y de ella en sus últimos años, era ver cómo el Gobierno estadounidense dejaba de estar supeditado a la soberanía popular y era entregado a la causa del dinero proveniente de la delincuencia, los grupos de presión más o menos camuflados o aquellos que esperaban obtener un cargo con el que resarcirse de su inversión.

Allí, al menos, se sabe por ley quiénes son los paganos. Aquí los intuimos, aunque la financiación opaca e ilegal de los partidos políticos dificulte la tarea. Confetis, míseros sobresueldos, vacaciones bien pagadas, ¡qué barato se vende el poder patrio! ¿Ningún cese en lontananza?

Lo más triste de todo es contemplar cómo en un país con seis millones de parados, con el desempleo juvenil más elevado de Europa, los principales perjudicados ni se inmutan. Aquellos a los que entre todos, a causa de nuestra perenne aquiescencia, les hemos secuestrado el futuro, privado de una educación sana y sólida, de capacidad crítica y de rebeldía juvenil.

La juventud se indignó un buen día. Tomó la calle, salió en los medios de todo el mundo, resopló con contenido coraje para no mojarse y se largó a casa en cuanto pudo, exhausta por el sobrehumano esfuerzo, a tumbarse en el sofá y gozar del sueldo o el subsidio de papá, mientras los perroflautas tomaban el relevo apenas unas horas más, no sea que se agotaran.

A este paso deberán ser los progenitores, en el fondo los culpables por permitir tanto desvarío, los que den la cara y se cabreen por ellos, aunque sea en silencio. Ya no se trata solo de saber en qué ha fallado esta democracia. ¿Acaso ha hecho algo bien los últimos treinta y ocho años más que partir solares, repartir prebendas y sembrar ignorancia?

Se sigue destrozando tejido productivo a causa de una ideología destructora y de una burocracia parasitaria que no hay manera de racionalizar, manteniendo prebendas y privilegios a demasiados vagos y maleantes con despacho oficial, a costa de atosigantes impuestos.

Algún iluminado dice que se empieza a ver la luz. Cómo puede ser eso si no hay manera de saber de dónde saldrán seis millones de puestos de trabajo. Ya no queda industria, esto no da para más camareros, salvo en los ansiados putiferios del denostado Eurovegas. ¿No hay nada mejor que promover?

Es casi imposible montar una empresa o un negocio sin desesperarse a causa de los diecisiete mercados compartimentados, una vorágine de leyes, licencias, reglamentos y decretos incompatibles entre sí, salvo para los desaprensivos que babean al calor de las taifas.

De unos titulados recientes que no saben hacer la 'o' con un canuto, a pesar de un papel enmarcado que dice que son universitarios, a causa de la ineducación y la flojera inculcada. No encuentran trabajo, ¿de qué se quejan si apenas se han esforzado, si nadie les ha apremiado para que promuevan nada y se ganen digno sustento?

Los profesores de ciencias proclaman que sus disciplinas han sido cercenadas. Los de humanidades también. La literatura constituye una pérdida de tiempo que disminuye la productividad, los latinejos son un atraso, la filosofía se considera ciencia diletante e inútil. La física es dura de asimilar, la química produce hervores, las matemáticas retortijones. La geografía es conocimiento del medio. La biología, bichitos que pululan por ahí. La historia, falsa y local, luce boina y refajo, llámese chapela o barretina, por otros lares dicen que nacionales todavía más desgraciados que los parajes de aquí. ¿Qué coño se enseña?

Desde que comenzó a gobernar, usted solo se ha preocupado de apuntalar el pasado, la basura financiera y los privilegios de la tropa política de ida y vuelta al oligopolio amigo, mientras protege a sus acólitos sospechosos de prevaricación, mientras se carga la innovación, la investigación y el crédito a las pequeñas y medianas empresas, al tejido en verdad productivo, el único capaz de sacarnos de este atolladero.

El futuro hay que sembrarlo. Crear empleo digno lleva su tiempo. Usted lo sigue masacrando. Su ministro de Hacienda, soberbio, imperturbable secuaz del ladrillo que siempre abominó de la investigación y el conocimiento obcecado por sus ruines manguitos, sigue cercenando nuestro futuro negándose a que el poco dinero disponible sea destinado a la causa de la educación, la innovación y el sano crecimiento. La poca investigación de calidad que había la ha asolado, la poca inteligencia que quedaba está emigrando a causa de su insistencia.

Señor Rajoy, lleva usted ya más de un año tomando decisiones y mirando por el retrovisor. Apuntalando la porquería financiera y a todos aquellos que la generaron en vez de dejar caer a cajas y corruptos, de meter entre rejas a sus responsables, de tirar hacia delante y gobernar con rigor y buen juicio.

¿Es usted uno de tales menesterosos? Deberá demostrar su inocencia o dimitir. La presunción de inocencia bastante ha dado de sí. Basta ya de encoger el hocico, de mirar hacia otro lado, de esperar que la prosperidad vuelva sola o, lo que es peor, a pesar suyo. La corrupción, la de sus huestes y sus oponentes, desangra este país y retrasa la ansiada recuperación.

Siga así, buen hombre. Está usted haciendo bueno al denostado Zapatero. El pobre era corto de luces pero, que se sepa, no trincó. A usted le está cubriendo la penumbra mientras la sospecha revolotea.

Trabajo le espera en aclarar ambos extremos si no quiere hacer compañía en prestigio y lozanía al Duque de Lerma, célebre maestro de corruptos, que se estará desternillando desde su tumba al ver la torpeza de sus sucesores en el oficio y lo poco que aprendieron de él, no en rendimiento, pero sí en procedimiento.

Termina este cínico bla, bla, bla desesperanzado. Inútil alegato en un solar arruinado donde la razón se la llevó el viento hace ya mucho rato. ¡Para lo que sirve en este país de caciques y de chorizos bastardos, de trincones, de mediocres y de pazguatos!

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