Emarsa se gastó 9.000 euros en 18 bolígrafos para los miembros del consejo
Tercera declaración de la secretaria del gerente de la depuradora,
Esteban Cuesta. La comparecencia de Soledad Gálvez perdió ayer algo de
interés respecto a sus dos jornadas precedentes. No obstante, todavía
dejó alguna perla significativa del despilfarro en la planta de Pinedo.
En este caso, relacionada con los regalos que recibieron los miembros
del Consejo de Administración de Emarsa: unos bolígrafos, a 500 euros la
pieza.
Hasta la fecha se conocía un gasto de 9.000 euros en la joyería Armando
Martínez. En principio, se habló de unos Mont Blanc. Sin embargo, hasta
la fecha nadie había vinculado el dinero, el regalo y lo más importante:
su destinatario.
La secretaria aclaró que esa factura -que no tiene el sello del
departamento de contabilidad- se corresponde «con unos bolígrafos que
iban grabados con las iniciales de cada consejero». De hecho, fue la
propia Gálvez la encargada de enviar los nombres por fax al
establecimiento. El ordenanza de la planta se ocupó de ir a recoger los
obsequios. La secretaria precisó que el encargo se hizo por orden de
Esteban Cuesta.
El resumen del testimonio de Gálvez apunta en una única dirección
crítica. Todos los dardos van dirigidos hacia el gerente de la
depuradora y el informático. En cambio, se desvincula por completo del
presidente de Emarsa, Enrique Crespo pese a que reconoció amistad con su
hermano Carlos Crespo. Los tres son de Manises.
Una nueva muestra de lo anterior se produjo ayer. Admitió que le
«constaba» que Cuesta «adjudicaba a dedo» las contrataciones, porque no
veía más que a «amigos». Sin embargo, aclaró que que desconocía si
Cuesta consultaba los contratos con el expresidente Crespo.
Sobresueldos
Gálvez ha relatado esta semana los sobresueldos que recibían algunos
responsables de la planta. Las cantidades se entregaban en efectivo. La
secretaria comentó ayer que también Adolfo Polo, jefe de medioambiente
en Emarsa, recibía de Cuesta sobres con 300 euros «para comida de un
caballo». Al parecer, el gerente tenía un equino en Valencia, un dato
que hasta la fecha no se conocía. Tampoco el lugar donde cuidaban al
animal.
Aprovechó la secretaria para negar la supuesta mala relación de los
hermanos Cuesta. Se les acusa de cobrar comisiones de empresas que
facturaban a Emarsa a través de una firma familiar. Definió a José
Ramón, en palabras de su hermano Esteban, como una persona «bastante
limitada» y que él le tenía que sacar «las castañas del fuego de toda la
vida».
La testigo fue preguntada de nuevo por esa supuesta conspiración contra
el gerente, que consistía en reunir información contraria a sus
intereses. La propuesta partió de un trabajador que admitió haber
llegado a la depuradora a través de esta especie de extorsión. Ante el
riesgo de que fueran despedidos, al desaparecer el departamento de
administración, planeaban reunir datos con los que presionar a Cuesta
«para conseguir un nuevo empleo en otro sitio».
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