Esta vez, presidente, ni lo acepto ni lo creo
El problema de Rajoy es que no contestó a
nada de lo que debía, y que, valiéndose de artes retóricas nada
recomendables, desvió hacia sí mismo las acusaciones que quería
relativizar y rechazar. Y eso, cuando las personas que escuchan son
inteligentes, no solo no vale, sino que, en aplicación del aforismo
excusatio non petita acusatio manifesta, puede confirmar las peores
sospechas.
Dice Rajoy que el PP jamás tuvo una cuenta en Suiza, pero nadie
lo había acusado de eso. También dice Rajoy que él no necesita la
política para ganar dinero, cosa de la que tampoco tenemos la menor
duda. Y dijo, como ya era obvio, que él no había distribuido ni cobrado
sobres con dinero negro ni en el PP ni en ningún otro sitio. Pero
hurtó la cuestión básica -la de si Bárcenas pagaba sobresueldos-, dando
a entender que él considera blanco lo que el juez investiga como
negro. Es decir, que negó el color del dinero, porque ese accidente aún
es discutible, pero no negó ni afirmó el hecho principal: cobrar
«algo», «de alguien» y «en algún envoltorio», como diría José Mota.
Porque de esta forma, además de diferir el debate a un momento más
dulce, se reduce su alcance a si el dinero era negro, y se sabía, o
todo fue culpa de Bárcenas, que ya es, a todas luces, el chivo
expiatorio.
¿Y por qué lo hizo así? Porque la decisión que adoptó el PP
-equivocada, mentirosa e ilícita- fue la de cerrarse sobre sí mismo,
negarlo todo mediante frases sutiles y de doble sentido, y lanzar todas
las culpas hacia fuera: los medios de comunicación, que construyen
insidias; el jefe de la oposición, que le hace preguntas incómodas en
vez de adoptar una defensa corporativa; los hábiles financiadores del
PP, que, burlando la estricta vigilancia de Rajoy, Fraga y Aznar,
dieron sablazos a diestro y siniestro y metieron en el PP enormes y
negras cantidades de dinero que los pobres dirigentes suponían caídas
del cielo.
Por eso Rajoy no fue creíble, dejó en alto todas las espadas y
quedó expuesto a nuevos papeles y filtraciones que, con independencia
de que tengan validez judicial o no, ya le han confirmado al pueblo lo
que se temía: que aquello es una merienda de blancos, que la Gürtel y
el caso Naseiro son excrecencias de la calle Génova, y que todas las
negativas referidas al dinero negro y a las pagas paralelas con las que
los ajustadores huían del ajuste se hacen con expresiones de doble
sentido. Y eso quiere decir, lamentándolo mucho, que a Rajoy ya solo lo
pueden salvar una negligencia cómplice de los jueces y fiscales -no es
la primera vez que tal cosa sucede- o un pacto de silencio con los
periódicos que tienen el material delator en sus cajas fuertes. Porque
la verdad -la que todos sabemos, tiene larga historia y sale a
borbotones por las rendijas del asunto- solo puede llevar a este PP al
desastre.
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