20130213

Guillermo Valcárcel: "En España nos arrastra la codicia"


Guillermo Valcárcel: "En España nos arrastra la codicia"


El exinspector de urbanismo del Ayuntamiento de Madrid denuncia que el gran negocio en la construcción fue especular con el suelo

Sobrevivir para contarlo. Guillermo Valcárcel conoce como pocos el mundo del ladrillo: Pasó diez años entre obras, primero en la empresa privada y, finalmente, como inspector de urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. Fueron los felices años del pelotazo, del “España va bien” o el “Vamos a superar a Alemania”. El arquitecto técnico -hoy reconvertido en realizador publicitario- saltó del barco en 2008 asqueado de tanto estrés, pero tuvo tiempo de sobras para ser testigo de los disparates urbanísticos, del enorme poder de las promotoras sobre los ayuntamientos, la corrupción rampante… Lo recopila todo en La ola que arrasó España (ed. RBA), un libro en el que alterna el repaso histórico de cómo se llegó al descalabro del principal sector de la economía española con vivencias y anécdotas personales. Recuerdos agridulces de un mundo “a punto de desaparecer”.

En el libro explicas que el verdadero negocio de la industria de la construcción no era tanto las viviendas como el suelo.

Sí, durante el boom del ladrillo las viviendas duplicaron su precio, pero el suelo lo quintuplicó. Los suelos se dividen en dos tipos, para simplificarlo mucho: el suelo rural y el suelo urbano, que es donde construimos casas. La diferencia entre el precio de uno y otro se multiplica por mil. En el libro doy un ejemplo de cómo con una inversión de 100.000 euros puedes sacar hasta 90 millones. No hay nada en el mundo que pueda igualar ese beneficio. El negocio consistía en hacernos con un terreno rural que supiésemos que se iba a convertir en urbano. En la teoría, que un Plan de Urbanismo pase por uno de tus terrenos es algo casual, como si te hubiera tocado la lotería. Pero en realidad es al contrario, tú provocas que vaya por el lugar donde tienes un terreno. El gran movimiento de maletines y dinero se producía aquí. De hecho, las promotoras más grandes hacían viviendas simplemente por publicidad. Yo he estado con promotores que me han asegurado que estaban en la construcción porque tenían que dar la cara, pero que en realidad no era ese su negocio. En el suelo es donde los ayuntamientos sacaban su beneficio espurio, no en las licencias, que es el más fácil de detectar. Posiblemente, es donde estaba la mayor parte de la corrupción, que no se ha podido detectar porque no hay como localizar esos movimientos.

Usted afirma que el tráfico de influencias en la gestión de los Planes Urbanísticos de los ayuntamientos ha sido generalizado.

Sin ninguna duda. Si observamos a las capitales de provincia, pueblos… Veremos que siempre ha habido una promotora o constructora que ha crecido explosivamente al mismo tiempo que se desarrollaba la ciudad. No hay que atar muchos cabos. Empresas que empezaban con 10 millones de presupuesto y a los cinco años tenía 10.000 millones ¡Uau! Lo he visto en Guadalajara, Valladolid, Burgos… Si una promotora quería comprar una parcela para ponerse a construir, el propio ayuntamiento les decía que hablasen con la promotora que era dueña de esa zona, y que la promotora provocaría que pudiese construir o no. Eran feudos en los que los ayuntamientos estaban cautivos. Tú llegabas a Guadalajara y Rayet y Arcesa eran las promotoras dueñas y señoras. Si querías construir, la parcela se la comprabas a ellos.

¿Cuando habla de provocar se refiere a poner maletines sobre la mesa?

Claro, no se me ocurre otro modo. Cuando un ayuntamiento crea un Plan Urbanístico, tiene un activo que va a mover cientos de millones de euros. Puede ocurrir que lo ejecute sin recibir presiones, sin que a nadie piense: “¿Si voy a sacar 100 millones de beneficio por qué no le doy un millón a este tío?”. Pero no seamos inocentes. Teóricamente las ciudades crecen por donde los técnicos dicen, pero generalmente una ciudad tiene tanto espacio a su alrededor que al final siempre va a haber un elemento subjetivo. La cantidad de dinero que se mueve es muy bestia, y se deja en manos del eslabón más débil del Estado, los ayuntamientos.

Usted llega a comparar la valoración de un terreno con la especulación en bolsa.

Si tengo un terreno sobre el que se van a construir viviendas en diez años y calculo que entonces su valor será X, puedo multiplicar el valor del suelo. Como pasó en el crack del 29 y como nos ha pasado ahora, todo lo que se hace en previsión al futuro se calcula como algo lineal, sin tener en cuenta que pueden ocurrir imprevistos. Al final todo se convierte en pura especulación.

El boom del ladrillo ha dejado a muchísima gente por el camino. ¿Pero quienes son los verdaderos beneficiarios de este desastre? ¿Hay nombres y apellidos?

El primero es la banca, que inundó de crédito el mercado. Cuando uno compra un terreno asume un riesgo, pero la banca no pierde nunca por que ella no adquiere el terreno, te da el crédito para que lo hagas tu, y pase lo que pase lo tienes que devolver. El ejemplo es claro: Las Cajas de Ahorros que sí se endeudaron con la construcción cayeron, los grandes bancos que lo único que hacían era prestar dinero ahí están. Para saber quién se forró bastaría con saber quienes eran los propietarios de los terrenos de todos los planes urbanísticos que se iniciaron. Las constructoras que montaron sus promotoras para vender grandes terrenos siguen en el mismo puesto que en 2007 en el ranking de grandes constructoras del mundo de este año. FCC, ACS, Dragados, Acciona, Ferrovial… En el 2007 tanto ellas como los bancos vendieron sus promotoras en el máximo de valor. ¿Quién las compró? Las promotoras de siempre, que pensaban que se iban a forrar, pero a los seis meses no valían nada.

¿Eso no es una estafa?

No, es jugar. El problema es que juegas con perspectivas a diez años, y te puede salir bien o mal. Pensaron que el valor de la vivienda siempre iba a subir.

Pero si casualmente si todas vendieron en 2007… Tal vez tenían información que otros no tenían.

Claro. Ahí está la jugada. La banca y las grandes constructoras salieron dando palmas y siguen dándolas, encantados de haberse conocido. ¿Qué sabían? No lo sabremos nunca. ¿Que se la hicieron a las promotoras? Sin ninguna duda. Todos los que compraron las inmobiliarias en 2007 ahora están buscando en la basura.

El libro, a parte de ser divulgativo, parece también un homenaje a todos aquellos trabajadores de la construcción que hoy deben de estar pasándolo tan mal.

Es un completo homenaje a lo que yo viví durante diez años. Durante aquel tiempo conocí a alguna de aquella gente que movía terrenos –que para mí no es el mundo real- y conocí a un mundo real que además es el de la España rural, de nuestros abuelos, que se sigue manteniendo en el mundo de la construcción. Una España muy cañí a la que no estaba acostumbrado, muy dura en muchos aspectos pero muy vital en otros. En realidad el libro empezó por ahí, por recordad ese mundo y a esa gente tan rara y tan divertida que está a punto de desaparecer.

¿Por qué dejaste la construcción?

Por cuestiones personales. Mi vocación era el cine, y mientras trabajaba me puse a estudiarlo por las noches. Entre 2006 y 2007 todos los que trabajábamos en el sector habíamos pasado una época de mucho estrés, estábamos agotados. La gente perdía quilos, se divorciaba… Decidí que ya había visto todo lo que tenía que ver. Pero no vimos el golpe que se acercaba.

¿No lo percibisteis?

Todos sabíamos que venía una crisis. Pero estaba todo tan inflado que pensábamos que la crisis sería buena porque iba a limpiar el sector. Nadie nunca se imaginó que la actividad en la construcción llegaría a caer un 90%.

¿Crees que hemos aprendido la lección o volveremos a un modelo económico basado en la construcción?

No hemos aprendido nada, y el mejor ejemplo es Eurovegas. Pero no es sólo el modelo de la construcción, es el del dinero fácil. Si el banco llega mañana y dice que te da crédito para comprar sellos porque es donde está el futuro, ¡toda España se llenaría de sellos hasta reventar! Ese es el problema: nos vendimos, hasta el último. Nos arrastra la codicia. Aguantas un tiempo pero acabas cayendo, y es triste. Me gustaría pensar que aprendemos, pero no lo tengo nada claro. La crisis de 1929 es clavada a la que tenemos ahora un siglo después.

Hay pocas alternativas en un país con a penas industria y donde las principales empresas siguen siendo las de la construcción.

Lo terrible es que la industria y la agricultura cayeron al mismo tiempo que crecía la construcción. Pero en este país es difícil que la gente entienda que es mejor invertir en sectores de crecimiento a largo plazo pero que dan estabilidad y crecimiento en lugar de una explosión de billetes, un pelotazo. Además, igual que todo el mundo pensó que la crisis le iba a golpear a otro, todo el mundo quiso sacar su pellizquito. Como la gente que vendía el piso antes de escriturarlo. La gente piensa que ellos no provocaron nada, que sólo trataron de beneficiarse como ya hicieron otros antes. Ese es el pensamiento que nos acaba llevando a todo lo demás.

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