analfabetos funcionales que han dado por "normal" que un piso suba un 10% (o más) al año (éstos no han aprendido aún la moraleja del cuento de la lechera.. mente infantil e irresponsables), que han dado por "normal" que un asalariado (clase baja, con todas las letras.. sus rentas provienen exclusivamente de su sudor) pueda permitirse todos esos lujos que enumera.. y como éste, miles, que han dado por "normal" una época de crédito desatado, que no va a volver, y por cuya mala cabeza se hinchó la burbuja inmobiliaria (fueron los tontos útiles, los que generaban la demanda)..
luego cuando tienen que pagar la hipoteca (un crédito) por un piso que ahora no vale ni la mitad, se lamentan que el banco "les ha engañado".. ahora que disfruten lo firmado, y que paguen sus deudas, pues en última instancia, los que no han hecho locuras crediticias ni han disfrutado todos esos lujos, también están pagando el mismo pato..
La crisis se ha llevado mis sueños
"Yo soy una de esas personas a las que la burbuja inmobiliaria le
estalló en la cara", asegura M. P., de 34 años, casada y madre de dos
niñas. Ella misma cuenta su historia:
"Con menos de 30 años y ambición creímos en una oportunidad a la que llegamos tarde. Nos
dio para dos años de viajes y buenos restaurantes, BMW de ultima
generación, adosado y segunda residencia, y la ilusión de formar una
familia como 'marquesa de mi casa' y 100% de dedicación. Educaría a mis
hijas en el Liceo, las llevaría a cursos de tenis y equitación. Soñaba con asistir a cursos de pedagogía y leerme todos los libros editados sobre inteligencia emocional.
Con dos carreras universitarias y trabajo fijo decidí decantarme por los
ladrillos cuando nuestra primera hija nació: mi marido había montado
una promotora inmobiliaria con la indemnización del despido como
director de una empresa local (a la que absorbió una multinacional).
Y esa fue nuestra apuesta.
Y los castillos de ladrillos eran humo; y se desvanecieron.
Mi marido siempre dice: "Qué pena que no durase tres años más para habernos forrado". Yo,
ahora más realista que hace cinco años, doy gracias por no estar mas
empufados cuando todo se fue al garete. Gracias a que despertamos a
tiempo de nuestra necedad, mi marido volvió al sector donde era un buen
profesional, cobrando la tercera parte, claro, y yo monté una pequeña
tienda, a la que dedico todo mi esfuerzo. Ahora tenemos
un coche de segunda mano, alquilamos nuestra segunda residencia, y
nuestras dos hijas van a un colegio publico. Ya no cenamos en La Ontina
ni el El Cachirulo, ni nos vamos de ruta por las Bodegas Riojanas. Ya no
hojeamos folletos de Costa Rica, ni tan siquiera la cartelera. Ya no
recuerdo el menú degustacion de Arzak (tal vez lo soñe y no lo viví).
Ahora consumimos televisión, y el fin de semana disfrutamos de este
hogar cuya hipoteca nos cuesta sudores pagar.Pero lo peor de todo
este cambio es que aquella ilusion, aquel proyecto con el que soñamos,
en el que invertimos, del que disfrutamos efímeramente, se ha convertido
en la amenaza de que nos embarguen lo poco que logramos. Nadie nos
regaló nada, pero al banco sí que le pedimos y aunque intentamos
renegociar, ya sabemos todos la historia de los mayores usureros del
reino: los banqueros. Lo que en su momento mucho valía y alto tasaron
ahora se ha devaluado, aunque la hipoteca no disminuye.
He madurado de golpe, y con 34 años hago números desde que me levanto, y
suspiro cuando invitan a un cumpleaños a mi hija de 4 años o la de 2 ha
roto sus zapatos. La salud y el amor de una familia me acompañan, pero
no se puede disfrutar de la vida cuando crees que en cualquier momento
te pueden quitar el fruto de tu trabajo, de tu ilusión. Y que el maldito
embargo llame a tu casa.
De hecho yo creo que ya me han embargado: la crisis se ha llevado mis sueños".
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