Nueva York: luces y sombras
Este artículo muestra la otra cara de Nueva York, que no aparece en la
visión de aquella ciudad que atrae a grandes sectores de la
intelectualidad española. El modelo liberal de ciudad que representa Nueva York significa un deterioro muy marcado de la cohesión social en un país.
Siempre me ha llamado la atención la atracción que Nueva York genera en
muchos de mis colegas en el mundo universitario español. De la misma
manera que París ejerció su magnetismo en mi generación (años cincuenta y
sesenta), Nueva York se ha convertido en el lugar donde ahora hay que
estar, conocer y vivir (al menos durante una temporada). La visita y
estancia del popular entrenador del Futbol Club Barcelona, Pep
Guardiola, en Nueva York, parece ser parte de este fenómeno. Es como si se tuviera que estar en Nueva York para conocer el siglo XXI. Su
aparente dinamismo parece atraer a las clases medias de renta
media-alta, que se ven cautivadas por “el centro del consumo más
importante del mundo”, como la Cámara de Comercio de Nueva York presenta
tal ciudad. “Si vas a Nueva York encontrarás de todo”, es un
eslogan exitoso que utiliza la Cámara de Comercio a fin de acentuar que
Nueva York es el centro comercial más importante del mundo.
Conozco bien Nueva York. He vivido allí en diversas ocasiones como
profesor visitante en varios centros académicos de tal ciudad y tengo un
hijo y familia que trabaja en Nueva York, Manhattan, lo cual explica
que visite la ciudad con gran periodicidad. Desde Baltimore, donde vivo
parte del año, se tarda el mismo tiempo en tren que desde Barcelona a
Madrid. Conozco, pues, bien tal ciudad.
De ahí que me sienta
en la necesidad de proveer información que raramente se presenta y que
tiene gran relevancia para conocer el carácter de aquella ciudad. Me
centraré en lo que mis colegas llaman Nueva York, que es, en realidad,
sólo un aparte relativamente pequeña de lo que es Nueva York. Nueva York, para gran número de turistas es Manhattan, una isla de algo más de un millón de habitantes dentro de un colectivo de ocho millones.
La gran mayoría de visitantes no van a los barrios y condados fuera de
Manhattan, donde la mayoría de la población neoyorquina vive, tales como
Bronx, Queens, Brooklyn y otros. Es ahí donde vive la clase trabajadora
de Nueva York, incluida la que sirve a los neoyorquinos que viven en
Manhattan.
Manhattan tiene una estructura social y
distribución de la renta semejantes a las de Bolivia. Es la ciudad con
la mayor polarización social existente en EEUU. Según el censo del 2010, el 20% de la población más rica en Manhattan tiene cuarenta veces más renta que el 20% de los de menos renta en Manhattan. Pero lo que es igualmente interesante es que
la renta media de este último grupo, el menos adinerado, es mucho más
alta que la del 20% de la población con menos renta del resto de Nueva
York. De ahí que, si comparamos los niveles de renta del 20% de
renta superior en Manhattan (que es también el más rico de Nueva York)
con el 20% inferior de la ciudad de Nueva York, entonces las
comparaciones de polarización social no son como en Bolivia, sino como
en Haiti o Bangladesh. La distancia entre un rico neoyorquino y un
obrero no cualificado en paro que vive en el Bronx es enorme. Y hay
muchas veces más gente en el segundo que en el primer grupo. Como he
indicado antes, la clase trabajadora de Nueva York no vive en
Manhattan, sino en los otros distritos de la ciudad, fuera de Manhattan.
Millones de trabajadores cogen el metro por la mañana y van desde
fuera a Manhattan para garantizar que Manhattan funcione, marchándose a
casa por la noche, también en metro.
Los dos grandes
centros del poder en Manhattan se basan en la especulación financiera e
inmobiliaria: Wall Street y la industria inmobiliaria son los centros
que han configurado en gran medida las características de la estructura
social, que en Nueva York se basa no sólo en el trabajo, sino en el tipo de vivienda en la que un ciudadano o residente vive.
El precio promedio de la vivienda en Manhattan es de un millón y medio
de dólares (el promedio en EEUU es de 230.000 dólares). Y el precio
promedio del alquiler es de 3.973 dólares al mes (el promedio en EEUU es
de 2.800 dólares menos), según Amy O’Leary, “What is Middle Class in Manhattan”, en el New York Times (18.01.13). Con estos precios, sólo
gente con abundantes medios puede vivir en Manhattan. El abanico de
rentas para catalogar a una familia dentro de la categoría de clase
media es en Manhattan entre 80.000 y 235.000 dólares (en EEUU es entre
33.000 y 100.000 dólares).
La vivienda configura, pues, el marco definitorio de la estructura social, determinando el nivel de todo lo demás. Así, la
matrícula de una escuela privada cuesta 40.000 dólares al año, lo cual
explica que cuando las parejas tienen niños tales gastos puedan ser
prohibitivos, forzándoles a desplazarse fuera de Manhattan. De ahí que
Manhattan tenga la mitad de hogares con niños que el promedio de EEUU.
Sólo el 17% de los hogares tienen niños, la mitad del promedio en EEUU.
Esta situación ha ido empeorando, como resultado de las intervenciones públicas.
La desregulación de la banca y del precio de la vivienda fueron
elementos clave en la creación de esta situación. No siempre fue así. En realidad,
Manhattan había tenido una política de control de los alquileres de
manera que no pudieran aumentarse por encima de un cierto nivel. La mitad de las viviendas estaban en este régimen.
Pero esta situación cambió a partir de las leyes neoliberales que han
impactado muy negativamente en tal situación, la cual ha contribuido a
la segregación territorial de Nueva York, donde las rentas elevadas
están en el centro y la clase trabajadora en la periferia. Es en cierta
manera lo que está ocurriendo en Barcelona también, aunque en menor
grado.
De esta breve fotografía de una dimensión poco conocida en Nueva York, se deduce que esta
configuración urbana y social de Nueva York determina una dinámica de
polarización social que debería conocerse para prevenir construir un
futuro que reproduzca el “modelo Nueva York” en nuestro país. Francamente, prefiero muchas veces más Barcelona y no deseo que el futuro de nuestra ciudad de asemeje a Nueva York. Conozco bien las dos ciudades y no
tengo ninguna duda de que para la mayoría de la población que se gana
su pan con el sudor de su frente, Barcelona es un lugar mejor para vivir
que Nueva York.
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