Por qué voy a dejar de comprar en Mercadona
Poco hay que decir acerca del asunto de los sobres que no se haya dicho
ya. Que eran sobornos, puros y duros, y que los dirigentes del gobierno
nacional y de los de varias comunidades autónomas los han aceptado y,
por supuesto, no los han declarado al fisco. Todo el tema en si es
apestoso, no creo que vaya a ser capaz de aportar nada a la discusión.
También soy muy consciente de que cuando el PP ganó las generales con
mayoría absoluta en 2011, los españoles en realidad habíamos elegido
meter a Alí Baba y sus cuarenta ladrones en el Palacio de la Moncloa.
Francamente, opino que a quién esto le pille por sorpresa, es porque es
sencillamente gilipollas.
En realidad solamente hay un aspecto de esta historia que me ha
sorprendido. No es que me haya desagradado más o menos, solo que no me
lo esperaba: entre los nombres de presidentes de empresas constructoras
que figuran en la lista de donantes que ayer El País desveló al público
figura el nombre de una empresa que no se dedica al ladrillo: Mercadona.
Según El País, la cadena de supermercados levantina realizó dos
donaciones al Partido Popular: una de 90000 euros en 2004 y otra de
150000 en 2008. ¿A cambio de qué? Ni lo sabemos ni creo que lo sepamos
nunca. Pero una cosa me queda completamente clara: nadie mete 240000
euros en la cuenta de un partido político sin esperar nada a cambio. Ese
casi cuarto de millón de euros es un soborno puro y duro. Y tan malos
como los políticos corruptos creo yo que son los empresarios
corruptores.
Mercadona
Mercadona desmintió ayer a través de su cuenta de Twitter que haya dado
ningún dinero al PP. Para mi es demasiado tarde: la credibilidad de una
empresa a la que admiraba, a pesar de algunos intentos de boicot que no
veía del todo justificados, y cuyos productos consumía con gusto ha
quedado en entre dicho. Como consumidora, Mercadona ha pasado a
convertirse en un emporio dirigido por empresarios implicados en tramas
de corrupción. Me jode, porque compro muchas cosas ahí pero me temo que a
no ser que se demuestre que toda esta historia es una falacia (hay
momentos en los que pienso que su austera política publicitaria
convierte a esta empresa en blanco fácil de las iras de la prensa, pero
en esta ocasión las pruebas parece bastante contundentes), voy a dejar
de hacerlo en la medida de lo posible. Es la única forma que se me
ocurre ahora mismo, que no hay elecciones cerca, de manifestar mi
rechazo hacia la corrupción.
Porque al fin y al cabo las firmas que se recojan por internet, rara vez
valen algo, sean cien, mil o un millón. Firmar en change.org no implica
nada para el firmante: no te sacrificas, no arriesgas. No haces nada.
Para mi dejar de comprar en Mercadona es una verdadera jodienda porque
hay productos que realmente me gustan y que ahora mismo no me apetece
sustituir. Pero me parece que lo más coherente con mis ideas es no
comprar en un comercio sobre el que se cierne la sombra de la
corrupción. Obviamente, si soy yo la única que deja de comprar en
Mercadona al menos hasta que se aclare lo que ha sucedido y, en caso de
ser necesario, se les juzgue y multe por sobornar a políticos; será
bastante inútil. Si somos 10, será un poquito menos inútil. Que cien
personas que compran habitualmente en Mercadona dejen de hacerlo por su
rechazo a la corrupción empieza a ser algo. Mil pica. Diez mil escuece.
Cincuenta mil duele. Y cien mil, directamente, jode. Muchísimo más que cien mil firmas en change.org, que se diluyen en la mente del firmante
tan rápido como cierra la pestaña del navegador.
Pensadlo: si hay una forma de parar esto, si tenemos algún tipo de
poder, es dándole dónde les duele a los corruptos y a los corruptores.
No puedo evitar pisar un edificio construido por alguna de las empresas
de la trama Gürtel. Pero sí puedo evitar comprar en una cadena de
supermercados si sus dueños han sobornado al principal partido
conservador del país. Esto no enmendará de ningún modo el mal que ya
hayan hecho los directivos de Mercadona. Pero, si fuéramos los
suficientes los que lo hiciéramos, tal vez haría que se lo pensaran dos
veces la próxima vez que se les ocurriera dejar un sobre en la calle
Génova.
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