20130225

Tus sobres, mis recortes

Tus sobres, mis recortes
Bajo este lema tan absurdo miles de madrileños se manifestaron ayer para echarle la culpa a alguien de su incompetencia y su fracaso. Si hay alguien suficientemente estúpido para creer que hay alguna proporción y alguna relación entre los presuntos sobresueldos que podrían haber cobrado algunos dirigentes del PP y el ajuste económico que España necesitaba y necesita después de tantos años de socialdemocracia y despilfarro -valga la redundancia-, merece absolutamente cualquier desastre que pueda sucederle y tiene que saber que si no intenta pensar un poco mejor su vida será siempre una calamidad como lo ha sido hasta ahora.

Si el presidente Rajoy o alguno de sus ministros ocultaron a Hacienda los sobresueldos que parece que recibieron, tendrán sin duda que disculparse y dimitir y sería monumental el escándalo.

Pero la culpa de la crisis y la causa de los recortes la tienen los que se han pasado todos estos años exigiendo mucho y trabajando muy poco. Los de las bajas laborales por enfermedades inventadas. Los de los liberados sindicales, los de los días personales. Los de los convenios colectivos, los de los derechos adquiridos.

Los culpables de la crisis y los que han forzado con su actitud los imprescindibles recortes son los que han convertido la solidaridad en reclamar qué hay de lo suyo en lugar de ofrecer algo de vez en cuando. La misma semana que los actorcillos españoles hacían una vez más el ridículo en su deplorable gala de autopremios, el cantante Paul Simon, que lleva mucho más tiempo siendo de izquierdas que todos ellos, y de un modo mucho más digno y sincero, participó en un acto organizado por una fundación de Connecticut para recaudar fondos con el objetivo de comprar comida para las personas más necesitadas. Paul Simon no sólo cantó desinteresadamente tres canciones -Mrs. Robinson, The boxer y Me and Julio down by the schoolyard- sino que anunció que acababa de firmar un cheque de 25.000 dólares en favor de la fundación que organizaba el acto.

Esto es ser de izquierdas, esto es protestar de un modo eficaz y exquisito contra las supuestas injusticias. Esto es ser solidario, esto es cambiar el mundo y no la payasada permanente en que viven instalados nuestros actorcillos, el cinismo sin límites de toda una serie de mediocres personajes que nadan en la comodidad de la subvención y que encima se atreven a dar lecciones.

La culpa de la crisis y la causa de los recortes la tienen los abusos de los quejicas, la retórica de lo subvencionado y haber creído más en los derechos que en los deberes.

La mayor parte de culpa la tienen la mayor parte de manifestantes y de indignados, que tan poco han aportado, que tan poca riqueza han contribuido a crear, que tanto han malgastado su tiempo haciendo el holgazán y el jeta sin asumir nunca ninguna responsabilidad y dándole la culpa de todo a cualquiera.

La culpa la tienen los que han convertido la solidaridad y la izquierda en una coartada para echarle un morro infinito y vivir del esfuerzo y del dinero de los demás, en lugar de ejercer la generosidad que exigen y estar mínimamente a la altura de la grandeza, la honestidad y la dignidad que dicen representar.

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