Tus sobres, mis recortes
Bajo este lema tan absurdo miles de madrileños se manifestaron ayer para
echarle la culpa a alguien de su incompetencia y su fracaso. Si hay
alguien suficientemente estúpido para creer que hay alguna proporción y
alguna relación entre los presuntos sobresueldos que podrían haber
cobrado algunos dirigentes del PP y el ajuste económico que España
necesitaba y necesita después de tantos años de socialdemocracia y
despilfarro -valga la redundancia-, merece absolutamente cualquier
desastre que pueda sucederle y tiene que saber que si no intenta pensar
un poco mejor su vida será siempre una calamidad como lo ha sido hasta
ahora.
Si el presidente Rajoy o alguno de sus ministros ocultaron a Hacienda
los sobresueldos que parece que recibieron, tendrán sin duda que
disculparse y dimitir y sería monumental el escándalo.
Pero la culpa de la crisis y la causa de los recortes la tienen los que
se han pasado todos estos años exigiendo mucho y trabajando muy poco.
Los de las bajas laborales por enfermedades inventadas. Los de los
liberados sindicales, los de los días personales. Los de los convenios
colectivos, los de los derechos adquiridos.
Los culpables de la crisis y los que han forzado con su actitud los
imprescindibles recortes son los que han convertido la solidaridad en
reclamar qué hay de lo suyo en lugar de ofrecer algo de vez en cuando.
La misma semana que los actorcillos españoles hacían una vez más el
ridículo en su deplorable gala de autopremios, el cantante Paul Simon,
que lleva mucho más tiempo siendo de izquierdas que todos ellos, y de un
modo mucho más digno y sincero, participó en un acto organizado por una
fundación de Connecticut para recaudar fondos con el objetivo de
comprar comida para las personas más necesitadas. Paul Simon no sólo
cantó desinteresadamente tres canciones -Mrs. Robinson, The boxer y Me
and Julio down by the schoolyard- sino que anunció que acababa de firmar
un cheque de 25.000 dólares en favor de la fundación que organizaba el
acto.
Esto es ser de izquierdas, esto es protestar de un modo eficaz y
exquisito contra las supuestas injusticias. Esto es ser solidario, esto
es cambiar el mundo y no la payasada permanente en que viven instalados
nuestros actorcillos, el cinismo sin límites de toda una serie de
mediocres personajes que nadan en la comodidad de la subvención y que
encima se atreven a dar lecciones.
La culpa de la crisis y la causa de los recortes la tienen los abusos de
los quejicas, la retórica de lo subvencionado y haber creído más en los
derechos que en los deberes.
La mayor parte de culpa la tienen la mayor parte de manifestantes y de
indignados, que tan poco han aportado, que tan poca riqueza han
contribuido a crear, que tanto han malgastado su tiempo haciendo el
holgazán y el jeta sin asumir nunca ninguna responsabilidad y dándole la
culpa de todo a cualquiera.
La culpa la tienen los que han convertido la solidaridad y la izquierda
en una coartada para echarle un morro infinito y vivir del esfuerzo y
del dinero de los demás, en lugar de ejercer la generosidad que exigen y
estar mínimamente a la altura de la grandeza, la honestidad y la
dignidad que dicen representar.
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