20130606

"Me siento un puñetero delincuente”

pero mientras vendían preferentes (productos que han perdido el 90% de su valor de venta) a sus concuidadanos y cobraban las 22-24 paguitas más los bonus por "productividad", no se sentían delincuentes, claro.. qué cosas..



"Me siento un puñetero delincuente”
  • El apuñalamiento de un exdirector de sucursal en Valencia destapa la situación de los bancarios
  • Empleados de Novagalicia relatan el calvario oculto bajo el drama de las preferentes
En apenas un año, la vida de muchos de los 4.500 empleados que aún conserva Novagalicia Banco, heredero de la fusión de las dos cajas de ahorros de Galicia, ha cambiado de forma radical. Eran ciudadanos respetados y ahora viven “perseguidos y amedrentados”, según el relato de uno de ellos. La presión de los afectados por las preferentes, la convivencia con el drama de sus clientes, con su ira y, en algunos casos, con su violencia, está resultando demasiado dolorosa para la mayoría. Oculto tras el calvario de los estafados, crece silencioso el de los trabajadores, principalmente directivos de sucursales, que han tenido que coger a la familia y cambiar de aires, abandonar rutinas como pasear por el pueblo o padecer las agresiones de los afectados.

La primera acción violenta de la que se tiene constancia en Galicia, una de las comunidades más afectadas por el drama de las preferentes, se produjo antes incluso que el apuñalamiento de un exempleado de banca, esta semana, en Valencia. Ocurrió el pasado 19 de abril en A Estrada (Pontevedra). Ese día, Manuel Paradela, antiguo subdirector de la oficina principal del pueblo y concejal en el Ayuntamiento, caminaba por el estrecho callejón que da acceso a un aparcamiento cuando se cruzó con alguien. Era un antiguo cliente, que le echó las manos al cuello, lo sujetó en el aire y lo empujó contra la pared mientras profería todo tipo de amenazas. Paradela ha retirado la denuncia después de recibir las disculpas del agresor, pero también ha renunciado al acta de concejal, harto de vivir con el foco sobre su persona. Todos los grupos de la Corporación condenaron la agresión, pero el portavoz de la plataforma comarcal de afectados no se amilanó. “No será la última”, amenazó.

El timador es quien ordenaba vender el producto mientras falseaba las cuentas”, dice un empleado

“Para entender bien la situación hay que tener en cuenta un dato: en Novagalicia Banco hay 700 trabajadores con preferentes o subordinadas, que tienen atrapados 70 millones de euros”, precisa Julián Valiente, secretario del sindicato de banca de Comisiones Obreras de Galicia. “No somos estafadores, sino la herramienta que emplearon para enriquecerse unos señores que se han ido con unos blindajes millonarios”, lamenta el trabajador de una sucursal. Otro precisa: “El timador es quien ordenaba vender el producto mientras falseaba las cuentas de la entidad”. “Y la mayor prueba de que no pretendimos engañar a nadie es que muchos tenemos que hacer frente a la doble condición de preferentistas y víctimas de la desesperación de quienes tienen sus ahorros atrapados”, añade.

Jorge, director de una pequeña sucursal rural en una de las comarcas más afectadas, ya no puede tomar el café donde solía. Es un nombre ficticio, porque el anonimato es una de las obsesiones de todos los que padecen la furia de quienes no pueden recuperar su dinero. “Vivo medio escondido: evito las zonas concurridas y las horas punta, en general esquivo cualquier situación donde me pueda encontrar a mis clientes. No puedo tomar el café donde lo he tomado toda la vida por miedo a lo que pueda pasar y de hecho pasa. He pasado de ser una persona bien vista en el pueblo a sentirme un puñetero delincuente”, relata Jorge.

En la zona de O Morrazo, la dirección de Novagalicia ha cerrado la sucursal de Moaña ante el constante acoso de los afectados, y las oficinas menores, disgregadas por las parroquias, tienen que bajar la persiana varios días a la semana a causa de las concentraciones esporádicas de afectados a sus puertas. Días atrás, los empleados de la oficina principal de A Coruña estuvieron más de dos horas atrapados por los preferentistas que bloquearon la salida. Otro tanto ocurre de forma cotidiana en Vigo, Carballo, O Rosal, Salvaterra... Los sindicatos carecen de datos, pero han constatado un incremento “brutal” de las bajas por depresión. “Circula la broma de que el médico de la empresa reparte ansiolíticos como si fueran caramelos”, comenta Valiente.

Los sindicatos carecen de datos, pero han constatado un incremento “brutal” de las bajas por depresión

Manuel Paradela no quiere que le hagan recordar la agresión ni el calvario que atraviesa desde que tiene que convivir con el sufrimiento de sus exclientes. Solo apunta: “Con algunos me puedo parar a explicarles que yo fui una herramienta del banco, que el banco me utilizó, pero muchos otros ni siquiera preguntan, solo quieren intimidar”. Otro directivo de sucursal, acostumbrado a correr por las calles de su pueblo por prescripción médica, evitó las zonas concurridas para adentrarse a hacer deporte en la montaña. La Guardia Civil le dio un consejo más serio que el de los doctores: si quiere evitar sorpresas desagradables, no ponga un pie en el monte.

Aunque, salvo el caso de A Estrada, no hay noticias de agresiones, es otro tipo de violencia, más soterrada, la que preocupa a los empleados. “Una trabajadora de la zona de O Morrazo, por ejemplo, tuvo que cambiar a su hija de guardería por el acoso no solo de los demás padres, sino de los propios niños”, relata un directivo de sucursal. Un dato importante es que el grueso de preferentes y subordinadas se vendió en pueblos pequeños, donde el contacto, la amistad e incluso los lazos familiares entre los trabajadores del banco y los afectados son inevitables.

En Comisiones Obreras conocen muchos más casos: un director de oficina que no se atreve a salir a la calle, varios que han tenido que abandonar el pueblo, otros que fueron rechazados por sus propias familias en las cenas de Navidad, cambios de testamento... “La lista es interminable”, zanja el secretario de banca de CC OO, que suma el estrés añadido de la inestabilidad laboral de una empresa sometida a sucesivos ERE. Pero, precisa Valiente, el mayor peso al que tienen que hacer frente no es la ira de los afectados, sino otro más difícil de conciliar: “El complejo de culpa de quien ve arruinados a aquellos a los que intentó ayudar”.

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