20130603

Otro gobernador golpista

Otro gobernador golpista

Siguiendo la doctrina que el Banco de España mantiene últimamente, su gobernador acaba de proponer de nuevo que desaparezca el salario mínimo y se suma así al elenco de banqueros centrales que se permiten dictar a los gobiernos elegidos por el pueblo lo que tienen que hacer y lo que no.

Es lógico que para justificar su propuesta no reconozca públicamente la verdadera razón que se persigue con ella, que se ahorren aún más dinero las grandes empresas y así obtengan mayores beneficios. Si lo hiciera se le echaría la gente encima y por eso lo que hace es recurrir a la justificación que siempre tienen a mano, sea para un roto o para un descosido: sin salario mínimo será más fácil crear empleo.

Pero esta afirmación es completamente infundada. Ni el gobernador del Banco de España ni nadie puede aportar evidencia empírica definitiva que muestre que eliminar el salario mínimo o disminuir su cuantía es bueno para crear empleo, o que aumentarla dificulte crearlo.

Hay estudios que muestran resultados positivos provocados por la introducción o aumento de los salarios mínimos y otros que llegan a la conclusión contraria.

Si se analiza lo que ocurre en distintos países europeos es más fácil detectar que no hay prácticamente correlación entre el nivel de los salarios mínimos y las diferentes tasas de desempleo de los trabajadores de baja cualificación. Y en ningún caso se puede deducir de los datos reales que los salarios mínimos más altos provoquen un mayor desempleo. Incluso se podría concluir más bien que hay una cierta relación entre salarios mínimos de mayor cuantía y tasas de empleo más altas (Johannes Schweighofer, Social Dimension Of EMU: Raise Minimum Wages!). En Estados Unidos los estados que mejor registros de empleo tienen no son precisamente los que mantienen los salarios mínimos a niveles más bajos. Y allí, como en otros muchos países, queda también muy claro que salarios mínimos más bajos no van unidos a más empleo: los de hoy día son un 30% más reducidos en términos reales que los de 1968 y, sin embargo, la tasa de paro es bastante más del doble que la de entonces.

Por eso, en 2007, 650 prestigiosos economistas estadounidenses, entre ellos cinco Premios Nobel, firmaron un documento reclamando subidas del salario mínimo defendiendo que eso apenas tendría efectos negativos sobre el empleo y que, por el contrario, permitiría aumentar el bienestar de los trabajadores con bajo salario.

Contrariamente a lo que sugiere el gobernador, hay multitud de evidencias empíricas que demuestran que la inexistencia de salarios mínimos o la fijación de salarios mínimos muy bajos tiene efectos negativos para el conjunto de la economía y, lógicamente, también para los trabajadores que los reciben. Y, por otro lado, que cuando se introducen o se elevan, mejoran su rendimiento general.

De los hechos que demuestran los inconvenientes de los salarios mínimos reducidos y de las ventajas de elevarlos escribí con más detalle en enero pasado citando los estudios científicos que lo demuestran (ver Más engaños del Banco de España). Ahora no voy a repetir los argumentos y me limitaré simplemente a mencionar por añadidura que un estudio reciente ha mostrado que salarios mínimos muy reducidos no son, como dicen quienes los defienden, una puerta que permite la entrada al mercado laboral a trabajadores que más tarde recibirán salarios más elevados, sino que quienes entran con ellos suelen permanecer casi siempre en puestos de salarios bajos y empleos muy precarios. Lo que significa que salarios mínimos muy bajos o inexistentes son en realidad un factor de consolidación de la precariedad, la pobreza y la insuficiencia de demanda. Y otro informe demuestra que en Estados Unidos los salarios mínimos muy bajos en grandes empresas (que, en contra de lo que se cree son quienes más los utilizan) lo que hacen es destruir empleo porque acaban con la demanda de la que viven las pequeñas y medianas.

Desde otra perspectiva, nuevos estudios han venido a demostrar que el aumento del salario mínimo aumenta la demanda agregada de modo muy particular porque las personas que los reciben suelen tener mucha más demanda “pendiente” (bienes de consumo que comprar) que materializan enseguida cuando aumenta el ingreso que perciben.

También mencioné en dicho artículo que la evidencia empírica tampoco permite afirmar que eliminar el salario mínimo o reducirlo aún más sea bueno para la economía española porque hay estudios que demuestran que los efectos negativos de aumentarlo son despreciables y que incluso pueden detectarse algunos positivos cuando ha ocurrido.

En suma, proponer ahora que desaparezcan el salario mínimo, en toda la economía o en algunos sectores, no asegura, como deja caer el gobernador del Banco de España, que vaya a aumentar en términos netos el empleo porque el mal pagado que pueda generar (si es que lo genera, pues ni siquiera eso es seguro) puede venir acompañado de la destrucción de otro de más calidad.

En una situación de falta de demanda, cuando miles de empresas cierran porque pierden clientes como consecuencia de la caída del consumo, lo que habría que hacer es justo lo contrario de lo que propone el gobernador: en lugar de poner a dieta a quien padece anemia, hay que subir los ingresos empezando por los de quienes perciben salarios más bajos. Esa es la única medida que puede reactivar la economía mejorando los beneficios de las pequeñas y medianas empresas y permitiendo que éstas generen empleo.

La razón por la que el gobernador del Banco de España hace esta propuesta suicida para el conjunto de la economía española es muy clara: bajar o eliminar el salario mínimo, y en general reducir los ingresos de los trabajadores, es muy beneficioso para las grandes empresas y bancos que dominan el mercado en España y que operan además en otros países. A ellos no les importa que caiga la renta interior y el consumo nacional porque bajen cada vez más los salarios puesto que tienen cautivos a sus clientes. No dependen de la demanda interna, como le ocurre a miles de pequeñas y medianas empresas y trabajadores autónomos. Para estos últimos, menos renta interior porque bajen los salarios es la ruina.
Pero las grandes empresas, por el contrario, apenas pierden ventas aunque bajen los salarios y, sin embargo, soportar menos carga salarial en España les permite obtener beneficios extraordinarios a escala global.

Es por todas estas razones que la propuesta del gobernador resulta intolerable. Es una vergüenza, algo realmente bochornoso e inaceptable que una autoridad del estado tome partido tan descaradamente y sin fundamentos sólidos por una medida que lejos de beneficiar al conjunto de la economía solo favorece a los grupos más privilegiados.

El gobernador del Banco de España no tiene derecho a ocultar información a los españoles, ni a presentar como si fuera el resultado de una verdad científica lo que solo expresa su personal opción ideológica. Está en su derecho de tenerla y defenderla, pero tiene la obligación de decirle a los españoles que lo que defiende es una preferencia porque su interés es satisfacer a unos en perjuicio de otros. El gobernador engaña a los españoles cuando les hace creer que sus propuestas son el resultado de un análisis objetivo y de datos que reflejen la realidad en la mano cuando lo cierto, como he mostrado, es que solo usa los que le convienen y que oculta los que lo contradicen.

Lo que hace el gobernador es una forma sutil de golpismo, puesto que de facto impide que el pueblo sea soberano, que decida lo que mejor crea que le conviene y que sea dueño de su destino. Su comportamiento e imposiciones dinamitan la ya de por sí frágil democracia en la que vivimos.

Hay que exigirle explicaciones por su parcialidad y reclamar su cese inmediato.

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