20131227

Caja Segovia: el increíble caso de la caja menguante (I)

prejubilados de banca: cajeros de 50 y pocos años, cobrando 2500 Euros al mes, y aparte una buena indemnización.. y los directivos aún más.. luego la banca está arruinada y hay que rescatarla con "dinero público".. pero no hay responsabilidades, ni nada..

disfruten lo votado..


Caja Segovia: el increíble caso de la caja menguante (I)

Se ha dicho ya muchas veces que la captura, expolio y destrucción de las Cajas de Ahorro por nuestra partitocracia y sus clientelas, constituyen una alegoría perfecta de nuestra profunda crisis institucional, moral y política. Normalmente es muy difícil transformar fenómenos sociales complejos en ideas simples, fáciles de comunicar y aprehender. Pues bien, la debacle de las Cajas en España, con todo lo que ha supuesto de enorme pérdida asistencial, cultural y financiera para muchas comunidades españolas, presenta al menos la ventaja de constituir una fotografía muy nítida del comportamiento habitual de nuestras élites extractivas.
Para demostrarlo podíamos haber escogido muchos ejemplos (es algo evidente). Hay algunos de gran relumbrón, como el caso de Caja Madrid, donde los personajes principales de la trama –Blesa, Aznar (padre e hijo), Rato, Aguirre…- darían a nuestra narración el empaque de los grandes relatos trágicos o… bufos. Pero, más modestamente, dada la repercusión mediática de aquellos, hemos preferido centrarnos en uno de tantos, en una pequeña Caja de provincias de las que entonces pululaban por nuestra piel de toro. Porque ahí, lejos de las luces que alumbran a los líderes de nuestros grandes partidos y a sus capitanes (de empresa), comprenderemos de verdad lo que ha pasado en España… y lo que sigue pasando, claro; silenciosamente, con total discreción (como decía el juez Falcone que se hacen los negocios por debajo -y también por encima- del paralelo 40).

Así que prepárense, siéntense cómodamente, porque iniciamos aquí una novela por entregas -idónea para estos días de asueto- cuya duración, igual que les ocurría a los escritores del siglo XIX, ni siquiera nosotros conocemos. Tampoco sabemos exactamente dónde nos conducirá (aunque esperamos no ser nosotros los que terminemos imputados en el Juzgado) porque se sigue escribiendo en tiempo real. No obstante, y aunque los personajes abundan, en consideración a los lectores no seguiremos el precedente de nuestros admirados novelistas rusos y prescindiremos del patronímico y de los diminutivos. Atilano será Atilano, allí donde nos lo encontremos, y si con alguno utilizamos algún sobrenombre o apelativo, será para diferenciarlo de sus familiares más cercanos.

Ocho personajes en busca de un futuro

Donde se cuenta cómo ocho amigos encontraron una gran solución para un grave problema gracias a un pequeño despiste de otros amigos

A todos nos preocupa el futuro y el bienestar de nuestras familias, evidentemente. Pero si eres un gestor de una Caja de Ahorros, estás en el año 2010 y te has integrado en el SIP, esa preocupación tiene un tinte especial: de alguna manera intuyes que el chollo se acaba. Algo así debieron sentir en ese momento Manuel Escribano Soto, Miguel Ángel Sánchez Plaza, Enrique Quintanilla Herrero, Juan Magaña Busutil, Juan Antonio Folgado Pascual, Malaquías del Pozo de Frutos, Antonio Tapias Domínguez y Oscar Varas de la Fuente, los directivos de Caja Segovia miembros de su Comité de Dirección.

Después de lo que debió costarles que se aprobara en 2006 la dotación de un millón y medio de euros anuales para su fondo de prejubilaciones, debían estar al borde del pánico viendo que la liquidez de la entidad no iba a poder responder de una manera integral a sus futuras necesidades y a las de sus familias. Y eso que, en 2008, ya se había admitido por los amigos de la Comisión de Retribuciones que pudiera instarse la prejubilación “en aquellos supuestos en los que se produzca algún tipo de unión, integración o coparticipación en un proyecto empresarial común con otras entidades”. Es decir, cuando la Caja dejara de existir como tal (en 2008 ya se presumía dentro de la entidad que a ésta ya no le quedaba mucha vida independiente).

A razón de millón y medio anual, a finales de 2010 ya se habían pagado unos seis millones de euros para esa dotación a un fondo de la Caja, pero lo cierto es que la cuantía se antojaba escasa (“¿oye, seis millones no son pocos?”) y el riesgo de dejar de percibir sus muy dignas prejubilaciones (“tío, que esto se hunde y no nos pagan”) resultaba bastante elevada, por lo que era lógico que a medida que se acercaba la Navidad la inquietud se palpase en los enmoquetados despachos de los altos directivos. A pesar de la subida de nóminas y de la flexibilización del acceso a la prejubilación, no cabe duda de que el chollo estaba en peligro. El neto patrimonial de la Caja pasó de 320,9 millones de euros en 2009 a 125,6 millones en 2010 y con la integración en Bankia la cosa se ponía todavía más difícil.

Sin embargo, como siempre ocurre en momentos críticos cuando se reúne un grupo de hombres excepcionales y sobradamente preparados dispuestos a echar el resto para solucionar un problema colectivo, saltó la chispa de la genialidad. No sabemos si partió del secretario general Antonio Tapia, un hombre con más de treinta años en la Caja y con un gran acervo de experiencia que ofrecer, o del director gerente Manuel Escribano, un gestor especialmente dotado, como demuestra su salario de 737.537 euros anuales (indudablemente más dotado que los gerentes de otras cajas de similares características que sólo merecían de media 505.939, según datos del Banco de España). O quizás fuese el producto de un brain storming colectivo, pero lo cierto es que se hizo la luz.

En el fondo, la solución no era tan complicada. Aprovechando el providencial acuerdo de la Comisión de Retribuciones de 22 de diciembre de 2010 (fecha posterior a la integración en el SIP) que autorizaba a externalizar el pago de las prejubilaciones en una compañía de seguros (¡qué golpe de suerte, eso sí es que te toque la lotería!) evitando de esta forma el riesgo para sus directivos de que llegado el momento no hubiese liquidez en la caja -en realidad, de que en la Caja no hubiese nada de nada- (¡enorme clarividencia!), pero que, además, (¡fenomenal despiste!) no fijaba ninguna cifra concreta ni ningún límite a esas retribuciones, se llega a la genial decisión de…. ¡suscribir esa póliza y hacer una nueva aportación antes de fin de año! Claro, ¿cómo no se nos había ocurrido antes? Pero esta vez nos dejamos de zarandajas y aportamos de golpe 11.030.886,84 euros, lo que hace una cifra total de 17.190.886,84 euros aportados.

Cuando un directivo de una Caja se prejubila, debe poder seguir viviendo dignamente. Especialmente cuando con un poco de voluntad y dedicación, es decir, con una pequeña aportación por aquí y una flexibilización del acceso a las prejubilaciones por allá (que permite, entre otras cosas, acceder a ella con 50 años), se puede vivir tan dignamente -o más- que cuando se prestaba un servicio. Hay que tener en cuenta que el Comité de Dirección tiene una enorme responsabilidad y que, por tanto, sus miembros merecen una retribución proporcionada. Que el destino de Caja Segovia haya sido su endeudada desaparición, seguramente no tiene nada que ver con la (bien pagada) responsabilidad de sus gestores. Suerte que en Segovia estuvieron atentos y hasta el más joven de los directivos, con escasos 50 años, pudo prejubilarse y con ello poner a su descendencia a salvo. Y todo ello gracias a que el Comité de Retribuciones supo comprenderlo adecuadamente.

Por cierto, ¿quiénes eran esos cinco amigos que lo integraban en diciembre de 2010? Pues Manuel Agudiez, Elena García, nuestros ya conocidos Manuel Escribano y Antonio Tapias (¡qué suerte ser controlador además de controlado!) presididos todos ellos por Atilano Soto (creo que no hace falta que les pidamos que recuerden este nombre). Pero cinco amigos son pocos. Hacen falta más amigos. Unos días después de que se reúna el Comité de Retribuciones, lo hace a su vez el Consejo de Administración de la entidad, de nuevo presidido por Atilano Soto, y del que forma parte Pedro Arahuetes, actual alcalde de Segovia por el PSOE. Pues bien, no sólo ratifican todas las decisiones del Comité de Retribuciones, sino que además aceptan la solicitud de prejubilación de Escribano y Tapias con efectos inmediatos. Si, como decía Sócrates, no hay nada más valioso que un buen amigo, los ocho magníficos comenzaron 2011 como verdaderos multimillonarios (y eso sin que les hubiese tocado el Gordo, al menos el oficial).

Con todo, a finales de 2010 aún quedaba un grave asunto por resolver para nuestros ocho personajes. Es cierto que con la solución al problema de las prejubilaciones se garantizaban una renta digna hasta la edad de jubilación, pero… ¿luego qué? Con la esperanza de vida que hay hoy en España era imprescindible cubrir también ese flanco, no vaya a ser que de viejito y por no haber podido ahorrar lo suficiente, uno tenga que conformarse con la pensión de la Seguridad Social. Y eso si llega a haberla, porque con todo el dinero público que ha habido que emplear para salvar a las Cajas… vete a saber. Así que nuestros ocho personajes se reunieron otra vez. ¡Necesitaban una nueva idea genial!

(Continuará).

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