prejubilados de banca: cajeros de 50 y pocos años, cobrando 2500 Euros al mes, y aparte una buena indemnización.. y los directivos aún más.. luego la banca está arruinada y hay que rescatarla con "dinero público".. pero no hay responsabilidades, ni nada..
disfruten lo votado..
Caja Segovia: el increíble caso de la caja menguante (I)
Se ha dicho ya muchas veces que la captura, expolio y destrucción de las
Cajas de Ahorro por nuestra partitocracia y sus clientelas, constituyen
una alegoría perfecta de nuestra profunda crisis institucional, moral y
política. Normalmente es muy difícil transformar fenómenos sociales
complejos en ideas simples, fáciles de comunicar y aprehender. Pues
bien, la debacle de las Cajas en España, con todo lo que ha supuesto de
enorme pérdida asistencial, cultural y financiera para muchas
comunidades españolas, presenta al menos la ventaja de constituir una
fotografía muy nítida del comportamiento habitual de nuestras élites
extractivas.
Para demostrarlo podíamos haber escogido muchos ejemplos (es algo
evidente). Hay algunos de gran relumbrón, como el caso de Caja Madrid,
donde los personajes principales de la trama –Blesa, Aznar (padre e
hijo), Rato, Aguirre…- darían a nuestra narración el empaque de los
grandes relatos trágicos o… bufos. Pero, más modestamente, dada la
repercusión mediática de aquellos, hemos preferido centrarnos en uno de
tantos, en una pequeña Caja de provincias de las que entonces pululaban
por nuestra piel de toro. Porque ahí, lejos de las luces que alumbran a
los líderes de nuestros grandes partidos y a sus capitanes (de empresa),
comprenderemos de verdad lo que ha pasado en España… y lo que sigue
pasando, claro; silenciosamente, con total discreción (como decía el
juez Falcone que se hacen los negocios por debajo -y también por encima-
del paralelo 40).
Así que prepárense, siéntense cómodamente, porque iniciamos aquí una
novela por entregas -idónea para estos días de asueto- cuya duración,
igual que les ocurría a los escritores del siglo XIX, ni siquiera
nosotros conocemos. Tampoco sabemos exactamente dónde nos conducirá
(aunque esperamos no ser nosotros los que terminemos imputados en el
Juzgado) porque se sigue escribiendo en tiempo real. No obstante, y
aunque los personajes abundan, en consideración a los lectores no
seguiremos el precedente de nuestros admirados novelistas rusos y
prescindiremos del patronímico y de los diminutivos. Atilano será
Atilano, allí donde nos lo encontremos, y si con alguno utilizamos algún
sobrenombre o apelativo, será para diferenciarlo de sus familiares más
cercanos.
Ocho personajes en busca de un futuro
Donde se cuenta cómo ocho amigos encontraron una gran solución para un
grave problema gracias a un pequeño despiste de otros amigos
A todos nos preocupa el futuro y el bienestar de nuestras familias,
evidentemente. Pero si eres un gestor de una Caja de Ahorros, estás en
el año 2010 y te has integrado en el SIP, esa preocupación tiene un
tinte especial: de alguna manera intuyes que el chollo se acaba. Algo
así debieron sentir en ese momento Manuel Escribano Soto, Miguel
Ángel Sánchez Plaza, Enrique Quintanilla Herrero, Juan Magaña Busutil,
Juan Antonio Folgado Pascual, Malaquías del Pozo de Frutos, Antonio
Tapias Domínguez y Oscar Varas de la Fuente, los directivos de Caja Segovia miembros de su Comité de Dirección.
Después de lo que debió costarles que se aprobara en 2006 la dotación de
un millón y medio de euros anuales para su fondo de prejubilaciones,
debían estar al borde del pánico viendo que la liquidez de la entidad no
iba a poder responder de una manera integral a sus futuras necesidades y
a las de sus familias. Y eso que, en 2008, ya se había admitido por los
amigos de la Comisión de Retribuciones que pudiera instarse la
prejubilación “en aquellos supuestos en los que se produzca algún tipo
de unión, integración o coparticipación en un proyecto empresarial común
con otras entidades”. Es decir, cuando la Caja dejara de existir como
tal (en 2008 ya se presumía dentro de la entidad que a ésta ya no le
quedaba mucha vida independiente).
A razón de millón y medio anual, a finales de 2010 ya se habían pagado
unos seis millones de euros para esa dotación a un fondo de la Caja,
pero lo cierto es que la cuantía se antojaba escasa (“¿oye, seis
millones no son pocos?”) y el riesgo de dejar de percibir sus muy dignas
prejubilaciones (“tío, que esto se hunde y no nos pagan”) resultaba
bastante elevada, por lo que era lógico que a medida que se acercaba la
Navidad la inquietud se palpase en los enmoquetados despachos de los
altos directivos. A pesar de la subida de nóminas y de la
flexibilización del acceso a la prejubilación, no cabe duda de que el
chollo estaba en peligro. El neto patrimonial de la Caja pasó de 320,9
millones de euros en 2009 a 125,6 millones en 2010 y con la integración
en Bankia la cosa se ponía todavía más difícil.
Sin embargo, como siempre ocurre en momentos críticos cuando se reúne un
grupo de hombres excepcionales y sobradamente preparados dispuestos a
echar el resto para solucionar un problema colectivo, saltó la chispa de
la genialidad. No sabemos si partió del secretario general Antonio
Tapia, un hombre con más de treinta años en la Caja y con un gran acervo
de experiencia que ofrecer, o del director gerente Manuel Escribano, un
gestor especialmente dotado, como demuestra su salario de 737.537 euros
anuales (indudablemente más dotado que los gerentes de otras cajas de
similares características que sólo merecían de media 505.939, según
datos del Banco de España). O quizás fuese el producto de un brain
storming colectivo, pero lo cierto es que se hizo la luz.
En el fondo, la solución no era tan complicada. Aprovechando el
providencial acuerdo de la Comisión de Retribuciones de 22 de diciembre
de 2010 (fecha posterior a la integración en el SIP) que autorizaba a
externalizar el pago de las prejubilaciones en una compañía de seguros
(¡qué golpe de suerte, eso sí es que te toque la lotería!) evitando de
esta forma el riesgo para sus directivos de que llegado el momento no
hubiese liquidez en la caja -en realidad, de que en la Caja no hubiese
nada de nada- (¡enorme clarividencia!), pero que, además, (¡fenomenal
despiste!) no fijaba ninguna cifra concreta ni ningún límite a esas
retribuciones, se llega a la genial decisión de…. ¡suscribir esa póliza y
hacer una nueva aportación antes de fin de año! Claro, ¿cómo no se nos
había ocurrido antes? Pero esta vez nos dejamos de zarandajas y
aportamos de golpe 11.030.886,84 euros, lo que hace una cifra total de 17.190.886,84 euros aportados.
Cuando un directivo de una Caja se prejubila, debe poder seguir viviendo
dignamente. Especialmente cuando con un poco de voluntad y dedicación,
es decir, con una pequeña aportación por aquí y una flexibilización del
acceso a las prejubilaciones por allá (que permite, entre otras cosas,
acceder a ella con 50 años), se puede vivir tan dignamente -o más- que
cuando se prestaba un servicio. Hay que tener en cuenta que el Comité de
Dirección tiene una enorme responsabilidad y que, por tanto, sus
miembros merecen una retribución proporcionada. Que el destino de Caja
Segovia haya sido su endeudada desaparición, seguramente no tiene nada
que ver con la (bien pagada) responsabilidad de sus gestores. Suerte que
en Segovia estuvieron atentos y hasta el más joven de los directivos,
con escasos 50 años, pudo prejubilarse y con ello poner a su
descendencia a salvo. Y todo ello gracias a que el Comité de
Retribuciones supo comprenderlo adecuadamente.
Por cierto, ¿quiénes eran esos cinco amigos que lo integraban en diciembre de 2010? Pues Manuel Agudiez, Elena García,
nuestros ya conocidos Manuel Escribano y Antonio Tapias (¡qué suerte
ser controlador además de controlado!) presididos todos ellos por Atilano Soto (creo
que no hace falta que les pidamos que recuerden este nombre). Pero
cinco amigos son pocos. Hacen falta más amigos. Unos días después de que
se reúna el Comité de Retribuciones, lo hace a su vez el Consejo de
Administración de la entidad, de nuevo presidido por Atilano Soto, y del
que forma parte Pedro Arahuetes, actual alcalde de Segovia por
el PSOE. Pues bien, no sólo ratifican todas las decisiones del Comité de
Retribuciones, sino que además aceptan la solicitud de prejubilación de
Escribano y Tapias con efectos inmediatos. Si, como decía Sócrates, no
hay nada más valioso que un buen amigo, los ocho magníficos comenzaron
2011 como verdaderos multimillonarios (y eso sin que les hubiese tocado
el Gordo, al menos el oficial).
Con todo, a finales de 2010 aún quedaba un grave asunto por resolver
para nuestros ocho personajes. Es cierto que con la solución al problema
de las prejubilaciones se garantizaban una renta digna hasta la edad de
jubilación, pero… ¿luego qué? Con la esperanza de vida que hay hoy en
España era imprescindible cubrir también ese flanco, no vaya a ser que
de viejito y por no haber podido ahorrar lo suficiente, uno tenga que
conformarse con la pensión de la Seguridad Social. Y eso si llega a
haberla, porque con todo el dinero público que ha habido que emplear
para salvar a las Cajas… vete a saber. Así que nuestros ocho personajes
se reunieron otra vez. ¡Necesitaban una nueva idea genial!
(Continuará).
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