por un informe de 2001 que indicaba que el edificio estaba en "malas condiciones".. han pasado unos 13 años y ahí sigue el edificio.. a lo mejor las razones eran otras..
como siempre, todo muy curioso..
Desalojada al menos durante seis meses una anciana de 104 años
Inocencia Zofío, a punto de cumplir el 1 de mayo 104 años, debe
abandonar la casa en la que ha vivido las últimas siete décadas. Su hija
Beatriz, de 70 años, que vive con ella, está convencida de que, en
cuanto salgan por la puerta, no les dejarán volver. Sin embargo, una
portavoz del Ministerio de Hacienda, propietaria del edificio del número
9 de la calle de Bailén, asegura que solo tendrán que abandonarlo
mientras duren unas obras de mantenimiento prescritas como necesarias
por los técnicos del Ayuntamiento de Madrid. Estas, en principio, están
estimadas en seis meses de duración, asegura la misma portavoz. El auto
del juzgado que ha ordenado el desalojo tras un largo litigio que
arrancó en 2009 —los vecinos reclamaban quedarse en sus casas mientras
se realizaban las obras—, también condena a los cuatro vecinos del
inmueble a pagar cerca de 90.000 euros por las costas del proceso y por
los gastos producidos por no poder hacer antes los trabajos de mejora.
Todo comenzó hace casi una década, cuando la dueña del edificio falleció
sin descendencia. Por esa razón, la propiedad pasó a ser del Estado en
septiembre de 2006. El Ministerio de Hacienda, asegura la misma
portavoz, se encontró entonces con un informe negativo del área de
Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid fechado ya en 2001: el edificio
estaba en malas condiciones y había que arreglarlo. Los peritos
aseguraron, además, que los vecinos debían de abandonar el piso mientras
se acometían las obras.
Sin embargo, la mayoría de los cinco propietarios se negaron a hacerlo,
porque temían que, una vez salieran, nunca volverían a entrar en unos
pisos que ocupan de alquiler desde hace muchas décadas, por lo que pagan
rentas muy bajas: Inocencia abona 51 euros al mes, cuenta Beatriz y su
hermana Cristina en salón de la casa, donde nacieron tanto ellas como
sus hermanos. "Nos han condenado estas vistas", añaden, ante la mirada
de la anciana, en referencia a imagen que se puede disfrutar desde el
balcón de su casa, de 170 metros cuadrados: los jardines de Sabatini y
el Pacio Real. Están convencidas de que no podrán volver y Hacienda
aprovechará para vender un edificio que les ofrecieron comprar a todos
los vecinos hace unos años por tres millones de euros. No lo pudieron
pagar, dice Beatriz; como ahora no pueden pagar la indemnización que les
pide el juez. Así que, mientras van empaquetando buscan otra vivienda
para Inocencia que saben que tendrá que ser en otra zona más barata de
Madrid. La anciana tiene varias pensiones que suman 1.200 euros y
Beatriz, otra de 600.
El abogado experto en arrendamientos urbanos Rafael Serrano asegura que
los inquilinos tienen lo que se llama "derecho de retorno", es decir,
que los contratos solo se suspenden mientras duren las obras y los
inquilinos podrán volver cuando los trabajos terminen. Eso sí, advierte,
tienen que dejar muy claro al propietario un contacto para que les sea
notificado el fin de las obras. Sobre una posible indemnización para
poder pagar una casa mientras tanto —algo que también han reclamado los
vecinos—, el especialista explica que solo es aplicable si se demuestra
que los daños en el edificio son por culpa de falta de mantenimiento por
parte del propietario, algo muy difícil de probar con edificios tan
antiguos, añade. Asimismo, Serrano explica que es habitual pedir el
desaolojo del edificio cuando se trata de reformas de cierto calado, y
más si se trata de vecinos mayores, como en este caso.
Inocencia tiene buen aspecto —"tengo muchos años, pero aún bailo",
bromea—, de hecho, asegura que baja y sube las escaleras hasta el cuarto
piso, sin ascensor, en el que vive. Lo hace por unas escaleras
estrechas que lucen los mordiscos de las catas que ha ido haciendo los
técnicos en los últimos años. Beatriz y su hermana juran y perjuran que
las obras que necesitan el edificios no son para tanto, pero ya están
bastante resignadas a empacar y marcharse, aunque han hecho un último
intento en forma de carta a los ministros de Hacienda y de Justicia en
las que,de su puño y letra, les comunica que no se va a ir, que tendrán
que echarla los guardias. A su edad, combina los momentos en que domina
la nebulosa en su mente con los de lucidez. Durante estos últimos,
pregunta a veces a sus hijas: “¿Qué pasa? ¿Al final nos tenemos que
ir?”. Parece que sí.
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