20141030

La soledad del corredor de fondo » La corrupción es el sistema

algunos se enteran ahora de lo que significa "democracia" en hispanistán..


La soledad del corredor de fondo » La corrupción es el sistema


La detención de diferentes alcaldes, dirigentes institucionales y empresariales llevadas a cabo esta semana, nos da una idea del alcance de la corrupción en nuestro país. No estamos ante comportamientos aislados, estamos ante un verdadero ejemplo donde la corrupción es una práctica ligada a nuestro sistema económico y político, que en su derrumbe nos muestra toda su cruda realidad.

Estamos ante un problema estructural, principalmente relacionado con el hecho de ser un país donde el sector financiero y la banca forman el eje de nuestro sistema. Ambos se caracterizan por un predominio de prácticas rentistas, no productivas, propias de un empresariado que pretende huir del riesgo económico de la competencia en un mercado global, con una dinámica de control del mercado nacional por medio de sectores cerrados, como son el inmobiliario y el turismo, en momentos de expansión, y en la apropiación de los servicios públicos mediante privatizaciones, ahora que hay crisis.

Este modelo requiere de una proyección institucional para que funcione, relacionado con el control de los presupuestos públicos y de los mecanismos de decisión política que permitan asegurar que todas las decisiones políticas y económicas sean en favor de los intereses de esta élite económica.

Estamos por tanto, no ante un modelo generador de riqueza, sino ante un modelo que se sustenta en perfectos entramados político-económicos dirigidos a apropiarse de la riqueza ya generada, bien sea en forma de precariedad laboral o hipotecas si hablamos de salarios, de privatizaciones si nos referimos a nuestros servicios públicos, del suelo edificable o de nuestro espacio natural.

Asistimos a un verdadero saqueo del país, consecuencia del control directo que esta élite empresarial y política ejerce sobre nuestros recursos públicos. Un modelo económico como el descrito requiere del control de la subvención, de la adjudicación de contratos, de la licencia de obra concedida, del pliego de externalización a medida, de puertas giratorias, de la información privilegiada, y en definitiva, de todo mecanismo de expropiación de lo que no está en el mercado en favor de este empresariado.

Estamos ante un sistema que define nuestra formación social como país periférico. Modelo que requiere de un marco institucional para su reproducción, que encuentra en el bipartidismo su expresión superestructural perfecta. Sólo así se entiende cómo en medio de una emergencia nacional como la que vivimos en la dirección del PSOE se preste a cerrar un “pacto de estado” con el PP por la regeneración democrática, o como el Gobierno decide “salvar” a Pedro Sánchez y aparca la ley de elección directa de alcaldes. La operación Púnica pone de relieve el carácter estructural del modelo en una región donde alcaldes del PP comparten causa penal con el alcalde socialista de Parla, emblema hasta hace muy poco del socialismo madrileño.

Este trasvase ilegítimo de recursos públicos al capitalismo inmobiliario y financiero español permitió desarrollar un poderoso mecanismo generador de políticas de alianzas, que llegaba a sectores profesionales, técnicos del Estado o del sector privado, medios de comunicación, poderosos sectores académicos montados al calor del empuje presupuestario público, empresarios de la restauración, de la construcción y de la hostelería, y que ha tenido en Caja Madrid un verdadero pulmón económico y un marco materializado de alianzas. Y, por desgracia, la cooptación de representantes de la izquierda política y sindical ha existido, tal y como hemos visto con el escándalo de las tarjetas black.

Durante los años de boom inmobiliario, Madrid fue una de las regiones del mundo donde más dinero se acumuló, de ahí el alcance de la corrupción en nuestra región. Pero la crisis asesta un golpe importante a un modelo donde el crecimiento económico residía en nuestra capacidad de endeudamiento, y donde las alianzas se tejían a través de la participación de todas estas oligarquías y bloques de poder de unos presupuestos que crecían y crecían al calor de la burbuja inmobiliaria. Por eso no nos debe extrañar, que como ahora no hay “para todos”, surjan, en forma de filtraciones o confesiones forzadas, los casos de corrupción y los escándalos económicos más vergonzosos en un país que cuenta con seis millones de trabajadores en paro.

La corrupción es el sistema, y como ya no hay “boom económico” que financie nuestro modelo, los recursos salen de los recortes, que acaban convirtiendo en estructural a las políticas de ajuste. Esta realidad hace que el cambio político en Madrid no pueda ser afrontado desde la vieja alternancia bipartidista o desde una óptica meramente electoral, o si se me permite, electoralista.

No hay tiempo y no se puede jugar ni dudar ni especular, algo que nos obliga a la izquierda transformadora a asumir tres premisas: primero, actuar en función del momento histórico que vivimos y tener claro que el cambio se puede frustrar por la fragmentación del voto popular, peligro que hay que evitar, de ahí la necesidad de la convergencia; segundo, para eso es imprescindible romper con el viejo régimen de partidos y avanzar hacia una nueva mayoría de cambio por medio de la confluencia de todos los sectores que nos oponemos a las políticas de austeridad; y tercero, superar la actual falta de un programa de gobierno, fruto, a mi entender, de un viejo problema político de la izquierda, que parte de la tentación de sacrificar profundidad política en favor de una supuesta extensión electoral.

Y sobre todo, tener en cuenta la importancia de la coyuntura y de los tiempos, la prioridad es ganar en todos los ayuntamientos de Madrid y en la Comunidad, si no será imposible el cambio en nuestro país. Las municipales y autonómicas no son un trampolín para nada, sino la centralidad del tablero político de la España actual.

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