algunos se enteran ahora de lo que significa "democracia" en hispanistán..
La soledad del corredor de fondo » La corrupción es el sistema
La detención de diferentes alcaldes, dirigentes institucionales y
empresariales llevadas a cabo esta semana, nos da una idea del alcance
de la corrupción en nuestro país. No estamos ante comportamientos
aislados, estamos ante un verdadero ejemplo donde la corrupción es una
práctica ligada a nuestro sistema económico y político, que en su
derrumbe nos muestra toda su cruda realidad.
Estamos ante un problema estructural, principalmente relacionado con el
hecho de ser un país donde el sector financiero y la banca forman el eje
de nuestro sistema. Ambos se caracterizan por un predominio de
prácticas rentistas, no productivas, propias de un empresariado que
pretende huir del riesgo económico de la competencia en un mercado
global, con una dinámica de control del mercado nacional por medio de
sectores cerrados, como son el inmobiliario y el turismo, en momentos de
expansión, y en la apropiación de los servicios públicos mediante
privatizaciones, ahora que hay crisis.
Este modelo requiere de una proyección institucional para que funcione,
relacionado con el control de los presupuestos públicos y de los
mecanismos de decisión política que permitan asegurar que todas las
decisiones políticas y económicas sean en favor de los intereses de esta
élite económica.
Estamos por tanto, no ante un modelo generador de riqueza, sino ante un
modelo que se sustenta en perfectos entramados político-económicos
dirigidos a apropiarse de la riqueza ya generada, bien sea en forma de
precariedad laboral o hipotecas si hablamos de salarios, de
privatizaciones si nos referimos a nuestros servicios públicos, del
suelo edificable o de nuestro espacio natural.
Asistimos a un verdadero saqueo del país, consecuencia del control
directo que esta élite empresarial y política ejerce sobre nuestros
recursos públicos. Un modelo económico como el descrito requiere del
control de la subvención, de la adjudicación de contratos, de la
licencia de obra concedida, del pliego de externalización a medida, de
puertas giratorias, de la información privilegiada, y en definitiva, de
todo mecanismo de expropiación de lo que no está en el mercado en favor
de este empresariado.
Estamos ante un sistema que define nuestra formación social como país
periférico. Modelo que requiere de un marco institucional para su
reproducción, que encuentra en el bipartidismo su expresión
superestructural perfecta. Sólo así se entiende cómo en medio de una
emergencia nacional como la que vivimos en la dirección del PSOE se
preste a cerrar un “pacto de estado” con el PP por la regeneración
democrática, o como el Gobierno decide “salvar” a Pedro Sánchez y aparca
la ley de elección directa de alcaldes. La operación Púnica pone de
relieve el carácter estructural del modelo en una región donde alcaldes
del PP comparten causa penal con el alcalde socialista de Parla, emblema
hasta hace muy poco del socialismo madrileño.
Este trasvase ilegítimo de recursos públicos al capitalismo inmobiliario
y financiero español permitió desarrollar un poderoso mecanismo
generador de políticas de alianzas, que llegaba a sectores
profesionales, técnicos del Estado o del sector privado, medios de
comunicación, poderosos sectores académicos montados al calor del empuje
presupuestario público, empresarios de la restauración, de la
construcción y de la hostelería, y que ha tenido en Caja Madrid un
verdadero pulmón económico y un marco materializado de alianzas. Y, por
desgracia, la cooptación de representantes de la izquierda política y
sindical ha existido, tal y como hemos visto con el escándalo de las
tarjetas black.
Durante los años de boom inmobiliario, Madrid fue una de las regiones
del mundo donde más dinero se acumuló, de ahí el alcance de la
corrupción en nuestra región. Pero la crisis asesta un golpe importante a
un modelo donde el crecimiento económico residía en nuestra capacidad
de endeudamiento, y donde las alianzas se tejían a través de la
participación de todas estas oligarquías y bloques de poder de unos
presupuestos que crecían y crecían al calor de la burbuja inmobiliaria.
Por eso no nos debe extrañar, que como ahora no hay “para todos”,
surjan, en forma de filtraciones o confesiones forzadas, los casos de
corrupción y los escándalos económicos más vergonzosos en un país que
cuenta con seis millones de trabajadores en paro.
La corrupción es el sistema, y como ya no hay “boom económico” que
financie nuestro modelo, los recursos salen de los recortes, que acaban
convirtiendo en estructural a las políticas de ajuste. Esta realidad
hace que el cambio político en Madrid no pueda ser afrontado desde la
vieja alternancia bipartidista o desde una óptica meramente electoral, o
si se me permite, electoralista.
No hay tiempo y no se puede jugar ni dudar ni especular, algo que nos
obliga a la izquierda transformadora a asumir tres premisas: primero,
actuar en función del momento histórico que vivimos y tener claro que el
cambio se puede frustrar por la fragmentación del voto popular, peligro
que hay que evitar, de ahí la necesidad de la convergencia; segundo,
para eso es imprescindible romper con el viejo régimen de partidos y
avanzar hacia una nueva mayoría de cambio por medio de la confluencia de
todos los sectores que nos oponemos a las políticas de austeridad; y
tercero, superar la actual falta de un programa de gobierno, fruto, a mi
entender, de un viejo problema político de la izquierda, que parte de
la tentación de sacrificar profundidad política en favor de una supuesta
extensión electoral.
Y sobre todo, tener en cuenta la importancia de la coyuntura y de los
tiempos, la prioridad es ganar en todos los ayuntamientos de Madrid y en
la Comunidad, si no será imposible el cambio en nuestro país. Las
municipales y autonómicas no son un trampolín para nada, sino la
centralidad del tablero político de la España actual.
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