en ésto tampoco hay responsables ni responsabilidades, claro,
curiosamente, y a pesar de tantos cambio "para mejorar", el nivel de la educación en hispanistán se ha hundido hasta alcanzar las más grandes cotas de la ignorancia..
disfruten lo votado..
El timo de los libros de texto
¿Como es posible que España haya vivido siete reformas educativas?
Logses, Lomces, Loces… Sospecho que la única respuesta lógica a esa
pregunta es para vender libros de texto, sangrar a las familias y dar un
pelotazo.
Parecerá que exagero pero me temo que es la pura y esperpéntica
realidad. No olviden que vivimos en el país de Mortadelo y Filemón. Se
reforman los contenidos educativos al mero fin de obligar a los centros a
introducir cambios en sus libros de texto y, en consecuencia, renovar
anualmente la biblioteca escolar.
Pertenezco a la primera promoción del Master de Técnicas Editoriales
impartido en su día por la Universidad de Barcelona y el Gremio de
Editores. Las mejores clases de aquel máster fueron las relativas a la
venta de enciclopedias y a la venta de libros de texto (no creo en el
criterio de autoridad universitario, pero si sirve de algo…).
La cosa no es nueva y podrían encontrarse precedentes a principios del
siglo XX, pero en rigor las piedras angulares del superpelotazo se
edfican en el tardo-franquismo. Un grupo de editores entran en
conciliábulo con altos funcionarios del ministerio de educación, los que
realmente mueven los hilos. Son los Polanco (Santillana), Sánchez
Ruipérez (Anaya), etc… La movida es clara, los editores precisan conocer
con antelación los contenidos a modificar para preparar sus libros de
texto y presentarse ante los maestros con “libros a la última de las
exigencias del ministerio”. De una manera lógica y natural, empieza a
trabarse una alianza, factotums del ministerio y factotums del mundo
editorial.
El esquema se va degradando y al final son los propios editores los que
promueven los cambios (¿cómo? piensen lo peor, yo desde luego no puede
extenderme en este punto por imperativo legal). Dense cuenta de la
magnitud del pastel. Hay 8 millones de escolares en España, a 100€ de
gasto editorial por cartera, 800 millones de euros. La ley establece que
los libros de texto deben tener una vigencia de 4 años. Pero, para el
sector, esto es como Fumanchú, lo peor. Si los libros no cambian, los
chavales pueden pasarse el material de un año a otro (pongan que un 30%
de los chavales heredan libros y resten la cantidad del pastel total,
verán que es para marearse).
Hubo un tiempo en que la obsolescencia programada en el libro de texto
se conseguía mediante la integración de ejercicios y fichas en el mismo
libro. Hartos de ver cómo se metía mano a las rentas familiares, los
colegios empezaron a reclamar separatas para los libros de ejercicios.
Entonces, los editores apretaron las tuercas. En general, suelen
pertenecer a grandes grupos de comunicación con sólidas relaciones con
el poder. Empiezan las maniobras de lobby para impulsar reformas y
reformitas educativas que dejen obsoleto de un curso para otro el
material escolar. Como en general los ministos no tiene ni la menor idea
de la realidad educativa del país (ahí tienen a Wert, pero pueden
repasar la trayectoria de los cinco últimos ministros, ninguno ha
cursado ciencias de la educación o cosa parecida, ninguno conoce la
realidad de la docencia más allá de las universidades), al final pican.
Pienso que las cosas han empeorado. Hoy, de las pocas competencias que
le quedan al ministerio está la unificación de contenidos. Casi todo el
ministerio se dedica a eso. Cambiar los contenidos es una de sus pocas
razones de existir.
La LOCE es el paradigma de esta política educativa mortadeliniana. Impulsada por pícaros para sangrar a las familias.
Ya con la nueva ley aprobada, los editores se frotaban las manos. Este
año salvaremos resultados. Pero ocurrió algo, muchas autonomías le
dijeron a Wert o fondos o retrasamos la implantación de la ley. En
Castilla y León la consejería se comprometió a velar por la vigencia de
los libros durante al menos cuatro años y acordó posponer la Lomce (una
ley que nace muerta, no lo olvidemos). Para entonces los editores ya
habían invertido en nuevos textos, de donde llegamos a la situación
actual. Los editores amenazan con no reponer “libros viejos”, los
libreros no saben a qué atenerse y, en la duda, aconsejan a los padres a
comprar deprisa y pitando “antes de que se acaben”. Cabe recordar que
ya con motivo de pleitos así los editores reclamaron (¡y ganaron!) una
indemnización de 50 millones. En otras palabras, no es previsible que el
mercado se desabastezca de libros para el próximo curso. Si es
previsible que la Junta se exponga a una sanción. Entre tanto, tira y
afloja.
No existe sector editorial más cavernícola que el del libro de texto.
Hace ya varios lustros que los libros podrían haberse sustituido por
material electrónico, reduciendo el papel a los ejercicios y llevándose
por delante el 70% de la factura. Pero no. Las familias seguimos
gastando decenas de decenas de euros en libros que dicen exactamente lo
mismo solo que de manera distinta de un curso para otro. Una vez, en el
Hay Festival, le toqué de compañero de mesa a un vicepresidente de una
corporación de estas. Era un señor mayor. Cuando le expliqué mi opinión
sobre el potencial enorme de lo electrónico en la didáctica, me miró
como el que mira a un cagarro. “¿Tú crees?… Bueno, puede ser. Nuestra
prioridad ahora mismo es el mercado exterior -me contó-, en Bolivia y en
Perú se están sentando las bases para una educación pública real.
Estamos invirtiendo fuerte ahí. ¿Sabes cuantos niños hay en Perú?”. El
resto de la mesa no sabíamos donde mirar.
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