Bipartidismo: cosas de la edad con fecha de caducidad.
A estas alturas del proceso de engaño generalizado que hemos convenido
en llamar crisis, se intuye de forma cada vez más diáfana su más
inmediata consecuencia: el incremento de la brecha generacional en el
país a efectos socioeconómicos.
Persiste en la maltratada población española de a pie la creencia
generalizada de que, desde que estalló la burbuja inmobiliaria y se secó
el crédito, "todos" estamos peor. No cabe duda de que para gran parte
de dicha población, las cosas no han hecho más que empeorar con el paso
de los años.
Pero existe un sector muy importante que vive la crisis desde la barrera
y solo la ve a través de los ojos de sus hijos, sobrinos o nietos. Se
trata de un grupo perteneciente a una generación y una categoría social
concretas que sabe de la crisis por la prensa y la TV, que solo se ve
afectada de forma indirecta a través del despido de sus familiares más
jóvenes, que la vive a través de una ventana perfectamente insonorizada y
blindada a base de prejubilaciones, pensiones pagadas con sueldos
precarios y abultados depósitos en bancos de "fiar", de los de toda la
vida. Un sector cuya mayor preocupación es perder unos euros en la bolsa
desde la tranquilidad que da tener la vida resuelta. De la crisis
hablan todos, sí, pero no todos la conocen en persona.
A muchos de los que en la actualidad se encuentran en una franja de edad
comprendida entre los 30 y los 50 años les resultará familiar la
afirmación de que pertenecen a la primera generación de españoles que ha
vivido peor que sus padres. Al paso que vamos, los menores de esa edad
tomarán sin duda el relevo, pero al menos ellos lo habrán sabido desde
el principio.
Para cualquiera que dedique un poco de tiempo y esfuerzo a analizar la
evolución social y económica del país desde los años 80, resulta
meridianamente claro que el resultado de gran número de las políticas
económicas y sociales emprendidas desde entonces ha sido el continuo
trasvase de recursos disponibles de unos sectores de la población a
otros, principalmente en 2 sentidos:
A) Por un lado, un trasvase vertical desde la mayoría de la población en general hacia:
- Las élites económicas herederas del tardofranquismo que dominan los
consejos de administración de las grandes empresas del país.
- Las hornadas de políticos corruptos e ineficaces, de trepas de la cosa
pública pertenecientes principalmente a las 2 potentes máquinas
electorales que conforman el sistema bipartidista en vigor, PP y PSOE.
Lo que hemos dado en llamar castuza y que, a efectos prácticos,
no es más que el brazo ejecutor del orden impuesto por el grupo anterior
a fin de acrecentar la brecha económica y perpetuar su preponderancia.
- Los miles de asesores, adláteres, chupópteros, consejeros, buscavidas,
amiguetes, especuladores profesionales, constructores sin escrúpulos
etc. que han prosperado a la sombra del grupo anterior. Lo que podríamos
llamar la "castilla".
B) Por otro lado, un trasvase horizontal desde los sectores de población más jóvenes hacia los de edad más avanzada y posición económica desahogada
(conocidos despectivamente como viejunos). Esto se ha producido a
través de diferentes vías, ya sea de forma directa o indirecta (esta
última por vía privada, con "consentimiento público").
Así por ejemplo se ha permitido a grandes empresas conceder
prejubilaciones millonarias a empleados de edad aún lejana a la legal de
jubilación para ser sustituidos por mano de obra joven y mucho peor
remunerada (aunque en bastantes casos, mejor preparada). Se ha mantenido
el poder adquisitivo de las pensiones (incluso a los mismos que se han
beneficiado de dichas prejubilaciones, e independientemente del importe
de la pensión) a la vez que se permitía, e incluso fomentaba, un
descenso de los salarios en términos reales. Se han mantenido los
beneficios sanitarios, descuentos en el transporte y demás ventajas de
los pensionistas (también con independencia de lo que perciban).
Pero sin duda las políticas que más han influido en el distanciamiento
económico entre jóvenes y viejos han sido todas aquellas que dieron
como resultado la burbuja inmobiliaria y su posterior estallido. No hay
que ser un experto en economía para darse cuenta de que los más
afectados por el derrumbe inmobiliario han sido los jóvenes y menos
jóvenes. A los más mayores, por evidentes motivos biológicos y por
suerte para muchos de ellos, la reciente orgía del ladrillo les "pilló
tarde", con la vivienda de residencia habitual ya pagada en su totalidad
o a punto de estarlo.
Y si han participado en la fiesta ha sido, en muchos casos, para sacar
tajada especulando al por menor con los ahorros de toda la vida o con la
ya mencionada prejubilación. Aunque ciertamente no se puede negar que
unos pocos se han visto afectados de forma indirecta por haber avalado
la sobrevalorada vivienda de sus hijos y que otros tantos no supieron
escapar a tiempo de la trampa de la segunda vivienda en la costa
levantina (o en cualquier costa) y quedaron parcialmente entrampados,
sin que con ello peligrase seriamente su nivel de vida.
Lo peor de todo es que este trasvase de recursos ni siquiera ha servido
para equiparar a los diferentes sectores dentro del colectivo de
pensionistas, ya que sigue habiendo gente de edad avanzada que subsiste
con una pensión ridícula. Y mientras tanto, este otro grupo numeroso,
los mismos que ahora se pueden permitir mantener a su precaria e
hiperendeudada prole con paternalista resignación no exenta de orgullo,
es el que se ha llevado la parte del león.
Se puede opinar si desde el punto de vista ético todo esto es justo o
injusto. Habrá quien alegue que los mayores de clase media y media-alta
han merecido este trato de favor por haber cotizado toda su vida (a la
mayoría nunca les faltó el trabajo estable para hacerlo). Otros, por el
contrario, pensarán que se han aprovechado de su posición dominante para
arramplar con todo dejando un erial a las generaciones posteriores.
Pero lo que sí es de todo punto execrable es la forma torticera en que
PP y PSOE ha fomentado todo el tinglado con un propósito muy claro:
mantener el insalubre y pernicioso bipartidismo y repartirse el poder.
Porque no nos engañemos, independientemente de tu ideología, lo que no
haces es morder la mano del que te da de comer. Especialmente si tienes
ya una edad y perteneces al sector del que hablamos, los que vivieron la
transición ya como adultos, los que "con su esfuerzo sentaron las bases
de la actual ¿democracia?".
Tanto si se consideran de izquierdas como de derechas , son gente por lo
general conservadora en lo ideológico y siempre votan a los suyos
(dicho de otra forma, cabezones en estado puro). Es raro que se no
acudan a votar, siendo como son el objetivo principal de las campañas
electorales de los grandes partidos, en buena parte encaminadas a
meterles en la cabeza que no hay alternativa y que votar es lo decente. Y
también son los principales adalides del antivoto, aquello de “yo
siempre votaré a los míos para que NO salgan los otros”.
Teniendo en cuenta que los efectivos del sector al que aludo han ido
engordando proporcionalmente con el paso de las décadas por razones
demográficas, y dada la desafección política de muchos jóvenes (más
sensibles a problemas como la corrupción y, forzosamente, el desempleo)
no es de extrañar que, pese a ejecutar la misma basura neoliberal
legislatura tras legislatura, PP y PSOE se hayan repartido los escaños
en alegre camaradería durante tantos años seguidos.
Y pese a la crisis galopante, es difícil que esto cambie hasta que, por
motivos una vez más biológicos, los votos de quienes siguen sustentando
este régimen pseudodemocrático consolidado durante el felipismo, vayan
desapareciendo paulatinamente de las urnas.
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