Se cuecen habas » ¿Los supermercados crean empleo?
La apertura de un gran centro comercial, un supermercado... siempre va
asociada a la promesa de creación de empleo, dinamización de la economía
local, precios accesibles y, en definitiva, a progreso. Pero, ¿la
realidad es así? La gran distribución comercial se sustenta en una serie
de mitos que, a menudo, su práctica desmiente.
La Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (ANGED), la
patronal de la gran distribución, que agrupa a compañías como Alcampo,
El Corte Inglés, FNAC, Carrefour, Ikea, Eroski, Leroy Merlin, entre
otras, acaba de imponer un nuevo y duro convenio a sus 230 mil
empleados. A partir de ahora, trabajar un domingo equivaldrá a trabajar
un día entre semana, y aquellos que hasta el momento estaban exentos por
motivos familiares, también, tendrán que hacerlos. De tal modo, que se
dificulta, aún más si cabe, la conciliación entre la vida
personal/familiar y laboral, en un sector donde la mayor parte de
trabajadores son mujeres.
Además se aplica la regla de oro del capital, trabajar más por menos: se
amplía la jornada laboral y se baja el sueldo. Asimismo, si las ventas
caen por debajo de las del 2010, los salarios podrán ser recortados
hasta un 5%. Llueve sobre mojado en un sector ya de por sí
extremadamente precario. La ANGED, por su parte, considera que "el
convenio refleja el esfuerzo de empresas y trabajadores para mantener el
empleo". Pero, ¿qué empleo?
Y ahora Caprabo, propiedad de Eroski, anuncia que quiere despedir a 400
trabajadores, no aplicar la subida salarial pactada y recortar hasta un
20% los sueldos de parte de su plantilla. ¿La culpable? La "previsible"
caída de ventas y la crisis. El año pasado, curiosamente, la empresa
anunció que en 2011 sus beneficios habían aumentado un 12%. Santa crisis
"rescata" de nuevo a la empresa.
Visto lo visto, supermercados y creación de empleo parecen, más bien, un
oxímoron. Son varios los estudios que señalan como la apertura de estos
establecimientos implica, consecuentemente, el cierre de tiendas y
comercio local y, en consecuencia, la pérdida de puestos de trabajo.
Así, desde los años 80, y en la medida en que la distribución moderna se
consolidaba, el comercio tradicional sufría una erosión constante e
imparable llegando a ser a día de hoy casi residual. Si en el año 1998
existían 95 mil tiendas, en el 2004 esta cifra se había reducido a 25
mil, según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio
Ambiente.
Y si desaparece el pequeño comercio disminuyen, también, los ingresos en
la comunidad, ya que la compra en una tienda de barrio, a diferencia de
la compra en una gran superficie, repercute en mayor medida en la
economía local. Según un estudio de Friends of the Earth (2005), en Gran
Bretaña, un 50% de los beneficios en el comercio a pequeña escala
retorna al municipio, normalmente a través de la compra de productos
locales, salarios de los trabajadores y dinero gastado en otros
negocios, mientras que las empresas de la gran distribución reinvierten
tan solo un escuálido 5%.
Asimismo, debemos preguntarnos qué clase de empleo fomentan
supermercados, cadenas de descuento e hipermercados. La respuesta es
fácil: jornadas laborales flexibles, contratos a tiempo parcial,
salarios bajos y tareas rutinarias y repetitivas. Y, ¿qué ocurre si
decides organizarte en un sindicato y luchar por tus derechos? Que si
tienes un contrato en precario, más vale que te vayas despidiendo de tu
trabajo. Wal-Mart, el gigante del sector y la multinacional con un mayor
número de trabajadores en todo el mundo, es el ejemplo por antonomasia.
Su eslogan "Siempre precios bajos", quizá podría sustituirse por el de
"Siempre sueldos bajos". Y no sólo esto, un estudio sobre el impacto de
Wal-Mart en el mercado de trabajo local, del año 2007, concluía que por
cada puesto de trabajo creado por Wal-Mart se destruían 1,4 puestos de
trabajo en los negocios preexistentes.
Pero aquí no acaban las consecuencias negativas que la gran distribución
tiene para aquellos que participan en la cadena de producción,
distribución y consumo. Desde los campesinos, que son los que más
pierden con las grandes superficies, obligados a acatar unas condiciones
comerciales insostenibles y que les condenan a la desaparición, hasta
consumidores instados a comprar por encima de sus necesidades productos
de mala calidad y no tan baratos como parecen, hasta un tejido económico
local que se fragmenta y descompone. Éste es el paradigma de desarrollo
que promueven los supermercados, donde una gran mayoría salimos
perdiendo mientras unos pocos siempre ganan.
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