El tratado de libre comercio entre EEUU y la UE
Este artículo critica que haya tan poco debate en España sobre el
propuesto Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión
Europea que tendrá un impacto negativo en el bienestar de la población
en España.
Es extraordinaria la poca atención que está
teniendo en España la preparación del Tratado de Libre Comercio entre
EEUU y la Unión Europea, y ello a pesar de que la aplicación de tal
tratado tendrá un impacto muy negativo en el bienestar y calidad de vida
de las clases populares de los países de la Unión Europea. En teoría, tal tratado se presenta y defiende como todos los anteriores Tratados de Libre Comercio, bilaterales o multinacionales, que han existido entre EEUU y otros países:
todos ellos se venden como una buena medida comercial que incrementa la
actividad económica, y con ello se facilita la creación de empleo. Así
se han presentado todos los Tratados de Libre Comercio (TLC) entre EEUU y
Australia, Brunei, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Rusia, Singapur,
Vietnam y México. El más conocido fue el firmado entre México, Canadá y
EEUU, que tenía que haber sido la solución para el futuro de México.
La realidad, sin embargo, ha sido muy diferente, y los resultados muy
opuestos a los que se profetizaron. En el TLC entre México y EEUU se
destruyeron empleos en EEUU y también en México. En EEUU porque se
desplazaron puestos de trabajo hacia México. Pero en México también se
perdieron puestos de trabajo, ya que los que se ganaron resultado de la
movilidad de empresas estadounidenses a México fueron menores que los
que se destruyeron como consecuencia de que las economías de escala de
las empresas estadounidenses y su fácil acceso al crédito destruyeron
muchas empresas pequeñas que no pudieron competir con las grandes
estadounidenses. El TLC benefició a empresas grandes muy influyentes de
Washington y en la Ciudad de México. Pero dañó a las clases populares y a
la clase trabajadora de los dos países, a los dos lados del río Grande. Tal experiencia se ha repetido en todos los casos de TLC.
El
hecho de que las únicas beneficiarias del TLC siempre hayan sido las
grandes empresas financieras, manufactureras y de servicios, explica que
éstas estén ahora trabajando cuarenta y ocho horas al día en Bruselas y
en Washington intentando escribir el texto del TLC entre EEUU y la UE.
2.532 lobbies ya están movilizados en Bruselas. Y mientras, hay un
silencio ensordecedor en los medios sobre los preparativos de tal
tratado.
De la experiencia de otros TLC con EEUU se puede ya predecir que las medidas tomadas favorecerán intereses muy particulares a costa de los intereses generales. Por ejemplo,
el TLC prohibirá el monopolio de los servicios públicos, como la
sanidad, exigiendo el desmantelamiento del Servicio Nacional de Salud,
eliminando su universalidad. Y todo ello en aras a la necesaria
“competitividad y libre comercio”. Y veremos cómo las élites gobernantes
en la UE (que ya están tomando medidas en esta dirección) darán la
bienvenida a estos cambios. Hasta ahora, la excusa para hacer tales
cambios (como la privatización) era que así lo pedían Bruselas, Berlín o
Frankfurt. Ahora se añadirá Washington. Y continuarán haciendo tales
cambios con silencio, nocturnidad y alevosía, sin apenas discusión
pública. Y a todo ello tendrán la desfachatez de llamarlo democracia.
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