20130624

La recesión hace mucho daño, pero la política de austeridad mata

ahora sólo falta la casta afirmando que "no lo sabían".. la crisis es buscada y provocada por la casta,, y está resultando en un homicidio estremecedor.. en cierta manera, una vuelta a la esclavitud..


La recesión hace mucho daño, pero la política de austeridad mata

Tras una década de investigación científica con herramientas estadísticas para analizar las políticas aplicadas frente a recesiones en todo el mundo, los científicos David Stuckler y Sanjay Basu han obtenido un resultado estremecedor: las medidas de austeridad son siempre devastadoras para la salud pública, causando decenas de miles de muertes sin ayudar en lo más mínimo a la recuperación económica...


Como científico, David Stuckler es rotundo: "Si las políticas económicas de austeridad se hubieran organizado como un ensayo clínico masivo, habrían sido rápidamente interrumpidas al acumularse las evidencias de sus mortíferos efectos secundarios".

Esa certeza no procede de convicciones ideológicas, ni de estimaciones o hipótesis, sino de una década de investigación, en la que este Senior Research Leader de la Universidad de Oxford ha trabajado con el epidemiólogo Sanjay Basu, del Centro de Investigación para la Prevención de la Universidad de Stanford, hasta presentar sus hallazgos en una obra imprescindible para entender la crueldad con que muchos gobiernos nos obligan a afrontar la crisis: Por qué la austeridad mata. El coste humano de las políticas de recorte (Taurus).

Ambos han aplicado el método científico clínico y las herramientas de la estadística para analizar las políticas aplicadas frente a recesiones en todo el mundo durante casi un siglo: desde la Gran Depresión que siguió al Crash del 29, hasta la actual Gran Recesión provocada por el estallido de la burbuja financiera en 2007. Y sus conclusiones, exhaustivamente demostradas con miles de datos y cientos de gráficos y de estudios científicos, son estremecedoras: siempre que los gobiernos aplican medidas de austeridad ante una crisis sus efectos son devastadores para la salud pública, causando decenas de miles de muertes sin que ayuden en absoluto a la recuperación económica... más bien todo lo contrario.

Stuckler y Basu han comparado minuciosamente los resultados obtenidos a lo largo de decenios por los países que han aplicado las recetas de austeridad, frente a los producidos por políticas económicas opuestas (de estímulo y gasto social), y en su informe demuestran que en los segundos no sólo se ha superado la crisis mucho antes sino que incluso se ha logrado mejorar la salud pública en plena recesión.

¿Cómo han podido comparar científicamente países tan dispares y con condiciones económicas y sociales tan distintas?

Bueno, en realidad muchas de las evaluaciones comparan naciones muy similares, como el análisis de la gran crisis asiática que se produjo al reventar la burbuja puntocom de los años 90. El Fondo Monetario Internacional impuso durísimos recortes del gasto público a los países afectados como requisito para darles créditos. Entre los muchos que accedieron a reducir drásticamente los programas de protección social, Tailandia rebajó el gasto de Sanidad en un 15%, recortando el de prevención del sida a sólo la cuarta parte; eso disparó la propagación del virus VIH y más que duplicó las tasas de mortalidad por enfermedades infecciosas, que habían estado reduciéndose hasta entonces. Además, los índices de pobreza se multiplicaron y el número de suicidios en el país aumentó un 60%

En cambio, la vecina Malasia fue la única que rechazó la asistencia del FMI condicionada al famoso principio de "canjear dolor a corto plazo por beneficios a largo plazo", y emprendió programas de estímulo y de ayudas públicas a los más necesitados. Y no sólo logró mejorar la salud pública nacional, sino que, de los cuatro países que hemos examinado, fue el único que en la práctica consiguió cumplir los objetivos económicos primordiales marcados por el propio FMI. En definitiva, las recetas de austeridad sólo convierten las recesiones en auténticas pandemias de mortandad masiva. Lo que hemos aprendido es que el verdadero peligro para la salud pública no es la recesión en sí misma, sino la austeridad.

¿También en Europa?

Grecia, obligada a aplicar los implacables recortes exigidos por la Troika [FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo], está hundida en un desastre de salud pública. Fue forzada a reducir su presupuesto sanitario en un 40% y recortó drásticamente los programas de prevención del sida. Con el desempleo desbocado y un aumento del 25% del número de personas sin hogar, con la población desesperada y cayendo en la drogadicción, esos recortes han incrementado el número de seropositivos en más del 200%, convirtiendo a Grecia en un epicentro de la extensión del sida por Europa.

Otro ejemplo griego: estalló una epidemia de malaria a causa de la interrupción de los programas de fumigación contra las plagas de mosquitos y combatirla fue muchísimo más costoso que lo que se había ahorrado con los modestos recortes en pesticidas. Otro más: ante los recortes, la farmacéutica Novo Nordisk se retiró del país y no sólo se perdieron puestos de trabajo, sino que 50.000 diabéticos griegos se quedaron sin insulina.

El acceso de la población a la sanidad pública se ha reducido considerablemente en Grecia, y la mayor parte de los que se han quedado sin atención sanitaria son pensionistas que han contribuido al sistema de seguridad social durante toda su vida laboral. El Gobierno griego, al plegarse a las imposiciones de austeridad de la Troika, ha convertido una crisis económica en una catástrofe de salud pública. Y de seguridad: entre 2010 y 2011, el número de homicidios se duplicó. Todo ello previsible en un país donde está en paro el 62% de los jóvenes menores de 25 años.

Estos son sólo algunos de los efectos de la austeridad comprobados en Grecia, pero están también reflejados en España, Italia o Portugal.

¿Qué perjuicios para la salud pública causados por medidas de austeridad han podido comprobar en España?

Según nuestros cálculos, unas 180.000 personas han perdido el acceso a la atención sanitaria preventiva en España como consecuencia de los recortes presupuestarios, que han puesto en la calle a 280.000 empleados del sector público y han dejado sin ingreso ninguno a unos 600.000 españoles. El conjunto de las medidas de restricciones, copagos y eliminación de subsidios hace que los asalariados españoles deban pagar hoy un 60% más que antes por los medicamentos.

En noviembre pasado estuve en Barcelona, invitado por los responsables de la Agencia de Salud Pública catalana que estaban alarmados por sus propias estadísticas: los niños estaban sufriendo la crisis aún más que los adultos y había aumentado en un 3% el número de los que vivían por debajo del umbral de la pobreza, alcanzado el 23% de todos los menores de Catalunya. Además, la crisis había causado un incremento del 20% en el número de personas con síntomas de depresión grave, igual que se estaban multiplicando los índices de ansiedad y de alcoholismo. Pero en ese momento de máxima presión sobre el sistema de atención sanitaria pública, los objetivos de reducción del déficit impuestos por el Gobierno de Rajoy a la Generalitat obligaba a los hospitales de Cataluña a cerrar servicios, reducir la jornada de médicos y enfermeros...

En España, igual que en los demás países, las políticas económicas y sociales tienen más incidencia en que unos vivan y otros mueran que cualquier fármaco, cualquier operación quirúrgica o cualquier seguro médico. Invertir en salud pública es sabio en tiempos de vacas gordas, pero se convierte en una necesidad imperiosa en tiempos de vacas flacas.

¿Cómo se pueden comparar los efectos de la austeridad o el estímulo económico entre sociedades tan distintas como las del sur y las del norte de Europa?

Es que también hemos comparado regiones y países en el tiempo, su evolución desde el principio de la recesión, e incluso antes, para controlar las situaciones sanitarias previas de la población, su salud mental, sus niveles de alcoholismo, etc. Hemos comparado áreas que afrontaban el mismo nivel de shock económico pero aplicaban diferentes respuestas políticas. Y hemos comprobado que las recesiones no desencadenan automáticamente un aumento de los suicidios, el alcoholismo, los infartos debidos a estrés y otras causas principales de fallecimiento, sino que la espoleta de que esos índices se disparen es una y otra vez la imposición de medidas de austeridad.

Islandia fue el primer país europeo en colapsar a causa de la crisis financiera y el FMI pretendió obligarle, a cambio de su ayuda económica, a reducir el gasto público en un 15%, con un recorte de la sanidad pública del 30%. Pero Islandia rechazó plegarse a la austeridad e hizo lo opuesto: aumentó el gasto público en más de diez puntos, subió el presupuesto sanitario y reforzó los programas de protección social. También usó fondos públicos para aliviar las deudas de los hipotecados, de forma que no perdieran sus casas. Y todo ese aumento del gasto no generó ni inflación, ni una deuda astronómica imposible de devolver. Todo lo contrario: hasta el FMI tuvo que reconocer años después que la política rebelde de Islandia había dado lugar a una recuperación "sorprendentemente" firme superior al 3% del PIB.

No basta con decir que Islandia, que rechazó en referéndum el rescate a la banca, es muy distinta a Grecia, ya que los islandeses afrontaron una deuda del 800% del PIB, que ha sido en términos relativos la mayor crisis bancaria del planeta.

En su conjunto, las medidas de austeridad en Europa han supuesto un aumento del 40% de la mortalidad infantil. Y esos son datos oficiales, del Eurostat.

¿No saben los economistas del FMI que sus recetas siempre abocan a la ruina, además de a grandes pérdidas de vidas humanas, a sus pacientes nacionales?

¡Tendrían que saberlo! Al final, siempre acaban pidiendo perdón a las víctimas de la austeridad y a los que se negaron a obedecerles. Hasta 2012, el FMI no se disculpó formalmente con Tailandia, pero sus responsables ya están reconociendo ahora sus errores sobre Europa. ¡Acaban de darse cuenta de que los efectos de sus recetas de austeridad han sido nefastos, cuando les había ocurrido exactamente igual diez años antes!

¿Cuál es, entonces, el verdadero objetivo de imponer esa austeridad, si saben que va a ser un desastre humano y económico?

Ahí ya entramos en las especulaciones, y no se puede hacer un análisis auténticamente científico de las motivaciones e intenciones de los que nos imponen las políticas de austeridad. Pero parece claro que están tratando de aprovechar cada crisis del sistema capitalista para avanzar en sus metas ideológicas: arrebatarles derechos a los trabajadores y empobrecer al conjunto de la población en beneficio del ilimitado enriquecimiento de los más poderosos. Sin embargo, esta conclusión no puede ser sometida a un examen empírico y, por tanto, no quiero que se me cite defendiéndola como si hubiésemos podido demostrarla.

¿Qué cifras han podido verificar sobre las víctimas mortales causadas por las actuales medidas de austeridad económica?

Hemos documentado una pauta habitual, tanto en Europa como en EEUU, de aumento de los suicidios como consecuencia de las medidas económicas de austeridad, pues en realidad ese fenómeno se estaba reduciendo consistentemente en todos los países hasta que, con la crisis, se adoptaron medidas políticas drásticas. En total, nuestros cálculos ascienden a más de 10.000 suicidios adicionales y hasta un millón más de casos de depresión, algo no desdeñable. En España, entre 2007 y 2010 se suicidaron unos 400 varones más de lo previsto antes de los recortes, despidos y desahucios, pero no tenemos datos más recientes porque no los proporciona la administración española, mientras que en EEUU, Reino Unido y otros países europeos ya contamos con los datos oficiales hasta el 2012, incluido.

En cualquier caso, en casi todos los países que aplican políticas de austeridad hay un claro intento de ocultación estadística de las cifras de suicidios relacionados con la situación provocada por esos recortes. Por ejemplo, en Reino Unido los datos sólo se ofrecen en promedios de series de tres años, algo que suaviza los picos de las curvas estadísticas. Sin embargo, queda claro que en EEUU y en Reino Unido ha habido 4.750 y 1.000 suicidios adicionales, respectivamente, durante la actual recesión. En Estados Unidos, los suicidios son causa ya de más muertes que los accidentes de tráfico, tras aumentar vertiginosamente en la última década: un 30% entre los adultos y un 50% más entre los varones cincuentones, que son los que padecen más estrés cuando se quedan en el paro tras una larga vida activa y descubren que han sido marginados para siempre del mercado laboral.

¿El desempleo masivo es, pues, un fenómeno que causa muertes?

Sin ninguna duda. En nuestra investigación hemos descubierto que los índices de suicidio se disparan paralelamente a los de desempleo, pues multiplican las tasas de depresión a nivel nacional. Hemos determinado que un tercio de los que pierden su puesto de trabajo padecen depresión poco después. Y no hay que olvidar que por cada suicidio consumado se producen otros diez frustrados, que dejan a la víctima con vida pero padeciendo graves secuelas físicas o psicológicas.

Los gobiernos que imponen austeridad a ultranza no hacen frente al desempleo como la mortífera pandemia que en realidad es, mientras que los que optan por invertir en la asistencia a los parados durante las recesiones, como hicieron Suecia y Finlandia, no sólo logran reducir la tasa de suicidios sino que acaban por ahorrar más en sanidad pública de lo que han costado los programas de auxilio social y ayuda laboral a los desempleados.

¿Invertir más en Sanidad pública, en vez de recortar ese gasto, es rentable?

¡Por supuesto! Sale muy caro ahorrar en salud pública, como se ha demostrado una y otra vez. La austeridad sanitaria es el más falso de los ahorros. Eso lo aprendieron de la forma más trágica las autoridades de Nueva York al principio de los años 90, cuando recortaron 120 millones de dólares en programas de prevención de la tuberculosis y estalló un brote resistente a los antibióticos que costó más de 1.200 millones controlar.

Hemos descubierto que invertir apropiadamente en sanidad pública suele tener una rentabilidad de tres dólares por cada uno que se invierte.

También se podrían haber evitado muchas muertes por enfermedad con medidas para evitar los desahucios y el aumento del número de los sintecho. Las viviendas públicas y los subsidios a la vivienda son la mejor medicina para contrarrestar los riesgos de salud que padecen las personas sin hogar y que acaban teniendo un coste para las arcas públicas muy superior a los ahorros que imponen las políticas de austeridad.


Porque la recesión hace mucho daño, pero la austeridad mata.

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