20130613

Sexo 'oral' en el Metro

una chica describiendo una pseudo-violación.. si fuera un chico, les faltaría tiempo a las feminazis en pedir la cabeza del escritor en nombre de la "violencia contra la mujer".. no olvidemos que mucho arte (libros, poesías, canciones..) a día de hoy serían imposibles por "políticamente incorrectos".. disfruten lo votado..


Sexo 'oral' en el Metro

Conversación escuchada el pasado sábado por la noche en el Metro cuando me dirigía a una cita.

-Pero entonces, ¿te obligó o no te obligó?

-Pues no sé, tía...

-Pues tú sabrás si querías o no querías hacerlo, guapa. Si no lo sabes tú...

-Chsssss... Baja la voz. No sé qué decirte... A ver, no quería, ¿vale? No me apetecía nada, pero tampoco te creas que me preguntó... No me pregunta casi nunca. Él empieza y yo... pues... me voy animando... supongo... No me mires así. Normalmente me acaba apeteciendo bastante. Mucho, de hecho. A ver... que yo no estoy muerta y él le pone bastante interés, las cosas como son.

-Ya...

-Es que si folláramos sólo cuando a mí me apetece... lo haríamos mucho menos. Vamos, casi nada.

-Mmm...

-Joder, di algo, que parece que te he contado algo malo.

-Hombre, malo, malo... No sé. Tú sabrás cómo te sentiste. A ver, recapitulemos, que igual me he perdido algo. Tu novio llega a casa, tú estás sentada en el ordenador chateando con una amiga. Él te quita esa ventana y abre otra con la web esa porno que le gusta a todos los tíos, y pone un vídeo donde un montón de tíos se follan a una morena en grupo mientras otras dos muchachas les ayudan a llenarle a la chica todos sus agujeros con los penes allí presentes.

-Sí, una cosa así...

-Y mientras tu novio, sin mediar estimulación, se baja los pantalones y te dice: "Chupa". Tú te niegas e intentas marcharte y entonces él te agarra, te besa a la fuerza y te mete mano como un poseso. Tú te resistes un poco...

-Algo más que un poco, la verdad.

-... Pero, como él no para, al final cedes. ¿Y?... ¿Dejas que te folle la boca?

-Bueno... No es que dejase que me follase, así, en plan princesa muerta. Es que... estaba tan cabreada, tan furiosa, que empecé a darle golpes... así, tortazos, cachetes, fuertes. Y cuanto más le pegaba más se excitaba y... Más me excitaba yo.

-¿?

-Ni te imaginas. De pronto fue como si mi sexo me lo exigiera; como si tuviera hambre y exigiera un polvo así, violento. Me mordió tanto las tetas que las tengo escocidas, y tengo la marca de sus uñas en el culo, además de un par de moratones en las piernas.

-¡Joder, tía!

-Pues anda que él... Le tiré del pelo, le abofeteé mientras me la metía... y no veas cómo empujaba. Cuando le pellizcaba lo hacía tan fuerte que me llegaba hasta... no sé, ¿tenemos un tope ahí? Porque yo sentía como si golpease contra una pared y no pudiera ir más allá, pero él seguía intentándolo con todas sus fuerzas. Ufff... Me hacía daño, así que le arañé el pecho y entonces fue cuando uso su cinturón para atarme las muñecas. Mira, todavía tengo un poco la señal. Las tengo todas, y eso que luego me acarició mucho, me dio masajes con thrombocid y cremita en los pezones. Es un amor...

-Sí, ya veo, un amor... Entonces ya no podrías pegarle con las manos atadas.

-Bueno, no te creas... todavía le di unos cuantos tortazos más y me retorcía como una anguila.

-Pero vamos a ver... ¿te querías escapar o no? Haberle dicho que parase.

-¿Parar? ¿Escapar?... Créeme que le dije muchas cosas, pero no le dije que parase. Si se lo digo, para y si para le mato.

-¿Entonces por qué te retorcías?

-Porque estaba ansiosa. Te lo he dicho antes. Era una sensación muy fuerte de hambre o sed, pero que me quemaba por dentro y me latía en el sexo. Y lo único que podía hacer para calmarla era tenerle dentro duro, rápido, lento, mucho... Me retorcía para follarle yo. Hubo un rato en que tuve la sensación de que el pene lo tenía yo, no él... En ese momento hasta deseé que me la metiese... ya sabes.

-Flipo.

-Flipa.

-¿Y? ¿Lo hizo?

-¿Por detrás? Pues no te lo vas a creer, pero... Oye, ¿ésta no es nuestra parada? ¡Vamos, baja, que se cierra la puerta!...

Yo me bajé dos paradas después, con el corazón taquicárdico, el vello erizado y una sensación entre las piernas muy parecida a la que describía la chica del Metro. Mientras caminaba hacia en restaurante donde había quedado a cenar iba visualizando en mi cabeza un final digno de la historia que acaba de escuchar, con el tipo con el que había quedado y yo misma de protagonistas.

Antes de llegar a la puerta del local me había hecho en mi mente cosas increíbles, inimaginables, dolorosas y excitantes y mi entrepierna estaba dispuesta a casi cualquier cosa con tal de hacerlas realidad.


Lástima que algunas realidades son menos excitantes que otras, y antes de que nos sirviesen el vino ya me había dado cuenta de que aquel escritor de ojos verdes y unos labios que me moría por morder desde hacía meses, en realidad era un muermo de tío, un creído, un soberbio, un maleducado con el servicio del restaurante y un pedante. Vamos, que se merecía un bofetón... que por supuesto no pensaba darle, más que nada porque no se lo tomara como una invitación un polvo salvaje. Que ya se sabe que, a buen entendedor...

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