¿Existen clases sociales? Y ¿hay conflicto entre ellas?
Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 17 de septiembre de 2013
Este artículo señala la enorme importancia que las categorías como clase
social y conflicto de clases tienen para entender la realidad actual.
Una característica del tiempo que vivimos es la creencia, ampliamente
extendida en los mayores fórums políticos y mediáticos del país, de que
las clases sociales han dejado de existir. Aunque se acepta que en
periodos anteriores las clases sociales hubieran existido, hoy se cree
que han dejado de existir (o han dejado de ser relevantes en el
estudio del comportamiento social) debido a los dramáticos cambios que
ha sufrido la estructura social. En consecuencia, términos y
conceptos como burguesía, pequeña burguesía y clase trabajadora han
dejado de utilizarse para definir los distintos colectivos en los que la
ciudadanía se ubica. En lugar de estos términos, la sabiduría
convencional ha redefinido la estructura social catalogando a la
población en tres categorías: los ricos, las clases medias y los pobres.
En
esta categorización, a la mayoría de la población se la cataloga como
perteneciente a las clases medias, tomando como característica
definitoria el nivel de renta del individuo, independientemente del
origen de tal renta o de la relación que tenga con los medios que
producen esas rentas. Se incluyen así en estas clases medias un amplio
abanico de rentas, que van desde los que son casi ricos a los que son
casi pobres, abarcando de esta manera a la gran mayoría de la población. Para probar la veracidad y certeza de este análisis, los
que presentan esta redefinición de la estructura social presentan
encuestas que muestran que la mayoría de la ciudadanía se define como
perteneciente a la clase media. Estas encuestas, sin embargo, son poco
creíbles por la manera como se hace la pregunta en dichas encuestas:
“¿Pertenece usted a la clase alta, a las clases medias, o a la clase
baja?”. Puesto que se asume que la llamada clase alta son los ricos y la
clase baja son los pobres, la identificación de la población con la
clase media quiere decir (y solo quiere decir esto) que la mayoría de la
población no se consideran ni ricos ni pobres, con lo cual tal
identificación carece de relevancia y valor explicativo de
comportamiento social.
Ahora bien, la definición de la mayoría de la población como clase media no es inocente. Por extraño que parezca,
responde a un proyecto político profundamente conservador que intenta,
por todos los medios, la desaparición de las categorías de clase social
de los análisis sociales científicos (que derivan de todas las
tradiciones sociológicas, desde Marx a Weber) y sobre todo de la
categoría de lucha de clases, categorías definidas como “anticuadas” por
la sabiduría convencional que se reproduce también entre las
izquierdas. Se quiere hacer olvidar cómo el poder se genera y reproduce,
que continúa basándose primordialmente, aunque no exclusivamente, en la
relación que la población tiene con los medios que generan y
distribuyen riqueza y rentas, así como en el tipo y condiciones de su
trabajo. Las categorías de Raza y Género continúan siendo categorías
de poder que nos ayudan a entender también como se genera y reproduce
el poder en nuestras sociedades. Pero la categoría clase social
continúa jugando un papel fundamental para entender a nuestras
sociedades, así como a sus instituciones. (En un artículo reciente he
mostrado como el conflicto Capital-Trabajo ha jugado un papel
determinante en la crisis financiera y económica actual
-“Capital-Trabajo, el origen de la crisis actual”. Monde Diplomatique.
Julio 2013-).
La realización de este hecho está reapareciendo muy rápidamente en estos
momentos de profunda crisis financiera, económica y política. Y un caso
claro es lo que está ocurriendo en EEUU, donde la percepción
conservadora de la estructura social se inició, extendiéndose a otros
países. La revista Truthout acaba de publicar una recopilación de
datos sobre cambios en la pobreza en EEUU, Gary Lapon “Poor Prospects in
a ‘Middle Class’ Society” (18.08.13), en que muestra la validez de las
categorías de clases sociales para entender la situación de EEUU. En
realidad, la mayoría de las clases medias son clase trabajadora cuya
situación está deteriorándose muy rápidamente. Y los pobres son,
también, en su gran mayoría, miembros de la clase trabajadora.
Según
el censo de EEUU, en el año 2011 había 46.2 millones de estadounidenses
considerados pobres, representando el 15% de la población (308
millones). El nivel de pobreza es de 11.900 dólares al año para un
individuo y 23.550 dólares al año para una familia de cuatro personas. El Economic Policy Institute, EPI, uno de los centros de análisis económicos de mayor credibilidad en EEUU, indica que
esta cifra es muy inferior a la que debería considerarse como mínima
para llevar una vida modesta pero digna (que se calcula, es el doble de
estas cantidades). Algo menos de la mitad (40%) de la población estaría
en esta condición.
Y este porcentaje ha ido aumentando,
resultado, sobre todo, del deterioro del mercado laboral, y muy en
especial del descenso salarial. Mientras que el 60% de la población
trabajadora tiene salarios que van de los 14 a los 21 dólares por hora,
en la gran mayoría (el 58%) de nuevos puestos de trabajo pagan mucho
menos. Solo el 22% pertenecen a los primeros niveles. Esto ha forzado el
pluriempleo, una condición común que incluso no es suficiente para
salir del nivel de pobreza de la población. En realidad, la mayoría de
pobres son trabajadores de baja cualificación, cuyo salario no les
permite salir de la pobreza.
¿Existe lucha de clases?
Este empobrecimiento de los diferentes componentes de la clase
trabajadora y de sectores importantes de las clases medias que derivan
sus ingresos de la renta del trabajo, junto con el enorme
enriquecimiento de las rentas superiores que derivan sus rentas de la
propiedad del capital, ha llevado a una polarización de la estructura
social con un claro resurgimiento de la conciencia de clase.
Varias
encuestas (véase la Pew Survey. 01.11.2013) han mostrado el gran
crecimiento de la conciencia de clase y de la percepción de conflicto
existente en tales clases, percepción que se ha dado en todos los
sectores de la población. Así, el porcentaje de la población que indica
que hay una lucha de clases (class conflict) ha subido de un 43% en 2009
a un 65% en 2012, porcentaje que alcanza incluso cifras mayores (un
74%) entre los afroamericanos. Entre los latinos es un 61%. Es también
interesante indicar que entre la población joven (18-34 años) esta
percepción (71%) era mayor que en los otros grupos etarios.
Ni que decir tiene que la composición de las clases sociales ha ido
variando (siempre ha estado variando), así como la manera como se
produce y expresa dicho conflicto. Por regla general, las clases más
pudientes rechazan el concepto de conflicto de clases, y solo lo
utilizan cuando ven que las otras clases toman acciones en defensa de
sus intereses que afectan negativamente los intereses de las clases más
pudientes. Así, el Partido Republicano, hegemonizado por
la ultraderecha, acusa al movimiento sindical de incentivar la lucha de
clases cuando propone aumentar los impuestos sobre los beneficios del
capital. Pero en cambio, no utiliza tal expresión cuando se han bajado
esos impuestos a costa de aumentar los impuestos sobre el trabajo.
Hoy la polarización social, con la enorme concentración del poder
financiero y económico, ha redefinido la lucha de clases, creándose una
alianza de clases (la clase trabajadora con componentes de la clase
media, que constituyen las clases populares) frente a una minoría que
incluye los miembros de las élites económicas y financieras, aliadas a
las élites de los partidos dominantes y mayores medios de información,
que hoy dominan la vida política y económica de nuestros países.
El
eslogan utilizado por el movimiento Occupy Wall Street, el 1% en contra
del 99%, intenta reflejar esta realidad, aun cuando supone una
simplificación que tiene costes políticos, pues el 1% (en realidad es un
porcentaje incluso menor el sector de la población que posee los medios
de producción de bienes y servicios. En Catalunya son,
como reconocía uno de ellos, el Sr. Millet, ex Presidente del Palau de
la Música, persona conocedora como nadie de cómo funciona la burguesía
catalana, solo 400 familias) tiene como aliados otro 9% ó 15% de
la población (los sectores de las clases medias de rentas altas
encargadas de la gestión y gobernanza del sistema, que incluye sectores
importantes como los propietarios y gestores de los mayores medios de
información) que juega un papel clave en la reproducción de su poder.
De ahí que el eslogan del conflicto entre los de abajo contra los de
arriba, aunque exitoso desde el punto de vista mediático, sea
insuficiente, pues no tiene la suficiente característica definitoria de
señalar por qué unos están arriba y otros están abajo. Las categorías
científicas de clases trabajadoras y medias (o clases populares) frente
a las clases dominantes, llámense burguesía, clase capitalista o
Corporate Class como en EEUU, describe mejor lo que está ocurriendo, que
es un conflicto entre las clases populares, que son la mayoría de la
población en cualquier país, y la minoría, que deriva su poder de clase
de la propiedad de los medios de producción y distribución, así como de
los medios de legitimación y persuasión, y sus aliados en las distintas
ramas del estado encargadas de reproducir su dominio sobre la mayoría de
la población. Así de claro.
Aconsejo la lectura del libro The Democratic Class Struggle, por
desgracia nunca traducido y publicado en España, de mi amigo Walter
Korpi, el analista más interesante e influyente entre las fuerzas
progresistas del norte de Europa y de gran influencia en el mundo
académicoanglosajón. En España aconsejo el excelente libro de Marina
Subirats, Barcelona: de la necesidad a la libertad. Les clases sociales
en los albores del siglo XXI).
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