Nos mienten
Alfredo Serrano Mancilla -Doctor en Economía, Coordinador América Latina- CEPS
La mentira está a la orden del día. El ilusionismo está de moda como
instrumento político para que los grandes capitales se salgan con la
suya. Una mentira en cada titular que se repite sin mesura en aras de
crear ficticiamente una verdad. Contra este tipo de ilusionismo, sólo
queda darle la vuelta a este mundo al revés. La crisis no es un
meteorito. La integración de la Unión Europea ha desintegrado a Europa.
El presidente que más gasta en temas militares, Obama, se llevó el Nobel
de la paz. Una belicosa Unión Europea se lleva este año el mismo
galardón.
El problema en España no es la deuda pública sino la privada, la de los
bancos, la de las grandes empresas. La evasión fiscal no se debe a la
prestación por desempleo. La prima nunca tiene riesgo porque siempre
ganan los mismos. Se propone corregir el déficit fiscal a cambio de más
déficit social. El rescate es la mejor manera de hundir a los
ciudadanos. La reforma no es laboral por ser una represión contra los
trabajadores. Se llama justicia a quien sentencia a favor del BBVA en el
caso de una dación de pago en detrimento de una familia que se quedará
sin casa pero con deuda. Quienes actúan simbólicamente contra las
injusticias llevándose comida de Mercadona son tildados como ladrones;
mientras tanto, los banqueros siguen siendo símbolos mediáticos. La
soberanía de Rajoy se reduce a la defensa de la cuenta de beneficios de
una empresa como Repsol de capital extranjero mayoritario. La mayoría es
inversamente proporcional a la minoría hiper representada. Nosotros
somos el 99%, y ellos, con suerte, llegan al 1%. No votamos a quienes
nos gobiernan. Todo esto y mucho más en el gran circo de la democracia
trucada, donde ni siquiera quedan payasos que nos hagan reír, sino magos
de poca monta y escapistas a la alemana, y eso sí, mucho
prestidigitador a quien ya le vamos descubriendo todas sus fullerías.
Dos de las últimas colosales mentiras son: una, la creación del “banco
malo” que paradójicamente es muy bueno para los grandes intereses
económicos, y dos, la trampa de la compra de deuda pública española por
parte del Banco Central Europeo (BCE). Ambas noticias han sido vendidas
con júbilo por las magníficas consecuencias para la economía española,
entendida ésta miopemente como la prima de riesgo y los beneficios de
las empresas que participan en bolsa. Es cierto que la prima bajó, pero
quizás sea para tomar impulso tal como ya sucedió hace unos meses
después de unas declaraciones de Draghi. Además, hubo una minoría que
reaccionó muy positivamente: el principal indicador bursátil (IBEX 35)
creció y creció para la felicidad de las pocas familias que comen de
este pastel (nótese que 20 familias y empresarios tienen al menos el 37%
del IBEX 35).
En el caso de estas ambas medidas-mentiras, se encaraman en otra gran
mentira basada en la siguiente táctica: las soluciones son planteadas
por afuera de la política, y entonces, quedamos a la deriva de salidas
técnicas pero ancladas en una estructura política dominante. La política
desaparece como gran truco de magia, y entonces, la encrucijada técnica
es ideal para condicionar la toma de decisión. En el caso de la prima
de riesgo, una vez hecho desaparecer algunas alternativas políticas, la
disyuntiva técnica está entre prima que sube como la espuma con
intereses usureros, o BCE comprando deuda a bajo interés. Claro, así, se
elige pulpo. Pero esta elección, restringida por la gran mentira de la
técnica como arma sustitutiva de la política, también está llena de
otras mentiras.
Primera: el BCE comprará deuda pública acudiendo al mercado secundario
donde se presta dinero a bancos privados para que éstos sean quienes
compren la deuda pública. La trampa es perfecta: el BCE presta dinero al
1% a la banca privada para que ésta compre deuda pública a un interés
superior sin necesidad de especular. Esto es, la prima de riesgo se
convierte así en prima de seguridad.
Segunda: bajo esta modalidad, los vencimientos ya no serán a diez años,
sino entre uno y tres años, condicionando aún más los tiempos de
devolución del préstamo, y por lo tanto, de la política fiscal.
Tercera: esto se hará sin relajación cuantitativa. Traducido al
castellano: el dinero que inyecta el BCE comprando deuda pública será el
mismo dinero que retire por otra vía. La cantidad destinada en compra
de deuda pública será la misma que se despoje para otros fines, como por
ejemplo créditos productivos, créditos a las pequeñas y medianas
empresas. La obsesión monetarista por la inflación sigue siendo el eje
de la UE neoliberal. Lo que te doy por allá, te lo quito por acá; así se
evita supuestamente que no haya subida de precios que afecte
principalmente al capital financiero, que sería el gran perjudicado en
caso de inflación porque su dinero se devalúa en términos reales. Para
las mayorías, la inflación comienza a ser un problema de segundo nivel,
porque primero será disponer de un trabajo y un salario digno, y luego
ocuparse que no le afecte la subida de precios. Los poderes financieros
europeos vuelven a diseñar política para ellos, y poco le importan que
la economía real tenga más restricciones de créditos para salir
verdaderamente de esta recesión económica.
Cuarta mentira: una notable novedad es la no consideración de las
agencias de (des)calificación para esta deuda, de tal manera que cada
banco privado podrá usar el titulo, aunque sea basura, porque tiene el
aval del BCE, pudiendo así usarlo como garantía para obtener más
financiación.
Quinta, y la más importante de las mentiras: este préstamo al Estado en
forma de compra de deuda pública viene sujeto a la pérdida paulatina de
la escasa soberanía que nos va quedando. Se presta pero bajo condiciones
ESM (en inglés, European Stability Mechanism), que es algo así como
tener un hermano mayor, viviendo en Alemania, a quien ni conocemos ni
votamos, y él irá decidiendo qué política social y económica se tendrá
que tomar en cada momento.
Sin embargo, frente a todas esta sarta de mentiras técnicas, ¿qué se
podría hacer políticamente? Auditar deuda ilegítima, reestructurar la
legítima, mutualizarla por la vía europea o comprar directamente en el
mercado primario sin condicionantes sociales como ya se hacía mediante
la monetización de la misma en los bancos centrales nacionales.
En el otro caso, la otra medida-mentira, la del banco malo, lo mismo:
descartado los cambios por la vía política, se presentan dos
alternativas hipócritamente embarnizadas como técnicas. Ayudar a los
bancos o dejar que los clientes salgan perjudicados. De nuevo, pulpo.
¿Pero qué hay de verdad en toda esta operación de trasvase de deuda
privada a la pública? El Estado pidió dinero prestado, también sujeto a
más condicionantes en materia de política económica, y con ese dinero
asume la ardua tarea de desintoxicar todos los activos de la banca
privada para hacer frente a los pasivos. ¿Cómo lo hace técnicamente? El
banco malo, según Real Decreto Ley 24/2012, es la única sociedad gestora
de activos tóxicos. El banco malo se encargaría entonces de gestionar
tales activos y asumir las posibles pérdidas; así el banco se convierte
en muy bueno para que los bancos intoxicados sean saneados sin coste, y
muy malo para los ciudadanos porque se asumen fiscalmente todas las
pérdidas de esta operación. ¿Cómo lo podría hacer políticamente? Podría
haber dejado que los bancos intoxicados quebraran y luego
nacionalizarlos, atendiendo a todos los ciudadanos como es debido. Otra
opción: quedarse con estos activos y dedicarlos a la economía
social-real, poniéndolos en alquileres baratos. O en vez de un banco
malo, realmente se podría haber creado un banco público bueno que se
preocupara de los activos intoxicados para las familias españolas, y
proceder a bajar el precio de estos inmuebles a partir una
actualización, y buscar los mecanismos ventajosos para financiar la
compra o facilitar la venta vía dación de pago, sin estar sometidos a
embargos.
Nos mienten por todas partes. También nos mienten en nuestra capacidad
de cambiar todo este chiringuito artificioso. El ilusionismo de ellos
consiste en producir artificialmente efectos en apariencia maravillosos e
inexplicables mientras se desconoce la causa que los produce. A ver si
nosotros le ponemos algo de ilusión e ilusionismo para cambiar esta
secuencia de mentiras.
Rebelion. Nos mienten
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