20121015

Todo sigue el plan

Los servicios sociales ya atienden a más de ocho millones de personas | Sociedad | EL PAÍS


Los servicios sociales ya atienden a más de ocho millones de personas
Los usuarios de la asistencia pública se incrementaron un 20% de 2009 a 2010
En dos años, el presupuesto para ayudas de emergencia ha caído un 65,4%

La crisis no cesa para los más pobres ni da tregua a los que hace unos años se encuadraban en otras categorías. A las oficinas locales de los trabajadores sociales siguen llegando miles de personas que necesitan ayuda de emergencia, lo más básico: pagar el agua, la luz, alimentos. Los datos oficiales que maneja el Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales, a los que ha tenido acceso este periódico, muestran que, en 2010, la cifra de usuarios atendidos en estas unidades rebasaron los ocho millones de personas, un 19,5% más que el año anterior. Se desconocen cifras más recientes, pero a ese ritmo de crecimiento y según la percepción de los propios trabajadores sociales, los datos de 2012 dejarían muy viejos estos.

Las personas que acuden en busca de ayuda suelen ser mayores (uno de cada tres), discapacitados (10%) y familias con menores (26%); hay otros perfiles, drogadicción, familias monoparentales, expresidiarios, minorías étnicas. En los últimos tiempos, gente que vivía modestamente también está llamando a estas puertas.

“En 25 años que llevo de trabajadora social no había visto una cosa parecida”, explica María José Arredondas, que desempeña su tarea en una zona rural de Lugo. Lo que dice es extensible a toda España. Los trabajadores sociales están desbordados. “Este año es notablemente peor que el anterior. Los inmigrantes que lograron reunir a su familia lo están pasando verdaderamente mal, porque ellos no tienen apoyo familiar ni vecinal; pero también estamos viendo muchas parejas jóvenes con hijos, en las que ambos han perdido el empleo. Y en mi zona hay muchos gitanos que, a pesar de su pequeña economía sumergida en mercadillos, no les llega, porque tienen muchos hijos. Y cada vez hay que cubrir necesidades más básicas: agua, luz, comida”, dice. “Los servicios sociales públicos nunca estuvieron tan desbordados y encima ahora con recortes, no hay recursos. Esto no se puede recortar, al revés, habría que incrementarlo”, reclama.

Pero ya parece tarde. Los últimos presupuestos presentados por el Gobierno, lejos de taponar esa herida han recortado un 40% la partida para servicios sociales básicos, la que se destina a los Ayuntamientos para atender, entre otras cosas, las ayudas de emergencia. Si se tienen en cuenta los dos últimos presupuestos la partida ha caído un 65,4%: donde hubo 86 millones ya solo quedan 30, en números redondos.


Dadas las macrocifras que se manejan a diario esta puede parecer menor, pero, para tener una idea de su importancia, con los 20 millones de euros que se pierden en 2013 podrían concederse casi 75.000 ayudas de emergencia.

“Con la rebaja del presupuesto de este año ya ha habido problemas para las ayudas de emergencia, que han quedado al albur de los recursos que cada Ayuntamiento pueda aportar”.

En el presupuesto de 2013, por programas y objetivo, se indica que la reducción prevista tendrá una incidencia de 257.126 usuarios atendidos menos. De ellos, 31.264 en la ayuda a domicilio, que también es cosa de los servicios sociales básicos, y de 53.963 en los participantes en programas de prevención e inserción. Esto ya viene pasando años atrás. Donde no alcanzan los servicios públicos están al quite las también mermadas organizaciones del tercer sector, de corte caritativo y asistencial. Cáritas anunciaba el otro día que había superado el millón de atendidos, por ejemplo.

Tanto unos como otros exprimen al máximo las iniciativas para ofrecer a estas personas, desde formación, búsqueda de empleo o inscripciones en programas de ayuda que ya no son locales, sino europeos o regionales.

En la actualidad, uno de cada cuatro españoles se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social, 1,7 millones de hogares españoles tienen a todos sus miembros en paro y hay más de 300 desahucios diarios en España… “Con estos datos recortan los presupuestos sociales más básicos, los de emergencia. Eso demuestra una profunda insensibilidad ante la dramática situación de cientos de miles de personas y familias y pone en riesgo la cohesión social”, afirma el presidente de la Asociación de Directoras y Gerentes d Servicios Sociales, José Manuel Ramírez.

“¿Cómo explicarles que mientras ellos viven su drama, sin ayuda del Estado, aumenta el consumo de bienes de lujo, por ejemplo? No podemos ni queremos tener que explicar lo inexplicable”, dice Ramírez. “Esto es mucho más que una cuestión política, es una exigencia humana”, zanja.


Trabajadores sobrecargados

A menudo se oyen las quejas de los médicos en sus consultas de atención primaria porque no pueden atender a los pacientes más que unos pocos minutos debido a la sobrecarga de trabajo. Así de desbordados se ven ahora los trabajadores sociales, un colectivo mucho menos numeroso que el de los sanitarios, pero igual de extendido por el territorio. Cada pueblo cuenta con su trabajadora social (mayoritariamente mujeres).

“Ahora no paramos, no damos abasto. Y no solo no se han reforzado los recursos humanos, sino que en ocasiones hemos perdido gente”, lamenta María José Arredondas, trabajadora social en Lugo. Ocurre en toda España: “Trabajamos agobiados, yo los días de atención al público no me levanto del asiento ni para tomar café, que me lo llevo en un termo”, dice Arredondas.

Esos días de ventanilla llega la gente a exponer sus problemas, pero después hay que traducir todo eso en papeleo, una burocracia que a veces es tan lenta como urgente la situación a paliar. En algunas comunidades las rentas mínimas de inserción, que se prestan a quien ya no tiene nada, tardan meses en llegar.

Estas rentas dependen de las comunidades autónomas directamente, pero los trabajadores sociales de base informan y gestionan muchos de estos casos.

Además, han de visitar en las casas a la gente, tienen que valorar su situación para incorporarla a los expedientes, justificarlos, redactar los proyectos. “Y también seguimos con las valoraciones a domicilio de la Ley de Dependencia”, explica Arredondas.

A pesar de todo, muchas de las ayudas de emergencia acaban en la puerta de organizaciones como Cáritas, Cruz Roja o tantas otras. “Ahí se ve cómo lo público, los derechos, está derivando a lo caritativo, la antigua beneficencia”, concluye esta trabajadora.

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Los ricos, aún más ricos | Sociedad | EL PAÍS

Los ricos, aún más ricos
La desigualdad social es un riesgo grave que amenaza también al crecimiento económico

Quizá sea exagerado afirmar que estamos a las puertas de una Tercera Guerra Mundial como empieza a decir más de uno, pero cada vez son más organismos internacionales los que sospechan que la creciente desigualdad es el mayor riesgo al que se enfrentarán nuestras sociedades en la próxima década. El Foro Económico Mundial, el FMI o la OCDE ya han alertado sobre los peligros de esta deriva que está registrando el mundo desarrollado en el que —simplificando— los ricos son pocos y cada vez más ricos, y los que menos tienen son cada vez más y sus ganancias disminuyen. La brecha se acrecienta. En Estados Unidos, los datos son escandalosos. En ese país, como señala The Economist, el 1% de la población con más ingresos ha pasado de detentar el 10% de la riqueza al 20% en los últimos treinta años.

Este fenómeno del aumento de la disparidad de ingresos entre ricos y pobres, que se inició ya en 1980, se ha acelerado con la crisis. El salario medio en Wall Street, por ejemplo, ha crecido en plena Gran Depresión durante los dos últimos años en un 17% alcanzando los 281.000 euros. En general, como contaba en este periódico Sandro Pozzi el pasado jueves, las retribuciones en el sector financiero suben mientras se recortan plantillas.

Solo Latinoamérica y amplias zonas de África, de donde no tenemos datos para analizar la tendencia, se salvan de una deriva tan escandalosa. Mientras la riqueza se concentra y crece de manera desmedida, las clases medias y las menos favorecidas se empobrecen hasta el paroxismo. Es una deriva peligrosa e inmoral en la que España destaca de manera especial. El índice Gini que mide esa brecha entre ricos y pobres se ha disparado desde 2008, año inicial de la crisis, hasta convertir a este país en el más desigual de la eurozona. La coyuntura económica y, sobre todo, las políticas imperantes están dando al traste con uno de los logros más importantes de la democracia española, que logró situar a España entre los países de mayor desarrollo humano del planeta, un índice que tiene en cuenta el acceso general de la población a la riqueza, la educación y la sanidad.

La pobreza por sí sola no genera un malestar social suficiente como para desatar un conflicto de mayores consecuencias. Es la desigualdad y la injusticia intrínseca que conlleva la que provoca las peores tensiones. Latinoamérica debe en gran parte su pasada inestabilidad política al hecho de ocupar el primer puesto en desigualdad social. Tras los gravísimos altercados vividos este verano en las minas de Sudáfrica está el hecho de que el 80% de las reservas de platino del mundo están en ese país mientras su población no acaba de beneficiarse de ello.

La situación es explosiva. En Sudáfrica, como en Grecia, como en España, el paro afecta ya a una cuarta parte de la población activa. Son países, sin embargo, en los que hay grandes fortunas, salarios estratosféricos y, nuevamente, unas políticas económicas de corte radicalmente liberal que, como la lluvia fina, una parte de la sociedad acepta como algo natural. El mismo día en que Oliver Wyman cifraba en 53.745 millones de euros las necesidades de la banca española para sanearse, en algunas tertulias públicas no se hablaba del insoportable peso de esas entidades financieras mal gestionadas que tanto dinero han perdido —o desviado— y que ahora hay que rescatar. No. Se hablaba de que el Estado de bienestar que tenemos es insostenible. Y como ese es el mantra de los que gobiernan, el resultado obvio es una injusta transferencia del dinero de los contribuyentes hacia esas entidades.

La buena noticia no es que los organismos internacionales se hayan convertido de pronto en ONG sensibles a los sufrimientos humanos. La noticia es que tales organismos se están dando cuenta de que la desigualdad social, además de ser una bomba de relojería, puede mermar el crecimiento económico. Así lo considera, por ejemplo, el FMI. De manera que, por la razón que sea, quizá ya no estemos a las puertas de una Tercera Guerra Mundial, sino en el umbral de una rectificación que es urgente para evitar daños peores, incluso para los ricos. Las políticas económicas tienen que cambiar y estas no deberían volver a olvidar que erosionar con sus recortes la educación, la sanidad y las prestaciones sociales en general es el peor error que se ha cometido.

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