20121017

Una mentira nuclear más: El reactor 1 de Fukushima


Una mentira nuclear más: El reactor 1 de Fukushima


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La noticia veía la luz pública hace apenas 48 horas. No podía ser ocultada por varias razones -explicaremos por qué y a quiénes interesaba, aunque discretamente que fuera conocida- y se lanzó a los medios de comunicación  como es habitual, desafortunadamente, cuando se trata de supuestos accidentes relacionados con plantas nucleares: expresando verdades a medias, mezcladas con datos falseados, dirigidas a desviar la atención de los verdaderos hecho se intereses que se esconden tras la energía nuclear.

Hace 2 días, se anunciaba que TEPCO, la compañía eléctrica de Tokio, anunciaba públicamente que había detectado un nivel de radioactividad equivalente a 11 sieverts/hora en el reactor 1 de la central de Fukushima 1. Tras esta información, los técnicos representantes de la compañía afirmaron, aparentemente con la intención de demostrar la transparencia de la multinacional, que esos niveles de radioactividad eran suficientes para acabar con la vida de una persona que sufriera una exposición de tan solo 40 minutos. 40 minutos, menos de una hora, el tiempo de dar un pequeño paseo, un paseo no por un parque lleno de árboles sino por el sendero que conduce a la muerte.

La gravedad de la información, de la noticia, aun siendo considerable, quedó diluida por lo secos de la visita de Merkel a Grecia; la penúltima de las sandeces pronunciadas por un ministro que lo es de (in) cultura, atacado por el virus de Colón y Pizarro (infectado por él, anunciaba su partida, sin carabelas, para cumplir la misión conquistadora de “españolizar” a los indígenas rebeldes catalanes); el enésimo informe del FMI, del que se desdecirá en unos días, sobre la metástasis que aqueja a la economía de Europa, premiada con un nobel que es, en realidad, el Óscar a los efectos especiales y el atrezzo y el vaivén, incomprensible, pero doloroso para el ciudadano, de la prima de riesgo (tanto por ciento que, cuando  interesa, se compara con el de Grecia o Portugal, para que nos quedemos tranquilos si quiera por unas horas).

En el cuerpo de la noticia se explicaba que la multinacional, siguiendo con las constantes pruebas y revisiones que supuestamente realiza en la central de Fukushima, había localizado los mortales niveles de radioactividad en puntos de la vasija de contención en los que claramente aparecían barras de combustible completamente fundidas. TEPCO continuaba, declarando que a pesar de la aparente alarma, quedaba garantizado el proceso de enfriamiento del combustible ya que había constatado que el nivel de agua, necesario para asegurar el enfriamiento, se mantenía en los 2,8 metros de profundidad necesarios. Para finalizar la noticia, y como quien deja caer una gota diminuta en medio de un charco, la multinacional que fue la directa responsable (más adelante se explicarán las razones que intentan ser ocultadas) de lo que se llamó eufemísticamente el “desastre natural” que provocó la catástrofe de Fukushima, “susurra”, restándole importancia, un hecho terriblemente peligroso: los controles en el reactor número 1 han hecho que se detecte una varilla metálica, de unos 30 cm., que está contaminando intensamente el agua y la vasija.

Esta era la noticia. Y estas son las peligrosas verdades que se esconden tras ella, y que, por supuesto, ni a TEPCO ni al gobierno Japonés interesan que sepamos:
TEPCO viene manteniendo que el origen de lo que ellos llamaron “catástrofe” de Fukushima fueron el terremoto y el tsunami que sacudió la zona hace un año y siete meses. Según sus informes, que probadamente falsearon la realidad, las inclemencias meteorológicas hicieron que diferentes barras de combustible de los seis reactores de la central nuclear se fundieran y liberaran una extraordinaria cantidad de partículas radioactivas. Según su versión, TEPCO y su imprudencia, el ignorar premeditadamente los desarreglos y las averías de mantenimiento, no tenían nada que ver con el accidente. Los técnicos de la empresa se “unieron” oficialmente al dolor de las víctimas, prometieron seguir controlando (¿por qué si ya estaba todo, según ellos, reparado y el terremoto y el tsunami habían cesado?) y haciendo pruebas en la zona (¿para qué, si, a pesar de haber aislado la zona, aseguraron que tras las labores de reparación, la magnitud del peligro y la radioactividad no era alarmante?).

No nos dijeron entonces la verdad (ver el vídeo donde se demuestra qué sucede hoy en Fukushima, donde se destapa una gran mentira) No nos la dicen tampoco ahora. Les interesa presentarse no como una compañía que sabe que juega con la muerte, de los ciudadanos, a una ruleta rusa absurda sino como una empresa comprometida que no ha abandonado la central y que continúa invirtiendo en ella para “velar” por la seguridad de esa zona de Japón. Esperan que no nos preguntemos el porqué de esas labores de pruebas y control, si supuestamente no hay NINGÚN PROBLEMA.

Un informe, avalado por técnicos y especialistas en energía nuclear, culpabilizó clara y directamente a TEPCO y al gobierno japonés (dos caras de la misma moneda) del desastre de Fukushima ya que comprobaron que ambos confiaron en exceso en las medidas de seguridad de la planta, que habían sido descuidadas por irresponsabilidad y por la ambición de abaratar gastos.

Hace cinco meses, TEPCO, de nuevo, hacía públicas nuevas estimaciones, fundamentalmente ante la presión de numerosos grupos y entidades que exigían información veraz sobre Fukushima, que sugerían que el reactor número 4, el dañado,  había liberado a la atmósfera más de cuatro veces la cantidad cesio-137 que la planta siniestrada de Chernóbyl en 1986.  TEPCO se redimía dando estas cifras alarmantes y muchos creyeron que una compañía que se atrevía a decir que, en parte, el problema de Fukushima había sido más grave que el accidente producido en Chernóbyl era una compañía “amiga” y “trasparente”. Sin embargo, el método utilizado para medir el daño se ha demostrado que fue utilizado como una cortina de humo para encubrir cifras más sobrecogedoras, según numerosos expertos independientes.

La compañía operadora de Fukushima afirmó que alrededor de 760.000 terabecquerels (TBq) habían sido liberados  a la atmósfera en total desde aquel día. Sin embargo, estas cifras eran parte de un esfuerzo por minimizar el alcance real de la tragedia. El problema residía, y reside, en el hecho de que TEPCO sólo contabilizaba la cantidad de yodo-131 y de cesio-137 que se filtró del reactor de Fukushima, y las comparaba con toda el espectro de isótopos que fueron despedidos en Chernóbyl. Si se hubiesen examinado con más atención y “neutralidad”, los números nos hubiesen contado una historia totalmente diferente. La estimación final sugería que la fuga de 400.000 TBq de yodo-131 de Fukushima fue, de hecho, más baja -en 4,5 veces- que la que se registró durante el incidente de Cheróobyl, pero, en relación a la emisión de cesio-137, Fukushima estuvo muy por encima de la planta ucraniana. Las estimaciones nos llevarían a afirmar que en Chernóbyl fueron liberados un total de 85.000 TBq de cesio-137, mientras que el reactor de Fukushima ha emitido hasta ahora bastante más de 360.000 TBq de cesio-137, de acuerdo con TEPCO (e imaginen las cifras si no fuera la compañía implicada quien las diera). En lugar de publicar los resultados totales de las emisiones de otros isótopos en Fukushima, tales como el estroncio-90, TEPCO dedicaba el resto del informe a explicar los métodos de cálculo utilizados. Según la operadora, se habían combinado cálculos basados en “el nivel de daño sufrido por el núcleo del reactor” y los cálculos temporales de “la densidad de las sustancias radiactivas que se encuentran en la atmósfera y el agua de mar”. Las explosiones en el reactor de Fukushima, provocadas por el terremoto y el posterior tsunami del año pasado, causaron una fuga de radiación masiva. Decenas de miles de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares en los alrededores de la región de Fukushima, mientras el reactor era cerrado y rodeado por una zona de exclusión de veinte kilómetros. Desde entonces las autoridades y funcionarios de TEPCO han afrontado numerosas acusaciones por supuesta ocultación de información vital sobre los niveles de radiación en la zona, pero, sospechosamente, no han hecho frente a acusaciones legales ni han pagado indemnización alguna.


TEPCO, el gobierno japonés e intereses de multinacionales americanas tras ella, no está tranquila. Sabe que la magnitud y las repercusiones (que se extienden hasta el momento presente y se extenderán en el tiempo durante varias decenas de años) de lo que sucedió, por mucho empeño que tengan en que siga oculto, son incuestionables y letales. Tanto es así que no se atreven a silenciar la información -la proporcionan sesgada y falseada, pero no se atreven a ocultarla totalmente, porque tarde o temprano se descubrirán los hechos y las consecuencias- y hace un mes anunció que convocaría a un panel de expertos externos e independientes (¿? para examinar a fondo el accidente de la planta, el que sucedió en 2011 y la avería actual en el reactor 1 y mejorar la seguridad en las instalaciones nucleares. Resulta sospechoso que esta multinacional poderosa y ambiciosa reconozca, de manera implícita, que es necesaria, más de un año después, una revisión a fondo -¿cómo fueron las revisiones hasta hoy, superficiales, inexistentes?- y se muestra la necesidad de aumentar la seguridad -¿aceptan, ya de una vez, que no había seguridad en algo que es una verdadera bomba para la humanidad, una planta nuclear?-.

La información, de nuevo, tiene una intención que no es velar por la seguridad de la zona, y la de todos, por extensión. Hay una mentira escondida tras la voluntad de constituir ese “panel de expertos independientes”: en ese grupo, TEPCO, anunció que integraría a expertos supuestamente neutrales, japoneses (¿?) y también americanos (¿?), incluyendo al ex presidente de la Comisión de Regulación Nuclear de Estados Unidos, Dale Klein. . Además, TEPCO ha realizado una campaña de limpieza de su imagen incluyendo en esa comisión que se constituyó hace meses a representantes de la propia compañía, académicos de renombre en Japón, altos funcionarios y, este es el hecho delator, directivos de empresas eléctricas ¿Qué esconden? La respuesta es mortalmente fácil: sus numerosos intereses en promocionar la energía atómica, diciendo que es algo que está muy supervisado y bajo el control más riguroso,  para recuperar la confianza de la población y reactivar plenamente la central atómica de Kashiwazaki-Kariwa.

Creen que les puede resultar muy fácil hacernos olvidar que el accidente, por irresponsabilidad y negligencia, de Fukushima aún mantiene desplazadas a más de 52.000 personas y ha afectado gravemente a la agricultura, la ganadería y la pesca local. Creen que es sencillo seguir mintiéndonos y ocultar el peligro de la energía nuclear, en la que tanto están interesadas las multinacionales que nos ven como víctimas tras las que ellos hallarán altísimas cifras de dividendos y beneficios.

Artículo realizado por Pura Mª García.

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