Una mentira nuclear más: El reactor 1 de Fukushima
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La
noticia veía la luz pública hace apenas 48 horas. No podía ser ocultada
por varias razones -explicaremos por qué y a quiénes interesaba, aunque
discretamente que fuera conocida- y se lanzó a los medios de
comunicación como es habitual, desafortunadamente, cuando se trata de
supuestos accidentes relacionados con plantas nucleares: expresando
verdades a medias, mezcladas con datos falseados, dirigidas a desviar la
atención de los verdaderos hecho se intereses que se esconden tras la
energía nuclear.
Hace
2 días, se anunciaba que TEPCO, la compañía eléctrica de Tokio,
anunciaba públicamente que había detectado un nivel de radioactividad
equivalente a 11 sieverts/hora en el reactor 1 de la central de
Fukushima 1. Tras esta información, los técnicos representantes de la
compañía afirmaron, aparentemente con la intención de demostrar la
transparencia de la multinacional, que esos niveles de radioactividad
eran suficientes para acabar con la vida de una persona que sufriera una
exposición de tan solo 40 minutos. 40 minutos, menos de una hora, el
tiempo de dar un pequeño paseo, un paseo no por un parque lleno de
árboles sino por el sendero que conduce a la muerte.
La
gravedad de la información, de la noticia, aun siendo considerable,
quedó diluida por lo secos de la visita de Merkel a Grecia; la penúltima
de las sandeces pronunciadas por un ministro que lo es de (in) cultura,
atacado por el virus de Colón y Pizarro (infectado por él, anunciaba su
partida, sin carabelas, para cumplir la misión conquistadora de
“españolizar” a los indígenas rebeldes catalanes); el enésimo informe
del FMI, del que se desdecirá en unos días, sobre la metástasis que
aqueja a la economía de Europa, premiada con un nobel que es, en
realidad, el Óscar a los efectos especiales y el atrezzo y el vaivén,
incomprensible, pero doloroso para el ciudadano, de la prima de riesgo
(tanto por ciento que, cuando interesa, se compara con el de Grecia o
Portugal, para que nos quedemos tranquilos si quiera por unas horas).
En
el cuerpo de la noticia se explicaba que la multinacional, siguiendo
con las constantes pruebas y revisiones que supuestamente realiza en la
central de Fukushima, había localizado los mortales niveles de
radioactividad en puntos de la vasija de contención en los que
claramente aparecían barras de combustible completamente fundidas. TEPCO
continuaba, declarando que a pesar de la aparente alarma, quedaba
garantizado el proceso de enfriamiento del combustible ya que había
constatado que el nivel de agua, necesario para asegurar el
enfriamiento, se mantenía en los 2,8 metros de profundidad necesarios.
Para finalizar la noticia, y como quien deja caer una gota diminuta en
medio de un charco, la multinacional que fue la directa responsable (más
adelante se explicarán las razones que intentan ser ocultadas) de lo
que se llamó eufemísticamente el “desastre natural” que provocó la
catástrofe de Fukushima, “susurra”, restándole importancia, un hecho
terriblemente peligroso: los controles en el reactor número 1 han hecho
que se detecte una varilla metálica, de unos 30 cm., que está
contaminando intensamente el agua y la vasija.
Esta
era la noticia. Y estas son las peligrosas verdades que se esconden
tras ella, y que, por supuesto, ni a TEPCO ni al gobierno Japonés
interesan que sepamos:
TEPCO
viene manteniendo que el origen de lo que ellos llamaron “catástrofe”
de Fukushima fueron el terremoto y el tsunami que sacudió la zona hace
un año y siete meses. Según sus informes, que probadamente falsearon la
realidad, las inclemencias meteorológicas hicieron que diferentes barras
de combustible de los seis reactores de la central nuclear se fundieran
y liberaran una extraordinaria cantidad de partículas radioactivas.
Según su versión, TEPCO y su imprudencia, el ignorar premeditadamente
los desarreglos y las averías de mantenimiento, no tenían nada que ver
con el accidente. Los técnicos de la empresa se “unieron” oficialmente
al dolor de las víctimas, prometieron seguir controlando (¿por qué si ya
estaba todo, según ellos, reparado y el terremoto y el tsunami habían
cesado?) y haciendo pruebas en la zona (¿para qué, si, a pesar de haber
aislado la zona, aseguraron que tras las labores de reparación, la
magnitud del peligro y la radioactividad no era alarmante?).
No nos dijeron entonces la verdad (ver el vídeo donde
se demuestra qué sucede hoy en Fukushima, donde se destapa una gran
mentira) No nos la dicen tampoco ahora. Les interesa presentarse no como
una compañía que sabe que juega con la muerte, de los ciudadanos, a una
ruleta rusa absurda sino como una empresa comprometida que no ha
abandonado la central y que continúa invirtiendo en ella para “velar”
por la seguridad de esa zona de Japón. Esperan que no nos preguntemos el
porqué de esas labores de pruebas y control, si supuestamente no hay
NINGÚN PROBLEMA.
Un informe,
avalado por técnicos y especialistas en energía nuclear, culpabilizó
clara y directamente a TEPCO y al gobierno japonés (dos caras de la
misma moneda) del desastre de Fukushima ya que comprobaron que ambos
confiaron en exceso en las medidas de seguridad de la planta, que habían
sido descuidadas por irresponsabilidad y por la ambición de abaratar gastos.
Hace
cinco meses, TEPCO, de nuevo, hacía públicas nuevas estimaciones,
fundamentalmente ante la presión de numerosos grupos y entidades que
exigían información veraz sobre Fukushima, que sugerían que el reactor
número 4, el dañado, había liberado a la atmósfera más de cuatro veces
la cantidad cesio-137 que la planta siniestrada de Chernóbyl en 1986.
TEPCO se redimía dando estas cifras alarmantes y muchos creyeron que
una compañía que se atrevía a decir que, en parte, el problema de
Fukushima había sido más grave que el accidente producido en Chernóbyl
era una compañía “amiga” y “trasparente”. Sin embargo, el método
utilizado para medir el daño se ha demostrado que fue utilizado como una
cortina de humo para encubrir cifras más sobrecogedoras, según
numerosos expertos independientes.
La
compañía operadora de Fukushima afirmó que alrededor de 760.000
terabecquerels (TBq) habían sido liberados a la atmósfera en total
desde aquel día. Sin embargo, estas cifras eran parte de un esfuerzo por
minimizar el alcance real de la tragedia. El problema residía, y
reside, en el hecho de que TEPCO sólo contabilizaba la cantidad de
yodo-131 y de cesio-137 que se filtró del reactor de Fukushima, y las
comparaba con toda el espectro de isótopos que fueron despedidos en
Chernóbyl. Si se hubiesen examinado con más atención y “neutralidad”,
los números nos hubiesen contado una historia totalmente diferente. La
estimación final sugería que la fuga de 400.000 TBq de yodo-131 de
Fukushima fue, de hecho, más baja -en 4,5 veces- que la que se registró
durante el incidente de Cheróobyl, pero, en relación a la emisión de
cesio-137, Fukushima estuvo muy por encima de la planta ucraniana. Las
estimaciones nos llevarían a afirmar que en Chernóbyl fueron liberados
un total de 85.000 TBq de cesio-137, mientras que el reactor de Fukushima ha emitido hasta ahora bastante más de 360.000 TBq de cesio-137,
de acuerdo con TEPCO (e imaginen las cifras si no fuera la compañía
implicada quien las diera). En lugar de publicar los resultados totales
de las emisiones de otros isótopos en Fukushima, tales como el estroncio-90,
TEPCO dedicaba el resto del informe a explicar los métodos de cálculo
utilizados. Según la operadora, se habían combinado cálculos basados en
“el nivel de daño sufrido por el núcleo del reactor” y los cálculos
temporales de “la densidad de las sustancias radiactivas que se
encuentran en la atmósfera y el agua de mar”. Las explosiones en el
reactor de Fukushima, provocadas por el terremoto y el posterior tsunami
del año pasado, causaron una fuga de radiación masiva. Decenas de miles
de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares en los
alrededores de la región de Fukushima, mientras el reactor era cerrado y
rodeado por una zona de exclusión de veinte kilómetros. Desde entonces
las autoridades y funcionarios de TEPCO han afrontado numerosas
acusaciones por supuesta ocultación de información vital sobre los
niveles de radiación en la zona, pero, sospechosamente, no han hecho
frente a acusaciones legales ni han pagado indemnización alguna.
TEPCO,
el gobierno japonés e intereses de multinacionales americanas tras
ella, no está tranquila. Sabe que la magnitud y las repercusiones (que
se extienden hasta el momento presente y se extenderán en el tiempo
durante varias decenas de años) de lo que sucedió, por mucho empeño que
tengan en que siga oculto, son incuestionables y letales. Tanto es así
que no se atreven a silenciar la información -la proporcionan sesgada y
falseada, pero no se atreven a ocultarla totalmente, porque tarde o
temprano se descubrirán los hechos y las consecuencias- y hace un mes
anunció que convocaría a un panel de expertos externos e independientes
(¿? para examinar a fondo el accidente de la planta, el que sucedió en 2011 y la avería actual en el reactor 1 y mejorar la seguridad en
las instalaciones nucleares. Resulta sospechoso que esta multinacional
poderosa y ambiciosa reconozca, de manera implícita, que es necesaria,
más de un año después, una revisión a fondo -¿cómo fueron las revisiones
hasta hoy, superficiales, inexistentes?- y se muestra la necesidad de
aumentar la seguridad -¿aceptan, ya de una vez, que no había seguridad
en algo que es una verdadera bomba para la humanidad, una planta
nuclear?-.
La
información, de nuevo, tiene una intención que no es velar por la
seguridad de la zona, y la de todos, por extensión. Hay una mentira
escondida tras la voluntad de constituir ese “panel de expertos
independientes”: en ese grupo, TEPCO, anunció que integraría a expertos
supuestamente neutrales, japoneses (¿?) y también americanos (¿?),
incluyendo al ex presidente de la Comisión de Regulación Nuclear de
Estados Unidos, Dale Klein. . Además, TEPCO ha realizado una campaña de
limpieza de su imagen incluyendo en esa comisión que se constituyó hace
meses a representantes de la propia compañía, académicos de renombre en
Japón, altos funcionarios y, este es el hecho delator, directivos de
empresas eléctricas ¿Qué esconden? La respuesta es mortalmente fácil:
sus numerosos intereses en promocionar la energía atómica, diciendo que
es algo que está muy supervisado y bajo el control más riguroso, para
recuperar la confianza de la población y reactivar plenamente la central
atómica de Kashiwazaki-Kariwa.
Creen
que les puede resultar muy fácil hacernos olvidar que el accidente, por
irresponsabilidad y negligencia, de Fukushima aún mantiene desplazadas a
más de 52.000 personas y ha afectado gravemente a la agricultura, la
ganadería y la pesca local. Creen que es sencillo seguir mintiéndonos y
ocultar el peligro de la energía nuclear, en la que tanto están
interesadas las multinacionales que nos ven como víctimas tras las que
ellos hallarán altísimas cifras de dividendos y beneficios.
Artículo realizado por Pura Mª García.
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