Daniel Forcada 04/11/2012
La nube de partículas radioactivas procedentes de la central japonesa de Fukushima alcanzó España solo dos semanas después del accidente nuclear ocurrido el 11 de marzo del año pasado, aunque, como reconoció en su día el Consejo de Seguridad Nuclear, los niveles de concentración radioactiva “no representaron en ningún caso riesgo alguno para la salud del público o el medio ambiente”. El informe del Consejo de Seguridad Nuclear del año 2011 remitido por el organismo a las Cortes recuerda las actuaciones llevadas a cabo entonces, tras el terremoto y el posterior tsunami, y reconoce que los valores más altos se detectaron entre el 28 y el 30 de marzo del año pasado.
El
accidente de Fukushima marcó un antes y un después en la seguridad
nuclear y obligó a todos los países de la Unión Europea a desarrollar
pruebas de estrés adicionales a las centrales nucleares para asegurar su
resistencia a situaciones de emergencias naturales. Unas pruebas que
las seis centrales españolas (Almaraz, Ascó, Vandellós II, Trillo, Garoña y Cofrentes)
superaron sin dificultad pese a que tendrán que someterse a una serie
de mejoras antes del 2016 para evitar posible incidentes de gran
gravedad como los ocurridos en Fukushima.
En
su memoria del año pasado, el CSN recuerda ahora las actuaciones
llevadas a cabo por este organismo durante aquella crisis, en la que se
puso en marcha un dispositivo especial para seguir la contaminación
radioactiva en España procedente de la central japonesa. Un seguimiento
que se llevó a cabo a través de los valores aportados por las distintas
redes de vigilancia radiológica medioambientales ubicados en las
principales universidades españolas.
El
CSN explica en su informe, de cerca de 500 páginas, que “la respuesta
de los laboratorios fue muy rápida y homogénea, permitiendo detectar en
tiempo real el paso de la nube radioactiva por nuestro territorio y demostrando el buen funcionamiento de las redes de vigilancia de nuestro país”.
Como cabía esperar entonces, por la dispersión atmosférica a nivel
mundial, la nube radioactiva no tardó más de dos semanas en alcanzar
España, aunque, eso sí, en “minúsculas cantidades de radiación”.
Las
primeras evidencias de la llegada de la nube radioactiva se empezaron a
detectar a partir de los días 23 y 24 de marzo del año pasado, 12 días
después del accidente nuclear. “Las cantidades que llegaron a nuestro
país fueron tan bajas –explica el CSN- que en las estaciones automáticas
de medida en tiempo real, establecidas principalmente para la detección
rápida de incrementos de radioactividad en el aire en caso de
accidente, no se detectó ningún incremento”.
Niveles de concentración escasos
Como
en el resto de los países del entorno, en España se detectó
contaminación radioactiva principalmente por yodo-131, cesio-134 y
cesio-137 en aire, leche y vegetales, y en menor número de muestras en
agua de lluvia y suelo. Se detectaron también trazas de plata-110m,
cesio-136, teluro-132 y yodo-132. El CSN destaca también que los valores más altos se detectaron entre el 28 y el 30 de marzo del
año pasado y disminuyeron en fechas posteriores hasta niveles por
debajo de los límites de detección en los primeros días del mes de
marzo. Las concentraciones detectadas fueron, en todo caso, muy bajas y similares a las obtenidas en otros países de nuestro entorno.
En
sus conclusiones, el CSN destaca que el paso de esta nube tóxica por
nuestro país no representó nunca un riesgo destacable para la salud y el
medio ambiente. De hecho, el organismo señala que la ingestión
continuada de alimentos con las concentraciones medidas en leche y
vegetales, mantenidas durante un año, “daría lugar a unas dosis muy inferiores al límite para la población
establecido en la legislación para situación normal”. Y añade que “las
concentraciones más elevadas obtenidas son decenas o cientos de veces
inferiores a los valores establecidos actualmente por la Unión Europea
para esta situación concreta”.
España sufrió su mayor nivel de radiactividad entre el 28 y 30 de marzo de 2011 - elConfidencial.com
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