Una respuesta errónea a los desalojos amenaza el crédito - elEconomista.es
Introducir la dación o frenar 'sine die' los embargos implica un riesgo
para el futuro mercado hipotecario si el inversor exterior se inhibe de
comprar la deuda de la banca por miedo a la inseguirdad jurídica.
El desafío de atajar los desahucios que aborda el Gobierno, en
negociación con el PSOE, es una misión tan demandada por el clamor
social como difícil de ejecutar. La banca y expertos de múltiples
ámbitos alertan de los riesgos de una solución mal enfocada, pudiendo
cercenar el crédito también a futuro o colocar hoy en aprietos a la
economía si introduce nuevas incertidumbres sobre los balances
bancarios.
"Hay que solucionar el problema, en eso estamos todos de acuerdo, pero
con mucha prudencia y ponderando muy bien cada cambio normativo. No sea
que por ayudar a 300.000 familias con decisiones poco calibradas o
dogmáticas creemos un problema para más de once millones que logran
pagar sus hipotecas, algunas con grandes sacrificios; o nos carguemos el
mercado hipotecario", advierte un abogado y consultor.
El riesgo mayor en el que coinciden los expertos es obligar por ley a
aceptar la vivienda para cancelar el préstamo con efectos retroactivos
-aplicarlo en hipotecas ya concedidas como norma general-, impedir los
desahucios sin más o querer atacar las abusivas prácticas bancarias que
cebaron la bomba crediticia con límites en los nuevos préstamos tan
estrechos que impidan el acceso a él de grandes colectivos de población.
Inseguridad jurídica
¿Por qué? La "inseguridad jurídica" dificultaría la ya casi imposible
misión de ir a los mercados a captar los recursos necesarios para dar
crédito, coinciden.
En pleno frenesí inmobiliario, la banca salió al exterior a pedir
prestado dinero para atender la voluminosa demanda de hipotecas. Se
empaquetaban los préstamos ya concedidos bajo la forma de un bono y se
colocaban entre los inversores, que los compraban con fruición
persuadidos de que en España el hipotecado asume su deuda por ley. En
agosto, la banca tenía 940.284 millones de euros concedidos en hipotecas
a hogares y otros clientes y el 63,2 por ciento del dinero -594.513
millones- había sido previamente levantado en los mercados con dichas
cédulas o participaciones hipotecarias.
El inversor encontraba dos incentivos para adquirirlos a manos llenas:
la morosidad española era casi cero y el hipotecado respondería con todo
su patrimonio si, al ejecutarle la casa que hace de aval, su valor era
insuficiente para cancelar la deuda, aunque la crisis ha puesto en
evidencia que los clientes desconocían la condición contractual.
Romper esa garantía con medidas como una dación de pago retroactiva
abriría el doble riesgo de que los bonos ya colocados se conviertan en
una subprime española y obstruyan las escasas vías donde la banca
levanta fondos.
El crédito cae en la actualidad a ritmos interanuales superiores al 5
por ciento, evolución inédita desde que el Banco de España inició la
serie estadística hace 50 años. Las entidades financieras excusan el
cerrojazo en la ausencia de operaciones por parte de clientes solventes
frente a una sobredemanda de otros con dificultades de pago. La tesis
preponderante en la industria es que retornará cuando las familias y
empresas se desendeuden y la economía salga del bache y despegue.
Pero es imposible que fluya el crédito sin fondos para prestar, con
independencia de que su procedencia sea de ahorros captados en depósitos
de clientes, cuyo recurso es más bien limitado; o resulten captados en
los mercados de capitales.
'Subprime' española
La banca nacional también atesora grandes volúmenes de sus
titulizaciones y los utilizan como colateral para acudir a la ventanilla
del Banco Central Europeo (BCE). Su valor como garantía podría mermar
si se convierten en títulos con mayor riesgo, limitando la capacidad de
pedir dinero al BCE con ellos. El principal foco de preocupación es, sin
embargo, que los inversores extranjeros, que hoy escatiman la compra de
nuevas emisiones ante la vulnerabilidad de las entidades españolas, se
nieguen también a hacerlo en el futuro o se inhiban de invertir en el
sector por temor a la extensión de los activos tóxicos.
Y la derivada inmediata en la dificultad para fondear recursos es que
encarece las escasas operaciones de financiación que cuajan en favor de
clientes, a los que la banca presta cada día menos importe de dinero y
con un aumento en las condiciones -exige, por ejemplo, mayores garantías
y avalistas-. Si en 2007 florecían las ofertas de hipotecas al euribor
más un diferencial de entre el 0,3 y 0,6 por ciento para cualquier
interesado, ahora es casi misión imposible encontrar propuestas con un
diferencial inferior al 2 por ciento y su obtención es coto cerrado para
ciudadanos que prueben su total solvencia.
Incluso disponiendo de recursos para prestar, si se eliminan garantías
de cobro, las nuevas operaciones se endurecería para compensar un
potencial incremento de impagos y entrega de inmuebles como ocurre, por
ejemplo, con las pólizas de seguros donde un agravamiento del coste de
los siniestros tiende a empujar los precios, refieren expertos
consultados.
"Cualquier modificación en las condiciones hipotecarias tiene que ser
muy prudente porque los bancos nos están financiando a todos. Hay que
mirar caso por caso, sin caer en la tentación del café para todos porque
no es lo mismo el que va a perder la casa donde vive que un embargo del
adosado en la playa y que es la segunda vivienda", ilustra un experto
del sector.
20.570 millones en mora
Si fuese por esa arriesgada derivada, el problema a foto fija podría
ser, incluso, asumible en costes económicos. Hay 663.735 millones en
hipotecas prestadas a hogares y apenas un 3,1 por ciento se encuentra en
situación morosa, de acuerdo a los datos de junio del Banco de España.
Un cálculo rápido elevaría a 20.571 millones la hipótesis de asumir que
todas las operaciones nunca se recobrasen. Y, de repetirse el patrón de
anteriores crisis, la cifra sería muy inferior si las entidades logran,
como en el pasado, recuperar buena parte de la deuda al cabo de los años
con recobros. En esta ocasión, han adelantado estas políticas y desde
que la crisis actual mostró su peor cara con los desalojos se afanan en
dar facilidades de pago por puro negocio: le interesa que los hogares
paguen su crédito y no quedarse con pisos cuya gestión y venta posterior
es gravosa y ajena a su negocio.
La tragedia es que es claramente insuficiente y el drama se agrava a
marchas forzadas. La organización Jueces para la Democracia cifra en 500
los desahucios diarios y, con más de un millón de hogares con todos sus
miembros en paro y un desempleo creciente encaramado ya en el 25 por
ciento, el temor es que lo sufrido sea apenas la punta de un iceberg de
no encontrar soluciones rápidas y efectivas.
La potencial existencia de 'líneas rojas' como las apuntadas no
invalidan la posibilidad de introducir modificaciones en una Ley
Hipotecaria aprobada en 1909 y que, aunque ha sufrido cambios
posteriores, está obsoleta para dar respuesta a la situación del mercado
hipotecario, defiende un abogado.
Lo prioritario es dar soluciones a las personas que ya han perdido su
techo, establecer una estrategia para aquellas otras en riesgo de ser
explusadas de sus viviendas y frenar, con cuidado, el reloj con las
ejecuciones en marcha mientras se analiza y pondera potenciales cambios
normativos, para evitar errores con las precipitaciones, defienden en un
banco.
Una en la que hay casi unanimidad es que Código de Buenas Prácticas
resultó un fracaso -solo ha conseguido 600 daciones en pago- porque era
sumamente restrictivo en el colectivo susceptible de acogerse: con todos
los miembros de la familia sin trabajo y una vivienda tasada en menos
de 120.000 euros en poblaciones pequeñas ó 200.000 en ciudades, cuando
la valoración de los pisos excedía esos umbrales en el momento de la
adquisición. El PSOE ha propuesto elevar ambos topes y aboga por incluir
familia con rentas inferiores a 18.600 euros, sean o no de trabajo.
Abusos en los embargos
Los jueces se han puesto a la cabeza de las protestas tras explotar el
problema social en los tribunales. Entre sus demandas, ganar competencia
para dejar de ser meros ejecutores y contar con margen para frenar
desahucios, aplazar el pago de la deuda, aplicar moratorias o revaluar
los intereses. La discrecionalidad absoluta en los fallos entraría en el
temido campo de la "inseguridad jurídica", refieren en el sector, lo
que no invalida fijar un marco objetivable de actuación.
No obstante, abunda la opinión de reformular algunos aspectos polémicos
del proceso de ejecución como darle la máxima transparencia para actuar
contra los "subasteros", que evitan la elevación de los precios de
adjudicación en las viviendas con acuerdos para repartírselos a menor
coste. Una agilización del trámite impediría la fuerte depreciación del
activo como ocurre ahora, cuando los pisos se adjudican a un valor muy
inferior al original tras haberse dilatado el proceso más de dos años.
Una práctica a erradicar, refiere un abogado, es evitar que la mala
praxis bancaria de pujar por el bien de un cliente en proceso de subasta
para cancelar la deuda a través de una filial. Y es que la entidad debe
ofrecer al menos el 60 por ciento del valor de tasación si se queda la
vivienda del cliente y si la puja la hace un tercero, aunque sea su
inmobiliaria, basta con ofrecer el 50.
Entre la batería de propuesta que estos últimos días salen de partidos
políticos, defensor del Pueblo, jueces y otros expertos, hay casi
unanimidad en poner techo a los tipos de interés morosos, calificados
por muchos de "abusivos" y "usureros". Las altas tarifas por impago son
muchas veces el detonante real del proceso de embargo, al convertir la
deuda a marchas forzadas en un bolsa de nieve imposible de abordar.
La dación se utilizará, incluso, con más facilidad también si se
incentivase fiscalmente, frente al desahucio, que, está mejor tratado.
Viviendas sociales a coste testimonial para los sin techo
Las familias pierden su vivienda víctimas, en su inmensa mayoría, de una
crisis que les ha dejado sin trabajo y son incapaces de hacer frente a
la cuota de amortización después de devorar los ahorros, pedir auxilio o
cobijo a otros a familiares y, en el peor de los casos, refinanciar el
préstamo poniendo de aval la casa de un amigo, padre o hermano.
Necesitan techo y muchas veces también otros recursos para llegar a fin
de mes.
La Comunidad Valenciana y el Gobierno del País Vasco enseñan un camino:
con la utilización de viviendas sociales u otras cedidas por entidades
financieras a alquileres testimoniales (entre seis y 260 euros en el
caso de Valencia).
Otras entidades como BBK, desde la caja tradicional y con cargo a la
Obra Social, dan subsidios a personas desahuciadas para que puedan
acceder a un alquiler. Son planes con un plazo temporal limitado. Por
ejemplo, dos años, prorrogables si subsiste la dificultad económica.
Palían la emergencia y el drama que lleva aparejado la pérdida del
techo, al tiempo que alientan el cambio de situación y evitan eventuales
picarescas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario