Corrupción en España - La Opinión de Zamora
La OCDE urge a España a perseguir la corrupción y los
sobornos en el extranjero y se muestra alarmada por la falta de
persecución del delito fijado en el convenio internacional. Por otro
lado el índice anual de Transparency International sobre la corrupción
en el mundo rebaja su calificación a nuestro país situándolo en el
puesto 31 y con la misma calificación que Botswana, justo por encima de
Estonia que no es precisamente un dechado de transparencia. Lo cierto es
que muy pocos países aprueban. Los que mejor puntuación sacan son
Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda. España está a años luz de estos
países de referencia, más cerca de Venezuela y Paraguay, que siguen
siendo percibidos como los países más corruptos de América Latina, que
de Alemania, Estados Unidos o Japón.
España ha ido perdiendo fuelle en Europa y en el mundo. España ha dejado
de ser un ejemplo, si acaso se ha convertido en un mal ejemplo al que
permanentemente se llama la atención. El último tirón de orejas procede
de la OCDE. España es el país del soborno, de la injusticia, del
cohecho, del unto, de la ilegalidad, de la inmoralidad, de la
infracción, de la transgresión, de la prevaricación, de la indecencia
que convive con todo lo contrario. En el patio de monipodio nacional
vivían antes solo los pícaros de poca monta, ahora conviven, solo que en
lujosas mansiones, políticos y banqueros.
De nada valen advertencias como la de que las instituciones públicas
deben incrementar su transparencia y que los altos funcionarios en
puestos de poder deben rendir cuentas de manera más rigurosa. Eso se
deja para Dinamarca y Finlandia. Aquí se hace ya lo que se hace en el
país más corrupto del ranking: Grecia. Desde hace muchos años,
demasiados, los políticos constituyen el peor ejemplo. Y no es que se
carguen las tintas injustamente contra ellos, no. Las tintas ni se
cargan ni son injustas. Reflejan tan solo la realidad. Muy pocos de los
que llegaron con una mano delante y otra detrás, se salvan de la quema.
La mayoría, por no decir todos, de arriba abajo y de abajo arriba se han
blindado el porvenir, tienen más de lo que se han ganado con el sudor
de su frente y para más inri no reparten porque no entienden de
solidaridad. Los de la banca, con las preferentes y otros cuentos chinos
que se han sacado de la manga para tratar de seguir adelante, ya tienen
bastante. Y tampoco se libran. Despachos oficiales que cuestan un
pastón, como en el caso de Bono. Hasta cuatro sueldos, como en el caso
de Cospedal. Incentivos de 1.800 euros a tutiplén para los que se
«congregan» en el Congreso en Madrid pero viven aquí o allí. Y sueldos
inalcanzables de primeros ediles superbién pagados. A nosotros solo nos
queda la lotería de la que ellos se llevan ya un 20%.
Vergüenza debería darles. Pero, descuide usted, no les da. No se hace
nada por acabar con este estado de cosas. Y da igual que nos gobiernen
unos o que hagan lo propio los otros. La UE avisa y sin embargo España
sigue perdiendo puntos y credibilidad internacional. Y luego nos dicen
que exageramos. Pues que sepan, y lamento que la frase no sea mía, que
«cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el
respeto».
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