Empleados públicos: mentiras más frecuentes
Desde los
disparaderos de la caverna y de las cuevas de ladrones (perdón CEOE y
banca) se apunta, últimamente, a un colectivo de trabajadores que aún
conserva cierta dignidad y algunos derechos: los empleados públicos.
Así, tergiversando el caso irlandés, la gran patronal agita cada cierto tiempo el espantajo del despido de funcionarios.
Pero el ejemplo no puede resultar más mendaz… el sistema anglosajón de
funcionariado se fundamenta, en gran parte, sobre contrataciones
temporales y en nada se parece a nuestra legislación de la Función
Pública.
Pese a ello, nuestra vomitiva gran empresa lanza la ofensiva para que
en la opinión pública vaya calando la idea de que “a los funcionarios
se los puede despedir, igual que pasó en Irlanda”. El siguiente paso,
una vez sembrado el embuste, consistiría en presionar a los gobernantes
en esa dirección. Poco les importa que todo se fundamente en una
falacia que, para mayor recochineo, daña la economía nacional. Aunque
posiblemente con esas cortinas de humo se oculte el insoportable fraude
fiscal que perpetran las grandes empresas.
“Curiosamente” se cuidan mucho de airear que en Irlanda se han estado
aplicando las medidas neoliberales al pie de la letra (reducción de un
20% del sueldo a los empleados públicos, grandes rebajas de impuestos a
las empresas y rentas más altas, despido “libre”, etc.) y, como no
podía ser de otra forma, ese país se ha abismado en una fosa de
quiebras, desempleo, desolación y ruina.
Otra de las falsedades más tópicas asegura que “en España hay muchos
funcionarios”. Sin embargo, dentro de la UE, nuestro país ocupa el
puesto doce en cuanto a ratio funcionario por habitante.
Y, de nuevo “curiosamente”, quienes escupen esta mentira se cuidan
mucho de matizar que el mayor porcentaje de funcionarios por habitante
lo hallamos en el país con mayor nivel de bienestar del mundo, Suecia,
mientras que los porcentajes menores los padecen Grecia, Eslovaquia,
Rumanía…
Obviamente, los datos evidencian que la calidad de los servicios y el
bienestar se fundamentan en un sector público sólido y amplio. Las
estadísticas son tan diáfanas que solo las podría discutir un
malintencionado o un imbécil.
Por asociación de ideas, recuerdo a Luis María Ansón. Hace tiempo
desperdició una inmejorable oportunidad de callarse y, en un alarde de
ignorancia supina, rebuznó: “Cada funcionario nos cuesta un ojo de la
cara”. También aseguraba que solo debería haber un millón de
funcionarios.
En realidad, si se aplicara este razonamiento obtuso, nuestro país
compartiría puesto en la tabla con Estonia, Letonia, República Checa y
Bulgaria. De cualquier modo, si L. M. Ansón percibe remuneraciones
públicas por su sillón de académico puede empezar a predicar con el
ejemplo y renunciar a ese puesto.
La siguiente mendacidad, “los funcionarios ganan mucho” resulta fácil
de desmontar. Un funcionario del grupo A2, nivel 18, no gana más de
22.000 euros al año. Y hablamos de un diplomado universitario que ha
superado unas complicadas oposiciones. Un puesto similar en la empresa
privada podría rebasar los 30.000 euros, con la particularidad de que
allí no se requiere oposición, toda vez que la condición de “hijo, primo
o cuñado de” resulta determinante a la hora del acceder al trabajo.
Y, posiblemente, la más cruel y amarga de las falacias es la que
presenta el trabajo de un empleado público como una Arcadia feliz, un
chollo, un lugar de relax… ¿Acaso ignoran que miles de médicos y DUE
sufren agresiones y que más de la mitad ha padecido insultos,
coacciones, amenazas y vejaciones?
Y podríamos continuar con los puñetazos y patadas a los funcionarios
de educación, el síndrome de burn-out de los funcionarios de prisiones,
guardias civiles y policías, el mobbing que padece casi el 25% del
funcionariado…
No, los funcionarios públicos no sobran. Más bien escasean. La inmensa
mayoría percibe remuneraciones cortas. Los lugares de trabajo se
asemejan, muchas veces, al infierno, y los derechos que ostentan los
han obtenido mediante el esfuerzo prolongado, el sacrificio, el estudio…
Desgraciadamente, lo que sí sobra en España son Ansones, Dragós, Ratos, Barcenas, Cospedales y Belenesteban.
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