Homo corruptus
Tras los éxitos de “crisis” y “recortes”, la nueva palabra de moda en
España es “corrupción” gracias a la inacabable sarta de chorizos culares
con que nos desayunamos casi todos los días. Un día es un alcalde o un
ex cargo público, otro un empresario, otro una tonadillera, o un yerno
del Rey, un juez, …
Tal parece que la piel de toro se hubiera
convertido en gigantesco monipodio recubierto de un humus putrefacto
donde crecen como champiñones fraudes, sobornos, malversaciones,
pelotazos, apropiaciones indebidas (antes robos), facturas falsas,
sobres negros y evasiones fiscales, abonados con un estiércol de
indecencia, sinvergonzonería, e inmoralidad de primera clase.
En una
sociedad azotada por la recesión, con seis millones de parados, ocho de
pensionistas y doce de mileuristas, el espectáculo del enriquecimiento
ilícito de personajes aprovechados de su privilegiada posición produce
auténtica rabia y una exasperante sensación colectiva de indefensión
ante las fechorías de tanto poderoso forrado sin escrúpulos mientras la
mayoría de la gente las está pasando canutas. Pero a esta incontestable
realidad convendría añadir algunas apostillas, como que la corrupción no
es un fenómeno novedoso.
En este país se ha trincado siempre mucho
desde arriba, y valga como muestra la implicación de la reina
gobernadora María Cristina de Borbón en los negocios más lucrativos de
su época, causa principal del aborrecimiento popular que acabó con su
definitiva expulsión al exilio en 1854.
Por otro lado, se habla mucho de
los corrompidos pero poco de los corruptores; nos cebamos con el que
acepta comisiones por una adjudicación pero, ¿qué pasa con el untador y
mayor beneficiado del delito?
¿Quién puso la pasta en los casos Nóos,
Gürtel, Bárcenas, Pokemon, ITV, Pallerols, ERES, Campeón, Palau y demás
pudrideros?
En este país, además, delinquir a lo grande sale a cuenta. Te pueden pedir dos años y medio de cárcel por mangar diez rollos de
papel higiénico (Vigo, 2012) pero el inefable Luis Roldán sólo estuvo en
chirona diez de los 31 años a los que fue condenado, sólo se ha
recuperado un millón y medio de diez y hasta preside su comunidad de
vecinos. Fue uno de los casos estrella de corrupción más sonados de la
época González pero los ha habido con Aznar, Zapatero y Rajoy y los
seguirá habiendo porque con una economía sumergida de 250.000 millones
de euros (la cuarta parte del PIB) puede afirmarse que la corrupción en
este país es generalizada, que cada cual nos corrompemos según nuestros
posibles, que aquí roba o defrauda quien puede a su nivel, o dicho de
otro modo, el que no lo hace es porque no puede.
Diríase que ser honrado
en España, más que una virtud, es una desgracia.
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