20130124

Homo corruptus

Homo corruptus

 Tras los éxitos de “crisis” y “recortes”, la nueva palabra de moda en España es “corrupción” gracias a la inacabable sarta de chorizos culares con que nos desayunamos casi todos los días. Un día es un alcalde o un ex cargo público, otro un empresario, otro una tonadillera, o un yerno del Rey, un juez, …

Tal parece que la piel de toro se hubiera convertido en gigantesco monipodio recubierto de un humus putrefacto donde crecen como champiñones fraudes, sobornos, malversaciones, pelotazos, apropiaciones indebidas (antes robos), facturas falsas, sobres negros y evasiones fiscales, abonados con un estiércol de indecencia, sinvergonzonería, e inmoralidad de primera clase.

En una sociedad azotada por la recesión, con seis millones de parados, ocho de pensionistas y doce de mileuristas, el espectáculo del enriquecimiento ilícito de personajes aprovechados de su privilegiada posición produce auténtica rabia y una exasperante sensación colectiva de indefensión ante las fechorías de tanto poderoso forrado sin escrúpulos mientras la mayoría de la gente las está pasando canutas. Pero a esta incontestable realidad convendría añadir algunas apostillas, como que la corrupción no es un fenómeno novedoso.

En este país se ha trincado siempre mucho desde arriba, y valga como muestra la implicación de la reina gobernadora María Cristina de Borbón en los negocios más lucrativos de su época, causa principal del aborrecimiento popular que acabó con su definitiva expulsión al exilio en 1854.

Por otro lado, se habla mucho de los corrompidos pero poco de los corruptores; nos cebamos con el que acepta comisiones por una adjudicación pero, ¿qué pasa con el untador y mayor beneficiado del delito?

¿Quién puso la pasta en los casos Nóos, Gürtel, Bárcenas, Pokemon, ITV, Pallerols, ERES, Campeón, Palau y demás pudrideros?

En este país, además, delinquir a lo grande sale a cuenta. Te pueden pedir dos años y medio de cárcel por mangar diez rollos de papel higiénico (Vigo, 2012) pero el inefable Luis Roldán sólo estuvo en chirona diez de los 31 años a los que fue condenado, sólo se ha recuperado un millón y medio de diez y hasta preside su comunidad de vecinos. Fue uno de los casos estrella de corrupción más sonados de la época González pero los ha habido con Aznar, Zapatero y Rajoy y los seguirá habiendo porque con una economía sumergida de 250.000 millones de euros (la cuarta parte del PIB) puede afirmarse que la corrupción en este país es generalizada, que cada cual nos corrompemos según nuestros posibles, que aquí roba o defrauda quien puede a su nivel, o dicho de otro modo, el que no lo hace es porque no puede.

Diríase que ser honrado en España, más que una virtud, es una desgracia.

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