Desahucios, regateo y cultura financiera
“This old house of ours was built on dreams, and the businessman doesn´t
know what that means, there´s a garden outside she works in everyday,
and tomorrow morning a man from the bank is going to come and take it
all away” Neil Young (CSNY, American Dream)
Nada cambia. No aprendemos. La frase que acompaña a este artículo es de
una canción de 1989, pero los dramas de desahucios, hipotecas ejecutadas
y bancos inhumanos pueblan la cultura popular… ¿recuerdan “Las uvas de
la ira” de Steinbeck, de 1939?
No vamos a obviar el drama
humano que suponen los desahucios, pero tampoco me parece que debamos
concentrar toda nuestra solidaridad en el que se endeudó y compró con
una hipoteca, sin incluir en nuestro pensamiento a los que ahorraron y
no se entregaron a la fiesta inmobiliaria de “a largo plazo todo sube”, o
los que alquilaron y también perdieron sus casas. Dramas personales de
una crisis que, sin embargo, no se soluciona con subvenciones, impagos,
cambiar reglas retroactivamente y dar la patada hacia delante. Se debe
buscar una solución de mercado y prevenir. Con cultura financiera y
conocimiento del riesgo.
Los actores de esta década de borrachera donde nos entregamos a la
quimera de pensar que todos éramos ricos tienen todos una parte de
culpa. Y todos deben asumir su parte. Pero no debemos olvidar que hemos
rescatado a las cajas -todas públicas- con dinero del Estado y que la
banca es un negocio de imagen. Por lo tanto, la asimetría de condiciones
percibida entre culpables de la burbuja puede generar enormes
repercusiones futuras por la justificada indignación de la opinión
pública.
Empecemos por aclarar algo. La responsabilidad
crediticia no es compartida a 50%-50% entre el prestatario y el
prestamista. Nunca lo ha sido. El que pide prestado debe saber dónde se
mete y siempre asumir que puede perder todo su dinero. Por algo es el
que pide. Nadie obliga a pedir prestado.
Recordemos también que las hipotecas en España eran baratas, accesibles y
generosas en sus condiciones porque se avalaban con la totalidad de los
bienes de la persona que las contrataba. La dación en pago ha existido
siempre, lo que pasa es que hacía las hipotecas más caras y por menos
años. Y, por lo tanto, el público no las quería. Muchos contrataron una y
escucharon en casa o el trabajo que estaba tirando el dinero. “A largo
plazo todo sube”, “te dan el 120% del precio del piso durante 35 años y
vas y lo rechazas”.
Cuando yo firmé mi primera hipoteca, el notario me leyó una lista de
riesgos que casi me desmayo. La información es esencial y valorar todos
los riesgos que nos comentan es prudencia. Luego nos convencemos… “pero
hombre, si pasa cualquier cosa vendes la casa y te sacas un beneficio”.
Burbuja.
El banco no es tu amigo, no es tu familia y no es una ONG. Creer con los
ojos cerrados lo que nos cuenta el que nos vende un producto es igual
que ir a un supermercado y comprar sin leer los ingredientes y el
precio.
El derecho a una vivienda digna no es el derecho a “comprar” una vivienda digna.
El cuento de que alquilar no es una opción es parte de la cultura
burbujera. “Quiero algo mío”, cuando la propiedad no existe hasta que la
deuda se cancela.
Precisamente, porque hemos tenido un sistema como el nuestro, se ha
disfrutado de unas condiciones para el inquilino, tanto en precio como
en derechos, francamente inigualables comparado con países de nuestro
entorno.
Todo ello no exime de responsabilidad al que prestó mal y debería haber
quebrado para limpiar el sistema. Pero decidimos rescatarlos. No le
quita responsabilidad al incluir condiciones muy agresivas de intereses
de demora –a todas luces exorbitantes- para “dar facilidades”. No
olvidemos que esas cláusulas abusivas, que con razón hoy debatimos tras
la sentencia de un tribunal europeo, son consecuencia de unas
condiciones extremadamente agresivas también en la facilidad de
concesión de hipotecas. Es decir, ofrecían una hipoteca a 35 años con un
120% del precio del piso y cómodas facilidades y, para cubrir el
riesgo, imponían una penalización excesiva. Pan con tortas para el comprador y su riesgo… y para el banco y su balance hoy.
Tampoco exime de responsabilidad a un gobierno que permite que el
mercado inmobiliario sea opaco (no se pueden contrastar precios de venta
de inmuebles, sobre oferta y demanda real en una base de datos
independiente) o que los tasadores valoren los inmuebles no en base a
indicadores claros y contrastables, sino subidos a una noria.
De nuevo, la falta de libre mercado nos ayudó a perpetuar la burbuja con
opacidad, cuentos de estadísticas inventadas, ministros que parecían
portavoces de promotoras e informes de supuestos expertos diciendo que
la “burbuja inmobiliaria es un mito”.
Cultura financiera y apertura. Libre mercado.
Si los ciudadanos analizasen elementos tan simples como la rentabilidad
por alquiler –si nos merece comprar o no-, la capacidad de pago si un
cónyuge pierde el trabajo, el diferencial de renta disponible después de
hipoteca y el riesgo-beneficio de la inversión más grande que hacemos
normalmente, mucho cambiaría. Pero no sería suficiente si además no
dispone de bases de datos independientes con precios de transacción y
oferta de stock disponible de casas, con asesores, mortage brokers
independientes, que le ayuden a buscar la hipoteca que mejor se ajuste a
sus riesgos y posibilidades y le alerte de sus pros y contras, en vez
de depender de lo que diga el director del banco. Y, sobre todo,
tasadoras independientes no involucradas en el negocio inmobiliario como
parte beneficiada.
Si el banco ha aceptado una tasación incorrecta, la negociación con el
cliente del préstamo de difícil pago debe tener en cuenta ese error de
tasación. Igual que una empresa zombi que ha comprado acciones en otra
compañia y hoy cuenta con pérdidas latentes, se busca una solución
intermedia. Un acuerdo entre lo debido y lo que se puede pagar para
evitar un efecto desplome del balance del propio banco, que es lo que va
a terminar ocurriendo si no solucionan este problema de los desahucios
por su propia cuenta y se introducen daciones en pago que hagan que lo
que hoy es un sistema de hipotecas de bajo riesgo se convierta en una
sangría de devoluciones de llaves.
Pero incluso si existieran todos esos –muy necesarios- requisitos, no se
previenen burbujas si el comprador no entiende qué es el riesgo y que
lo puede perder todo dependiendo de las condiciones.
El mercado inmobiliario ha mostrado una falta de profesionalidad por
parte de todos los agentes espectacular. No olvidemos que una de las
razones por la que todos esos mecanismos de transparencia no existen es
porque tenemos una cultura de “zoco árabe”, de “regateo” a ver si “así
nos beneficiamos”. Y así nos va a todos hoy.
Las burbujas siempre se alimentan ante la percepción falsa de que el riesgo no existe.
La banca, como negocio de imagen, debe tener también la inteligencia de
comprender que el coste-beneficio de buscar una solución de mercado a
los desahucios es claramente atractivo para su negocio, de la misma
manera que toma decisiones de refinanciar y mantener a las empresas
zombi de comunidades autónomas y sectores –oigo la palabra y me pongo a
temblar- “estratégicos”, de la misma manera que invierte cientos de
millones en publicidad y publica enormes e infumables informes de
gobierno corporativo.
El sistema bancario acumula 640.000 millones de euros en hipotecas
residenciales, con una tasa de préstamos de difícil cobro que se estima
en un 3,5%, una cifra sorprendentemente baja en un país donde el paro
alcanza el 26% de la población y la renta disponible se desploma entre
impuestos crecientes e inflación.
Y son los bancos los que tienen que tomar las riendas antes de que
salten las medidas “populistas” que implican más intervencionismo y
hundirán las posibilidades de generaciones jóvenes para poder comprar
una vivienda. Puede llevar a consecuencias de enorme calado para todos.
La banca a día de hoy se financia fundamentalmente con cédulas
hipotecarias, precisamente por la percepción de un mercado con muy bajo
riesgo. Si se implementan las medidas que piden los justificadamente
indignados –dación en pago retroactiva, alquiler social garantizado a un
máximo de la renta media- el sistema bancario se vería envuelto en un
efecto dominó al aumentar sus tasas de mora (que ya se estiman, según
AFI o BNP, en cerca del 13% incluyendo el banco malo) y perder
posibilidad de financiación, porque las cédulas hipotecarias se verían
como excesivamente arriesgadas. Y, desafortunadamente, detrás de ello,
en nuestro país vendría otro rescate. Doble pérdida para ciudadanos,
hipotecados o no, y el sistema financiero hundiendo el crédito a pymes
aún más.
La dación en pago retroactiva
supondría inmediatamente hundir el acceso a vivienda o nuevas hipotecas a
familias jóvenes, al encarecerlas de manera muy relevante, haciendo que
no puedan aprovecharse de una bajada del precio de los pisos porque las
hipotecas se hacen inaceptables. Esto ha pasado entre 2007 y 2009
en Inglaterra, por ejemplo. Además, le costaría a la banca otros
25.000-35.000 millones de euros en provisiones, tirando a la baja.
La dación en pago no es retroactiva en ningún sistema
pero, sobre todo, es un drama cuando se aplica. En EEUU o Reino Unido,
la dación en pago es extremadamente inusual y va acompañada de un
informe de quiebra y la imposibilidad de acceder a ningún tipo de
crédito –sea una tarjeta VISA, comprar un coche o un préstamo personal-
durante años, entre siete y diez.
De las burbujas solo nos podemos defender con sentido común y con
análisis e información. Y, desde luego, no dependiendo de sectores
interesados en mantenerla, aunque sea el gobierno o, por supuesto, el
banco que concede hipotecas mientras financia el suelo y a las
promotoras.
Y desde los bancos, recuperar la cordura y evitar que lo que ya es un
proceso difícil de limpieza de balances se convierta en una pesadilla de
devoluciones de llaves y juicios interminables.
El coste de atajar los desahucios extremos hoy es muy pequeño comparado
con el daño que genera al sistema completo y generaciones futuras, si
escondemos la cabeza y esperamos que escampe. Entonces, será un problema
enorme, que podía llegar a un 8%-10% de las hipotecas vivas en el peor
caso.
Los ciudadanos debemos aprender a tomar las decisiones de inversión con
nuestra información de manera independiente y siempre desde la
perspectiva de lo que podemos perder, nunca de lo que podemos ganar,
como en cualquier inversión. En algún lugar de la Unión Europea, alguien
está intentando crear otra burbuja. De nosotros depende evitarlo.
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