unos que están disfrutando lo votado.. incluso hay uno que se alegra porque sigue pensando en "derechas" e "izquierdas" (no se ha dado cuenta que sólo hay "arriba" y "abajo").. sarna con gusto no pica..
Retratos de una sociedad azotada por el desempleo
Relatos en primera persona de quienes ponen rostro a los datos de la crisis que está sacudiendo a España
Los datos sobre la actual situación económica en España suelen dejar en
un segundo plano las historias de las personas que la padecen. Los
relatos en primera persona de esos ciudadanos de distintos orígenes y
condiciones componen una visión poliédrica de la crisis.
La crisis económica está llevando a España y a sus ciudadanos a una
realidad que muchos de ellos nunca pensaron que podrían llegar a
experimentar. Desde mediados del 2008, la palabra crisis forma parte del
vocabulario diario. La información que transmite la clase política y
las noticias de los medios de comunicación presentan, a menudo, la
crisis con un torrente negativo de datos en el que la cantidad de
desempleados o de desahuciados, de deuda interna o externa y los
recortes en programas sociales o en inversión pública eclipsan y
deshumanizan la multitud de realidades que hay tras las cifras
económicas.
Algunos relatos personales ofrecen visiones diversas de la situación
económica y social y componen una mirada panorámica que muestra que esta
crisis no entiende de clases ni de otras diferencias sociales. Sin
excepción, afecta a familias y gente proveniente de muy variados
orígenes y de distintos sectores, minando la confianza y la prosperidad
que se pronosticaban hace unos años y que desprendían, aparentemente, el
sistema financiero, económico y político.
José Luis Cortés, 62 años - Desempleado y activista - Valencia
En mayo de 2011 abrí el periódico y leí que la plaza de mi ciudad estaba
ocupada por un montón de jóvenes y mayores que protestaban contra la
situación que había y que aún tenemos. Me dio una alegría tremenda. Di
un salto de la cama y me fui a ver qué pasaba, y allí me quedé una
semana. Volví a casa y le dije a mi mujer: "Ha llegado la hora de no
estar en casa más que para dormir".
Estoy en la asamblea del 15-M de Peñafiel desde entonces. Estamos
creando una bolsa de trabajo. Será una cooperativa de servicios con
gente de la limpieza, albañiles, mecánicos, pintores, etcétera.
Perseguimos que los más desamparados económicamente puedan ganar un
salario. Queremos combatir este malestar social con trabajo.
Yo no encuentro trabajo por mi avanzada edad. Tengo una ayuda de 430
euros. Quisiera encontrar un empleo fijo, pero hay gente más joven, más
guapa y más callada. No tengo un sentimiento de culpabilidad por perder el trabajo. Cinco millones de parados no somos culpables.
Me siento con ganas de pelear y contento de estar activo. Ojalá esto no
se quiebre y nos organicemos lo suficiente para acabar con este sistema
de mierda. Aquí, o te mueves o te entierran.
Rosa María Pérez, 35 años - Deshauciada - Viator (Almería)
Mi declive como persona empieza en el 2008, cuando mi pareja y yo
perdemos el trabajo y no podemos afrontar el pago de la hipoteca.
Comencé a trabajar a los 15 años y nunca me ha asustado el tipo de
trabajo: he pegado carteles, he limpiado, he cocinado en restaurantes, y
en el ejército he hecho las mismas tareas que un hombre. Me compré el
piso en el 2004 y pagué religiosamente todas las letras hasta que la
situación llegó al extremo de que o pagaba o comían mis hijos. El banco
no quería ayudar ni negociar; decidí dejar de pagar.
Mientras tú pagas, el banco es muy bueno contigo. Te han prestado un dinero y, como es normal, quieren su dinero,
pero, de un día para otro, pasas a la lista negra, fueras buena
pagadora o mala. Hasta me han denegado el cheque escolar por deber dos
meses del IBI.
La indemnización por despido improcedente, la ayuda al hijo, dinero por
donaciones de óvulos... Todo lo que tenía lo metía en el piso, sólo me
faltaba meterme a puta. Para mí, mi casa y mis hijos eran lo primero.
Veía que todo por lo que yo había luchado se iba al garete. Y mi cabeza
dio una vuelta, ya me daba igual veinte que ochenta. Quería desaparecer.
Me he sentido culpable y frustrada como madre y persona. Si pudiera
parar el tiempo, lo paraba hoy. No quiero la calidad de vida que les
estoy dando a mis hijos. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca de
Valencia es un gran soporte para mí. No me siento sola. Sólo quiero que
me dejen tranquila, que me dejen vivir y que me dejen empezar de cero.
Carmen Gómez Gil, 52 años - Desempleada - Barcelona
He estado trabajando toda la vida, pero cuando perdí mi último empleo,
en 2009, todo fue cayendo como fichas de dominó. Con el paro no podía
pagar el alquiler y acabé en la calle. He estado de okupa. Ahora estoy
de alquiler con mi hija y mi nieto; pago 200 euros.
Nunca me imaginé que llegaría a esta situación de desespero. Si no fuera
por la comida que nos dan en la parroquia, no llegaría a final de mes.
Aun así tengo que ir al comedor social para que nos llegue a los tres.
De hecho, apenas llego al día 15. Vamos trapicheando. Con los 514 euros
del paro tengo que pagar el alquiler, las facturas y cuatro cosas más.
La primera vez que fui a los comedores sociales fue muy duro, casi me desmayo de la pena. Lo dejé casi todo en el plato y lloré.
Al salir me fui para el metro con la idea de tirarme a la vía. Acabé en
el hospital gracias a que la gente se dio cuenta del estado en que me
encontraba. Estoy en terapia.
No me siento culpable, pero me
siento mal. Siento mucha impotencia y rabia. No veo una salida. Necesito
trabajo, y con mis estudios y edad, ¿quién me va a contratar? Llevo dos
años mandando currículum y no he recibido respuesta.
Si pudiese, me iría al extranjero.
¡Vienen de fuera a trabajar aquí! ¿Por qué no me voy a ir yo? Mucha
gente pasa de estas situaciones. Ni a los políticos les importa. Si no,
esto no pasaría.
Carlos Cruz Mora, 34 años - informático - Seseña (Toledo)
Vivo aquí desde el principio, hace ya tres años. Los precios de la
vivienda en Madrid estaban imposibles. Aquí, por 215.000 euros pude
comprar un piso de obra nueva. En otros municipios un piso de las mismas
características no lo comprabas por menos de 300.000. Seseña era una
población de 7.000 habitantes. Si se hubiesen construido todas las
viviendas de la nueva urbanización El Quiñón, hubiéramos pasado a ser
50.000 habitantes en cuestión de pocos años. Actualmente, la población
es de casi 18.000.
Al principio, todo el barrio estaba sin servicios; no había donde
comprar el pan. Hasta que no se fue empadronando más gente, no
comenzamos a tener tiendas y servicios. A la urbanización le falta vida.
Como consecuencia de las diferencias entre el Ayuntamiento y el
constructor, los vecinos hemos estado sufriendo la falta de servicios;
hace nueve meses esto estaba fatal, todo muy sucio. Dejaron sin
electricidad las calles, apagaron la depuradora del agua de los
jardines, no se ha construido el acceso a la autovía y el transporte
público sólo pasa cada dos horas. Aquí no nos ponían ni las luces de
Navidad. Nosotros pagamos nuestros impuestos y exigimos las mismas
prestaciones que el resto de Seseña.
Con todos los votos de El
Quiñón, el Ayuntamiento cambió en las últimas elecciones (mayo del
2011): de un pueblo de izquierdas hemos pasado a uno de derechas ( de IU
a PP ).
Yo estoy a gusto. Esto va ir para delante.
Alba Sonia Rubiano, 44 años - Auxiliar de geriatría y limpiadora - Villaverde (Madrid)
En la residencia, trabajo 35 horas semanales de lunes a domingo. Son 25
días al mes por 681 euros. Es mucho trabajo y muy mal pagado. Con este
sueldo, no llego a fin de mes, por eso cuando tengo tiempo libre hago
trabajos de limpieza en casas y con esto llego más o menos a 800 euros.
Tengo un hijo y una hija y no me queda otra opción, ellos saben que les
doy lo que puedo. Yo vivo para trabajar y ellos llevan la casa. Hay
veces que ni me sostengo. Salgo a las 10 de la noche, y por la mañana,
cuando puedo, trabajo limpiando. Les dedico muy poco tiempo a mis hijos.
Siempre pienso en qué estarán haciendo.
Llevo con contratos temporales desde hace cinco años. Cada vez que se me
termina uno me crea mucha inestabilidad, lo paso fatal y me preocupa no
poder pagar el alquiler y la comida. Hemos vivido junto con las
familias de mis hermanos durante dos años y medio. Decidimos unirnos
para compartir los gastos, si no, la situación sería desastrosa para
todos. Después de todo ese tiempo viviendo nueve en un piso se pierde
mucha intimidad y, aunque sea la familia, a veces hay roces. Hemos
tratado de llevarlo lo mejor que hemos podido, pero al final hemos
buscado un piso para nosotros, ya que las relaciones se estaban
deteriorando, y el piso se vendió. Ahora pago 480 euros de alquiler y
con el resto de lo que gano tenemos que pasar el mes.
Miguel Ángel Navarro, 29 años - Geólogo - Villafranca del campo (Teruel)
Actualmente soy agricultor y ganadero; aunque he estudiado para ser geólogo,
no encuentro trabajo en mi especialidad. Cada día que paso en el
pueblo, me alejo más de mi verdadera profesión pero ¡sigo buscando!
Acabé la carrera hace cuatro años y trabajé durante tres para una empresa que llevaba proyectos muy interesantes relacionados con la construcción. Eran tiempos de vacas gordas. Las empresas para las que trabajábamos empezaron a caer y de las nueve personas que éramos sólo quedan dos.
Volver a casa para ganarme el pan después de cinco años fuera ha sido
muy duro. Cada día tengo más responsabilidad en el negocio familiar y
esto me aleja de lo que realmente quiero a nivel profesional. Ver que no
hay salidas te crea impotencia y rabia. ¡A quién no le gustaría
trabajar en lo que uno ha estudiado! Me fui a Inglaterra a perfeccionar
el inglés para mejorar el currículum y abrirme horizontes. Quiero
trabajar de geólogo y me iría a cualquier país.
Yo he vuelto a casa por motivos de trabajo, pero hoy en día mucha gente
vuelve al pueblo porque con menos se vive mejor. Me considero afortunado
por tener trabajo en casa y estar con la gente que quiero; hay amigos
míos que ni tienen esa posibilidad y lo tienen mas difícil que yo.
Esto no tiene pinta de cambiar. A veces bajas los brazos, pero tenemos
que luchar para buscar soluciones, si no, dejaríamos de ser nosotros.
Agustina Perán y Carme Porta, 32 y 41 años - Activistas - Barcelona
Somos amigas, y de nuestras conversaciones, que giraban en torno a la
crisis, surgió la idea de formar un grupo de teatro (Docuficció Acció
Ciutadana, que formamos junto a Begoña Esquibil, Sandra Martínez y
Dalila Pepe) con el objetivo de aportar nuestro granito de arena en la
búsqueda de soluciones. Decidimos pasar de la preocupación a la acción.
Lo primero fue crear unos personajes tragicómicos; los pusimos en escena
y nos dimos cuenta de la fuerza que transmitíamos. A través de la
lágrima la gente se une, pero también a través del humor. Tratamos de
aportar a un mundo duro, dramático y brutal, una actitud irónica y
lúdica, pero no banal ni frívola.
Junto con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) hemos
conseguido cosas concretas como acciones en bancos y en desahucios. Nos
hemos concentrado en actuaciones que acaban en pequeñas victorias, como
conseguir que una persona no acabe en la calle. No hace falta un gran
presupuesto; aportamos nuestra energía, tiempo y trabajo. Desde la
interpretación y el periodismo intentamos concienciar a la sociedad y
ayudar a las personas que sufren una situación de injusticia. Te mueven
el amor, la voluntad de cambio y la solidaridad.
En nuestras actuaciones, el afectado se puede dirigir al banquero y
decirle sin miedo lo que piensa. La gente se siente cómoda y con fuerza
para expresar lo que no puede en el mundo real. Es ficticio pero, a la vez, liberador. Es el poder de la palabra. Tenemos mucho más poder del que nos pensamos; la unión de la gente crea miedo en los poderes políticos y económicos establecidos.
Michelo Iturralde, 33 años - Fabricante - Tudela (Navarra)
Soy la quinta generación que fabrica ladrillos en la Tejería Iturralde
de Tudela y espero no ser la última. El impacto de la crisis fue brutal y
rapidísimo. Durante diez años, los picos de producción llegaron a
cifras impresionantes. En España, en los últimos tres años, hemos
pasado de construir 900.000 viviendas a 100.000. Más del 95% del
ladrillo que producimos va destinado a la vivienda residencial.
Actualmente, sobrevivimos gracias a una reducción en la producción (que
ya no es continua) y un abaratamiento de los precios. Prácticamente no
hay margen; hay una competencia brutal.
En las reuniones del sector, se nos decía que al año siguiente esto iba a pegar un bajón. Todos
veíamos que la burbuja iba a estallar, pero se seguía produciendo y
vendiéndolo todo. ¿Quién era el guapo que lo paraba? ¡Nosotros, lo único
que hacíamos era servir los pedidos!
Todos hemos crecido a base de crédito y endeudamiento. En el 2008,
cuando las aseguradoras de crédito cerraron el grifo, los proveedores
dejaron de pagar y hubo una sensación de pánico en el sector que hizo
que esto cayera tan rápido como había subido. El frenazo fue tan
violento que no supimos qué hacer. Fue un momento de caos.
Hasta que no desaparezcan más empresas, esto no comenzará a funcionar. El nivel de construcción de hace unos cuatro años no volverá;
no podemos caer en el mismo error, es inviable. Hemos vivido de la
cultura del pelotazo y es imprescindible una reestructuración en el
sector. En este país hemos vivido por encima de nuestras de posibilidades. Es fácil decirlo ahora, pero se tendría que haber regulado.
Ana Bernardos, 45 años - Profesora - Madrid
Los recortes en la educación pública ya venían dándose con anterioridad.
En el 2010, ya nos bajaron los sueldos y este curso se ha pasado de 18 a
20 horas lectivas de docencia directa. Por cada diez profesores de
plantilla, se elimina uno y el número de alumnos es el mismo o mayor
cada año. Trabajamos 37,5 horas semanales, en las que aparte de enseñar
hay que preparar temarios, corregir exámenes, atender a los padres y dar
tutorías, entre muchas otras cosas. ¿De dónde quieren que saquemos el
tiempo? Nos piden un esfuerzo añadido que no beneficia a nadie.
Las consecuencias de los recortes han creado el caos organizativo, la
imposibilidad de desdoblamiento de grupos en las clases prácticas y la
desaparición de la enseñanza compensatoria para el alumnado que requiere
una atención especial... En pocas palabras: disminución de la calidad
de la enseñanza pública.
"Queremos una enseñanza pública de todos y para todos". Este es el lema
que nos moviliza y empuja a las acciones de protesta. Toda la lucha y
movilizaciones nos han unido. Cuando voy por la calle y veo a compañeros
con la camiseta verde, nos sonreímos. Sabemos lo que pasa . La
enseñanza pública peligra.
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