Comienza el séptimo año de la crisis
Aunque los problemas ya se veían venir por parte de algunos
analistas desde principios de 2007, fue en agosto de ese año cuando se
desató la crisis subprime en los EEUU, inicio de una brusca caída de la
economía mundial y una gigantesca crisis financiera.
Pocos imaginaban entonces que seis años después estaríamos en una
situación tan mala como la que estamos viviendo, especialmente en países
como España. Aunque ha habido economías que técnicamente salieron de la
recesión al cabo de pocos trimestres, o incluso no llegaron a entrar en
ella, el estado de la economía no ha vuelto en ningún caso a la
situación anterior y las continuas recaídas que estamos viendo nos
indican que realmente estamos viviendo distintas fases del mismo
proceso.
Si algo nos está enseñando esta crisis es a
desconfiar de los augurios de las grandes instituciones internacionales,
de los importantes centros de estudios económicos y, por descontado, de
los anuncios de los gobiernos.
El FMI, OCDE, Banco Mundial o el BCE parecen ir siempre a rasemolque de
los acontecimientos. Cuando las cosas van fatal anuncian que seguirán
así, aunque un poco menos. Y cuando empiezan a mejorar (como ocurrió en
2009-2010) prevén que seguirá la tendencia. Por desgracia desde 2007
casi nunca han acertado; para el caso podríamos leer los posos del té y
casi tendríamos la misma fiabilidad. Los centros de estudios privados
adolecen casi de los mismos males, con escasas excepciones, y muchas
veces con el agravante de que se entrecruzan en muchos casos intereses
de lo más diverso que hacen que los informes sean aún peores. Y qué
vamos a decir de los gobiernos, especialmente el español, para los
cuales la crisis siempre terminará dentro de un par de trimestres desde
hace seis años. O mejor dicho cinco, ya que el infausto presidente
Zapatero tardó más de un año en reconocer que estábamos en crisis.
¿Qué
es lo que está pasando? ¿Por qué esta crisis se está enquistando y
parece que no va a terminar nunca? ¿Acaso ésta es la nueva normalidad?
Existe una fuerte corriente de economistas, que muchos llaman liquidacionistas,
que opinan que son las acciones de los bancos centrales las que han
perpetuado los males que, según ellos, se arrastraban desde hacía muchos
años: fuerte expansión monetaria, exceso de crédito, inflación de
activos y pésimas inversiones. Ello haría que las malas inversiones no
se liquidaran, que la economía no se pudiera desapalancar y que no se
corrigiera una estructura productiva ineficiente. Además los bancos
centrales estarían fomentando un gasto publico también sumamente
ineficiente que no haría sino agravar los problemas. No se trata de un
criterio novedoso, pues ya se vio durante la Gran Depresión. Es una
postura atractiva, desde luego, pues coincide con el sentido común al
recomendar restricción del gasto y ahorro para enmendar los excesos
pasados, pero el problema es que cuenta con escaso respaldo empírico.
En una postura totalmente opuesta se hallan los economistas que
creen que también son los bancos centrales y los gobiernos los culpables
de lo que está pasando, pero justo por lo contrario; por haber hecho
demasiado poco. Aquí se alinean los economistas keynesianos, siendo tal vez Krugman su máximo exponente, y escuelas heterodoxas como los postkeynesianos.
Los monetaristas
tienen una postura algo diferente, pues aunque son partidarios de
acciones decididas por parte de los bancos centrales, no opinan lo mismo
de que los gobiernos generen amplios déficits públicos. Sin embargo,
estos economistas también fallan al explicar por qué las políticas que
funcionaron desde 1945 de repente han dejado de hacerlo, pues la
interpretación de que simplemente es porque las políticas monetarias han
sido poco agresivas si bien tiene cierto respaldo empírico, desde mi
punto de vista no llega ni de lejos a justificar lo que estamos
viviendo. De hecho la M3 en la zona euro es ahora un 18% mayor que en el
aciago agosto de 2007. En EEUU el aumento de la M2 llega al 47%.
Incluso en España la M3 es ahora casi un 7% mayor. No parece que la
restricción monetaria haya sido la causa de la calamidad económica que
estamos sufriendo.
Aunque existen otras
hipótesis, la que en mi opinión es más plausible es la que incorpora
elementos sobre la globalización y sobre los altos precios de las
materias primas y en especial de la energía. La globalización
iniciada hace décadas, pero potenciada en gran medida a partir del
colapso del bloque soviético, ha significado que buena parte del
crecimiento económico mundial vivido desde 1989 haya tenido como destino
los países emergentes. Sin embargo hay países ricos muy importantes en
los que la producción industrial ha seguido aumentando a pesar de la
globalización, como son los EEUU y Alemania, además de varios países más
pequeños.
En EEUU la producción industrial es un 62% mayor
que en 1989 y en Alemania un 35%. No todos han sufrido la patética
suerte de nuestra industria, que tras la brutal caída de estos seis años
a día de hoy produce un 3% menos que hace 25 años, y un 30% menos que
en 2007. Por tanto, si bien la globalización puede haber tenido
influencia en países cuyos sistemas productivos no se han adaptado a los
nuevos tiempos (España, Italia, Japón, Francia), en la mayor parte del
mundo, incluida esa mayoría de las economías ricas que son la suma de
EEUU, Alemania, nórdicos, Suiza, Austria y Holanda, sí que se han visto
los efectos beneficiosos, al menos en lo que atañe a la producción, que
preveía Ricardo hace ya más de 200 años cuando se daba libertad al
comercio. Otra cosa son los efectos sobre la distribución de esa
riqueza, pero eso será motivo de otra columna.
Sin embargo
los altos precios de la energía y resto de materias primas sí que pienso
que deben ser motivo de una reflexión profunda.
Desde mi punto de vista no es razonable despachar el asunto con la
explicación de que los altos precios se deben simplemente a que el
aumento de la masa monetaria se ha dirigido hacia ahí haciendo aumentar
los precios. ¿Por qué habría de dirigirse hacia ahí y no a otro sitio?
Si no hay realmente problemas de costes, ¿por qué tras diez años de fuertes subidas de precios no hay un suministro abundante a precios baratos? ¿Y por qué los costes marginales han subido a tasas de dos dígitos desde 2005?*
El que los economistas clásicos no acierten a dar una respuesta
convincente a estas preguntas nos debería hacer buscar otras respuestas.
Los economistas ecológicos sí que dan una
interpretación más razonable de lo que está ocurriendo, que sería
simplemente que las mejores fuentes de energía fósil (y la mayor parte
del resto de recursos) han sido ya consumidas y por lo tanto las que
quedan son mucho más difíciles –y costosas– de obtener.
Puesto que existen muchas dudas respecto a la fiabilidad del PIB de algunos países –no es lógico pesar que China puede crecer a tasas de más del 7% cuando el consumo de electricidad no lo hace ni al 3%–, podemos recurrir a indicadores independientes, como el PMI global, que es lo que vemos en el siguiente gráfico.
Ahora veremos el gráfico de los precios del petróleo, deflactados y a precios de 1989.
Como se ve, entre 1989 y 2003 los precios del petróleo oscilaban pero
siempre en márgenes muy alejados de lo que vemos hoy día, en que los
precios son aproximadamente el triple que en aquellos años. Durante todo
ese tiempo vivimos la crisis de 1991-1994, la crisis asiática, el
“efecto tequila” o el estallido de las puntocom. Y sin embargo los
precios del petróleo nunca sufrieron una subida como la actual. Los
economistas ecológicos lo que dicen es que los seres humanos, como
seres vivos que somos, estamos sometidos a las mismas leyes físicas que
los demás. Cuando el sustrato o alimento es más difícil de conseguir, el
crecimiento de una población de cualquier ser vivo disminuye. Si la
disponibilidad de este alimento se reduce por debajo de cierto nivel, el
crecimiento se detiene. Y si esta disponibilidad baja aún más la
población comienza a reducirse. Según ellos el petróleo –y otras fuentes
de energía– serían el alimento de nuestra actividad económica, es
decir, lo que en última instancia mueve las ruedas de todo, y si éste
empieza a ser más difícil de conseguir, las ruedas comenzarán a girar
más despacio. Es cierto que el shale oil y el shale gas han
actuado como backstops de los precios y han impedido que éstos escalen
mucho más, pero los precios a que estos recursos están disponibles están
muy alejados de los que estábamos acostumbrados a ver. Por otra parte
la producción está aumentando de una forma lenta y no sigue suponiendo
sino un pequeño porcentaje del total de hidrocarburos a nivel mundial.
Lo
más preocupante de todo es que a pesar de la debilidad de la actividad
económica mundial los precios siguen extremadamente altos, muy cercanos a
los 110 dólares. En una situación así, antes de 1973, los precios
se hubieran hundido hasta extremos impensables. Si es cierto que no
existe un backstop comparable y a precios soportables para la economía
mundial, nos enfrentaríamos a un panorama ciertamente muy preocupante.
En el gráfico siguiente podemos ver la relación entre energía y PIB, que
es sumamente estrecha. Si bien las ganancias en productividad han hecho
que la actividad económica crezca por lo general más que el uso de la
energía, la diferencia no parece estar ampliándose con el paso del
tiempo. Existen unos evidentes límites físicos en cuanto al uso de la
energía que nuestro planeta podría soportar. La economía mundial viene
creciendo más o menos sin interrupción desde hace unos 200 años.
¿Es razonable esperar otros 200 años más de crecimiento? La respuesta es un no rotundo,
ya que eso implicaría nada menos que en el año 2213 el PIB mundial
sería de unos 3.600 billones de dólares a precios actuales con un
crecimiento anual en el uso de la energía del 2% –50 veces más que el
actual–, y que con una población de 10.000 millones de habitantes el PIB
per capita sería de unos 360.000 dólares, frente a los 10.000 actuales.
El uso de energía sería tan enorme que el propio calor generado por los
procesos subyacentes a la actividad económica haría casi inhabitable el
planeta en unas pocas centurias más. De hecho con unos 1600 años de
crecimiento de esa índole tendríamos que utilizar el equivalente a toda
la energía del Sol, algo evidentemente absurdo.
Es cierto que algunos piensan que la tecnología acudirá a nuestro
rescate y que con mucha menos energía podremos hacer lo mismo. Pero
la escala de esta “desmaterialización” que necesitaríamos de la economía
sería tal que no existe la menor evidencia de que esa esperanza sea más
que una quimera, que es lo que vemos en el siguiente gráfico. Aunque
se ve un cierto aumento de la eficiencia energética, muy pequeño, entre
1980 y 2000, desde entonces ese aumento se ha detenido, siendo la relación entre producción económica y utilización de energía casi de 1:1.
De estar estos economistas en lo cierto, significaría que si bien
durante mucho tiempo la tecnología había burlado las negras previsiones
de Malthus, la evolución vista en los últimos diez años nos indicaría
que finalmente, y pese a todo, es muy posible que tuviera razón y que el
crecimiento económico permanente quede al fin y a la postre como un
período pasajero de nuestra ya larga historia como especie.
*(Inicio del cenit de extracción petroleo convencional)
Imprescindible para cualquier economista que se precie...
Nicholas Georgescu-Roegen - Wikipedia, la enciclopedia libre
«Durante el uso de materiales, siempre hay una parte que se degrada y
que es imposible de recuperar, ni con los métodos más futuristas de
reciclado.»
"Cada vez que producimos un vehículo, destruimos de forma irrevocable
una cantidad de baja entropía que podría haber sido usada para fabricar
un arado o una pala."
Economía ecológica - Wikipedia, la enciclopedia libre
De las pocas leyes universales que conocemos.La mas importante es el 2º
principio de la Termodinámica.Ley que la economía ortodoxa ignora.....
http://es.wikipedia.org/wiki/Segundo...odin%C3%A1mica
La cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo
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