La construcción de viviendas en la URSS
Aleixandr Andriev
Editorial de la agencia de Prensa Novosti, 1981
1. El problema de la vivienda: soluciones soviéticas.
Tengo delante de mí una carta de Albert Jerbert, estudiante de Dijon,
Francia. Después de haber leído el texto de la nueva Constitución
soviética y los comentarios de la APN, sobre sus distintos artículos,
nos escribió lo siguiente: "Me parece que ustedes han alcanzado un
progreso realmente significativo y, por esa razón, no comprendo para qué
incluir en la Constitución cosas tan elementales para cualquier país
civilizado. El derecho a la vivienda, por ejemplo. ¿Qué me da? Si tengo
dinero, puedo alquilar un apartamento adecuado o construirme una casa
sin ese artículo en la Constitución; pero, si no lo tengo, este derecho
no me sirve para nada...".
En efecto, cuando la vivienda es objeto de compraventa, el derecho de
los ciudadanos a tenerla no es más que una ficción, y, por lo visto,
todo se torna precisamente así como escribe A. Jerbert. Pero sucede que
en la URSS el Estado facilita, a sus ciudadanos, apartamentos gratis. Y
no los reciben quienes más dinero tienen, sino aquellos que los
necesitan de verdad.
Por encima de todo lo demás, esto significa también lo siguiente:
viviendo en un apartamento bueno y que corresponde al estándar moderno,
uno no puede recibir otro ni pagando el precio más fabuloso; tampoco
puede ingresar en una cooperativa de construcción de viviendas ni
construir una casa particular (salvo que sea una casa de campo y no
residencia fija).
Algún millonario dirá que es una injusticia: ¿Qué es esto? ¿Tener dinero
y no poder comprar ni construir casa? Pero a nosotros esto nos parece
muy normal. Lo anormal es lo que pasa en cualquier país capitalista,
donde unos viven en palacetes y otros en cuchitriles.
En los últimos veinte años los soviéticos han recibido 50 millones de
apartamentos. Desde 1956, cuando en el país se construyeron 2 millones
200 mil apartamentos nuevos, se puede decir que lo que se construye cada
año equivale a una ciudad como Moscú o París.
Pero las nuevas construcciones, incluso las más extensas, no significan
de por sí una solución cardinal del problema de la vivienda. En los
países más desarrollados de Occidente, corresponden per capita no menos y
en algunos lugares hasta más viviendas que en la URSS, pero tener un
apartamento confortable y moderno es ahí un sueño irrealizable para
muchas personas. La gente no tiene donde vivir, aunque muchos inmuebles
permanecen vacíos por ser imposible alquilarlos o comprarlos. Los
soviéticos de edad avanzada conocen bien esa situación: en Rusia, antes
de la revolución, un rico se alojaba con su familia en un palacete de 40
habitaciones y los obreros de su fábrica, disponían de menos metros de
superficie habitable que aquellos que los esperaban en el cementerio.
Es por eso que la Constitución de la URSS contempla el desarrolla del
fondo inmobiliario y la distribución equitativa de la vivienda, así como
el precio módico del alquiler (el cual, a propósito sea dicho, no ha
subido en el país desde 1928). Sin ninguno de estos tres factores el
derecho a la vivienda se pondría en entredicho, por dejar de ser
accesible, bajo las mismas condiciones, a cada familia.
La nueva Constitución no modifica el sistema, que se ha gestado en el
país, para resolver el problema de la. vivienda. No hace falta suprimir
lo que se justifica por completo y lo que ha permitido a la Unión
Soviética llevar a la práctica, antes que cualquier país capitalista, la
consigna de "un apartamento confortable a cada familia".
Obtendremos una suma igual a 25,7 mil millones, que supera en una vez y media las asignaciones para la defensa.
El derecho a la vivienda se fundamenta en el artículo 44 de la
Constitución de la URSS, el cual se complementa de modo sustancial con
el artículo 55 que trata de la inviolabilidad del domicilio: "Nadie
podrá penetrar en el (domicilio) ajeno sin fundamento legal contra la
voluntad de sus moradores". Artículos análogos contienen también las
constituciones de los Estados capitalistas. Pero no impiden a los
propietarios de casas echar a la calle a los inquilinos que no pueden
pagarles el alquiler que aumenta sin cesar. En la URSS no se desaloja a
falta de pago. Ni siquiera el que da en arriendo su casa particular o
apartamento tiene derecho a desalojar al inquilino sin que lo autorice
un tribunal. Por infringir esta regla, se abre un proceso judicial.
Ahora bien, estas garantías del derecho a la vivienda no significan que
cada familia tenga ya un apartamento que satisfaga por completo sus
necesidades. El Estado soviético no puede todavía dárselo a todos. ¿Cómo
así? — pensará el lector comparando el ritmo de la construcción de
viviendas con el del crecimiento demográfico—. Realmente, ahora en la
URSS se construyen —cada cinco años— tres veces más viviendas de las
existentes en todas las ciudades de Rusia, antes de la revolución de
1917. El fondo inmobiliario aumenta con mayor rapidez que el número de
la población. No obstante...
Hay que recordar que el nivel del que se partió fue tremendamente bajo.
En 1913 —año en que la economía prerrevolucionaria alcanzó su máximo
ascenso— más del 50 por ciento de las familias obreras de Petersburgo se
cobijaban en casas de vecindad, donde no disponían siquiera de una
habitación por cada una. Los tejedores de Ivánovo, los mineros de
Donbás, los petroleros de Bakú vivían en chozas, sótanos, cuevas.
Durante la guerra civil y la intervención extranjera (1918-1920) fue
destruida una quinta parte de las viviendas del país. Empezar a
construir en masa era económicamente imposible. Como primera fase, se
hizo una redistribución del fondo inmobiliario existente. Por un decreto
especial, con fecha del 20 de agosto de 1918, fueron expropiadas y
entregadas a los Soviets urbanos las casas de los grandes propietarios, a
las cuales se mudaron obreros que habían vivido en sótanos y suburbios.
También tuvieron que estrecharse los dueños de palacetes y de
apartamentos de lujo. Solamente en Moscú y Petrogrado (antiguo
Petersburgo y desde 1924, Leningrado) más de un millón de ciudadanos se
trasladaron a las viviendas confortables, en que había residido
holgadamente la burguesía. En vista de que el problema de la vivienda
era muy agudo, el Consejo de Comisarios del Pueblo (gobierno) acordó
también limitar la superficie habitable a sus integrantes (que fuese no
más de una pieza por cada miembro de la familia).
En el período de la reconstrucción de la economía nacional y durante los
primeros dos quinquenios y medio (1929-1940), el fondo inmobiliario
urbano aumentó en casi el 150 por ciento. En la práctica esto
significaba que por cada familia había ya una habitación. Pero la guerra
de 1941-1945, que dejó sin techo a 25 millones de ciudadanos
soviéticos, volvió a agravar el problema de la vivienda...
Puedo citar mis propias viviendas. Durante la primera década posbélica
mis padres y yo nos alojábamos en una habitación de 17 metros cuadrados,
en una casa situada en el centro de Moscú. Además de nosotros, en el
mismo apartamento destinado, en realidad, a una sola familia, vivían
cuatro más. De 44 compañeros míos de la escuela, 42 tenían condiciones
similares.
Ahora que han pasado tan sólo 25 años la situación es completamente
distinta. Un apartamento confortable por familia es lo normal. Los que
no lo tienen aún, lo demandan, elevan quejas al respecto y no aceptan
cualquier solución que se les proponga para mejorar sus condiciones de
vivienda. Pero no se ha alcanzado todavía el nivel que aspiramos a
tener. Queremos vivir mejor y así Será. Para calificar la situación
actual, tratemos de darnos cuenta de si es poco saber que el Estado hace
todo lo posible por mejorar las condiciones de vivienda de sus
ciudadanos; que los apartamentos jamás serán objeto de comercialización;
que los alquileres no subirán y que si uno tiene que esperar que se le
entregué un apartamento nuevo, es porque hay conciudadanos que lo
necesitan antes.
El Estado soviético jamás asume compromisos ilusorios, y siempre cumple
los que asume. Ahí está la esencia del artículo de la Constitución que
proclama el derecho a la vivienda.
Tres de cada cuatro apartamentos se construyen en la URSS a cuenta del
Estado; uno, a cargo de los koljoses y de personas particulares con la
asistencia de un crédito estatal y ciertas facilidades para amortizarlo.
Como ni la primera ni la segunda forma aportan beneficios al Estado, y
el estándar de la vivienda se ha elevado cuatro veces en los últimos
tres lustros, el fisco tiene que destinar cada vez más recursos para la
solución del problema de la vivienda. En el presupuesto de 1981, las
asignaciones a la construcción de viviendas suman 18.500 millones de
rublos. Además, cada año el Estado invierte 7 mil millones de rublos en
el mantenimiento del fondo inmobiliario (el pago del alquiler que
aportan los inquilinos cubre sólo un tercio de los gastos necesarios).
2. Sobre la base de la industrialización
Es difícil imaginarse cuánto tiempo habría tenido que esperar la gente
para recibir buenas viviendas nuevas, si el país no hubiese creado una
potente base técnica para la construcción de éstas y empresas
especializadas capaces de utilizarla con eficacia.
La producción industrial de edificios sólo es eficiente si éstos se arman con elementos prefabricados estándar.
La edificación de montaje integral (los elementos se producen en
fábricas, y en las obras sólo se ensamblan) se ha hecho preponderante en
la construcción de viviendas. Casi la mitad de las construcciones
municipales y cooperativas se realizan por este método.
No hace falta abundar en detalles para explicarlo. Basta con echar un
vistazo a dos obras vecinas: una casa de ladrillos y otra de elementos
prefabricados. Cuando en la primera los albañiles ponen ladrillos en el
primer piso, en la segunda se acopla ya el último bloque del duodécimo.
Los especialistas han calculado que el trabajo empleado en la segunda
obra, si se compara con la primera, equivale a la mitad. Es evidente,
que en una fábrica, con instalaciones tecnológicas especiales, se
obtienen elementos estandarizados tanto por sus dimensiones como por su
calidad. Sus características se conocen de antemano. Los constructores
sólo ensamblan los elementos prefabricados, sin ocuparse de preparar los
materiales.
La edificación de montaje integral (a base de paneles, grandes bloques,
etc.) es actualmente la tendencia más eficaz y de mayores perspectivas.
Pero esto no significa que hayamos renunciado al empleo de ladrillos y
otros materiales de pequeñas dimensiones. Se trata de algo diferente: de
mejorar continuamente las estructuras de los edificios de ladrillo y de
utilizar nuevos materiales a la vez. Así, los cálculos demuestran que
la construcción de los muros exteriores de ladrillos con tres capas,
empleando como termoaislantes materiales poliméricos y porosos,
disminuye en un 25 por ciento el gasto de ladrillos y es en un 15 por
ciento menos trabajosa.
También sigue empleándose la madera. La prefabricación de casas de este
material, tradicional en la construcción desde tiempos remotos, se
desarrolla a buen ritmo. Claro que en las ciudades predomina la
construcción con grandes paneles.
Actualmente en la URSS hay más de 400 empresas que fabrican grandes
paneles para la construcción de viviendas. Preparan materiales para más
de 51 millones de metros cuadrados de superficie habitable al año.
Otra cifra sugestiva. Hoy en día, una brigada vanguardista, de una de
las empresas mencionadas, construye al año por encima de 50.000 metros
cuadrados de vivienda (o sea, más de 1000 apartamentos). De ejemplo
puede servirnos la brigada que dirige V. Kópelev, Héroe del Trabajo
Socialista. Es de la empresa de casas prefabricadas Nº1 de Moscú. Con un
rendimiento de trabajo parecido, 900 brigadas como ésta —varias decenas
de miles de hombres, nada más — construirían en un año una ciudad para
tres millones de habitantes.
Se sobrentiende que aseguran tan elevados resultados no sólo los bienes
de equipo, sino también una organización ejemplar del trabajo. Por lo
tanto, la difusión y transmisión de la experiencia adquirida, se
considera en la URSS, una tarea de suma importancia: permite elevar la
eficacia y mejorar la calidad de la edificación.
Los arquitectos mostraban —al principio— cierta resistencia sobre la
industrialización de la construcción. Algunos de ellos afirmaban que
impediría crear conjuntos arquitectónicos de buena calidad estética. En
efecto, así sucedió en los primeros años de construcción prefabricada.
Pero luego se demostró, en la práctica, que la industrialización sólo
cambia los métodos, materiales y formas de la edificación, sin limitar
en absoluto la inventiva del arquitecto, quien, disponiendo de una
amplia gama de elementos estándar, puede crear casas, conjuntos enteros
conjugando la estética y el confort. Se hizo evidente que la monotonía y
mediocridad arquitectónicas —hay barrios que parecen gemelos, incluso
en ciudades diferentes— no era resultado inevitable de la construcción
industrializada y de los proyectos estándar, sino de la mala utilización
de las posibilidades, subyacentes en lo uno y lo otro.
Todo depende de cómo se aborde la solución del problema. Veamos lo que
hicieron los arquitectos y trabajadores de la construcción en la ciudad
de Vilnius, capital de la República Socialista Soviética de Lituania. En
el barrio residencial de Lazdynai, levantado por métodos industriales y
proyectos estándar, se aprecia una compleja estructura arquitectónica
perfectamente pensada. Cuenta con excelentes medios de transporte,
facilidades para peatones, toda clase de servicios y áreas verdes. Es
una impresionante composición tridimensional. Las viviendas construidas
con grandes paneles se ubican "transversalmente al relieve", cosa
imperdonable según los partidarios del economismo primitivo. Los autores
de Lazdynai reelaboraron un proyecto estándar y utilizaron, más de la
cuenta, elementos prefabricados. Desde luego, esto complicó las obras y
encareció su costo. ¿Se ha justificado todo ello? ¡Efectivamente!
Lazdynai es un ejemplo de gran capacidad profesional y, a la vez, una
victoria sobre la rutina, el formalismo y la simplificación en la
arquitectura.
os arquitectos y constructores de Lazdynai recibieron el Premio Lenin.
Es decir, se trata no sólo del reconocimiento social del fruto de su
trabajo, sino también de la aprobación de los métodos por los que se
logró. Pensamos que en el proceso de la construcción hay que considerar
tres elementos esenciales: el cliente, el arquitecto y el constructor.
Pero vemos que las relaciones entre ellos no se basan, a fuerza, en los
siguientes principios: el cliente desea economizar, el constructor busca
la sencillez tecnológica y el arquitecto de. compaginar lo uno con lo
otro. Ahora los clientes —en la URSS so organismos estatales,
cooperativas de construcción de vivienda empresas industriales y
koljoses— exigen que la obra que encargan además de económica, tenga
valor estético. En resumidas cuentas en la sociedad socialista los tres
elementos mencionados—el cliente el constructor y el arquitecto— están
interesados en lo mismo construir bien, con variedad y comodidad para la
gente y, cumplido todos estos requisitos, con los gastos mínimos.
Construcción de vivienda en la URSS conforme a los Planes Quinquenales en millones de metros cuadrados:
1929-32 = 56,9
1932-37 = 67,3
1938-41 = 81,7
1946-50 = 200,9
1951-55 = 240,5
1956-60 = 474,1
1961-65 = 490,6
1966-70 = 518,5
1971-75 = 544,8
1976-80 = 530
3. Quién y cómo construye
Durante los últimos diez años, en la Unión Soviética unos 120 millones
de personas recibieron nuevos apartamentos o mejoraron sus condiciones
de vivienda. Anualmente, como promedio, 10-11 millones de personas se
mudan a nuevos apartamentos. Sólo en el Décimo Quinquenio (1976-1980) el
Estado asignó para la construcción de viviendas el doble que en
1956-1960. Sin embargo, los ritmos de la construcción se han retrasado
un poco. ¿Por qué?
La causa principal es de carácter económico. Si en 1965 un metro
cuadrado de vivienda costaba al Estado, como promedio, 119 rublos,
actualmente cuesta casi 170 rublos. El encarecimiento de la construcción
es producto de que se eleva su calidad. Los nuevos apartamentos son más
confortables que, en comparación, los que se construían hace 15 años,
su superficie es más amplia en unos 8 metros cuadrados, aumentando el
área de salas, cocinas, pasillos. En general, mayores que a mediados de
los años 60.
Las regiones que están siendo asimiladas --en primer término Siberia--
necesitan asignaciones complementarias para construir viviendas. Allí
cualquier nueva construcción cuesta al Estado casi dos veces más que en
la parte europea del país. Además, a la par con las viviendas, se tiene
que erigir la infraestructura cultural y de servicios.
El elevado costo limita las posibilidades constructoras estatales. Sin
embargo, no hay fundamento para pensar que los ritmos de la construcción
de viviendas seguirán disminuyendo. En el Undécimo Quinquenio
(1981-1985) se conservará el nivel alcanzado (530-40 millones de metros
cuadrados) pero se mejorará notablemente la calidad de los nuevos
apartamentos.
Por cuanto la construcción de viviendas en la URSS, según hemos dicho,
se realiza por cuenta del presupuesto nacional, bajo la supervisión de
los órganos locales del Poder —los Soviets de Diputados Populares— y por
encargo de las empresas estatales; por esa razón, la mayor parte de la
población recibe apartamentos gratis.
Los Soviets de Diputados Populares facilitan vivienda a todo ciudadano, a
toda familia que la necesite. Las empresas distribuyen viviendas
únicamente entre sus trabajadores. Las asignaciones para este fin y el
control sobre su utilización, se acuerdan cada año en el convenio
colectivo que cada empresa concierta con sus trabajadores. Mientras más
beneficios obtiene una empresa, más viviendas manda a construir. Los
sindicatos tienen instituidas comisiones especiales que se ocupan de
resolver el problema de la vivienda.
También puede "construirse" un apartamento todo el que lo desee. Para
ello tiene que pagar una cantidad determinada a una cooperativa formada
de construcción de viviendas, que se encarga de la obra con la ayuda de
un crédito que recibe del Estado.
Existen en el país 24 mil cooperativas de viviendas. Reciben un fuerte
respaldo del Estado. En los planes estatales se contemplan asignaciones
para este fin.
Debemos agregar que si el promedio de la superficie habitable que se
asigna del fondo inmobiliario estatal, a los ciudadanos, es de 11,5 a 13
metros cuadrados por persona, en las cooperativas de construcción de
viviendas esta norma es mayor, naturalmente. Además, los socios de una
cooperativa pueden elegir ellos mismos el proyecto por el cual se
construirá su casa, determinar el grado de confort en ésta, decidir cuál
ha de ser el acabado interior, etc.
Los terrenos para la edificación se conceden gratis, puesto que en la
URSS la tierra es propiedad del Estado y no puede ser objeto de
compraventa. Las casas se construyen por proyectos diseñados en
instituciones estatales. Estos proyectos se aprueban por los órganos del
poder local y deben cubrir los requisitos del plan rector del
desarrollo de cualquier ciudad o poblado. De esta manera, se evita la
edificación caótica y el aprovechamiento irracional de los terrenos.
El costo presupuestario de las casas cooperativas se determina por los
mismos precios y normas vigentes en el país, para las casas de vivienda
que se construyen por cuenta del presupuesto nacional. Loa socios de las
cooperativas de viviendas abonan del 30 al 40 por ciento del costo del
apartamento (en Moscú, el 40 por ciento). El resto se cubre con el
crédito que facilita el Banco Nacional, por un plazo de 10 a 20 años,
con un interés del 0,5 por ciento anual. Los jubilados, inválidos de
guerra y familiares de militares fallecidos reciben facilidades
adicionales y no pagan interés por el crédito.
En el país también se lleva a cabo la construcción de viviendas
individuales. Las casas propias las levantan los habitantes de los
poblados de tipo urbano y ciudades con una población hasta de cien mil
personas. Sin embargo, la edificación particular, principalmente, se
realiza en las zonas rurales. Al mismo tiempo, en el campo se construyen
muchas viviendas por cuenta del presupuesto estatal y de los koljoses.
Esto se hace siguiendo un vasto programa elaborado para transformar los
poblados rurales. En otras palabras, se reconstruyen viejas aldeas,
desaparecen caseríos y aldehuelas, y se crean poblados de nuevo tipo con
un nivel de servicios comunales y públicos, muy parecido al urbano. Los
que desean tener casa propia, pueden construirla, de una o dos plantas,
conforme a un catálogo de proyectos estándar.
La cuota que hay que pagar de entrada por una nueva casa equivale al 30
por ciento de su costo. El Banco Nacional de la URSS concede, a los que
construyen casas particulares, un crédito (con una tasa de interés del
0,5 por ciento anual) para amortizarse en un plazo de 10 a 20 años.
Los koljoses también hacen préstamos, con frecuencia sin intereses, a
sus trabajadores. Abundan asimismo los casos en que los koljoses
entregan gratis casas nuevas, o abonan parte de su costo, a sus mejores y
más antiguos miembros. Los propietarios de casas particulares pagan por
los servicios comunales de acuerdo a las tarifas generales.
4. El apartamento y el precio familiar
Los órganos locales del Poder --los Soviets de Diputados Populares
(rurales y urbanos)— con la participación de los Sindicatos y de otras
organizaciones sociales, distribuyen la vivienda construida por el
Estado.
Más del 90 por ciento de las familias reciben apartamentos
independientes (en los años 50 este índice era del 30 por ciento). Se ha
logrado que el 80 por ciento de las familias urbanas, que viven en
casas estatales y cooperativas, tengan ya apartamentos independientes y
confortables.
Las viviendas construidas por cuenta del Estado se distribuyen bajo
control público. Este principio, en función desde hacía mucho, en 1977
quedó formulado en la nueva Constitución soviética y garantiza a los
ciudadanos la igualdad en la distribución de las viviendas.
En la distribución de la vivienda los Soviets parten del grado de
necesidad de los ciudadanos. El tamaño del apartamento que recibe una
familia depende del número de sus componentes. Corresponde hoy a cada
habitante urbano, como promedio, 13 metros cuadrados de superficie
habitable.
Ya se dijo que los alquileres permanecen estables desde 1928. Ahora
bien, junto con los servicios comunales (electricidad, gas, calefacción,
agua caliente y fría) el monto del alquiler no pasa del 3 por ciento de
los ingresos mensuales de la familia. Amortiza tan sólo un tercio de
los gastos que el Estado realiza para mantener las viviendas. El resto
proviene de los fondos sociales de consumo.
Los fondos sociales de consumo son sumas que en el presupuesto nacional
se destinan al consumo, para pagar los bienes materiales y culturales
que la población recibe gratis y para hacerle préstamos, por encima de
los ingresos que obtiene por el trabajo. Se invierten en la construcción
de viviendas, la educación y la asistencia médica (que son gratuitas),
en mantener los jardines de la infancia, casas cuna, escuelas internado,
casas de ancianos, sanatorios, casas de descanso y viviendas
pertenecientes al Estado, así como en pagar las becas, pensiones, en
retribuir las vacaciones, etc.
Cuando una familia recibe del Estado un apartamento nuevo, no paga nada de entrada.
Cada inquilino tiene un talonario de recibos, en el cual se indica
cuánto y por qué concepto debe pagar mensualmente. El alquiler se paga
en las Cajas de Ahorros, en las cuales cada uno puede hacerlo con dinero
o transfiriendo la suma adecuada de su cuenta corriente.
Existen determinadas normas por las cuales los inquilinos pagan el
alquiler de su apartamento. En el país y al mes, la tarifa básica de los
alquileres es de 13,2 kopeks por metro cuadrado de superficie
habitable. La superficie de los recintos auxiliares —cocina, recibidor,
pasillos, cuarto de baño, etc.— está exenta del pago. En las viviendas
modernas con todo confort (cuarto de baño, vertedero de basura,
calefacción central, etc.), la tasa máxima del alquiler no pasa de 16,5
kopeks por metro cuadrado.
La política soviética de la vivienda tiene otra particularidad más. Al
determinarse la tasa del alquiler, se toman en consideración los
ingresos de los inquilinos: salarios, pensiones, subsidios y
estipendios.
Repetimos que los alquileres que pagan los soviéticos no amortizan en su
totalidad, ni siquiera un tercio, los desembolsos que hace el Estado
para mantener y reparar el fondo inmobiliario. En Moscú, por ejemplo,
los Soviets distritales reciben del presupuesto nacional, unos 130
millones de rublos para realizar reparaciones básicas, y otros 21
millones de rublos para la calefacción. Los gastos en mantener las
tuberías de agua potable, el alcantarillado y la red de electricidad, se
cubren con descuentos de los beneficios que obtienen empresas
industriales y comerciales.
El Estado establece los conceptos y tarifas de los servicios comunales
(calefacción, agua fría y caliente, desagüe, electricidad, gas). Algunos
ni siquiera se cobran a la población. Por ejemplo, la limpieza de los
portales, pasillos y escaleras, patios y calles, o el uso del ascensor.
Las tarifas del abastecimiento de agua fría y caliente y del servicio de
desagüe, de consumo y utilización ilimitados, son estables. Por
ejemplo, en un apartamento de tres habitaciones, en Moscú, el agua y
desagüe cuestan poco más de un rublo al mes (unos 1,5 dólares
norteamericanos).
Los últimos años en Moscú, en vista del crecimiento demográfico y la
ampliación del territorio de la ciudad, en los marcos del nuevo Plan
Rector, se han invertido fuertes sumas en la construcción de nuevos
embalses, sistemas hidráulicos y otras públicas. El consumo de agua por
habitante ascendió a 260 litros diarios (de contarse el agua para
necesidades industriales serían 650 litros). Pero las tarifas de consumo
no han aumentado.
Los inquilinos pagan por la calefacción un 40 por ciento del alquiler.
En todas las ciudades soviéticas se realizan obras para mejorar el
sistema de calefacción, pero esto no repercute en las tarifas
respectivas.
Los inquilinos tienen un talonario para pagar la electricidad y el gas,
además del de recibos de alquiler y de otros servicios comunales, y
hacen ellos mismos sus cuentas de acuerdo con las normas establecidas.
Por la electricidad, lo que marque un contador, a razón de 4 kopeks por
kilovatio-hora; por el gas, a razón de 16 kopeks mensuales por persona,
sin limitaciones de consumo. Hace tiempo, en los apartamentos había
contadores de gas, pero luego se renunció a ellos. A diferencia de la
electricidad, en el consumo doméstico de gas no se registran grandes
oscilaciones. Por lo tanto, se consideró inútil instalar esos aparatos.
Es increíble lo que paga —por ejemplo— una familia de 4 personas que
vive en un apartamento, cuya superficie habitable es de 45 metros
cuadrados, de una casa moderna: con ascensor, calefacción central,
cuarto de baño, agua caliente y fría, desagüe, gas, etc. El total es de
15 rublos 58 kopeks al mes. Desglosando: 5 rublos 94 kopeks, el
alquiler; cerca de 5 rublos, la calefacción, el agua fría y caliente;
unos 4 rublos, la electricidad (dicha familia tiene refrigerador,
televisor, receptor de radio y otros aparatos eléctricos); 64 kopeks, el
gas.
[Continúa]
La construcción de viviendas en la URSS
---------- Post added 03-sep-2013 at 13:58 ----------
5. Rápido, bueno, bonito y barato: ¿cómo comprenderlo?
Que estos tres principios deberían regir la construcción; era aceptado,
desde hace mucho, por la gente. Pero no siempre se aplicaban y menos al
mismo tiempo. Veamos que sucedía, hasta 1917, en la ciudad de Nizhni
Nóvgorod, actualmente Gorki. Los palacetes construidos uno tras otro, en
una elevada ladera sobre el Volga, hace más de un siglo, embellecen el
paisaje hasta nuestros días. Al verlos se comprende que quienes los
mandaron construir, derrochaban el dinero. En efecto, los mercaderes de
Nizhni Nóvgorod eran de los más ricos en Rusia. Cuando construían para
ellos, de los tres principios mencionados, prevalecía el segundo. Pero
cuando lo hacían para los pobres: barracas y espantosas casas de
vecindad, entregaban de hogar. Era rápido y barato. La calidad no
importaba. Esta observación no pretende ser original. Bien conocido es
el hecho de que, en la Rusia zarista, siempre se construyeron —además de
los suntuosos palacios, mansiones e iglesias— casas malas y baratas,
que no podían complacer a sus moradores ni a cualquier observador ajeno.
Este era el fondo de viviendas que tuvimos que barrer de la faz de la
tierra para reemplazarlo con otro nuevo.
En vísperas de la segunda guerra mundial, el fondo inmobiliario urbano
constituía en la Unión Soviética 421 millones de metros cuadrados. Más
de la mitad se había construido después de la Revolución de Octubre de
1917. Es decir, en sólo 23 años, incluidos los de la guerra civil y de
la intervención extranjera (1918-1920), se hizo más que en muchos
siglos. Hubo en aquel período tanto búsquedas innovadoras de
arquitectos, como hallazgos interesantes, pero en general el ritmo de la
edificación era moderado, por las reducidas posibilidades económicas y
técnicas de que disponía el Estado. Aunque la construcción de viviendas
se realizó en proporciones inusitadas, en la historia del país, no fue
posible abastecer de apartamentos confortables a la población urbana
que, debido a la industrialización, crecía con rapidez. En aquellas
circunstancias sería un fracaso lanzar la consigna de "un apartamento
confortable, a cada familia". En la práctica, significaría que unos
disfrutarían del confort moderno y otros habrían de cobijarse, durante
largos años, en casas destartaladas. Por eso, el Estado soviético eligió
otro camino: alojar en casas nuevas, en un mismo apartamento, a dos o
tres familias. Fue una medida provisional, pero necesaria, que
disminuyó, hasta cierto punto, la crisis de la vivienda.
Durante la guerra contra la Alemania nazi (1941-1945), quedaron sin
viviendas 25 millones de soviéticos: las incendiaron y destruyeron los
invasores. Muchos centenares de miles de ciudadanos, junto con las
fábricas evacuadas de las zonas próximas al frente, se trasladaron a la
región del Volga, a los Urales, a Siberia y al Extremo Oriente. Era
vigente darles vivienda. Las autoridades locales y los constructores
disponían a veces sólo de semanas o días contados: tenían que alojar a
los evacuados antes del invierno. En vista de ello, nadie se ponía a
pensar en la estética o en búsquedas arquitectónicas. Se construía
contra el tiempo. Así, por enésima vez, circunstancias concretas
obligaban al Estado soviético a postergar la solución cardinal del
problema de la vivienda, con tal de satisfacer las necesidades
inmediatas de la población.
La guerra terminó hace tres décadas y media. Ahora los arquitectos y las
entidades estatales, responsables de la edificación, enfrentan la
necesidad de enfocar integralmente el desarrollo de las ciudades y
poblados.
No hace mucho conversé con Alexéi Bujtiárov, presidente del Comité
Ejecutivo del Soviet, de la ciudad de Omsk (Siberia). Me parece de
interés para el rector, conocer el contenido de aquella entrevista.
—¿Qué significa enfocar integralmente el desarrollo de la ciudad, en el caso de Omsk?
—En cualquier caso el desarrollo de una ciudad es multifacético: crece
la industria y, por lo tanto, aumenta la población y con ella, la
necesidad de viviendas, de servicios, comunicaciones y otras muchas
cosas. Cuando hablamos de la solución integral del problema, tenemos en
cuenta sus diversos aspectos tomados en su conjunto y, además, en
vinculación orgánica. Buscamos la variante óptima para satisfacer los
intereses de la población que crece con rapidez y para cubrir, a la vez,
las necesidades de la economía del país, de la región y de la ciudad,
haciéndolo con vistas al presente y al futuro. En todo ello, nos basamos
en nuestras posibilidades y nuestros recursos existentes.
— Estas son verdades obvias. Pero es muy difícil aplicarlas en la
práctica, analizando científicamente todos los factores en su
concatenación. El ejemplo de Omsk es en este sentido muy elocuente.
Imagínese una ciudad con más de un millón de habitantes, uno de los
emporios industriales y culturales más importantes no sólo de Siberia,
sino del país, una ciudad que se fundó hace dos siglos y medio, y que
lleva en su semblanza el sello de las más diversas épocas.
— ¿Qué se requiere para el desarrollo integral —en la concepción moderna
de este vocablo— de una ciudad como Omsk? Suficientes medios y
recursos, así como la posibilidad de evadirse, aunque no sea más que
temporalmente, de los problemas actuales, siempre "candentes", para
poder pensar en serio en perspectivas más o menos lejanas. En el pasado
nos era imposible hacerlo.
— En los primeros quinquenios (1928-1940) y, sobre todo, durante la
segunda guerra mundial y después de ésta, la nación construía en Omsk,
igual que en otras ciudades, grandes plantas industriales. ¿Dónde alojar
a los miles de constructores y, luego, a los obreros de las fábricas?
Las temperaturas del invierno suelen llegar, en Omsk, a 50 grados bajo
cero. Las viviendas se necesitaban al instante, no se podía demorar en
construirlas uno o dos años, ni pensar en meses. Ante esos imperativos,
todo lo demás pasaba a segundo plano. Es la razón por la cual gran parte
de las viviendas de aquel difícil período, no nos pueden satisfacer hoy
en día.
— Al incrementarse el potencial económico del Estado, el cuadro fue
cambiando, y desde mediados de los años 60, en Omsk se edifica de otra
manera. Lo que se construye ahora, no sólo cubre las necesidades
perentorias, sino servirá a largo plazo. Hace algunos años aprobamos el
Plan Rector de desarrollo de nuestra ciudad, en vigor hasta fines del
presente siglo. Una vez cumplido, veremos a Omsk como la ciudad que
deseamos: aún más hermosa y urbanizada, con anchas avenidas que permitan
el tráfico rápido, con aire puro y una belleza arquitectónica
incomparable, cómoda para la vida y el trabajo, y que satisfaga las más
elevadas exigencias en la cultura y los servicios.
— Diré algunas palabras sobre las obras a realizar; el fondo
inmobiliario urbano aumentará en un 50 por ciento y será plenamente
confortable, se construirán 300 mil apartamentos. La mitad de los
edificios residenciales que se construyen tendrán 9, 12, 16 o más pisos.
Se abrirán nuevas avenidas para transporte rápido y se modernizarán las
viejas; casi se triplicará el número de establecimientos de servicios
públicos; las áreas verdes ascenderán a 24 metros cuadrados por
habitante.
— ¿Qué opina usted del estado de cosas en la hacienda municipal?
— Esto es relativo. En comparación con el pasado, incluso un pasado
reciente, la situación ha mejorado mucho en todo sentido. Tampoco van
mal las cosas, si comparamos a Omsk con otras grandes ciudades,
soviéticas o extranjeras. Por ejemplo, el 90 por ciento de nuestros
apartamentos tienen calefacción central y gas.
— Unos 12 mil apartamentos confortables, en altos edificios se
distribuyen cada año entre los habitantes de Omsk. Esto significa, que
en un quinquenio recibe apartamento nuevo una de cada cinco familias.
Podríamos presumir de estos resultados, pero consideramos que eso no es
suficiente y que tenemos aún mucho por hacer; tanto en lo que se refiere
a la vivienda, como al desarrollo del transporte y de los servicios que
han de ampliarse y mejorar. Por ejemplo, en Omsk hay ahora cerca de 700
cafeterías, restaurantes, comedores y otros establecimientos de
alimentación pública. Debe de haber más.
La entrevista citada se refiere a una ciudad siberiana, que como tal tiene muchos problemas específicos.
A escala de un país tan grande como es la Unión Soviética, en cuyo
territorio hay las más variadas zonas climático-naturales, las
peculiaridades locales son esenciales.
Trasladémonos ahora de Siberia hacia el Oeste, a orillas del río Kama, afluente principal del Volga.
Cuando se trata de la industrialización de nuevos territorios en la
URSS, suelen aludir a Siberia, al Extremo Oriente, o a la parte norte.
Pero uno de los ejemplos más importantes está a una hora y media de
vuelo de Moscú, en el curso bajo del Kama. Allí, en la República
Autónoma de Tartaria, en las inmediaciones de importantes núcleos
industriales, existió hasta hace no mucho algo así como un "vacío
industrial", con una superficie de 2.500 kilómetros cuadrados.
Ahora en un territorio semejante a un triángulo, cuyos vértices son las
ciudades Náberezhnie Chelní, Nizhnekamsk y Zaínsk, se construyeron más
de 40 complejos industriales. Se trata de la mayor concentración de
producción en la URSS. Además, las empresas son tan grandes como el
KAMAZ, conjunto de fábricas de camiones de gran capacidad de carga,
construido en Náberezhnie Chelní. Henry Ford, "rey automovilístico" de
los EE. UU., al visitar esta planta, dijo que ni su país ni Europa
Occidental hubieran sido capaces de realizar algo parecido.
Son comparables al KAMAZ sus vecinos: las industrias petroquímicas y de
neumáticos de Nizhnekamsk, la hidroeléctrica (recién construida en el
Kama), la termoeléctrica de Zaínsk, etc.
Donde ahora se encuentra la ciudad de Nizhnekamsk (150 mil habitantes),
en diciembre de 1960, en medio de la estepa nevada, metieron la primera
cuña y en abril del año siguiente colocaron los cimientos de la primera
casa...
Es preciso imaginar aquel panorama. En el mapa, el lugar, donde habían
de realizarse las obras, parecía insignificante pero, visto de cerca,
representaba una estepa extensa, un bosque sórdido, barrancos, caminos
llenos de intransitable barro. Incluso uno se resistía a creer que no
estaba en el fin del mundo, sino en el mismo centro del país.
La primera escuela empezó a funcionar, cuando la ciudad aún no existía.
La primera vivienda de varios pisos se construyó después. Así lo
decidieron los propios ciudadanos. Cuando todo se crea a partir de cero y
las entidades de construcción no pueden llevar a cabo simultáneamente
todos los trabajos, es necesario darle prioridad a lo más importante:
¿Una casa de vivienda confortable o una escuela? La gente se conformó
con vivir hasta muy entrado el otoño en vagoncitos (vivienda típica de
los primeros constructores de aquel período) con tal de que sus hijos
fuesen a tiempo a la escuela.
"Desde luego, los más difíciles fueron los primeros pasos — relata Farit
Bagautdínov, ex presidente del Comité Ejecutivo del Soviet urbano de
Nizhnekamsk, hoy ministro del Comercio de la RSSA de Tartaria—. Poco a
poco las cosas fueron desenvolviéndose de manera favorable. De las
aldeas adyacentes y de otros lugares, más lejanos, llegaban nuevos
contingentes de constructores. Rusos, tártaros, bashkiros, tadzhikos...
Treinta nacionalidades en total. Pero Nizhnekamsk no se convirtió en una
nueva Babilonia: todos sus habitantes se comprendían perfectamente y no
percibían barreras nacionales de ninguna clase. Maquinaria y materiales
de construcción llegaban de distintas regiones del país. Las obras
fueron desplegándose, lo cual implicaba problemas cada vez complicados.
"El más apremiante fue el de vivienda. Necesitaban viviendas cuantos
llegaban. Pues, antes de hacerse constructores, todos los que llegaban a
Nizhnekamsk se hacían ciudadanos de esta futura ciudad.
"Por eso tuvimos que decidir cómo construir. No exigiendo mucho de la
calidad, pero más rápido, o de una calidad mejor, pero más lento. No es
un problema fácil ni nuevo.
"Naturalmente, la situación no era la misma que a raíz de la segunda
guerra mundial. A las obras de Nizhnekamsk acudían hombres que tenían
viviendas en los lugares de donde procedían. La primera conclusión era
evidente: regular conforme a nuestras posibilidades el número de los que
llegaban para garantizarles vivienda segura. Pero es más fácil decirlo
que hacerlo. No todos llegaban habiéndose contratado previamente ni
siquiera habiendo averiguado los detalles. Muchos lo hacían nada más
enterados de que se trataba de unas obras grandiosas, y acudían a ellas,
seguros de poder obtener el trabajo y la vivienda.
"Rechazamos la idea de construir viviendas provisionales, a manera de
barracas y que más tarde se podrían derrumbar. Construimos sólo lo que
podría servir mucho tiempo. Pero en un principio, utilizamos como
albergues las viviendas comunes: en los apartamentos de una pieza
alojábamos a una familia, o a dos o tres trabajadores solteros; en los
de dos piezas, el número doble, etc. Claro está que también construimos
albergues confortables según los proyectos tipo especiales. Ello nos
permitía contrarrestar, con una rapidez relativa, la escasez de
viviendas y alojar sin mayor dificultad a cuantos llegaban. Con el
tiempo los inquilinos de los albergues improvisados se mudaban a los
edificios construidos con este fin, y los apartamentos que dejaban eran
utilizados en forma adecuada.
"La realidad confirmó que nuestra solución fue acertada. Hoy día en la
semblanza arquitectónica de nuestra ciudad hay edificios de distintas
generaciones. Claro está, las casas y barrios más recientes se ven mejor
y son más confortables. Es inevitable y no ha podido ser de otra
manera. Pero los viejos edificios no afean el panorama y no tuvimos que
demoler ninguno de ellos."
En la URSS los Soviets urbanos son, básicamente, los propietarios del
territorio que tienen bajo su jurisdicción, y ninguna resolución, que
concierne a los intereses de la ciudad y de los ciudadanos, puede
adoptarse sin que ellos lo autoricen.
Sin la autorización del Soviet, no se puede construir en la ciudad ni un
solo edificio, y los apartamentos nuevos se distribuyen entre los
ciudadanos por las listas que se aprueban en el Comité Ejecutivo del
mismo.
Para que las cosas vayan normalmente, es preciso coordinar
permanentemente lo que hacen las empresas poseedoras de recursos para la
construcción de viviendas, puesto que de otra manera no surgiría un
conjunto arquitectónico armonioso, sino un conglomerado de elementos
sueltos que sólo formalmente podría llamarse ciudad.
En Nizhnekamsk lo comprendieron muy pronto. El Plan Rector de esta
ciudad, trazado por arquitectos moscovitas (hasta el año 1990), es un
asunto que preocupa —no sólo de palabra, sino de hecho— a cuantos viven y
trabajan en la misma.
En una ciudad nueva, donde no hay todavía población local nacida en
ella, donde todos los trabajadores han llegado de otros lugares, el
problema de la migración de cuadros es especialmente agudo. Hacer que
los trabajadores echen raíces en el sitio nuevo siempre es más difícil
que retener al originario del lugar. En este caso no ayuda el apego al
terruño ni la fuerza de costumbre. La solución es una sola: crearle a la
gente condiciones de trabajo y de vida, que superen las que había
tenido anteriormente. Esto quiere decir que una ciudad nueva, como
Nizhnekamsk, por ejemplo, debe desarrollarse en el plano social con
mayor rapidez que los núcleos industriales y culturales ya formados.
En los últimos diez años se construyeron en Nizhnekamsk 26 mil
apartamentos. El volumen actual de las obras —cuatro mil apartamentos
por año— supera cinco veces el del año 1967: calculado proporcionalmente
al número de habitantes, cuadruplica el nivel medio registrado en el
país. Con este fin, se invierten cada año 50 millones de rublos: 400
rublos por habitante de la ciudad, comprendidos los niños recién
nacidos, o 1.600 rublos (más de 2.000 dólares) por una familia de cuatro
personas.
La justa distribución de los apartamentos, está a cargo de un
departamento especial del Comité Ejecutivo del Soviet urbano, el cual
registra a todos los que necesitan vivienda y, junto con los sindicatos y
otras organizaciones sociales de las empresas e instituciones,
establece el turno. Sólo los técnicos contratados, por invitación
personal para trabajar en la ciudad, reciben apartamentos sin esperar
turno. Estos apartamentos son de un fondo especial, de reserva. Los que
llegan por iniciativa propia se alojan en un albergue confortable y se
registran en el Comité Ejecutivo del Soviet urbano. Se les dan
apartamentos a medida que se construyen nuevos edificios.
Desde luego, a veces ocurre que a algunos la espera les parece muy
larga. Entonces elevan quejas al Comité Ejecutivo, donde éstas se
estudian cuidadosamente, y, por lo general, los ciudadanos reciben
respuestas que les satisfacen, comprendiendo que todo se hace con
justicia y que ellos tienen los mismos derechos que los demás. Llegará
su turno, y recibirán apartamento nuevo. En cierto sentido, quienes
esperan incluso salen ganando: el standard de vivienda se mejora
continuamente, y el apartamento que se construirá mañana será, sin duda,
mejor que el construido hoy.
---------- Post added 03-sep-2013 at 13:59 ----------
5. Rápido, bueno, bonito y barato: ¿cómo comprenderlo?
Que estos tres principios deberían regir la construcción; era aceptado,
desde hace mucho, por la gente. Pero no siempre se aplicaban y menos al
mismo tiempo. Veamos que sucedía, hasta 1917, en la ciudad de Nizhni
Nóvgorod, actualmente Gorki. Los palacetes construidos uno tras otro, en
una elevada ladera sobre el Volga, hace más de un siglo, embellecen el
paisaje hasta nuestros días. Al verlos se comprende que quienes los
mandaron construir, derrochaban el dinero. En efecto, los mercaderes de
Nizhni Nóvgorod eran de los más ricos en Rusia. Cuando construían para
ellos, de los tres principios mencionados, prevalecía el segundo. Pero
cuando lo hacían para los pobres: barracas y espantosas casas de
vecindad, entregaban de hogar. Era rápido y barato. La calidad no
importaba. Esta observación no pretende ser original. Bien conocido es
el hecho de que, en la Rusia zarista, siempre se construyeron —además de
los suntuosos palacios, mansiones e iglesias— casas malas y baratas,
que no podían complacer a sus moradores ni a cualquier observador ajeno.
Este era el fondo de viviendas que tuvimos que barrer de la faz de la
tierra para reemplazarlo con otro nuevo.
En vísperas de la segunda guerra mundial, el fondo inmobiliario urbano
constituía en la Unión Soviética 421 millones de metros cuadrados. Más
de la mitad se había construido después de la Revolución de Octubre de
1917. Es decir, en sólo 23 años, incluidos los de la guerra civil y de
la intervención extranjera (1918-1920), se hizo más que en muchos
siglos. Hubo en aquel período tanto búsquedas innovadoras de
arquitectos, como hallazgos interesantes, pero en general el ritmo de la
edificación era moderado, por las reducidas posibilidades económicas y
técnicas de que disponía el Estado. Aunque la construcción de viviendas
se realizó en proporciones inusitadas, en la historia del país, no fue
posible abastecer de apartamentos confortables a la población urbana
que, debido a la industrialización, crecía con rapidez. En aquellas
circunstancias sería un fracaso lanzar la consigna de "un apartamento
confortable, a cada familia". En la práctica, significaría que unos
disfrutarían del confort moderno y otros habrían de cobijarse, durante
largos años, en casas destartaladas. Por eso, el Estado soviético eligió
otro camino: alojar en casas nuevas, en un mismo apartamento, a dos o
tres familias. Fue una medida provisional, pero necesaria, que
disminuyó, hasta cierto punto, la crisis de la vivienda.
Durante la guerra contra la Alemania nazi (1941-1945), quedaron sin
viviendas 25 millones de soviéticos: las incendiaron y destruyeron los
invasores. Muchos centenares de miles de ciudadanos, junto con las
fábricas evacuadas de las zonas próximas al frente, se trasladaron a la
región del Volga, a los Urales, a Siberia y al Extremo Oriente. Era
vigente darles vivienda. Las autoridades locales y los constructores
disponían a veces sólo de semanas o días contados: tenían que alojar a
los evacuados antes del invierno. En vista de ello, nadie se ponía a
pensar en la estética o en búsquedas arquitectónicas. Se construía
contra el tiempo. Así, por enésima vez, circunstancias concretas
obligaban al Estado soviético a postergar la solución cardinal del
problema de la vivienda, con tal de satisfacer las necesidades
inmediatas de la población.
La guerra terminó hace tres décadas y media. Ahora los arquitectos y las
entidades estatales, responsables de la edificación, enfrentan la
necesidad de enfocar integralmente el desarrollo de las ciudades y
poblados.
No hace mucho conversé con Alexéi Bujtiárov, presidente del Comité
Ejecutivo del Soviet, de la ciudad de Omsk (Siberia). Me parece de
interés para el rector, conocer el contenido de aquella entrevista.
—¿Qué significa enfocar integralmente el desarrollo de la ciudad, en el caso de Omsk?
—En cualquier caso el desarrollo de una ciudad es multifacético: crece
la industria y, por lo tanto, aumenta la población y con ella, la
necesidad de viviendas, de servicios, comunicaciones y otras muchas
cosas. Cuando hablamos de la solución integral del problema, tenemos en
cuenta sus diversos aspectos tomados en su conjunto y, además, en
vinculación orgánica. Buscamos la variante óptima para satisfacer los
intereses de la población que crece con rapidez y para cubrir, a la vez,
las necesidades de la economía del país, de la región y de la ciudad,
haciéndolo con vistas al presente y al futuro. En todo ello, nos basamos
en nuestras posibilidades y nuestros recursos existentes.
— Estas son verdades obvias. Pero es muy difícil aplicarlas en la
práctica, analizando científicamente todos los factores en su
concatenación. El ejemplo de Omsk es en este sentido muy elocuente.
Imagínese una ciudad con más de un millón de habitantes, uno de los
emporios industriales y culturales más importantes no sólo de Siberia,
sino del país, una ciudad que se fundó hace dos siglos y medio, y que
lleva en su semblanza el sello de las más diversas épocas.
— ¿Qué se requiere para el desarrollo integral —en la concepción moderna
de este vocablo— de una ciudad como Omsk? Suficientes medios y
recursos, así como la posibilidad de evadirse, aunque no sea más que
temporalmente, de los problemas actuales, siempre "candentes", para
poder pensar en serio en perspectivas más o menos lejanas. En el pasado
nos era imposible hacerlo.
— En los primeros quinquenios (1928-1940) y, sobre todo, durante la
segunda guerra mundial y después de ésta, la nación construía en Omsk,
igual que en otras ciudades, grandes plantas industriales. ¿Dónde alojar
a los miles de constructores y, luego, a los obreros de las fábricas?
Las temperaturas del invierno suelen llegar, en Omsk, a 50 grados bajo
cero. Las viviendas se necesitaban al instante, no se podía demorar en
construirlas uno o dos años, ni pensar en meses. Ante esos imperativos,
todo lo demás pasaba a segundo plano. Es la razón por la cual gran parte
de las viviendas de aquel difícil período, no nos pueden satisfacer hoy
en día.
— Al incrementarse el potencial económico del Estado, el cuadro fue
cambiando, y desde mediados de los años 60, en Omsk se edifica de otra
manera. Lo que se construye ahora, no sólo cubre las necesidades
perentorias, sino servirá a largo plazo. Hace algunos años aprobamos el
Plan Rector de desarrollo de nuestra ciudad, en vigor hasta fines del
presente siglo. Una vez cumplido, veremos a Omsk como la ciudad que
deseamos: aún más hermosa y urbanizada, con anchas avenidas que permitan
el tráfico rápido, con aire puro y una belleza arquitectónica
incomparable, cómoda para la vida y el trabajo, y que satisfaga las más
elevadas exigencias en la cultura y los servicios.
— Diré algunas palabras sobre las obras a realizar; el fondo
inmobiliario urbano aumentará en un 50 por ciento y será plenamente
confortable, se construirán 300 mil apartamentos. La mitad de los
edificios residenciales que se construyen tendrán 9, 12, 16 o más pisos.
Se abrirán nuevas avenidas para transporte rápido y se modernizarán las
viejas; casi se triplicará el número de establecimientos de servicios
públicos; las áreas verdes ascenderán a 24 metros cuadrados por
habitante.
— ¿Qué opina usted del estado de cosas en la hacienda municipal?
— Esto es relativo. En comparación con el pasado, incluso un pasado
reciente, la situación ha mejorado mucho en todo sentido. Tampoco van
mal las cosas, si comparamos a Omsk con otras grandes ciudades,
soviéticas o extranjeras. Por ejemplo, el 90 por ciento de nuestros
apartamentos tienen calefacción central y gas.
— Unos 12 mil apartamentos confortables, en altos edificios se
distribuyen cada año entre los habitantes de Omsk. Esto significa, que
en un quinquenio recibe apartamento nuevo una de cada cinco familias.
Podríamos presumir de estos resultados, pero consideramos que eso no es
suficiente y que tenemos aún mucho por hacer; tanto en lo que se refiere
a la vivienda, como al desarrollo del transporte y de los servicios que
han de ampliarse y mejorar. Por ejemplo, en Omsk hay ahora cerca de 700
cafeterías, restaurantes, comedores y otros establecimientos de
alimentación pública. Debe de haber más.
La entrevista citada se refiere a una ciudad siberiana, que como tal tiene muchos problemas específicos.
A escala de un país tan grande como es la Unión Soviética, en cuyo
territorio hay las más variadas zonas climático-naturales, las
peculiaridades locales son esenciales.
Trasladémonos ahora de Siberia hacia el Oeste, a orillas del río Kama, afluente principal del Volga.
Cuando se trata de la industrialización de nuevos territorios en la
URSS, suelen aludir a Siberia, al Extremo Oriente, o a la parte norte.
Pero uno de los ejemplos más importantes está a una hora y media de
vuelo de Moscú, en el curso bajo del Kama. Allí, en la República
Autónoma de Tartaria, en las inmediaciones de importantes núcleos
industriales, existió hasta hace no mucho algo así como un "vacío
industrial", con una superficie de 2.500 kilómetros cuadrados.
Ahora en un territorio semejante a un triángulo, cuyos vértices son las
ciudades Náberezhnie Chelní, Nizhnekamsk y Zaínsk, se construyeron más
de 40 complejos industriales. Se trata de la mayor concentración de
producción en la URSS. Además, las empresas son tan grandes como el
KAMAZ, conjunto de fábricas de camiones de gran capacidad de carga,
construido en Náberezhnie Chelní. Henry Ford, "rey automovilístico" de
los EE. UU., al visitar esta planta, dijo que ni su país ni Europa
Occidental hubieran sido capaces de realizar algo parecido.
Son comparables al KAMAZ sus vecinos: las industrias petroquímicas y de
neumáticos de Nizhnekamsk, la hidroeléctrica (recién construida en el
Kama), la termoeléctrica de Zaínsk, etc.
Donde ahora se encuentra la ciudad de Nizhnekamsk (150 mil habitantes),
en diciembre de 1960, en medio de la estepa nevada, metieron la primera
cuña y en abril del año siguiente colocaron los cimientos de la primera
casa...
Es preciso imaginar aquel panorama. En el mapa, el lugar, donde habían
de realizarse las obras, parecía insignificante pero, visto de cerca,
representaba una estepa extensa, un bosque sórdido, barrancos, caminos
llenos de intransitable barro. Incluso uno se resistía a creer que no
estaba en el fin del mundo, sino en el mismo centro del país.
La primera escuela empezó a funcionar, cuando la ciudad aún no existía.
La primera vivienda de varios pisos se construyó después. Así lo
decidieron los propios ciudadanos. Cuando todo se crea a partir de cero y
las entidades de construcción no pueden llevar a cabo simultáneamente
todos los trabajos, es necesario darle prioridad a lo más importante:
¿Una casa de vivienda confortable o una escuela? La gente se conformó
con vivir hasta muy entrado el otoño en vagoncitos (vivienda típica de
los primeros constructores de aquel período) con tal de que sus hijos
fuesen a tiempo a la escuela.
"Desde luego, los más difíciles fueron los primeros pasos — relata Farit
Bagautdínov, ex presidente del Comité Ejecutivo del Soviet urbano de
Nizhnekamsk, hoy ministro del Comercio de la RSSA de Tartaria—. Poco a
poco las cosas fueron desenvolviéndose de manera favorable. De las
aldeas adyacentes y de otros lugares, más lejanos, llegaban nuevos
contingentes de constructores. Rusos, tártaros, bashkiros, tadzhikos...
Treinta nacionalidades en total. Pero Nizhnekamsk no se convirtió en una
nueva Babilonia: todos sus habitantes se comprendían perfectamente y no
percibían barreras nacionales de ninguna clase. Maquinaria y materiales
de construcción llegaban de distintas regiones del país. Las obras
fueron desplegándose, lo cual implicaba problemas cada vez complicados.
"El más apremiante fue el de vivienda. Necesitaban viviendas cuantos
llegaban. Pues, antes de hacerse constructores, todos los que llegaban a
Nizhnekamsk se hacían ciudadanos de esta futura ciudad.
"Por eso tuvimos que decidir cómo construir. No exigiendo mucho de la
calidad, pero más rápido, o de una calidad mejor, pero más lento. No es
un problema fácil ni nuevo.
"Naturalmente, la situación no era la misma que a raíz de la segunda
guerra mundial. A las obras de Nizhnekamsk acudían hombres que tenían
viviendas en los lugares de donde procedían. La primera conclusión era
evidente: regular conforme a nuestras posibilidades el número de los que
llegaban para garantizarles vivienda segura. Pero es más fácil decirlo
que hacerlo. No todos llegaban habiéndose contratado previamente ni
siquiera habiendo averiguado los detalles. Muchos lo hacían nada más
enterados de que se trataba de unas obras grandiosas, y acudían a ellas,
seguros de poder obtener el trabajo y la vivienda.
"Rechazamos la idea de construir viviendas provisionales, a manera de
barracas y que más tarde se podrían derrumbar. Construimos sólo lo que
podría servir mucho tiempo. Pero en un principio, utilizamos como
albergues las viviendas comunes: en los apartamentos de una pieza
alojábamos a una familia, o a dos o tres trabajadores solteros; en los
de dos piezas, el número doble, etc. Claro está que también construimos
albergues confortables según los proyectos tipo especiales. Ello nos
permitía contrarrestar, con una rapidez relativa, la escasez de
viviendas y alojar sin mayor dificultad a cuantos llegaban. Con el
tiempo los inquilinos de los albergues improvisados se mudaban a los
edificios construidos con este fin, y los apartamentos que dejaban eran
utilizados en forma adecuada.
"La realidad confirmó que nuestra solución fue acertada. Hoy día en la
semblanza arquitectónica de nuestra ciudad hay edificios de distintas
generaciones. Claro está, las casas y barrios más recientes se ven mejor
y son más confortables. Es inevitable y no ha podido ser de otra
manera. Pero los viejos edificios no afean el panorama y no tuvimos que
demoler ninguno de ellos."
En la URSS los Soviets urbanos son, básicamente, los propietarios del
territorio que tienen bajo su jurisdicción, y ninguna resolución, que
concierne a los intereses de la ciudad y de los ciudadanos, puede
adoptarse sin que ellos lo autoricen.
Sin la autorización del Soviet, no se puede construir en la ciudad ni un
solo edificio, y los apartamentos nuevos se distribuyen entre los
ciudadanos por las listas que se aprueban en el Comité Ejecutivo del
mismo.
Para que las cosas vayan normalmente, es preciso coordinar
permanentemente lo que hacen las empresas poseedoras de recursos para la
construcción de viviendas, puesto que de otra manera no surgiría un
conjunto arquitectónico armonioso, sino un conglomerado de elementos
sueltos que sólo formalmente podría llamarse ciudad.
En Nizhnekamsk lo comprendieron muy pronto. El Plan Rector de esta
ciudad, trazado por arquitectos moscovitas (hasta el año 1990), es un
asunto que preocupa —no sólo de palabra, sino de hecho— a cuantos viven y
trabajan en la misma.
En una ciudad nueva, donde no hay todavía población local nacida en
ella, donde todos los trabajadores han llegado de otros lugares, el
problema de la migración de cuadros es especialmente agudo. Hacer que
los trabajadores echen raíces en el sitio nuevo siempre es más difícil
que retener al originario del lugar. En este caso no ayuda el apego al
terruño ni la fuerza de costumbre. La solución es una sola: crearle a la
gente condiciones de trabajo y de vida, que superen las que había
tenido anteriormente. Esto quiere decir que una ciudad nueva, como
Nizhnekamsk, por ejemplo, debe desarrollarse en el plano social con
mayor rapidez que los núcleos industriales y culturales ya formados.
En los últimos diez años se construyeron en Nizhnekamsk 26 mil
apartamentos. El volumen actual de las obras —cuatro mil apartamentos
por año— supera cinco veces el del año 1967: calculado proporcionalmente
al número de habitantes, cuadruplica el nivel medio registrado en el
país. Con este fin, se invierten cada año 50 millones de rublos: 400
rublos por habitante de la ciudad, comprendidos los niños recién
nacidos, o 1.600 rublos (más de 2.000 dólares) por una familia de cuatro
personas.
La justa distribución de los apartamentos, está a cargo de un
departamento especial del Comité Ejecutivo del Soviet urbano, el cual
registra a todos los que necesitan vivienda y, junto con los sindicatos y
otras organizaciones sociales de las empresas e instituciones,
establece el turno. Sólo los técnicos contratados, por invitación
personal para trabajar en la ciudad, reciben apartamentos sin esperar
turno. Estos apartamentos son de un fondo especial, de reserva. Los que
llegan por iniciativa propia se alojan en un albergue confortable y se
registran en el Comité Ejecutivo del Soviet urbano. Se les dan
apartamentos a medida que se construyen nuevos edificios.
Desde luego, a veces ocurre que a algunos la espera les parece muy
larga. Entonces elevan quejas al Comité Ejecutivo, donde éstas se
estudian cuidadosamente, y, por lo general, los ciudadanos reciben
respuestas que les satisfacen, comprendiendo que todo se hace con
justicia y que ellos tienen los mismos derechos que los demás. Llegará
su turno, y recibirán apartamento nuevo. En cierto sentido, quienes
esperan incluso salen ganando: el standard de vivienda se mejora
continuamente, y el apartamento que se construirá mañana será, sin duda,
mejor que el construido hoy.
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