un atracador al que se le habría acabado la paguita (es que 500 Euros no dan para mucho).. pues nada, habrá que aumentar la paguita a los holgazanes, luego crear diversos observatorios, "centros de interpretación", alguna ONG (en la que enchufar a algun amiguito).. y todo regarlo con dinero público, claro.. que es gratis..
La empleada de un 24 horas de Poio regatea el botín con el atracador
«Vamos a ver. Soy madre de familia. No me jodas la vida, tío, y vete a atracar a otro lado», le espetó al ladrón
No fue una negociación entre iguales. Delante de María José, empleada de
un 24 horas de Poio (Pontevedra), un individuo con el rostro cubierto
con un pasamontañas y esgrimiendo un cuchillo pelapatatas le exigía el
martes toda la recaudación del día. Y ella, que no, que apenas habían
tenido clientes y que no había suficiente dinero: «Le mostré que había
poco».
Ante la insistencia del atracador -«¡¡¡Dame todo el dinero!!!»-, María
José le espetó: «Vamos a ver. Soy madre de familia. Aquí estoy
trabajando. No me jodas la vida, tío, y vete a atracar a otro lado».
Este argumento, junto con un billete de 5 euros, pareció convencer al
caco, que se dirigió hacia la salida -«ni te denuncio, ni nada, pero
aquí no vuelvas más»-. Sin embargo, en el umbral, se giró y haciendo
gestos amenazadores con el cuchillo retomó las exigencias económicas:
«¡Que me des 50 euros!».
«Pero no ves que no tengo», le respondió María José. Y comenzaron las
negociaciones, el regateo, en el que el atracador comenzó exigiendo
cincuenta euros y la pontevedresa se mostraba dispuesta a darle otros
diez. Este bajó a veinte, «que tengo el mono», pero finalmente se
alzaron triunfantes las dotes de persuasión de la empleada del
veinticuatro horas y accedió a llevarse quince euros -el primer billete
de cinco y el segundo, fruto de la nueva negociación, de diez.
Instantes antes de abandonar el negocio, el atracador aún tuvo tiempo de
dirigirse a la pontevedresa. «Me dijo algo así como que me diera con un
canto en los dientes porque no me llevaba todo. Le respondí que
??gracias, pero no vuelvas??», señaló María José ya prácticamente
recuperada del susto.
Y eso que, en un principio, no se llegó a creer lo que estaba viviendo.
La presencia de un individuo con pasamontañas, negro y de lana, no le
dio mayor importancia porque, como ella misma reconoció, «aquí entran
muchos con cascos de moto». De hecho, fue escuchar: «¡Manos arriba, esto
es un atraco!», y replicar: «¿Estás de guasa, no?». Sin embargo, al ver
que «cogía el cuchillo, ya pensé ??pues no, no es ninguna guasa??».
No hay comentarios:
Publicar un comentario