20140213
LA SOMBRA DEL ÁGUILA – Arturo Pérez-Reverte
LA SOMBRA DEL ÁGUILA – Arturo Pérez-Reverte
Les presento una historia épica donde las haya. Una historia que podría igualar incluso a la de los diez mil aciagos guerreros de Jenofonte. Este regimiento, la 526 de infantería ligera, era una unidad española que en contra de su voluntad luchó junto a las tropas napoleónicas entre 1807 y 1814. Originariamente pertenecía a la División del Norte al mando del marqués de La Romana y estaba compuesta por soldados españoles que no pudieron escapar de Dinamarca.
Pero ¿qué hacían allí? Les explico: debido a una serie de pactos entre la agonizante monarquía borbónica y el todo poderoso imperio napoleónico, un número considerable de tropas, unos 16.000 hombres, se encontraban situados en Hamburgo como aliados del ejército francés. En un principio estas tropas, debido a su valentía, fueron muy apreciadas, destacando en numerosas acciones valerosas como la toma de Stralsund a los suecos. Posteriormente fueron transportados a Dinamarca, a la península de Jutlandia, para proceder en un futuro a la invasión de Suecia, pero los hechos de 1808 empezaron a calentar los ánimos de unos soldados españoles que sabían que los suyos estaban muriendo a manos de sus propios aliados. Por ello el mando francés decidió diseminarlos para evitar de este modo que se reunieran y decidieran rebelarse.
El culmen de esta situación se produjo cuando obligaron a las tropas españolas a jurar obediencia al nuevo rey de España, José Bonaparte. El general Kindelán mediante engaños consiguió que sus soldados realizaran el juramento diciéndoles que otras compañías ya lo habían hecho. Pero hubo un regimiento, el de Almansa, que no se creyó las palabras y comenzó a gritar “¡Viva España! ¡Muera Napoleón!”. La situación estaba a punto de estallar. El Batallón Ligero de Cataluña empezó a idear la fuga y a contactar con los buques ingleses más cercanos y con oficiales de la Marina Real Británica. La fuga se produjo el 5 de Septiembre de 1808 al mando del marqués de La Romana, llegando posteriormente en barco a Santander donde conectan con el Ejercito del Norte y lo refuerzan. Fue una fuga trágica pues muchos no consiguieron llegar a los barcos, e incluso algunos se suicidaron pues prefirieron morir a vivir bajo el yugo francés. Aun así Kindelán se quedó y entregó al mando galo 200 oficiales y alrededor de 5.000 soldados que no habían tenido la suerte de embarcarse con rumbo a la libertad.
A partir de aquí comienza uno de los periplos más asombrosos de los que se tenga noticia. Los 5000 soldados son llevados a la fuerza como prisioneros a Hamburgo, pero en su cerebro se ha forjado a de nuevo la idea de fugarse. En 1809 se les indica que si juran al rey José y se alistan como voluntarios en la Gran Armee pueden dejar de ser prisioneros. Es por ello que en 1810 se forme el Regimiento José Bonaparte al mando del afrancesado Kindelán y se vista a los españoles con uniformes totalmente blancos junto con unos chacos que llevan las letras JB (José Bonaparte).
En 1812 se produce la invasión de Rusia, y junto al gran mar de soldados que integran la Gran Armee un pequeño Regimiento español también entra en combate. Aquí el general Kindelán desaparece de nuestra historia pues sabemos que en ese momento están comandados por el general Friant. Los soldados españoles están decididos a fugarse y pasarse al enemigo en cuanto puedan, pero cualquier intento es abortado. Es sabido que un coronel francés fusiló a un número incierto de españoles por intentar huir. Por ello y a veces como castigo, son puestos continuamente en lugares de peligro, o en primera línea de combate o aguantando pie a tierra la retirada. Se los trata como carne de cañón pero aun así están contentos porque saben que cuanto más cercan estén del enemigo más posibilidades hay de pasarse al otro bando.
Reciben el bautismo de fuego en Vitebsk. Allí en la confusión del combate matan al coronel Oudin, aquel que mató a sus compañeros anteriormente. El honor y la venganza es algo que nunca han podido arrebatarles. Destacan sus acciones en el asalto de Smolensko, Sbodonovo y la sangrienta batalla de Borodino. Es justamente en este punto, en la sangría de Sbodonovo, cuando comienza el libro de Arturo Pérez-Reverte. En medio de la confusión, cuando Napoleón, que esta aupado a lomos de su caballo y no puede ver el flanco derecho de su ejercito, flanco que esta siendo destrozado por las tropas rusas, también hay que decirlo, se queda asombrado al comprobar que un pequeño regimiento, casi en fila india y de forma suicida, se dirige a toda velocidad a la línea de cañones rusas en dirección a la ciudad. Unos héroes, piensa el corso, pero en la verdadera intención de aquellos baqueteados españoles no es jugarse el pellejo por el honor de Francia sino buscar rendirse rápidamente, pasarse a las tropas enemigas y librarse del cautiverio que sufren desde Dinamarca. No quiero a nadie destriparles el argumento pero todo se les complica y de desertores en potencia pasan a héroes a ojos de Napoleón. Cuando el ejercito francés entra en Moscú se les condecora por meritos en el combate y como premio los destinan a proteger a los convoyes de los ataques cosacos para que lleguen a salvo a la ciudad y a custodiar el sacrosanto suelo del Kremlin.
Después del incendio de Moscú se produce la trágica retirada de la Gran Armee. Entre ventiscas de nieve y hielo, nuestros protagonistas siguen la estela de un caído emperador, sobrepasado por las circunstancias y autofagocitado por su propia gloria. Las luchas son constantes y estos pequeños españoles venden cara su piel entre aullidos de desesperación y redaños ibéricos. Menudean los ataques sorpresa de los cosacos los cuales son defendidos con arrojo por el mariscal Ney, pero eso no evita que 2000 españoles, según cuenta la historia, se fuguen y lleguen a las líneas rusas. Estos miles (estos ya no aparecen en el libro, pero se lo cuento como anécdota histórica) se integraron rápidamente en el ejército del zar creando un nuevo regimiento: El Regimiento Imperial Alejandro, también llamado “El Moscovita”, que posteriormente pertenecerá a la Guardia de la Madre del Zar portando una bandera que fue bordada por la misma zarina. En cambio en el bando francés solo 500 españoles cruzaron el Danubio. En 1813 se disuelve el regimiento.
Esta historia de honor, valentía y supervivencia es lo que se van a encontrar en esta magnifica novela de Arturo Pérez-Reverte. Ante todo nos encontramos con una narración totalmente visual, casi cinematográfica, en que todos los hechos vividos por el regimiento 526 se plasman perfectamente en nuestra cabeza, convirtiendo a sus personajes en seres inmortales que siempre recordaremos con orgullo. Aunque uno de los valores principales de esta novela son sobre todo la acción continua, regada con un curioso humor negro en el que los personajes históricos parecen haber pasado por el Callejón del Gato al ser deformados por la ironía (como por ejemplo el Petit Cabrón, es decir Napoleón) lo que para mí prima en esta historia es el valor y fuerza que transmiten esos soldados atrapados entre la espada y la pared, entre los raaas-zacas de los cañones rusos y el filo frió de los sables franceses que tienen detrás, que al menor signo de deserción salen de sus vainas con su inconfundible sonido, riis-raas, acabando con todo signo de libertad.
Pocos regresaron a España en 1814. Más de uno cayó de rodillas al atravesar las duras montañas del Pirineo y dio gracias a Dios por dejarle ver su tierra. Pero, ¡cruenta España que enseñas tus dientes vengativos!, muchos fueron perseguidos ya que cuando volvieron a su patria todavía conservaban restos del uniforme francés pues habían caminado por carreteras extranjeras, soñando con volver a sus casas con esa única vestimenta. Así que imagínense el viaje que hicieron estas personas. Recorrieron Europa de punta a punta, de Norte a Sur y de Oeste hasta la Madre Rusia, algo increíble, pero aunque dejaron su sangre por medio mundo siempre llevaron a España en su corazón.
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