20140508
Todo se acabó cuando metieron los datos en un ordenador central
Todo se acabó cuando metieron los datos en un ordenador central
Amazon y el trato a sus trabajadores es duramente criticado por Simon Head en su último libro. (Efe/Uwe Zucchi)
Tiene para todos. Simon Head, del Institute for Public Knowledge de la Universidad de Nueva York y miembro del St. Antonys College de la Universidad de Oxford, ha vuelto con un libro que probablemente no gustará a los otros poderes de Estados Unidos, es decir, los bancos, grandes cadenas como Amazon o las compañías informáticas. En Mindless: Why Smarter Machines Are Making Dumber Humans (Basic Books), y a pesar de su título, Head no retoma la tesis que enunciase Nicholas Carr en Superficiales: ¿qué está haciendo internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011), y que mantenía que los avances tecnológicos habían contribuido a nuestra dispersión mental.
Al contrario, Head denuncia los grandes peligros que la automatización de determinados sistemas puede tener (y ha tenido) tanto para nuestra inteligencia, como para nuestros bolsillos, nuestros trabajos, y que, en un último grado, produjeron y fomentaron la crisis económica de 2008. “Si las tecnologías inteligentes nos están haciendo más tontos, sin ninguna duda, también nos están haciendo más pobres”, aseguraba la entrevistadora Manuela Olterhoff en una entrevista concedida a Bloomberg en marzo, algo con lo que el autor se mostraba de acuerdo: “Hay algo diabólico en ello”.
La nueva cadena de producción
Head tiene muy claros quiénes son los culpables: los sistemas de monitorización y control del tiempo utilizados en algunas firmas como Wal-Mart o Amazon, que someten a los trabajadores a un escrutinio y a una presión continuos que provocan que, si no alcanzan el ritmo requerido, terminen en la calle. Es lo que cuenta uno de los protagonistas del libro, Mark Zweifel, que trabajó en la segunda de las empresas desde que cumplió 22 años. Después de seis meses en la misma, se le pidió que duplicase su ritmo de producción de 250 cajas a la hora a 500.
Él, como explicaba un resumen publicado en Voice of Russia, pudo cumplir con los objetivos porque, al fin y al cabo, era joven. Pero se trata de un procedimiento, vigilado por la máquina (que se pone a pitar si el ritmo no es el esperado), que raramente pueden aguantar los trabajadores de avanzada edad. Según explica el joven en el libro, el empleado medio de 50 años puede llegar a trabajar 10 horas al día, y llevar un ritmo de 1.200 pedidos en toda su jornada (o 1 cada medio minuto).
Mientras tanto, denuncia Head, aquellos que han patentado el sistema suelen aparecer con frecuencia en los medios de comunicación o protagonizando conferencias en los centros educativos más importantes del planeta, al mismo tiempo que se vanaglorian de sus logros. El autor denuncia en la entrevista de Bloomberg que “un ejecutivo de Amazon puede ir a la Universidad de Virginia y hablar de todos sus sistemas sin ninguna referencia a su naturaleza opresiva y salirse con la suya”.
El control de la máquina y la colaboración de los supervisores, que recuerdan constantemente al empleado que está perdiendo su tiempo, se dan la mano con el declive de los sindicatos y los académicos en Estados Unidos, que ya no tienen los recursos (ni las ganas) para defender los intereses de los trabajadores. “La idea de una élite de la clase trabajadora que pueda tener un estilo de vida de clase media está desapareciendo rápidamente”, explicaba Head.
El principio del fin
Todo comenzó, explica Head, cuando American Airlines implantó su sistema de reservas en 1962. Aunque previamente el ejército americano había automatizado algunos de sus procedimientos, como ocurría con el sistema de rastreo que el comandante de las fuerzas nucleares americanas utilizaba para tener una vista de todo el sector del que se encargaba, era la primera vez que se empleaba en un sistema civil. “Comenzaron a tomar datos de todas las agencias de viajes y de todas las oficinas de billetes, las expresaron de una manera digital y los pusieron en un ordenador central”, explicó el autor.
Hoy en día, vivimos en la era de los CBS (computer business systems), “los programas altamente complejos de gestión basada en ordenadores en los que las grandes organizaciones suelen confiar”, tal y como recoge la sinopsis del libro. Las víctimas son las habilidades humanas que, por lo general, habían caracterizado a los trabajos relacionados con la clase media, especialmente en áreas como la sanidad, la educación o la relación con el cliente, y que han sido sustituidos por esta nueva automatización.
El libro ha sido aplaudido por expertos como Richard Sennett, autor de El artesano o Juntos (Anagrama), donde analizaba el papel que la artesanía había jugado en la historia del ser humano, y que ha señalado que Head es el gran crítico de la “sociedad reglamentada”, definida no únicamente por lo que denomina como la “burocracia computerizada” sino también por los intereses económicos y aspiraciones políticas que se ocultan tras ella. Incluso Robert Skidelsky ha saludado el trabajo como una descripción de “los efectos insidiosos que produce la combinación de la gestión científica y su propensión a crear un mundo de control vertical, donde se despoja a los obreros de sus habilidades y de la satisfacción en el trabajo”.
Goldman Sachs, en el punto de mira
Pero Amazon o Wal-Mart no son las únicas firmas en el radar del académico, que también tiene bastante que decir del inicio de la crisis financiera y del papel jugado por Goldman Sachs, como muestra un extracto del libro que ha recogido Salon. “En la crisis financiera, los sistemas de CBS y sus tecnologías constituyentes se unieron en una malignidad sin precedentes”, explica el autor. “Las operaciones de la máquina de hipotecas de Wall Street antes y durante del desplome, y el papel de las máquinas en todo ello, encaja con lo que Joseph Schumpeter denominó la ‘mecanización del progreso’”.
¿En qué consistía aquel concepto enunciado por el economista austro-estadounidense? En que la innovación termina conduciendo a la “despersonalización” y la “automatización” de una fuerza de trabajo sometida a la burocratización y la dinámica de comités. Ello se refleja en el funcionamiento de Wall Street, donde una simple hipoteca subprime podía terminar convirtiéndose en un derivado financiero tan complejo que se quedase al margen del control de los sistemas de tecnología de información. ¿De qué manera afecta ello a Goldman Sachs? “Blankflein, Cohn y su equipo eran los hombres de la máquina y se encontraban entre los más dotados manipuladores de la misma en Wall Street”.
“A comienzos de la década de los 2000, los derivados de Goldman ya no podían considerarse una operación bancaria en el sentido más estricto del término, sino que se habían constituido en una actividad industrial, convirtiéndose en productos virtuales cuyo destino dependía de la gestión eficiente y la coordinación de procesos”, explicaba el autor. En definitiva, una vez más, automatización, deshumanización y el poder en garras de la máquina, arrebatado de las manos de los hombres, salvo de unos pocos.
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