vamos, vamos.. "mujer maltratadora".. la legislación indica específicamente que la mujer sólo puede ser víctima de la "violencia machista".. miles de sentencias lo prueban..
disfruten lo votado..
La mujer maltratadora - El tabú silenciado - JOSÉ LUIS CANO GIL (Psicoterapeuta)
Todos conocemos el grave problema del maltrato físico o emocional que
muchos hombres infligen a sus mujeres. Pero hay también otra plaga, no
menos extendida, que es la violencia emocional o física de muchas
mujeres contra sus parejas masculinas. Como ya existe abundantísima
información sobre el primer asunto, examinaremos aquí con cierto detalle
el segundo -un drama tabú-, a fin de obtener una visión más completa de
la terrible violencia doméstica (1).
Ante todo, cabe entender toda violencia familiar como un síntoma
neurótico surgido de profundos conflictos emocionales de sus miembros, y
a menudo de severas patologías de la personalidad. En el caso de las
mujeres, además, es un hecho que muchas de ellas no se emparejaron desde
un principio a partir de un genuino amor a su pareja -y ni siquiera al
varón en general o con unas mínimas aptitudes para la empatía y la
convivencia-, sino desde apremiantes necesidades prácticas o neuróticas
(p.ej., huir de la familia, vacíos emocionales, embarazo no deseado,
deseo de tener hijos, interés económico, imitación social, etc.) (2).
Así, tras las primeras semanas de romance y en cuanto la mujer asume su
nuevo estatus de casada (o incluso desde mucho antes), muchas de ellas
comenzarán a descargar sus amarguras inconscientes contra su chivo
expiatorio más cercano: sus maridos. (Y, por supuesto, también contra
sus hijos (3) u otras personas e incluso contra sí mismas. Pero éste es
un tema que no abordaremos aquí). Comenzará, entonces, la pesadilla
secreta de los hombres maltratados.
La conducta de estas mujeres es siempre la misma: culpan de forma
exclusiva, continua y desproporcionada a sus parejas masculinas de los
problemas inherentes a toda convivencia, presentándose ellas mismas como
las víctimas ajenas e inocentes de todo. No hay diálogo, no hay
autocrítica, no hay afecto, no hay disculpas; la percepción de la mujer
es siempre inequívoca y furiosa: "¡es por tu culpa, eres un egoísta,
eres un inútil, eres un idiota, eres un desagradecido, eres un hp...! Y
desfoga inagotablemente contra él toda su rabia y su desprecio.
Si el hombre se muestra cariñoso, se burla de él ("eres un pesado, eres
un crío, siempre estás con el sexo, sólo piensas en ti"). Si se
defiende, entonces lo amenaza ("a mí no me hables así, tú qué te has
creído, te denunciaré"). Si se repliega sobre sí mismo para protegerse,
se queja ("no me haces caso, me tienes abandonada, nunca me has
querido"). Y si el hombre, demasiado inmaduro y dependiente de la figura
femenina (a causa de sus carencias maternales y sexuales), se rinde
definitivamente y se somete mansamente a su mujer, entonces ella aún lo
detesta más ("eres débil, eres patético, un calzonazos, me das asco").
Etcétera. De modo que, haga él lo que haga, ella siempre encontrará la
manera de deformar la realidad para justificar su compulsiva necesidad
de agredirlo y humillarlo. (4)
En los casos moderados, estas mujeres son simplemente mandonas,
exigentes, desdeñosas y manipuladoras con sus parejas (5). Cuando, en
cambio, su narcisismo es ya patológico (p.ej., sufren verdaderos
trastornos de personalidad), su violencia emocional será terrible (6), y
también puede ser fácilmente física (bofetadas, arañazos, patadas,
golpes con objetos, amenaza con objetos punzantes o armas, etc., e
incluso homicidio). Pero, muy significativamente y a pesar de tanto
dolor y odio, no suelen hacer nada para separarse de sus maridos, ni
tampoco están dispuestas a renunciar a los bienes -dinero, lujos,
prestigio social, amistades- que su "enemigo" pueda proporcionarle. Más
aún, algunas de estas mujeres, aun pudiendo trabajar, no quieren
hacerlo. O, si trabajan, guardan su dinero para sí mismas negándose a
veces a compartir los gastos domésticos, con la excusa de que su pareja
debe mantenerlas en "justa compensación por lo mucho que sufren por su
culpa". Este tipo de actitudes demuestra claramente la psicodinámica
narcisista y explotadora en todos los sentidos (emocional, económico, a
veces incluso sexual) de estas mujeres (7). Obviamente, cuanto más
dinero gana el hombre, más feroz puede ser esta explotación.
Ante semejante situación, muchos hombres buscarán consciente o
inconscientemente el amor y el sexo en otra parte, es decir, tenderán a
ser infieles. Cuando son finalmente descubiertos (lo que suele ocurrir, a
menudo porque ellos mismos buscan inconscientemente el castigo que
creen merecer), la brutalidad más absoluta caerá sobre ellos. La esposa
engañada, dolida, resentida, fuera de sí, gritará: "¡ya lo sabía yo,
eres un canalla, todos los hombres sois iguales, ¿quién es esa p...?,
¡ella se va a enterar!", etc.. Y escenificará todo tipo de escándalos
privados y públicos, manipulará y se entrometerá en las vidas de
terceros, etc. La exageración de su respuesta dependerá también de su
educación y de su entorno familiar y sociocultural.
¿Son los celos o el dolor ante la posible pérdida del amor de su pareja
lo que motiva estos estallidos, como ellas piensan? En absoluto. El
tormento de estas mujeres es la humillación insoportable de su inmenso
orgullo herido, y la no menor frustración de haber perdido el control
sobre la vida y la conducta del hombre, y que otra mujer pueda asumir
este dominio. Porque, si la mujer violenta necesita sentirse
omnipotente, ¿cómo podría sobrevivir emocionalmente sin una víctima a la
que aferrarse? Hay, pues, un fondo de terror y envidia en la furia de
la engañada. Y, llegada a este punto, suele reaccionar de dos maneras
básicas: o bien aumentará su odio contra la pareja durante meses (o
años, por mucho que éste se haya arrepentido sinceramente mil veces). O
bien exigirá el divorcio inmediatamente. Ambas reacciones demuestran su
desvinculación afectiva básica respecto al hombre, es decir, su nulo
interés inconsciente por conservar un "amor" que, en rigor, nunca
existió. Los procesos legales de separación tenderán a ser
extremadamente conflictivos y, debido a los prejuicios sociales y las
leyes ideologizadas, a menudo cruelmente abusivos contra el varón.
Muchos hombres, naturalmente, no soportarán este infierno (8). Algunos
buscarán alivio en el alcohol, las drogas, la prostitución, el trabajo o
los amigos -dando así más pábulo a su mujer-, o desarrollarán
trastornos psicológicos severos (depresión, violencia, problemas
laborales, disfunciones sexuales, etc.)... sin atinar, desde luego, a
divorciarse. Pese a sus tormentos y a menudo desde graves inmadureces
afectivas o problemas de personalidad, son infantilmente dependientes de
su verduga, a la que sienten inconscientemente como una madre
justiciera que, en realidad, "suele tener razón y les da su merecido"
(9). Son hombres débiles, inseguros, inhibidos, sin autoestima (aunque
puedan tener un gran brillo en lo social, profesional, etc.), y sufren
en secreto sintiéndose habitualmente confundidos, culpabilizados,
anulados por la esposa. Les cuesta mucho discernir qué sienten, qué
piensan, qué desean hacer ellos mismos con su matrimonio y con su vida,
con independencia de la voluntad de la mujer, que tienen interiorizada
de forma obsesiva. (10)
De momento, no les cabe esperar mucha comprensión por parte de la
sociedad, que contempla su problema con incredulidad, ironía o
indiferencia. Después de todo, ¿no es muy habitual la relación entre una
mujer "de carácter" y un hombre "obediente"? ¿No se dijo siempre que
ellas son "princesas" y "madres" y que siempre mandaron "en casa",
mientras ellos "trabajan y pagan"? ¿Y no pensamos también que ellas son
sensibles y amorosas por naturaleza, mientras que ellos son brutos,
egoístas y educados para no llorar? ¿Por qué quejarse, entonces?
Mientras "la sangre no llegue al río".... Por eso, social y
oficialmente, el sufrimiento masculino a manos de su mujer "no existe".
Pero el tabú de la mujer maltratadora no sólo es perjudicial para los
hombres, sino también, obviamente, para ellas mismas. Para las
relaciones entre los sexos. Para el amor y la creación de familias. Para
la crianza y la felicidad de los hijos. Para la paz y la justicia
social. Etcétera. Este tabú impide a mujeres y hombres concienciar y
resolver las bases neuróticas de su sadomasoquismo compartido. Las
mujeres violentas, como los hombres violentos, no lo son por maldad o
por gusto, sino por tremendos déficits emocionales infantiles. A causa
de ello son niñas vacías, inestables, rabiosas, desesperadas. Por eso
necesitan un "huésped" al que aferrarse y violentar. Desgraciadamente,
muchísimas de ellas -dada la aquiescencia social- jamás advertirán su
problema. Sólo sus víctimas, a veces, llegarán a pedir ayuda terapéutica
y/o legal.
Dejo, en fin, estas reflexiones con la esperanza de que ayuden a arrojar
un poco de luz sobre un problema muy extendido y, por negado,
doblemente dramático.
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