Vilipendiada, perseguida y amenazada. Erin Pizzey es una de las antiguas feministas enmarcada en el movimiento de la segunda ola de los años sesenta. Su vida dio un giro radical al describir públicamente al movimiento feminista "como un negocio, un entramado multimillonario que comienza en los años setenta en Inglaterra y que da como origen una gran industria del feminismo".
Pizzey fue pionera en la creación de refugios privados para mujeres maltratadas que tuvieron un gran éxito en Gran Bretaña. La activista comenzó a recibir donaciones privadas y, tal y como ella misma cuenta, "en el momento en el que el dinero llegó a los refugios, se aproximaba el sonido de las botas feministas que venían a secuestrar las asociaciones de la violencia doméstica y a convertirla en una industria millonaria". Eso sí, estatal.
"esta máquina de hacer feminismo tan eficiente sabía lo que debía hacer para consolidarse como una gran empresa estatal". Y lo hicieron. Expulsan a las feministas que no están de acuerdo con la victimización de la mujer y lanzan un mensaje que calará hasta nuestros días: el hombre es un ser malvado por naturaleza, una especie de asesino en potencia.
Los hombres fueron echados del movimiento. Nace la tercera ola, neofeministas que no están dispuestas a compartir las manzanas que les caen del paraíso del Estado. La culpa es de los varones (el malvado "heteropatriarcado"). Atrás quedarán los gritos de las sufragistas del siglo XIX, sus ideas ya "no venden" en nuestra era. La libertad de la mujer y su igualación de derechos con respecto al hombre, tan añoradas por las feministas de la primera y segunda ola, no tiene rédito político.
Ahora, sin embargo, vamos hacia una cuarta ola feminista con objetivos espurios: que los hombres lleven tacones o que los niños carezcan de identidad sexual, por ejemplo".
La madrileña alerta sobre "el peligro que tiene esta cuarta ola sobre su influencia en la sociedad civil". Señala que este tipo de movimientos de nuevo cuño vive de "explotar la miseria ajena". A diferencia de Pizzey, esta investigadora no cree que sólo busquen dinero, "lo que desean es la perpetuación en el poder, y lo peligroso es que esta maquinaria es eficiente. Una vez que se otorga una subvención, es imposible eliminarla, sólo puede ir a más".
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La mujer hecha negocio: "Sin dinero público no habría feministas"
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