Cristina Kirchner quiere ahora ceder una parte de Vaca Muerta a Repsol para correr un tupido velo
Gracias por la flor pero no podemos aceptar el tiesto. Más o menos esta
es la respuesta que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel
García Margallo, ha trasladado al embajador argentino en España, Carlos
Bettini, después de consultar con Repsol el último plan de paz formulado
por el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Antonio Brufau ha
dicho que nones a una propuesta que suponía la devolución a la
petrolera española de una participación minoritaria en el yacimiento de
Vaca Muerta. Con esto y un buen puñado de millones de dólares a
invertir desde España se suponía que Repsol estaría encantada de cerrar
para siempre el conflicto generado tras la nacionalización de la antigua
filial YPF.
Acosada por una crisis energética galopante y vapuleada por la pérdida
de popularidad dentro de su país, la presidenta argentina ha intentado
lanzar un cable a través de sus delegados diplomáticos con el fin de
apurar un acuerdo imposible con Repsol. En su defecto, Cristina
Fernández confía en que esta nueva actitud negociadora contribuya a
mejorar la reputación de su Gobierno ante la comunidad financiera e
industrial. Claro que para ello sería necesaria una propuesta menos
burda que la que ha llegado a la mesa de Antonio Brufau, casi un insulto
para el presidente de una empresa expoliada hace ocho meses en
Argentina.
La primera tentación para llegar a un pacto tuvo como escenario la
pasada Cumbre Iberoamericana presidida en noviembre por el Rey Juan
Carlos. Fue allí en Cádiz cuando el vicepresidente Amado Boudu, enviado
especial de la Casa Rosada, se dirigió en nombre de su jefa al ministro
García Margallo para proponerle una oferta que se suponía no podría ser
rechazada por España. La idea, tan peregrina como muchas de las cosas
que ocurren de un tiempo a esta parte en el país andino, consistía en
integrar a Repsol como accionista de referencia, con una participación
de alrededor del 30%, en el gran proyecto de explotación de
hidrocarburos de Vaca Muerta, descubierto por YPF cuando la empresa argentina todavía pertenecía a la petrolera española.
El hallazgo realizado entre las provincias de Neuquén y Mendoza,
comunicado en noviembre de 2011, fue el detonante del despojo que sufrió
Repsol cinco meses después, en abril de 2012. El Gobierno argentino
entendió que Vaca Muerta, con un potencial de 23.000 millones de
barriles de petróleo no convencional, constituía una gallina de huevos
de oro para la depauperada economía nacional, sobre todo teniendo en
cuenta la lenta agonía de sus yacimientos tradicionales, que vienen
registrando caídas acumuladas de producción de hasta un 3% anual desde
finales del pasado siglo.
La oferta fue interpretada en medios oficiales del Ministerio de
Exteriores como un sarcasmo dado el doble juego, una cal y muchas de
arena, que proponía el Gobierno argentino. El embajador, Carlos
Bettini, se encargó días después de encandilar a los altos cargos de la
diplomacia española exponiendo las enormes ventajas institucionales que
supondría para ambos países correr un tupido velo antes de que el
conflicto arrecie en los tribunales internacionales. Visto así a más
de uno en el departamento que dirige García Margallo le entraron ganas
de pasar a la posteridad, lo que dio lugar en los primeros días de
diciembre a una selectiva ronda de contactos a nivel empresarial con el
fin de analizar las ventajas e inconvenientes que tendría para Repsol
entrar al trapo de tan envenenado regalo.
En paralelo y para
cerrar la pinza de un eventual acuerdo, el primer ejecutivo de YPF,
Manuel Galuccio, se ha encargado también de pregonar la buena nueva
confundiendo sus deseos con la realidad en un intento por atraer la
atención de las grandes multinacionales que, de momento, se resisten a
meterse en el pozo sin fondo de Vaca Muerta. Cristina Fernández sólo
ha conseguido que la americana Chevron y la local Bridas se interesen
momentáneamente por una inversión muy intensiva en capital y no menos
arriesgada desde el punto de vista jurídico, pero las motivaciones de
ambas empresas están vinculadas directamente con la obligación de
mantener la pose ante el Gobierno argentino dados los negocios que una y
otra vienen realizando de antiguo en el país. El yacimiento de Vaca
Muerta puede que sea espléndido, pero para que se convierta en un gran
negocio es necesario meter mucho dinero y atraer la confianza
internacional demostrando al mundo entero que el lío con Repsol es ya
agua pasada.
Ajuste contable de YPF en el balance de Repsol
Los promotores del supuesto acuerdo consideraban que la compañía
española tendría también argumentos favorables para un armisticio que le
permitiría hacer una limpia en sus estados financieros antes de cerrar
el ejercicio 2012. De este modo, Brufau retiraría la demanda ante el
Ciadi y se adornaría con las mejores galas en la próxima presentación de
resultados, pero las cuentas de la lechera no dan para tanto porque la
estrategia contable de la petrolera ya ha cubierto la exposición de
riesgos provocados por una expropiación que todavía no conoce
justiprecio.
Con esta base jurídica Repsol ha deconsolidado YPF en su balance
dando de baja los activos perdidos y revaluando los préstamos y
garantías otorgados al grupo Petersen de la familia Eskenazi para la
compra del 25% de la entonces filial argentina. Estos ajustes han
generado un agujero contable de 6.235 millones de euros que se
contrarresta casi totalmente con la valoración estimada de un expolio
que sigue pendiente de resolución. En virtud de ello, Repsol ha otorgado una estimación compensatoria de 5.673 millones de euros por su participación en YPF,
tanto el 51% expropiado como el 6,43% remanente todavía en propiedad. A
esta cifra hay que sumar además un activo por impuesto diferido de 524
millones derivado de los impactos fiscales que producen estas
operaciones contables.
La consecuencia directa de todo el
trasiego financiero se resume en una pérdida mínima de 38 millones de
euros que induce a pensar en una plusvalía latente a poco que
fructifiquen los esfuerzos legales ante los organismos de arbitraje o
estamentos jurisdiccionales. Entonces será cuando Brufau firme la paz
con Cristina Kirchner, dando por zanjada su aventura en Argentina y
resarciendo a los accionistas de Repsol con un dividendo extraordinario.
Nunca hay mal que por bien no venga pero para eso hace falta llevar el
pleito hasta el final y convertir el expolio en una expropiación
convenientemente reconocida y lo mejor pagada posible.
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