La burbuja administrativa sigue intacta
Tras atacar el sobredimensionamiento inmobiliario y financiero, el
ajuste fiscal debe concentrarse en los cuatro niveles de la
administración, que apenas han reducido su tamaño pese a la crisis. Por
Francisco Núñez
Los ingresos públicos han llegado a su límite. Ya no dan para más tras
la subida generalizada de impuestos en 2012, que ha contribuido a
ahondar la recesión y a destruir casi 800.000 empleos en el último año.
Existen muchas dudas sobre si el PIB sólo decrecerá durante 2013 en
medio punto, como prevé el Gobierno, o tres veces más, como vaticinan
todos los organismos y servicios de estudios nacionales e
internacionales. Es decir, el crecimiento de la economía no puede
contribuir a alimentar más las arcas públicas. Y menos cuando no se ve
por ningún lado el ajuste en las administraciones eternamente anunciado
pero, hasta ahora, nunca cumplido por el Gobierno.
En realidad, el ajuste fiscal sólo se ha realizado hasta ahora
aumentando la recaudación, que ya manifiesta indicios de cansancio. Por
ejemplo, a pesar de la subida del IRPF en 2012, el Gobierno sólo recauda
un 1,1% más. Por el lado del gasto, el recorte se ha concentrado, sobre
todo, en un 60% menos de inversión pública, el motor tradicional de la
economía en época de crisis, y en algunas de las partidas más
voluminosas de gasto social (sanidad, educación, paro y pensiones).
También se ha optado por bajar los sueldos a los funcionarios en lugar
de atacar su sobredimensionamiento.
Los expertos consultados por MERCADOS coinciden en que el Gobierno debe
forzar un ajuste contundente en los cuatro niveles de las
administraciones públicas. Si no se hace, las necesidades de las
administraciones, con una importante estructura improductiva, llevarán a
la economía a un precipicio fiscal. 2013 es el año clave. Si ahora no
se actúa, no se podrá cumplir el objetivo de déficit y, además, Rajoy no
podrá cumplir su promesa de suprimir en 2014 las subidas masivas de
impuestos.
Según Rafael Domenech, jefe de Economías Desarrolladas del Servicio de
Estudios del BBVA, junto a la inmobiliaria y la financiera, la tercera
burbuja de la economía española es la de las administraciones públicas.
El caso es que el sector público sobrevive aún en el limbo ajeno a la
crisis con ajustes incipientes, que sólo se anuncian, y que apenas
tienen traslación en las cuentas.
Por ejemplo, según los datos de la Contabilidad Nacional, el conjunto de
las administraciones públicas gastó en 2007, incluyendo las pensiones,
412.963 millones mientras recaudaba 433.209. Sin embargo, en 2011,
último dato disponible, ese gasto era de 480.111 millones (un 16,3% más)
con unos ingresos de 379.671 millones (un 12,3% menos). Es decir, el
sector público no se ha ajustado, tal como lo han tenido que hacer las
empresas privadas, a la realidad de la crisis. En materia salarial ha
sucedido algo similar. Es decir, mientras que la masa salarial se ha
reducido un 11,5% desde que comenzó la crisis en el sector privado, en
el público crece un 3,2%.
José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, considera que «hay que
racionalizar todas las administraciones para adaptarlas a la realidad de
la economía, que es diferente a la que había en 2007». «La economía
española es más pequeña y por tanto también el Estado y sus
administraciones deben ser también más reducidas», señala. Además «están
surgiendo bolsas de pobreza extrema que hay que atender y el ajuste del
déficit debe ser estructural en el gasto de todas las
administraciones». Y no hay otro margen posible, «2013 debe ser el año
de la claudicación porque el Estado necesita refinanciar 20.000 millones
al mes y la falta de liquidez nos come», añade.
Por su parte, Rubén Manso, profesor de la Universidad de Alcalá sostiene
que «si todo es más pequeño en España, también debe serlo el sector
público». Pero, «la clase política se resiste, porque en la reducción
del gasto también va su sueldo y es complicado mandar a la calle a los
que ha colocado». «La estructura administrativa actual es la que da
trabajo a los políticos mientras que en todos los sectores de la
economía ya se han ajustado y han despedido», añade.
José Barea, catedrático emérito de Hacienda Pública y autor del
tijeretazo al gasto público en 1996 que facilitó la convergencia
europea, dice que la única alternativa que hay para cumplir el déficit
en 2013 pasa por reducir el gasto público. «El ajuste tiene que ser muy
fuerte, hay que poner los presupuestos boca abajo aunque acaben de
aprobarse y quitar todo lo no imprescindible tanto en materia de
personal, gasto corriente, subvenciones y transferencias de capital»,
añade.
Barea considera que, sobre todo, el ajuste debe realizarse en las
autonomías. «No se las puede tratar con celofán como hasta ahora y el
Gobierno debe actuar, incluso con la intervención de sus cuentas y
deduciendo de los ingresos lo que les corresponda porque es el mayor
recaudador», señala. Cree que el Ejecutivo debe reaccionar ya sobre la
pretensión independentista de Cataluña, y luego «reducir el estado de
las autonomías». «Hay que ir hacia un cambio de modelo con la
recuperación por parte del Estado de las competencias de sanidad y de
educación para aprovechar la economía de escala y reducir su gasto»,
matiza.
Manso, que considera que habría que suprimir al menos el 10% de personal
público, cree que el déficit público se podría reducir en una cuarta
parte sólo con el control de las cuentas públicas. Es decir, evitando
que, por ejemplo, las autonomías, sean «soberanas» en el gasto, pero no
en los impuestos «porque papá-Estado siempre acude en su ayuda y les
salva poniendo la pasta». «Hay que impedir que entren en déficit»,
sostiene. Para ello, apela a establecer algún mecanismo de
responsabilidad. Por ejemplo, «hay que evitar que las administraciones
se lleven el poco crédito que hay y aplicarles también la legislación
concursal». «Y si no tienen dinero para pagar, incluso nóminas, que
pidan al juez el concurso de acreedores y vendan activos», añade. Sería
la forma de «empezar a disciplinar a los políticos», comenta.
Manso también advierte de otra situación grave. Y es que el déficit
primario del Estado (antes del pago de los intereses de la deuda) sigue
siendo elevado a pesar de los recortes que se han anunciado. Por ello,
también el Estado debe pedir más dinero prestado y eso dispara la prima y
a la vez sube los intereses. «Ese déficit primario debe ser positivo»,
concluye. Hasta noviembre de 2012 ese déficit era de 2.200 millones que,
unidos a los 25.500 que requiere el pago del servicio de la deuda,
eleva a casi 28.000 las necesidades de financiación sólo del Estado.
El caso es que cuando del ajuste público se trata, se paralizan o se
retardan las decisiones y propuestas. Por ejemplo, el Gobierno anunció
el cierre, la supresión o desinversión en 80 empresas públicas de la
Administración central en este año, y el proceso no termina de arrancar
porque sólo se han dado de baja nueve al tiempo que se han creado otras
cinco. Es decir, de las 448 entidades que existían en 2011, el saldo
neto de cierres es de sólo cuatro. Mientras, las autonomías siguen con
un censo cercano a las 2.300 cuando ya en 2010 se habían comprometido a
reducir 514. Esta cifra se amplió en 2012 hasta 675 y, sin embargo, sólo
se ha actuado sobre menos de 200. Y, además, España es el único país
del mundo en que ha crecido el número de ayuntamientos después de una
guerra e incluso durante una crisis. Desde 2007 han aparecido cinco
corporaciones nuevas y sólo se han realizado un par de fusiones. La
estructura local abarca ya un puzzle de municipios, mancomunidades,
comarcas, diputaciones, organismos, sociedades mercantiles y
participadas, de 16.412 entidades.
El Gobierno anunció para 2012 una nueva ley de Régimen Local que no se
ha aprobado aún, y también una Ley de Transparencia Pública, para
limitar el sueldo de los responsables políticos y reducir el número de
concejales. Este recorte será a partir de 2014 , pero su trascendencia
económica no será importante porque al final la reducción de ediles será
en los pequeños municipios donde los dirigentes públicos no cobran.
Según recoge un informe del Círculo de Empresarios, en línea con lo que
han hecho otros países (Dinamarca bajó un 67% su número y Grecia un 66%)
«España debería establecer un programa anual para reducir el 75% de los
municipios».
Y de momento, sobre esta reforma local no se ha producido acercamiento
alguno entre los dos partidos mayoritarios, que serán los más afectados
si se produce un ajuste de cargos. El PP quiere ampliar las competencias
de las diputaciones que el PSOE quiere suprimir. Ambos partidos, que no
han discutido una sola reforma de las que han entrado en vigor en el
último año, están negociando también cambios para evitar el solapamiento
y la prestación de servicios impropios de servicios que deberían
prestar las autonomías. Lo que significaría que las CCAA tendrían que
asumir estos gastos en 2013 cuando se extienden aún más las dudas sobre
el cumplimiento de déficit, ya que al 0,7% de su PIB previsto deberán
añadir el incumplimiento previsible de más de medio punto de 2012.
En realidad, queda todo por hacer en materia de reducción del gasto
público. «El Estado no puede permitirse 17 autonomías que actúan como
otros 17 estados, que no cumplen nunca y que no se toman la situación en
serio», concluye Barea.
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