Tal como decían en la película "Aterriza como puedas": elegí un mal día para..
acratas: Profecía del horror: La mitad de la población mundial perecerá en los próximos 20 años
Yo soy un profeta de este tiempo. Como no se me concede la palabra en
pública tribuna, escribo lo que me ha sido revelado para los pocos que,
con ojos perplejos, tengan el valor de leerme en este templo de la
libertad de expresión que es acratas.net. ¿Por qué predico a los sordos y
desengaño a los ciegos? Porque los occidentales estamos fatalmente
condenados a protagonizar una gran tragedia en un tiempo que ahora
comienza, nos escandalice o no. Y van a ser necesarios mucha convicción y
serenidad de espíritu para tan colosal tarea.
La
prosperidad de los países ricos está en crisis en un mundo que agota sus
recursos energéticos(1) y se miserabiliza por exceso de población.
China, perfectamente consciente de ello, se ha incorporado al Arca de
Noé, a la salvación in extremis, en la última década, se ha esforzado en
salvar a buena parte de su población convirtiéndose en una fabril
productora del planeta, pero a costa de incorporarse al consumo
energético a un ritmo desaforado que acorta aún más el plazo para la
solución final. Y ésta es que los países ricos tendrán que masacrar a los países pobres para no volverse pobres ellos mismos.
Las
ciudades del tercer mundo son termiteros de pesadilla, los desiertos
crecen al compás al que los bosques perecen, los ríos son sentinas(2)
y el mar se desborda de su ingente contenedor, mientras desfallece
exhausto. Los hombres son testiculares autómatas que se reproducen como
insectos, que todo lo engullen y todo lo afean. Esto último sucede
también en Occidente, donde las bellas artes desaparecieron hace casi un siglo. Los actuales pseudo-artistas son payasos y titiriteros que nadie recordará con el paso del tiempo.
Nuestras
revoluciones han fracasado una tras otra porque ninguna abordó lo
esencial, que es la fatalidad de la procreación irresponsable. Cada familia pobre es ya en sí un atentado contra la raza humana.
Cuando la fecundidad excesiva sea considerada un acto criminal, como ya
despunta en China, castigaremos el crimen y trastocaremos el orden
mundial. Los arcaicos regímenes que centran la supervivencia de los
ancianos en su ingente prole-tribu de hijos y nietos serán exterminados y
sustituidos por otros que garantizarán el bienestar en la provisión del
estado. Deben perecer, por tanto, los que, a pesar de haber nacido
indeseables, aún se empeñan en multiplicarse sin tasa ni medida.
Nuestras tradiciones humanitarias están podridas y los malhechores que
las predican, los brujos explotadores socialistas, pretenden eternizar
su poder aún a costa de la extinción del mundo occidental. Por eso
ocultan la evidencia: que el único remedio para la miseria ha sido siempre la esterilidad de los miserables.
Pero el orden establecido por capitalistas y sacerdotes-políticos, que
buscan enriquecerse y dominar, nos prohíbe incluso hablar del remedio.
Así es como medran a costa de nuestra imbecilidad, pues la consciencia
planetaria sería su fin, al ser el fin de la miseria.
Los occidentales no tenemos por qué sufrir la horrible suerte del resto
de la humanidad. Merecemos salvarnos porque, habiendo sido hedonistas
conscientes, sensatos, desconfiados y carentes de fe alguna, nos hemos
abstenido consecuentemente de esparcir por el mundo nuestra semilla(3).
Los occidentales —igual que los chinos— ya hemos aplicado hace tiempo
las medidas necesarias para atajar la desaparición de la raza humana a
causa del colapso energético: controlando nuestra natalidad y armándonos
hasta los dientes, mientras nuestros contrincantes —mahometanos y
budistas— oponen a nuestras bombas los vientres de sus hembras y su
bestialidad impregnada de ideas caducas, pues la esencia de su moral y
de su fe religiosa es la proliferación. La verdad es que todas las religiones son cánceres de nuestra especie.
Pero Occidente ya ha domeñado a sus religiosos sellando sus peligrosas
bocas con dinero y orientando sus esfuerzos hacia el consuelo de
nuestros ancianos. No hay más que comprobar la edad promedio de los
parroquianos de una misa dominical.
Los occidentales sabemos
ya a estas alturas que, a menos que recurramos a la guerra de
exterminio, nuestros hijos serán más infelices que nosotros, y más aún
lo serán nuestros nietos. El Cielo está vacío y los parlamentos
democráticos, llenos de imbéciles corruptos. Sabemos que todos los
religiosos son unos impostores y todos los políticos son estúpidos; que
toda religión sobra y toda política es impotente. Para mantener su poder
nos prometen unos y otros que, ante la inminente escasez energética, la
ciencia hará nuevos milagros. Pero no existe milagro posible para
satisfacer el imprescindible ritmo creciente del consumo que alienta el
sistema capitalista global.
El único milagro científico que puede resolver la crisis ya ha sido inventado y puesto a punto para su uso inmediato. Es la bomba de neutrones que asesina en masa sin contaminar apenas. Por eso la OTAN no tolera que los países del tercer mundo logren el arma nuclear.
Porque tarde o temprano tendrá que exterminarlos y apropiarse de su
petróleo, y no quiere hacerlo a costa de cuantiosas bajas propias. El
modelo de guerra iniciado en Irak, Yemen, Libia o Siria —entrar,
asesinar, robar y dejar atrás un régimen caótico de lento exterminio
entre facciones— es altamente ineficaz. En la
siguiente fase, las bombas nucleares harán el trabajo más efectivo. Los
autoatentados —desde el Maine al 11S— serán los adecuados a la
contundente y mortífera represalia previamente programada.
El
mundo musulmán asentado sobre ricos yacimientos petrolíferos
desaparecerá. El termitero del sur de Asia, aislado, poblado por
pacíficos hombres esperanzados y mujeres fertilísimas, devendrá un
centro de experimentación sobre la resistencia humana a los agentes
tóxicos. África será un erial poblado solamente por los esclavos
necesarios para la extracción de materias primas de minas y pozos. Y
América latina habrá de optar por el autocontrol mediante el diezmado de
sus propias poblaciones o por el exterminio en masa.
La mitad de la población mundial desaparecerá en las próximas dos décadas.
Hombres, mujeres y niños van a morir primero por cientos de millones.
Luego por miles de millones. Van a morir hasta que la masa de perdición
se haya extinguido y la Tierra sane de esta lepra que la devora.
Aprenderemos todos que la salvación, el progreso y la superación no son
posibles en medio de la desmesura. Asumiremos que los niños nacen
estigmatizados con la culpa del crimen que fue engendrarlos y darlos a
luz en un medio que no puede sostenerlos. Y como la vida no puede ser
sagrada cuando excede la capacidad del mundo, pagarán con la vida el
crimen de sus progenitores.
Los supervivientes de la próxima catástrofe, una fracción ínfima de los
ahora existentes, hablarán de nuestro mundo actual como de un mundo
absurdo regido por un orden inadmisible que se mantuvo en perjuicio del
interés humano. Un sistema devorador de recursos basado en la producción
y el consumo que nos rebajaba al nivel de las hormigas. Dirán que el mundo era demasiado estrecho para ideas tan perjudiciales. Que la enfermedad del fundamentalismo se saldó con la muerte de los radicales, De modo que el propio integrismo de los fanáticos fue el arma utilizada para el exterminio de las masas.
Por cada país que hace la Historia, veinte la sufren.
Así que lo que nos hace a los occidentales probabilísticamente idóneos
para protagonizar la Historia es la combinación de ser tan pocos y tan
altamente tecnificados. La guerra, que será por el control de los
recursos energéticos y de toda otra índole, servirá también para la
renovación de la raza humana. El racismo necesario, que no tiene que ver
con colores, sino con culturas, salvará el mundo civilizado. Llegado el
momento, la religión avalará la guerra y procurará justificarlo todo.
Los anarquistas sois los últimos hombres razonables entre los sordos que marchan y los ciegos que militan.
Pero ahora no basta con tener razón. Hay que sustituir un orden por
otro orden, y no por el desorden. Nada de lo aprendido, ninguna
tradición, sirve: el futuro no tiene precedentes y el Universo no nos
dará tregua, pues se rige por el azar y no es producto de ningún
designio divino. Es misión del hombre domeñar la Naturaleza según sus
intereses, que no son económicos ni religiosos, sino de supervivencia
ordenada y sostenible. No evitaremos el hambre ni el racismo, y será el
materialismo racista el que nos salve de la inanición. Todo lo que nos
sucederá es inexorable y estaba previsto hace muchos años por aquellos a
los que la Tradición no les es extraña, por el Pueblo Elegido cuya punta de lanza combate ya sobre el terreno con el nombre de Israel.
Esta es la nueva Revelación que os otorgo y que aplasta todas las falsas
revelaciones anteriores. Orden y caos forman un todo compacto, pesado e
inviable que es imposible separar más que mediante un gran exterminio.
En verdad os digo que el Paraíso no estará en el Cielo, sino que se
ubicará en la Tierra, y será edificado sobre la monstruosa y gigantesca
fosa común de las prolíficas masas de los desheredados.
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