Los Antecedentes Históricos de Las Revoluciones (I)
Por la propia inercia de los hechos y, sus intereses comunes, las
dinastías financieras se han ido agrupando y, en ciertos casos,
fundiendo hasta formar lo que hoy se conoce y denomina Finanza Internacional o Establishment o El Sistema.
Pero para realizar lo que Treitchske llamaba una "gran política" no
basta con el Dinero. El Dinero no es suficiente, por sí solo, ni para
llevar a cabo una política financiera. Hace falta un espíritu rector
(Mario Alberti en El Cuerpo y el Alma de la Moneda, Roma, 1935).
El modus operandi de los precursores de la Finanza consistía en el
comercio del dinero y, a través del mismo, del tráfico de influencias.
Pero al transformar el negocio bancario (custodiar los ahorros del público contra el cobro de un canon) las posibilidades de los financieros alcanzaron límites insospechados, incluso para las élites y desde luego increíbles para el gran público.
Ya no se trataba de prestar dinero sino de CREARLO DE LA NADA,
para ello había que vencer la oposición de los gobiernos, pues ningún
monarca o república sana estaría jamás de acuerdo en que la medida y
cambio de los bienes de su país estuviera en manos del libre albedrío de
unos individuos y/o instituciones particulares extraños y ajenos al
interés nacional.
De ahí que lo que genéricamente se denomina "LA REVOLUCIÓN", desde la
burguesa Revolución "francesa" hasta la comunista Revolución "rusa"
pasando por la interminable serie de utopías anarquistas, socialistas,
democráticas y demás SIEMPRE hayan gozado del decisivo apoyo de la Alta Finanza.
Es escritor republicano Anatole France afirmó: "uno de los beneficios de
nuestra Revolución ha consistido en entregar a Francia, maniatada, a
los hombres del Dinero, los cuales la devoran desde hace cien años"
(Anatole France en el Lirio Rojo).
Y Pierre Gaxotte, el mejor historiador especializado en el tema de la Revolución "francesa" no dudó en decir que: "sin
el apoyo masivo y descarado de las potencias internacionales del
Dinero, ocasionalmente dirigidas desde Inglaterra, nunca se habría
producido el fenómeno llamado Revolución Francesa" (Pierre Gaxotte en La Revolution Française).
La colusión Finanza-Revolución es
tan evidente que parece imposible que sólo sea plenamente comprendida y
aceptada por unos pocos. La única explicación en el generalizado
fenómeno de la pereza mental humana.
Algunos hombres (dice Bernard Shaw) preferirán morir antes que pensar,
son los mártires de la estupidez humana (Bernard Shaw en El Carro de las
Manzanas), o como decía Henry Ford: "pensar es el trabajo más duro que
existe, por eso tan pocos los hacen".
Si bien hay que hacer la justicia debida a los manuales escolares de
historia que siempre describen las revoluciones "francesa" y "rusa" como
las de la Libertad e Igualdad que se produjeron porque un Pueblo
Hambriento y explotado se levantó contra la tiranía de los poderosos ...
Cuando la realidad es que la Francia de Luis XVI, aunque endeudada por
la funesta obra de Law y Necker, poseía, si queremos hablar en términos
contables, un activo muy superior al pasivo y sus clases laboriosas
gozaban del más elevado nivel de vida en la Europa de su tiempo.
Y la Rusia de Nicolás II, pese a su retraso respecto a Occidente, había
llegado a una renta per cápita inigualada hasta entonces ... y desde
entonces.
La complicidad entre capitalismo y revolucionarios es, además de un hecho histórico, una necesidad. Esto es así porque para organizar una "revolución espontánea" entre otras cosas hacen falta dinero, ríos, oceános de dinero: para
Contratar y pagar a actores y agitadores profesionales que hagan creer a
una mayoría que son muy desgraciados y que los poderes establecidos los
explotan. Es un axioma psicológico que por cada mediocre que está
dispuesto a admitir el hecho de su mediocridad, se encontrarán cien
dispuestos a echarle la culpa a la "sociedad", es decir, a los demás.
Pagar toda la propaganda, medios de difusión, apoyos, etc.
Pagar influencias, protección política y de los mass media.
Pagar violentos que aseguren el orden y convencer con los puños a los
que se resistan. Pagar a escritorzuelos de tres al cuarto, a
intelectuales de medio pelo, a los médicos sin enfermos, a los abogados
sin causas, y en general a los fracasados profesionales para que
redacten los pasquines revolucionarios que hay que imprimir, distribuir y
pegar en las paredes.
Pgar espacios y propaganda en los diversos mass media.
Pagar equipos de abnegados revolucionarios cuya misión consistirá en
alterar el orden público con cualquier excusa pero siempre de forma
"espontánea".
Pagar equipos de picapleitos y periodistas cuya misión será prestar
asistencia legal a los revolucionarios detenidos por la policía.
Pagar suministros de alijos de armas necesarias para la acción
revolucionaria callejera (el glorioso Ejército Rojo de la Revolución de
Octubre en Rusia ya disponía de tanques y cañones "espontáneos").
Pagar los servicios de traidores e infiltrados en Ejército, Policía,
Administración sin los que NUNCA ha triunfado revolución alguna. etc.
etc.
Para organizar y CONTROLAR una revolución "espontánea"
hay que contratar y pagar tantas cosas que aquélla solo queda al alcance
de grupos superiormente adinerados. Esto es así ahora, ha sido así siempre, y no dejará de ser así.
Esta colusión, necesaria colusión capitalismo-revolución, ha tenido un
obligatorio paralelismo en la historia. Porque es históricamente
irrefutable que la relativamente pacífica Revolución Inglesa, que
terminó con la ejecución del rey Carlos I y la implantación de la
dictadura de Cromwell (gran ejemplo de libertades y tolerancia) recibió
el decisivo y poderoso apoyo de los banqueros sefardíes de Amsterdam y
de los expulsados de España, así como de los "lombardos" instalados en
Londres.
El resultado aparatoso fue la instauración de la Cámara Baja, o de los
Comunes, y el decisivo para la Finanza y, en definitiva, para la Intra
Historia, la legalización de las actividades de los usureros y la posterior creación del mal llamado Banco de "Inglaterra".
El ataque de la Finanza Internacional contra los tres últimos monarcas
de la dinastía Capeto fue de una violencia desconocida hasta entonces.
Un aventurero escocés, John Law (según Gaxotte, era un agente de
Fernández Carbajal, el banquero sefardíe artífice del triunfo de
Cromwell y de la creación del mal llamado Banco de "Inglaterra") se
instaló en París y propuso sus servicios a Luis XIV, que los rechazó.
Entonces contactó con el Duque de Orleáns, primo del monarca y
pretendiente a la Corona de Francia. Luis XIV mandó expulsar a Law
(según Henry Coston en La Haute Banqeu et les Trusts el auténtico
apellido no era Law sino Lasse y desde luego no era escocés ni inglés)
pero tuvo que regresar tras el fallecimiento de aquél. Fundó una banca
privada, y más tarde una Compañía de Comercio de Occidente, cuyo capital
fue íntegramente suscrito por la banca Law. Esta nueva compañía obtuvo
el privilegio real de la exclusiva del comercio con Luisiana, Las
Américas, Las Indias, China y África.
Un año y medio después, un edicto real transformaba la Banca Law en
"Banca Real" y puso en práctica el sistema del crédito,pero con escasa
prudencia, lo que la llevó a la bancarrota en dos años.
El Estado debió conceder una moratoria, endeudándose él para evitar la
ruina a miles de cuentacorrentistas, mientras Law huía a Inglaterra para
escapar a la orden de detención contra él.
Según Henry Coston los manipuladores del dinero tomaron la revancha en
1789, aprovechando la revolución que arrasó el trono de San Luis y
estableciendo sobre las ruinas de la vieja Francia un dominio ignomioso,
sobre todo considerando que se ejercía en nombre del "pueblo francés"
pero en realidad por hombres extaños a sus costumbres, sus tradiciones y
su fe.
Se ha hablado mucho de la labor de los enciclopedistas y conspiradores
en la gestación de la Revolución pero mucho menos, pese a su importancia
primordial en la misma, sobre el financiero "suizo" Necker , hijo de un
abogado "prusiano" residente en Ginebra que entró joven a prestar sus
servicios en la banca Isaac Vernet. Inicialmente luterano se convirtió
al calvinismo e ingresó en la Masonería.
Isaac Vernet le nombró director de la sucursal parisina. Tras sobornar a
un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores Necker se
enteró de las negociaciones secretas de paz entre Inglaterra y Francia.
Esto le permitió comprar a bajo precio todos los valores ingleses que
pudo encontrar en el mercado y, tras el Tratado de París, en febrero de
1763, los revendió con un beneficios de 1.800.000 libras (Jacques
Bordiot en Une Main Cachée dirige ... pág. 65). Una operación similar,
basada esta vez en las deudas canadienses, hizo de él la persona más
rica del reino.
Cediendo a múltiples presiones de su entorno Luis XVI llamó a Necker
encargándole de poner orden en las finanzas del país. Durante unos meses
Necker parecía la panacea, pero lo único que hacía para sanear el
Tesoro Público era lanzar empréstitos, tomando el dinero prestado a
réditos escandalosos. En cuatro años triplicó la Deuda del país; su
política, sostenida sobre todo por bancas extranjeras, como los
ginebrinos Hottinguer, Mallet, Mirabaud, Vernes y, sobre todo, Isaac
Vernet, se basaba en la multiplicación de la Deuda "ad infinitum".
Además presionaba constantemente al rey para que éste diera autorización
para fundar un "Banco Central" como los que ya funcionaban en Holanda e
Inglaterra.
Su protección a ciertos revolucionarios más su desastrosa política
económica fueron el detonante de su destitución por el rey, pero la
presión de las "Sociedades del Pensamiento" obligó al débil rey a
llamarle de nuevo, en 1788, a los siete años de la destitución.
El retorno del personaje fue causa de extravagantes manifestaciones de
entusiasmo por parte de la "opinión pública". El 27 de diciembre de
1788, en su informe al Consejo Real, Necker, sin recato alguno, ataca a
Luis XIV y su primer ministro: Vegennes, la "bestia negra" de los
revolucionarios. Seis meses después, en mayo de 1789, se convocan los
Estados Generales, el embrión del futuro Parlamento, objetivo por el que
había luchado tantos años el financiero multimillonario Necker. Dos
meses después, un irresoluto Luis XVI lo expulsaría nuevamente, era el
11 de julio y otra agitación del populacho parisino a favor de Necker.
Algaradas callejeras y toma de la Bastilla el 14, al día siguiente el
desgraciado rey obligado por el "hermano" masón General Lafayette,
llamaba nuevamente a Necker.
En 1790 con el país totalmente arruinado y el monarca prisionero (de
facto) de los revolucionarios (lo aguillotinarían tres años después) y
Necker totalmente desacreditado incluso entre los que le habían apoyado
antes pese a su vacuidad le abandonaban cuando ya no les era necesario,
volvería a Ginebra junto a su mentor Isaac Vernet.
Las Sociedades del Pensamiento (Sociétés de Pensée) eran las logias
masónicas a las que se permitía asistencia ocasional a simpatizantes no
iniciados y su responsabilidad en el desencadenamiento de la revolución
es enorme.
Autores de la talla de Bernard Fay, Agustin Cochin, Copin-albancelli,
Gustabe Bord, Gaston Martín, Henry Coston, Georges Virebeau, y la
inglesa Nesta H. Webster han tratado el tema en profundidad y
documentación exhaustiva.
En realidad la Masonería ha sido, y es, enemiga de todos los tronos si
bien por razones tácticas en ocasiones parezca apoyar a algunos o tolere
su existencia, especialmente cuando son figurativos, sin mando real.
La
Masonería y la Revolución son dos de los componentes del caldo de
cultivo del Sistema. El tercer ingrediente es la Finanza Internacional.
La Finanza es una herramienta como lo es el propio comunismo, como lo
fue el anarquismo, como estuvo a punto de serlo el Trotzkysmo, como tal
vez lo sea mañana el anti-racista Racismo de los pueblos de color.
Pero el Sistema es algo más, el Mundialismo representado en la funesta
ONU y los misteriosos grupos de individuos que, muy
antidemocráticamente, son designados por cooptación, tales como el Grupo
Bilderberger, etc.
El Sistema, es la actualización de
viejas profecías mesiánicas, ni más ni menos, que una organización
tentacular cuyo objetivo final, lo conozcan o no sus servidores, es el
dominio mundial y establecer el Nuevo Orden Mundial.
NAPOLEÓN Y ROTHSCHILD
Si Necker dejó vacías las arcas del Estado, una pléyade de
politicastros, entre los que abundaban los nacidos fuera de Francia como
el judío prusiano Anacharsis Klotz, o el sefardita Chocerlos de Laclos,
o los también sefarditas portugueses Almereyda y Guzmán, éste
sefardita español, y sobre todo, el sanguinario hebreo Jean Paul Marat
imponían el Terror, ciego y arbitrario, como forma de gobierno,
apoyándose en la chusma de las grandes ciudades.
Chusma de la que según Spengler había salido lo que él llamaba: "la
élite negativa del arroyo", el mundo de los fracasados y resentidos,
profesionales sin profesión, soñadores, ociosos y borrachos,
prostitutas, charlatanes y demagogos, tarados morales, que odian la
sociedad y los valores establecidos, en razón, precisamente, de su
inferioridad. Gentes que amparándose en el tristemente famoso trilema
Libertad, Igualdad y Fraternidad hacían fabulosos negocios. Todos, a fin
de cuentas, victimarios y víctimas, sucesivamente de la dinámica del
Mal; del principio según el cual, el Mal es malo hasta para el Mal. En
definitiva, todos al servicio de fuerzas anti nacionales, cosmopolitas,
como ya se decía entonces.
En el proceso de los "hébertistas", por ejemplo, se demostró que todos
eran tan anti franceses como anti demócratas, al acusarse sin recato
alguno los unos a los otros. Fueron guillotinados, como cómplices del
"Extranjero", entre otros:
· el judeo-prusiano Klotz;
· Danton, el ilustre estipendiado de Inglaterra, más exactamente del Banco de "Inglaterra", · el sefardita Guzmán;
· los banqueros israelitas austríacos Emmanuel y Junius Frey;
· Madame de Haelder, agente del Rey de Prusia y fundadora de la masónica
"Sociedad Fraternal de los dos Sexos" de la que formaba parte la
aventurera y espía holandesa Etta Palm, agente del Banco de Amsterdam y
amante del diputado Choudieu, agente de los Países Bajos
(Jacques Bordiot en Une Main Cachée Dirige ..., pag. 83).
Meses después, los jacobinos, ejecutores de los "hébertistas" también irían, a su vez, a la guillotina.
Las guerras del Directorio (según Henry Coston) permitieron a los
financieros convertidos en dueños del Estado, explotar las conquistas
que llevaban a cabo los generales.
En 1799 el Directorio, arruinado, se enteró de que "su" banquero,
Ouvrard, había rehusado suministrarles más dinero. El Gobierno,
entonces, anunció medidas contra los "financieros especuladores". Los
banqueros se asustaron y buscaron un sable que impusiera orden en aquel
caos.
Los banqueros Perregaux y Marmot se acordaron de un cierto general
Bonaparte que, en Egipto, como antes en Italia, había demostrado ser, no
sólo un gran estratega, sino un prudente administrador de los
territorios conquistados. Enviaron a Egipto a su emisario: Bourbaki que
informó a Bonaparte de que "dos millones de francos estaban a su
disposición en previsión de un golpe de Estado" (según A. Dauphin-Meunir
en La Banque à Travers les Ages, T.II, pag. 71).
Bonaparte dejaría sus tropas al mando del Genera Kléber e iría
rápidamente a París. En realidad la Alta Finanza no tenía interés alguno
en derribar al Directorio, y tampoco podía sospechar que Ouvrard,
primero, y después Perregaux, Le Couteulx y Marmont, actuaran por su
cuenta, sin consultar al Poder del Dinero (Londres y Amsterdam) y se
tomaron las medidas necesarias para impedir que se repitiera el
escandaloso hecho de que algún banquero pensara más en su patria que en
los Intereses Financieros Internacionales, las medidas fueron eficaces
durante 130 años en que se volvería a repetir, esta vez en Alemania.
Napoleón quiso restaurar la idea de "servicio" cuando la demagogia sólo
hablaba de "derechos". Napoleón sabía que su enemigo era el Sistema
Financiero, sabía que sería una lucha multifacial, tentacular. Sabía que
el Dinero nunca lucha abiertamente, de cara, sino por medio de
testaferros y agentes que muchas veces desconocen el objetivo al que
sirven y las Fuerzas e Intereses que buscan ese objetivo.
Napoleón sabía que había Dinero Internacional detrás de cada uno de sus
enemigos, lo había tras el fantoche Luis XVII y el partido monárquico;
lo había tras los sangrientos ultra revolucionarios del Club de los
jacobinos, y especialmente lo había en la comunidad israelita de
Francia.
Una de las primeras medidas tomadas por la Convención había sido admitir
la inmigración, incontrolada de judíos, y concederles además el goce de
todos los derechos civiles, aún cuando acababan de llegar de un guetto
de Transilvania y no sabían ni francés. Los judíos estaban, como
siempre, individual y colectivamente al servicio del Dinero
Internacional.
Napoleón pese a su intuición y genio, incluso tras haber detectado a su
enemigo desde el principio y haber tomado medidas, internas y externas,
acabaría sucumbiendo ante él.
Napoleón frenó las actividades de los banqueros al propiciar que "el
crédito es de la Nación, no de los banqueros". En su entorno las caducas
monarquías una clase privilegiada miraba recelosamente a los banqueros
que codiciaban sus privilegios.
En Inglaterra Jorge III tras su humillación en Norteamérica no se
atrevía ya a actuar contra los intereses de la City londinense; esa
misma City que había traicionado a Inglaterra en la lucha colonial
apoyaría a Inglaterra en su lucha contra Francia, más exactamente contra
el Gran Corso y lo que encarnaba.
Según McNair Wilson: "los financieros exportaban e importaban el oro sin
hacer caso alguno de la ley ni del estado de guerra; sus operaciones
escapaban a toda sanción, porque los que hubieran podido impenérselo
estaban asociados a sus empresas y cosechaban formidables beneficios"
(R. McNair Wilson en The Bankers Conspiracy)
Históricamente, durante toda su vida, Napoleón buscó la alianza con
Inglaterra, siempre comprendió que una cosa era el pueblo inglés y otra
los hombres de la City.
Trató de imponer el orden dentro y prohibió, bajo severísimas penas, que
el dinero fuera exportado y que bajo ningún pretexto o circunstancia se
recurriese al empréstito para sufragar gastos, ordinarios, civiles o
militares. Quería evitar que los banqueros pusieran en dificultades su
Gobierno como habían hecho con Luis XV y XVI, la Convención y el
Directorio.
El Gobierno que depende financieramente de la Banca deja de gobernar en
beneficio de ésta. Como el propio Napoleón decía: "el dinero no tiene
patria; los financieros no tienen patriotismo ni decencia; su único
objetivo es el lucro" (Las Cases en "Memorias de Santa Helena).
Unos 130 años después Hitler diría: "el lucro no es el último fin del
dinero, sino un medio para conseguir el Poder que proporcionan"
La negativa del Gran Corso al crédito inquietó a la City pues ya no era
sólo Francia, más de la mitad del Continente seguía su ejemplo y
acrecentó más la preocupación cuando creó el Banco de Francia, si bien
había sido preconizado por Necker y los financieros a los que
representaba, el Banco de Francia napoleónico no era como el mal llamado
Banco de Inglaterra o de Holanda, es decir, un clásico Banco Central
coordinador de los bancos privados y tan PRIVADO como estos. Napoleón
creó un auténtico Banco Francés, vinculado y perteneciente a la nación
que crearía el dinero, emitiendo moneda a medida que la producción y el
comercio lo exigieran, dinero que nacía sin el estigma de la deuda y totalmente desvinculado del oro
Napoleón se hizo nombrar Presidente Vitalicio del mismo y era el primer
suscriptor de acciones, junto a personas de su total confianza (hermano
José, cuñado Murat, nuera Hortensia de Beauharnais y sus fieles
edecanes: Duroc, Clarke y Bourienne y su confidente Las Cases).
Finalmente Bonaparte ordenó convocar el Gran Sanhedrín de Francia, su
idea, según demostrarían sus actos posteriores, era "ver a los judíos"
(como afirma Edourard Drumont en La France Juive, pag. 254). Seguía su
instinto genial pues como dice Drumont: "todo judio que se ve, todo judío descubierto es relativamente inofensivo, e incluso puede ser útil si se le usa en acciones deshonrosas que nadie más aceptaría llevar a cabo. El
judío peligroso es el judío vago, socialista de palabra, agente
provocador, generalmente al servicio del Extranjero, al que también
traicionará cuando le convenga"
Napoleón exigió que los judíos adoptaran nombre y apellidos fijos bajo
pena de expulsión, que se empadronaran y fijó un "numerus clausus" para
sus lugares de residencia como en ciertas actividades, y les prohibió,
terminantemente, la usura.
Cuando consideró que en Alsacia eran demasiados y provocaban las quejas
de los habitantes de la región, ordenó la expulsión de la mitad
mandándolos a la Vendée "en castigo de esa región, rebelada en favor del
titulado Luis XVII" y diría: "nadie se queja ni de los católicos ni
de los protestantes como se quejan de los judíos, lo que prueba que no
es una cuestión de religión, sino de raza. El mal que hacen no proviene
de los individuos, sino de la idiosincrasia propia de ese pueblo
extraño. Son unas sabandijas, unos parásitos que quieren arruinar a mi
Francia" (Ibid. Id. Op. Cit., pág. 259).
Así la Finanza Internacional organizaría desde Londres, con grandes
complicidades continentales, coalición tras coalición contra el Gran
Corso.
El historiador D'Ivernois, poco sospechoso de bonapartismo, afirma que
fue la Alta Banca la culpable del fracaso del bloqueo continental contra
Inglaterra (R. D'Ivernois en Les Effects du Blocus Continental) y vía
consecuencia del forzado exilio de Napoleón a Santa Helena (cuyo
Goberandor inglés que trató tan indignamente al Emperador era un judío:
Edmund Lowe).
La caída de Napoleón supuso el retorno al "orden" es decir la
restauración de la usura como sistema económico político para el
gobierno de los pueblos.
Además la caída del Gran Corso coincidió, cronológicamente con la
aparición en la escena de la alta política, del nuevo Rey de Europa:
Rothschid.
Los antepasados de Mayer Amschel Rothschild vivían, como él, en
Frankfurt en cuyo guetto explotaban un negocio de préstamos de dinero
contra garantías. Los judíos no numeraban las casas de las callejuelas
que distinguían por el escudo que exhibían en la puerta u otro emblema
particular. La casa habitada por los Rothschild tenía un escudo rojo
(rotes schild en alemán) (Conde Cesare Corti: La Maison Rothschild, pag.
13).
Mayer Amschel el fundador de la dinastía entró al servicio del Landgrave
Federico de Hessel-Cassel, el Príncipe más rico de la Confederación
Germánica gracias a su negocio de alquiler de mercenarios. Las guerras
de la Revolución "francesa" y del Consulado le permitieron al Elector
Hesse y su alto empleado Rothschild hacer magníficos negocios.
En 1810 Mayer, envejecido, asocia a sus cinco hijos a la empresa
familiar: Mayer Amschel Rothschild and Sons y los distribuye como sigue:
Nathan es enviado a Londres, Salomon a París, Jame enlazará a los
anteriores y residirá en Gravelinas (Bélgica). El hijo mayor Amschel y
Karl se quedarán, de momento con su padre en Frankfurt aunque Karl
enseguida irá a Nápoles y al desaparecer Napoleón, su gran enemigo, se
trasladaría a Viena.
En Waterloo surge la dinastía Rothschild y a partir de 1815 serán amigos
y financieros de Luis XVIII y de los Habsburgos austro húngaros.
Incluso el gobierno inglés les delega para cobrar las indemnizaciones de
guerra que la Francia vencida pagará a Londres.
En 1823 Luis XVIII les confía el lanzamiento de un empréstito de 414
millones de francos, luego será Prusia la que recurra a ellos, luego
España, Nápoles, AustríaHungría, los Estados Vaticanos, Rusia.
En 1830, 1831, 1832 y 1834 negociaron nuevos empréstitos por cuenta del
Gobierno de Francia. En 1844 se ocupan de otro empréstito de 200
millones que fue causa de escándalo, acusándose al Ministro de Finanzas
de estar vendido a la influencia de los Rothschild, pero súbitamente la
prensa desacreditó a todos los opositores de los Rothschild y a su
Ministro de Finanzas.
Pese a copar la prensa siguieron apareciendo asuntos turbios como las
irregularidades en la explotación de los Ferrocarriles del Norte de
Francia, en la financiación del viaducto de Barentin (arruinado antes de
inaugurarse), ...
Entre tanto, en Viena, Salomon era nombrado barón por el Kaiser, y se
covnertía en amigo personal del Canciller Metternich a cuyo lado
colocaba, insidiosamente, a su agente: Gentz, también judío, que le
informaba de los entresijos de la alta política austro húngara.
Karl en Nápoles era recibido, personalmente, por el Papa, era el primer judío al que se le concedía ese honor.
Natahn en Londres era el primer judío admitido en la Cámara de los Lores
(para lo que hubo de modificarse el ceremonial, la fórmula del
juramento: "... on the good faith of a Christian" (por la buena fe de un
cristiano) a la que Natahn se oponía, y que desató una violenta
polémica pero como de costumbre poderoso caballero es don dinero ... y
desde entonces los Lores ingleses o no tan ingleses ya no juran como
"cristianos").
El poderío y fortuna de la dinastía seguí aumentando sin cesar. Las
guerras eran las cosechas de estos traficantes del dinero. En 1835 en
España estallan las guerras por la sucesión del Trono entre liberales y
carlistas. Austria Hungría apoyaba a éstos, mientras que Francia e
Inglaterra a aquéllos.
Los canalizadores de las ayudas a ambos bandos eran los Rothschild de
Viena, París, Londres, es decir, eran ellos los prestamistas contra
garantías. Así se hicieron con las fantásticas minas de Almadén
consolidando el monopolio del mercurio en el Continente (ya poseían las
de Idria).
Luego con la victoria de los liberales la familia se establecía en el
gobierno español en el que obtendría un protectorado financiero.
Los Rothschild desde su encumbrada posición no dejaron de presionar e
inmiscuirse en la Santa Sede, con el Duque de Módena al que obligaron a
anular ciertas medidas impuestas a súbditos judíos-húngaros acusados de
fomentar insurrecciones revolucionarias.
Pero la auténtica bestia negra de los Rothschild era Rusia, los Zares
excitaban, con sus medidas antisemitas, la ira de los correligionarios:
los Señores del Oro y el Crédito, con notables influencias: los Lazard,
los gunzbourg, los Reinach, etc.
Los revolucionarios israelitas como el adinerado poeta Henrich Heine, el
descendiente de banqueros Karl Marx, gozaron de la protección de
Rothschild. Heine de la rama alemana que lo libró de la cárcel por su
apoyo a los revolucionarios. Marx de la rama londinense.
Cuando en 1848 el populacho de París acaba de proclamar la "República
del Trabajo" los sublevados arrasan las Tullerías y el Palacio Real,
destruyendo obras de arte de incalculable valor, con actos de pillaje en
los mansiones de los adinerados, pero las posesiones y bancos de los
Rothschild son cuidadosamente protegidos por la policía y ejército,
desde aquellas las letras RF (Republique Française) son popularmente
interpretadas como Rothschild Fréres.
Los Rothschild también le ganaron la partida a la banca judía Péreyre
que financió un tiempo a Napoleón III y hundieron mediante una conjura
la Union Générale (banca católica) así obligarían a Napoleón III a
admitir como Ministros de Finanzas a su agente Goudchaux y de Justicia a
Leon Crémieux que muy ilustradamente concedería, en bloque, la
nacionalidad francesa a la población judía de Argelia pero se la negaría
a los árabes de la misma colonia abriendo un abismo de enemistad entre
árabes y franceses que ya no se cerraría.
Los Rothschild financiaron la compra de las acciones del Canal de Suez
para Inglaterra. El Khédive de Egipto las había ofrecido a Francia,
patria del padre del Canal (Ferdinand de Lesseps) pero la Alta Finanza
decidió que sería más provechoso el control político por Inglaterra, así
la rama Rothschild en París entretenía al Gobierno francés con
dilaciones y pretextos varios, comunicaban a la rama "británica" que
Khédive estaba en aprietos y necesitaba vender sus acciones. El Primer
Ministro "británico", el judío Disraeli se presentó ante la Reina
Victoria con 4 millones de libras, a módico interés, para que comprara
las acciones del Canal (Cesare Corti en La Maison Rothschild, pag. 241).
Fue una gran afrenta para los franceses pero los Rothschild regaron la prensa con dinero y el asunto se enterró rápidamente.
Los Rothschild que habían jugado a favor de Londres, contra París en el
affaire del Canal, volvieron a perjudicara a Francia, esta vez a favor
de Alemania al término de la guerra de 1870 en que entre los banqueros
Bleichroeder "alemán" y Rothschild "francés" le tomaron el pelo a Jules
Favre plenipotenciario francés a quien hicieron firmar, presentándolo
como éxito diplomático, el reconocimiento de una indemnización de guerra
de 5.200 millones de francos.
Al final de la IGM los Rothschild y la Finanza mundial se puso en bloque
contra Alemania, en una actitud resumida por el "alemán" Simon Klotz
en: "le boche payera tout" (el alemán lo pagará todo).
Otro ejemplo esclarecedor de cómo las acciones de la Alta Finanza
contribuyeron a crear situaciones pré bélicas, omitiendo los intereses
de los contendientes, es cuando en 1917 (IGM) un senador francés acusó a
los Rothschild de vender el níckel de Nueva Caledonia (Colonia Francesa
de Oceanía) a Alemania a través de la "América Metal Cy" sociedad que
representaba en EEUU a la "Metallgesellschft" de Frankfurt controlada
por los Rothschild "alemanes". A su vez en el Reichtag se acusaba a los
Rothschild de vender trigo alemán y austro húngaro a Francia e
Inglaterra con operaciones triangulares mediante países neutrales.
En la guerra de Secesión Americana apoyaron igualmente a ambos bandos,
si bien el surgimiento de EEUU desplazaría el centro de gravedad al
Nuevo Continente haciendo palidecer el poder Rothschild que seguirían (y
siguen) en primera línea del poder mundial.
Otro ejemplo de los affaires políticos de los Rothschild se destapó con
el caso Herzen, narrado por la pluma del revolucionario hebreo Rappoport
(Angelo S. Rappoport en Pioneers of the Russian Revolution): "el
activista bolchevique Alexander Herzen se vio forzado a abandonar Rusia,
perseguido por la policía zarista, trasladándose a Londres, donde
empezó a publicar su panfleto revolucionario "The Bell", antes de
marchar el rico bolchevique convirtió sus propiedades en obligaciones
del Estado. Pero el gobierno imperial pudo identificar los números de
las obligaciones de Herzen y cuando fueron presentadas para su pago, con
éste ya en Londres, el Zar, en la esperanza de liquidar a su enemigo,
dio órdenes al Banco de Estado de San Petersburgo de no pagar, el banco
no pagó pero el Zar se encontró con un enemigo inesperado el primogénito
de los Rothschild que ordenó pagar en el acto o declararía la
insolvencia del Gobierno Imperial, y ninguna de las Bolsas europeas
aceptaría rublos, el Zar tuvo que tragarse el orgullo y pagar pese a
todo los judíos airearon el asunto asestando un fuerte golpe al Zarismo.
Aunque los Rothschild empalidecieron ante la pujanza de EEUU siguen en
primera línea de la Alta Finanza además de por sus méritos y capitales
por su inteligente política de alianzas matrimoniales que les permite
tener un pie en todas las grandes "familias" del Sistema. Y si en alguna
no aparecen los Rothschild lo hacen sus fideicomisarios como la familia
Aschberg que controla, desde 1917, el Banco del "Estado Soviético", y en su rama de Estocolmo el Nya Banken.
En Francia, tras la "liberación" el General De Gaulle surgió como
primera figura política de la IV República. De Gaulle había sido
promocionado desde su cargo de general provisional, por Spears, un
agente de los Rothschild británicos, y durante toda su vida siguió las
directrices que le marcaron hasta que un día tuvo la ocurrencia de
atacar a: "ese pueblo agresivo, orgulloso y dominador" refiriéndose así
al Estado de Israel, inmediatamente la prensa francesa se volvió contra
él y era derrotado en las siguientes elecciones para sucederle Pompidou
que antes de la política era Director General de Rothschild Fréres de
París ...
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