20130823

Los Antecedentes Históricos de Las Revoluciones (I)

Los Antecedentes Históricos de Las Revoluciones (I)

Por la propia inercia de los hechos y, sus intereses comunes, las dinastías financieras se han ido agrupando y, en ciertos casos, fundiendo hasta formar lo que hoy se conoce y denomina Finanza Internacional o Establishment o El Sistema.

Pero para realizar lo que Treitchske llamaba una "gran política" no basta con el Dinero. El Dinero no es suficiente, por sí solo, ni para llevar a cabo una política financiera. Hace falta un espíritu rector (Mario Alberti en El Cuerpo y el Alma de la Moneda, Roma, 1935).

El modus operandi de los precursores de la Finanza consistía en el comercio del dinero y, a través del mismo, del tráfico de influencias.
Pero al transformar el negocio bancario (custodiar los ahorros del público contra el cobro de un canon) las posibilidades de los financieros alcanzaron límites insospechados, incluso para las élites y desde luego increíbles para el gran público.

Ya no se trataba de prestar dinero sino de CREARLO DE LA NADA, para ello había que vencer la oposición de los gobiernos, pues ningún monarca o república sana estaría jamás de acuerdo en que la medida y cambio de los bienes de su país estuviera en manos del libre albedrío de unos individuos y/o instituciones particulares extraños y ajenos al interés nacional.

De ahí que lo que genéricamente se denomina "LA REVOLUCIÓN", desde la burguesa Revolución "francesa" hasta la comunista Revolución "rusa" pasando por la interminable serie de utopías anarquistas, socialistas, democráticas y demás SIEMPRE hayan gozado del decisivo apoyo de la Alta Finanza.

Es escritor republicano Anatole France afirmó: "uno de los beneficios de nuestra Revolución ha consistido en entregar a Francia, maniatada, a los hombres del Dinero, los cuales la devoran desde hace cien años" (Anatole France en el Lirio Rojo).

Y Pierre Gaxotte, el mejor historiador especializado en el tema de la Revolución "francesa" no dudó en decir que: "sin el apoyo masivo y descarado de las potencias internacionales del Dinero, ocasionalmente dirigidas desde Inglaterra, nunca se habría producido el fenómeno llamado Revolución Francesa" (Pierre Gaxotte en La Revolution Française).

La colusión Finanza-Revolución es tan evidente que parece imposible que sólo sea plenamente comprendida y aceptada por unos pocos. La única explicación en el generalizado fenómeno de la pereza mental humana.

Algunos hombres (dice Bernard Shaw) preferirán morir antes que pensar, son los mártires de la estupidez humana (Bernard Shaw en El Carro de las Manzanas), o como decía Henry Ford: "pensar es el trabajo más duro que existe, por eso tan pocos los hacen".

Si bien hay que hacer la justicia debida a los manuales escolares de historia que siempre describen las revoluciones "francesa" y "rusa" como las de la Libertad e Igualdad que se produjeron porque un Pueblo Hambriento y explotado se levantó contra la tiranía de los poderosos ...

Cuando la realidad es que la Francia de Luis XVI, aunque endeudada por la funesta obra de Law y Necker, poseía, si queremos hablar en términos contables, un activo muy superior al pasivo y sus clases laboriosas gozaban del más elevado nivel de vida en la Europa de su tiempo.

Y la Rusia de Nicolás II, pese a su retraso respecto a Occidente, había llegado a una renta per cápita inigualada hasta entonces ... y desde entonces.

La complicidad entre capitalismo y revolucionarios es, además de un hecho histórico, una necesidad. Esto es así porque para organizar una "revolución espontánea" entre otras cosas hacen falta dinero, ríos, oceános de dinero: para
Contratar y pagar a actores y agitadores profesionales que hagan creer a una mayoría que son muy desgraciados y que los poderes establecidos los explotan. Es un axioma psicológico que por cada mediocre que está dispuesto a admitir el hecho de su mediocridad, se encontrarán cien dispuestos a echarle la culpa a la "sociedad", es decir, a los demás.
Pagar toda la propaganda, medios de difusión, apoyos, etc.
Pagar influencias, protección política y de los mass media.
Pagar violentos que aseguren el orden y convencer con los puños a los que se resistan. Pagar a escritorzuelos de tres al cuarto, a intelectuales de medio pelo, a los médicos sin enfermos, a los abogados sin causas, y en general a los fracasados profesionales para que redacten los pasquines revolucionarios que hay que imprimir, distribuir y pegar en las paredes.
Pgar espacios y propaganda en los diversos mass media.
Pagar equipos de abnegados revolucionarios cuya misión consistirá en alterar el orden público con cualquier excusa pero siempre de forma "espontánea".
Pagar equipos de picapleitos y periodistas cuya misión será prestar asistencia legal a los revolucionarios detenidos por la policía.
Pagar suministros de alijos de armas necesarias para la acción revolucionaria callejera (el glorioso Ejército Rojo de la Revolución de Octubre en Rusia ya disponía de tanques y cañones "espontáneos").
Pagar los servicios de traidores e infiltrados en Ejército, Policía, Administración sin los que NUNCA ha triunfado revolución alguna. etc. etc.

Para organizar y CONTROLAR una revolución "espontánea" hay que contratar y pagar tantas cosas que aquélla solo queda al alcance de grupos superiormente adinerados. Esto es así ahora, ha sido así siempre, y no dejará de ser así.

Esta colusión, necesaria colusión capitalismo-revolución, ha tenido un obligatorio paralelismo en la historia. Porque es históricamente irrefutable que la relativamente pacífica Revolución Inglesa, que terminó con la ejecución del rey Carlos I y la implantación de la dictadura de Cromwell (gran ejemplo de libertades y tolerancia) recibió el decisivo y poderoso apoyo de los banqueros sefardíes de Amsterdam y de los expulsados de España, así como de los "lombardos" instalados en Londres.
El resultado aparatoso fue la instauración de la Cámara Baja, o de los Comunes, y el decisivo para la Finanza y, en definitiva, para la Intra Historia, la legalización de las actividades de los usureros y la posterior creación del mal llamado Banco de "Inglaterra".

El ataque de la Finanza Internacional contra los tres últimos monarcas de la dinastía Capeto fue de una violencia desconocida hasta entonces. Un aventurero escocés, John Law (según Gaxotte, era un agente de Fernández Carbajal, el banquero sefardíe artífice del triunfo de Cromwell y de la creación del mal llamado Banco de "Inglaterra") se instaló en París y propuso sus servicios a Luis XIV, que los rechazó. Entonces contactó con el Duque de Orleáns, primo del monarca y pretendiente a la Corona de Francia. Luis XIV mandó expulsar a Law (según Henry Coston en La Haute Banqeu et les Trusts el auténtico apellido no era Law sino Lasse y desde luego no era escocés ni inglés) pero tuvo que regresar tras el fallecimiento de aquél. Fundó una banca privada, y más tarde una Compañía de Comercio de Occidente, cuyo capital fue íntegramente suscrito por la banca Law. Esta nueva compañía obtuvo el privilegio real de la exclusiva del comercio con Luisiana, Las Américas, Las Indias, China y África.
Un año y medio después, un edicto real transformaba la Banca Law en "Banca Real" y puso en práctica el sistema del crédito,pero con escasa prudencia, lo que la llevó a la bancarrota en dos años.
El Estado debió conceder una moratoria, endeudándose él para evitar la ruina a miles de cuentacorrentistas, mientras Law huía a Inglaterra para escapar a la orden de detención contra él.

Según Henry Coston los manipuladores del dinero tomaron la revancha en 1789, aprovechando la revolución que arrasó el trono de San Luis y estableciendo sobre las ruinas de la vieja Francia un dominio ignomioso, sobre todo considerando que se ejercía en nombre del "pueblo francés" pero en realidad por hombres extaños a sus costumbres, sus tradiciones y su fe.

Se ha hablado mucho de la labor de los enciclopedistas y conspiradores en la gestación de la Revolución pero mucho menos, pese a su importancia primordial en la misma, sobre el financiero "suizo" Necker , hijo de un abogado "prusiano" residente en Ginebra que entró joven a prestar sus servicios en la banca Isaac Vernet. Inicialmente luterano se convirtió al calvinismo e ingresó en la Masonería.

Isaac Vernet le nombró director de la sucursal parisina. Tras sobornar a un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores Necker se enteró de las negociaciones secretas de paz entre Inglaterra y Francia. Esto le permitió comprar a bajo precio todos los valores ingleses que pudo encontrar en el mercado y, tras el Tratado de París, en febrero de 1763, los revendió con un beneficios de 1.800.000 libras (Jacques Bordiot en Une Main Cachée dirige ... pág. 65). Una operación similar, basada esta vez en las deudas canadienses, hizo de él la persona más rica del reino.

Cediendo a múltiples presiones de su entorno Luis XVI llamó a Necker encargándole de poner orden en las finanzas del país. Durante unos meses Necker parecía la panacea, pero lo único que hacía para sanear el Tesoro Público era lanzar empréstitos, tomando el dinero prestado a réditos escandalosos. En cuatro años triplicó la Deuda del país; su política, sostenida sobre todo por bancas extranjeras, como los ginebrinos Hottinguer, Mallet, Mirabaud, Vernes y, sobre todo, Isaac Vernet, se basaba en la multiplicación de la Deuda "ad infinitum".
Además presionaba constantemente al rey para que éste diera autorización para fundar un "Banco Central" como los que ya funcionaban en Holanda e Inglaterra.

Su protección a ciertos revolucionarios más su desastrosa política económica fueron el detonante de su destitución por el rey, pero la presión de las "Sociedades del Pensamiento" obligó al débil rey a llamarle de nuevo, en 1788, a los siete años de la destitución.
El retorno del personaje fue causa de extravagantes manifestaciones de entusiasmo por parte de la "opinión pública". El 27 de diciembre de 1788, en su informe al Consejo Real, Necker, sin recato alguno, ataca a Luis XIV y su primer ministro: Vegennes, la "bestia negra" de los revolucionarios. Seis meses después, en mayo de 1789, se convocan los Estados Generales, el embrión del futuro Parlamento, objetivo por el que había luchado tantos años el financiero multimillonario Necker. Dos meses después, un irresoluto Luis XVI lo expulsaría nuevamente, era el 11 de julio y otra agitación del populacho parisino a favor de Necker. Algaradas callejeras y toma de la Bastilla el 14, al día siguiente el desgraciado rey obligado por el "hermano" masón General Lafayette, llamaba nuevamente a Necker.

En 1790 con el país totalmente arruinado y el monarca prisionero (de facto) de los revolucionarios (lo aguillotinarían tres años después) y Necker totalmente desacreditado incluso entre los que le habían apoyado antes pese a su vacuidad le abandonaban cuando ya no les era necesario, volvería a Ginebra junto a su mentor Isaac Vernet.

Las Sociedades del Pensamiento (Sociétés de Pensée) eran las logias masónicas a las que se permitía asistencia ocasional a simpatizantes no iniciados y su responsabilidad en el desencadenamiento de la revolución es enorme.
Autores de la talla de Bernard Fay, Agustin Cochin, Copin-albancelli, Gustabe Bord, Gaston Martín, Henry Coston, Georges Virebeau, y la inglesa Nesta H. Webster han tratado el tema en profundidad y documentación exhaustiva.

En realidad la Masonería ha sido, y es, enemiga de todos los tronos si bien por razones tácticas en ocasiones parezca apoyar a algunos o tolere su existencia, especialmente cuando son figurativos, sin mando real.

La Masonería y la Revolución son dos de los componentes del caldo de cultivo del Sistema. El tercer ingrediente es la Finanza Internacional. La Finanza es una herramienta como lo es el propio comunismo, como lo fue el anarquismo, como estuvo a punto de serlo el Trotzkysmo, como tal vez lo sea mañana el anti-racista Racismo de los pueblos de color.

Pero el Sistema es algo más, el Mundialismo representado en la funesta ONU y los misteriosos grupos de individuos que, muy antidemocráticamente, son designados por cooptación, tales como el Grupo Bilderberger, etc.

El Sistema, es la actualización de viejas profecías mesiánicas, ni más ni menos, que una organización tentacular cuyo objetivo final, lo conozcan o no sus servidores, es el dominio mundial y establecer el Nuevo Orden Mundial.


NAPOLEÓN Y ROTHSCHILD
Si Necker dejó vacías las arcas del Estado, una pléyade de politicastros, entre los que abundaban los nacidos fuera de Francia como el judío prusiano Anacharsis Klotz, o el sefardita Chocerlos de Laclos, o los también sefarditas portugueses Almereyda y Guzmán, éste sefardita español, y sobre todo, el sanguinario hebreo Jean Paul Marat imponían el Terror, ciego y arbitrario, como forma de gobierno, apoyándose en la chusma de las grandes ciudades.

Chusma de la que según Spengler había salido lo que él llamaba: "la élite negativa del arroyo", el mundo de los fracasados y resentidos, profesionales sin profesión, soñadores, ociosos y borrachos, prostitutas, charlatanes y demagogos, tarados morales, que odian la sociedad y los valores establecidos, en razón, precisamente, de su inferioridad. Gentes que amparándose en el tristemente famoso trilema Libertad, Igualdad y Fraternidad hacían fabulosos negocios. Todos, a fin de cuentas, victimarios y víctimas, sucesivamente de la dinámica del Mal; del principio según el cual, el Mal es malo hasta para el Mal. En definitiva, todos al servicio de fuerzas anti nacionales, cosmopolitas, como ya se decía entonces.

En el proceso de los "hébertistas", por ejemplo, se demostró que todos eran tan anti franceses como anti demócratas, al acusarse sin recato alguno los unos a los otros. Fueron guillotinados, como cómplices del "Extranjero", entre otros:
· el judeo-prusiano Klotz;
· Danton, el ilustre estipendiado de Inglaterra, más exactamente del Banco de "Inglaterra", · el sefardita Guzmán;
· los banqueros israelitas austríacos Emmanuel y Junius Frey;
· Madame de Haelder, agente del Rey de Prusia y fundadora de la masónica "Sociedad Fraternal de los dos Sexos" de la que formaba parte la aventurera y espía holandesa Etta Palm, agente del Banco de Amsterdam y amante del diputado Choudieu, agente de los Países Bajos
(Jacques Bordiot en Une Main Cachée Dirige ..., pag. 83).

Meses después, los jacobinos, ejecutores de los "hébertistas" también irían, a su vez, a la guillotina.

Las guerras del Directorio (según Henry Coston) permitieron a los financieros convertidos en dueños del Estado, explotar las conquistas que llevaban a cabo los generales.
En 1799 el Directorio, arruinado, se enteró de que "su" banquero, Ouvrard, había rehusado suministrarles más dinero. El Gobierno, entonces, anunció medidas contra los "financieros especuladores". Los banqueros se asustaron y buscaron un sable que impusiera orden en aquel caos.

Los banqueros Perregaux y Marmot se acordaron de un cierto general Bonaparte que, en Egipto, como antes en Italia, había demostrado ser, no sólo un gran estratega, sino un prudente administrador de los territorios conquistados. Enviaron a Egipto a su emisario: Bourbaki que informó a Bonaparte de que "dos millones de francos estaban a su disposición en previsión de un golpe de Estado" (según A. Dauphin-Meunir en La Banque à Travers les Ages, T.II, pag. 71).

Bonaparte dejaría sus tropas al mando del Genera Kléber e iría rápidamente a París. En realidad la Alta Finanza no tenía interés alguno en derribar al Directorio, y tampoco podía sospechar que Ouvrard, primero, y después Perregaux, Le Couteulx y Marmont, actuaran por su cuenta, sin consultar al Poder del Dinero (Londres y Amsterdam) y se tomaron las medidas necesarias para impedir que se repitiera el escandaloso hecho de que algún banquero pensara más en su patria que en los Intereses Financieros Internacionales, las medidas fueron eficaces durante 130 años en que se volvería a repetir, esta vez en Alemania.

Napoleón quiso restaurar la idea de "servicio" cuando la demagogia sólo hablaba de "derechos". Napoleón sabía que su enemigo era el Sistema Financiero, sabía que sería una lucha multifacial, tentacular. Sabía que el Dinero nunca lucha abiertamente, de cara, sino por medio de testaferros y agentes que muchas veces desconocen el objetivo al que sirven y las Fuerzas e Intereses que buscan ese objetivo.
Napoleón sabía que había Dinero Internacional detrás de cada uno de sus enemigos, lo había tras el fantoche Luis XVII y el partido monárquico; lo había tras los sangrientos ultra revolucionarios del Club de los jacobinos, y especialmente lo había en la comunidad israelita de Francia.
Una de las primeras medidas tomadas por la Convención había sido admitir la inmigración, incontrolada de judíos, y concederles además el goce de todos los derechos civiles, aún cuando acababan de llegar de un guetto de Transilvania y no sabían ni francés. Los judíos estaban, como siempre, individual y colectivamente al servicio del Dinero Internacional.
Napoleón pese a su intuición y genio, incluso tras haber detectado a su enemigo desde el principio y haber tomado medidas, internas y externas, acabaría sucumbiendo ante él.

Napoleón frenó las actividades de los banqueros al propiciar que "el crédito es de la Nación, no de los banqueros". En su entorno las caducas monarquías una clase privilegiada miraba recelosamente a los banqueros que codiciaban sus privilegios.

En Inglaterra Jorge III tras su humillación en Norteamérica no se atrevía ya a actuar contra los intereses de la City londinense; esa misma City que había traicionado a Inglaterra en la lucha colonial apoyaría a Inglaterra en su lucha contra Francia, más exactamente contra el Gran Corso y lo que encarnaba.
Según McNair Wilson: "los financieros exportaban e importaban el oro sin hacer caso alguno de la ley ni del estado de guerra; sus operaciones escapaban a toda sanción, porque los que hubieran podido impenérselo estaban asociados a sus empresas y cosechaban formidables beneficios" (R. McNair Wilson en The Bankers Conspiracy)

Históricamente, durante toda su vida, Napoleón buscó la alianza con Inglaterra, siempre comprendió que una cosa era el pueblo inglés y otra los hombres de la City.
Trató de imponer el orden dentro y prohibió, bajo severísimas penas, que el dinero fuera exportado y que bajo ningún pretexto o circunstancia se recurriese al empréstito para sufragar gastos, ordinarios, civiles o militares. Quería evitar que los banqueros pusieran en dificultades su Gobierno como habían hecho con Luis XV y XVI, la Convención y el Directorio.
El Gobierno que depende financieramente de la Banca deja de gobernar en beneficio de ésta. Como el propio Napoleón decía: "el dinero no tiene patria; los financieros no tienen patriotismo ni decencia; su único objetivo es el lucro" (Las Cases en "Memorias de Santa Helena).
Unos 130 años después Hitler diría: "el lucro no es el último fin del dinero, sino un medio para conseguir el Poder que proporcionan"
La negativa del Gran Corso al crédito inquietó a la City pues ya no era sólo Francia, más de la mitad del Continente seguía su ejemplo y acrecentó más la preocupación cuando creó el Banco de Francia, si bien había sido preconizado por Necker y los financieros a los que representaba, el Banco de Francia napoleónico no era como el mal llamado Banco de Inglaterra o de Holanda, es decir, un clásico Banco Central coordinador de los bancos privados y tan PRIVADO como estos. Napoleón creó un auténtico Banco Francés, vinculado y perteneciente a la nación que crearía el dinero, emitiendo moneda a medida que la producción y el comercio lo exigieran, dinero que nacía sin el estigma de la deuda y totalmente desvinculado del oro
Napoleón se hizo nombrar Presidente Vitalicio del mismo y era el primer suscriptor de acciones, junto a personas de su total confianza (hermano José, cuñado Murat, nuera Hortensia de Beauharnais y sus fieles edecanes: Duroc, Clarke y Bourienne y su confidente Las Cases).

Finalmente Bonaparte ordenó convocar el Gran Sanhedrín de Francia, su idea, según demostrarían sus actos posteriores, era "ver a los judíos" (como afirma Edourard Drumont en La France Juive, pag. 254). Seguía su instinto genial pues como dice Drumont: "todo judio que se ve, todo judío descubierto es relativamente inofensivo, e incluso puede ser útil si se le usa en acciones deshonrosas que nadie más aceptaría llevar a cabo. El judío peligroso es el judío vago, socialista de palabra, agente provocador, generalmente al servicio del Extranjero, al que también traicionará cuando le convenga"
Napoleón exigió que los judíos adoptaran nombre y apellidos fijos bajo pena de expulsión, que se empadronaran y fijó un "numerus clausus" para sus lugares de residencia como en ciertas actividades, y les prohibió, terminantemente, la usura.

Cuando consideró que en Alsacia eran demasiados y provocaban las quejas de los habitantes de la región, ordenó la expulsión de la mitad mandándolos a la Vendée "en castigo de esa región, rebelada en favor del titulado Luis XVII" y diría: "nadie se queja ni de los católicos ni de los protestantes como se quejan de los judíos, lo que prueba que no es una cuestión de religión, sino de raza. El mal que hacen no proviene de los individuos, sino de la idiosincrasia propia de ese pueblo extraño. Son unas sabandijas, unos parásitos que quieren arruinar a mi Francia" (Ibid. Id. Op. Cit., pág. 259).

Así la Finanza Internacional organizaría desde Londres, con grandes complicidades continentales, coalición tras coalición contra el Gran Corso.

El historiador D'Ivernois, poco sospechoso de bonapartismo, afirma que fue la Alta Banca la culpable del fracaso del bloqueo continental contra Inglaterra (R. D'Ivernois en Les Effects du Blocus Continental) y vía consecuencia del forzado exilio de Napoleón a Santa Helena (cuyo Goberandor inglés que trató tan indignamente al Emperador era un judío: Edmund Lowe).

La caída de Napoleón supuso el retorno al "orden" es decir la restauración de la usura como sistema económico político para el gobierno de los pueblos.
Además la caída del Gran Corso coincidió, cronológicamente con la aparición en la escena de la alta política, del nuevo Rey de Europa: Rothschid.
Los antepasados de Mayer Amschel Rothschild vivían, como él, en Frankfurt en cuyo guetto explotaban un negocio de préstamos de dinero contra garantías. Los judíos no numeraban las casas de las callejuelas que distinguían por el escudo que exhibían en la puerta u otro emblema particular. La casa habitada por los Rothschild tenía un escudo rojo (rotes schild en alemán) (Conde Cesare Corti: La Maison Rothschild, pag. 13).

Mayer Amschel el fundador de la dinastía entró al servicio del Landgrave Federico de Hessel-Cassel, el Príncipe más rico de la Confederación Germánica gracias a su negocio de alquiler de mercenarios. Las guerras de la Revolución "francesa" y del Consulado le permitieron al Elector Hesse y su alto empleado Rothschild hacer magníficos negocios.
En 1810 Mayer, envejecido, asocia a sus cinco hijos a la empresa familiar: Mayer Amschel Rothschild and Sons y los distribuye como sigue: Nathan es enviado a Londres, Salomon a París, Jame enlazará a los anteriores y residirá en Gravelinas (Bélgica). El hijo mayor Amschel y Karl se quedarán, de momento con su padre en Frankfurt aunque Karl enseguida irá a Nápoles y al desaparecer Napoleón, su gran enemigo, se trasladaría a Viena.
En Waterloo surge la dinastía Rothschild y a partir de 1815 serán amigos y financieros de Luis XVIII y de los Habsburgos austro húngaros. Incluso el gobierno inglés les delega para cobrar las indemnizaciones de guerra que la Francia vencida pagará a Londres.
En 1823 Luis XVIII les confía el lanzamiento de un empréstito de 414 millones de francos, luego será Prusia la que recurra a ellos, luego España, Nápoles, AustríaHungría, los Estados Vaticanos, Rusia.
En 1830, 1831, 1832 y 1834 negociaron nuevos empréstitos por cuenta del Gobierno de Francia. En 1844 se ocupan de otro empréstito de 200 millones que fue causa de escándalo, acusándose al Ministro de Finanzas de estar vendido a la influencia de los Rothschild, pero súbitamente la prensa desacreditó a todos los opositores de los Rothschild y a su Ministro de Finanzas.
Pese a copar la prensa siguieron apareciendo asuntos turbios como las irregularidades en la explotación de los Ferrocarriles del Norte de Francia, en la financiación del viaducto de Barentin (arruinado antes de inaugurarse), ...

Entre tanto, en Viena, Salomon era nombrado barón por el Kaiser, y se covnertía en amigo personal del Canciller Metternich a cuyo lado colocaba, insidiosamente, a su agente: Gentz, también judío, que le informaba de los entresijos de la alta política austro húngara.

Karl en Nápoles era recibido, personalmente, por el Papa, era el primer judío al que se le concedía ese honor.

Natahn en Londres era el primer judío admitido en la Cámara de los Lores (para lo que hubo de modificarse el ceremonial, la fórmula del juramento: "... on the good faith of a Christian" (por la buena fe de un cristiano) a la que Natahn se oponía, y que desató una violenta polémica pero como de costumbre poderoso caballero es don dinero ... y desde entonces los Lores ingleses o no tan ingleses ya no juran como "cristianos").

El poderío y fortuna de la dinastía seguí aumentando sin cesar. Las guerras eran las cosechas de estos traficantes del dinero. En 1835 en España estallan las guerras por la sucesión del Trono entre liberales y carlistas. Austria Hungría apoyaba a éstos, mientras que Francia e Inglaterra a aquéllos.
Los canalizadores de las ayudas a ambos bandos eran los Rothschild de Viena, París, Londres, es decir, eran ellos los prestamistas contra garantías. Así se hicieron con las fantásticas minas de Almadén consolidando el monopolio del mercurio en el Continente (ya poseían las de Idria).
Luego con la victoria de los liberales la familia se establecía en el gobierno español en el que obtendría un protectorado financiero.

Los Rothschild desde su encumbrada posición no dejaron de presionar e inmiscuirse en la Santa Sede, con el Duque de Módena al que obligaron a anular ciertas medidas impuestas a súbditos judíos-húngaros acusados de fomentar insurrecciones revolucionarias.
Pero la auténtica bestia negra de los Rothschild era Rusia, los Zares excitaban, con sus medidas antisemitas, la ira de los correligionarios: los Señores del Oro y el Crédito, con notables influencias: los Lazard, los gunzbourg, los Reinach, etc.

Los revolucionarios israelitas como el adinerado poeta Henrich Heine, el descendiente de banqueros Karl Marx, gozaron de la protección de Rothschild. Heine de la rama alemana que lo libró de la cárcel por su apoyo a los revolucionarios. Marx de la rama londinense.

Cuando en 1848 el populacho de París acaba de proclamar la "República del Trabajo" los sublevados arrasan las Tullerías y el Palacio Real, destruyendo obras de arte de incalculable valor, con actos de pillaje en los mansiones de los adinerados, pero las posesiones y bancos de los Rothschild son cuidadosamente protegidos por la policía y ejército, desde aquellas las letras RF (Republique Française) son popularmente interpretadas como Rothschild Fréres.

Los Rothschild también le ganaron la partida a la banca judía Péreyre que financió un tiempo a Napoleón III y hundieron mediante una conjura la Union Générale (banca católica) así obligarían a Napoleón III a admitir como Ministros de Finanzas a su agente Goudchaux y de Justicia a Leon Crémieux que muy ilustradamente concedería, en bloque, la nacionalidad francesa a la población judía de Argelia pero se la negaría a los árabes de la misma colonia abriendo un abismo de enemistad entre árabes y franceses que ya no se cerraría.

Los Rothschild financiaron la compra de las acciones del Canal de Suez para Inglaterra. El Khédive de Egipto las había ofrecido a Francia, patria del padre del Canal (Ferdinand de Lesseps) pero la Alta Finanza decidió que sería más provechoso el control político por Inglaterra, así la rama Rothschild en París entretenía al Gobierno francés con dilaciones y pretextos varios, comunicaban a la rama "británica" que Khédive estaba en aprietos y necesitaba vender sus acciones. El Primer Ministro "británico", el judío Disraeli se presentó ante la Reina Victoria con 4 millones de libras, a módico interés, para que comprara las acciones del Canal (Cesare Corti en La Maison Rothschild, pag. 241).
Fue una gran afrenta para los franceses pero los Rothschild regaron la prensa con dinero y el asunto se enterró rápidamente.

Los Rothschild que habían jugado a favor de Londres, contra París en el affaire del Canal, volvieron a perjudicara a Francia, esta vez a favor de Alemania al término de la guerra de 1870 en que entre los banqueros Bleichroeder "alemán" y Rothschild "francés" le tomaron el pelo a Jules Favre plenipotenciario francés a quien hicieron firmar, presentándolo como éxito diplomático, el reconocimiento de una indemnización de guerra de 5.200 millones de francos.
Al final de la IGM los Rothschild y la Finanza mundial se puso en bloque contra Alemania, en una actitud resumida por el "alemán" Simon Klotz en: "le boche payera tout" (el alemán lo pagará todo).

Otro ejemplo esclarecedor de cómo las acciones de la Alta Finanza contribuyeron a crear situaciones pré bélicas, omitiendo los intereses de los contendientes, es cuando en 1917 (IGM) un senador francés acusó a los Rothschild de vender el níckel de Nueva Caledonia (Colonia Francesa de Oceanía) a Alemania a través de la "América Metal Cy" sociedad que representaba en EEUU a la "Metallgesellschft" de Frankfurt controlada por los Rothschild "alemanes". A su vez en el Reichtag se acusaba a los Rothschild de vender trigo alemán y austro húngaro a Francia e Inglaterra con operaciones triangulares mediante países neutrales.

En la guerra de Secesión Americana apoyaron igualmente a ambos bandos, si bien el surgimiento de EEUU desplazaría el centro de gravedad al Nuevo Continente haciendo palidecer el poder Rothschild que seguirían (y siguen) en primera línea del poder mundial.

Otro ejemplo de los affaires políticos de los Rothschild se destapó con el caso Herzen, narrado por la pluma del revolucionario hebreo Rappoport (Angelo S. Rappoport en Pioneers of the Russian Revolution): "el activista bolchevique Alexander Herzen se vio forzado a abandonar Rusia, perseguido por la policía zarista, trasladándose a Londres, donde empezó a publicar su panfleto revolucionario "The Bell", antes de marchar el rico bolchevique convirtió sus propiedades en obligaciones del Estado. Pero el gobierno imperial pudo identificar los números de las obligaciones de Herzen y cuando fueron presentadas para su pago, con éste ya en Londres, el Zar, en la esperanza de liquidar a su enemigo, dio órdenes al Banco de Estado de San Petersburgo de no pagar, el banco no pagó pero el Zar se encontró con un enemigo inesperado el primogénito de los Rothschild que ordenó pagar en el acto o declararía la insolvencia del Gobierno Imperial, y ninguna de las Bolsas europeas aceptaría rublos, el Zar tuvo que tragarse el orgullo y pagar pese a todo los judíos airearon el asunto asestando un fuerte golpe al Zarismo.

Aunque los Rothschild empalidecieron ante la pujanza de EEUU siguen en primera línea de la Alta Finanza además de por sus méritos y capitales por su inteligente política de alianzas matrimoniales que les permite tener un pie en todas las grandes "familias" del Sistema. Y si en alguna no aparecen los Rothschild lo hacen sus fideicomisarios como la familia Aschberg que controla, desde 1917, el Banco del "Estado Soviético", y en su rama de Estocolmo el Nya Banken.

En Francia, tras la "liberación" el General De Gaulle surgió como primera figura política de la IV República. De Gaulle había sido promocionado desde su cargo de general provisional, por Spears, un agente de los Rothschild británicos, y durante toda su vida siguió las directrices que le marcaron hasta que un día tuvo la ocurrencia de atacar a: "ese pueblo agresivo, orgulloso y dominador" refiriéndose así al Estado de Israel, inmediatamente la prensa francesa se volvió contra él y era derrotado en las siguientes elecciones para sucederle Pompidou que antes de la política era Director General de Rothschild Fréres de París ...

No hay comentarios: