si hay olimpiadas habrá circo, pan no creo..
Olimpiadas, pan y circo
Si las Olimpiadas son tan buenas, crean tantos empleos y resultan tan
rentables, ¿por qué el Gobierno de Italia obligó al Ayuntamiento de Roma
a renunciar a su candidatura para las de 2020? He ahí una buena
pregunta que acaso el presidente Rajoy deberá contestar dentro de unas
horas, si finalmente se consuma el despropósito. Dicen las encuestas
que el ochenta por ciento de los madrileños se muestran proclives al
asunto, incluso con algún entusiasmo. Un porcentaje que no debiera
impresionar a nadie si se repara en que igual el cien por cien de los
ciudadanos del Imperio eran fervientes devotos del panem et circenses.
Porque de los italianos se puede decir cualquier cosa, todo salvo que
sean tontos. Si hubiera un solo euro a ganar con las Olimpiadas, a
estas horas estarían pelando por ellas con un cuchillo entre los
dientes. Pero saben que no lo hay.
Londres fue un fiasco
económico. Atenas fue un fiasco económico. Y Madrid sería un fiasco
económico. Al igual, por cierto, que en su día sucedió con Barcelona,
pese a las toneladas de maquillaje contable que ocultaron el agujero a
las miradas indiscretas. Barcelona, que había sobrevivido al desarrollismo de los sesenta convertida en un Sabadell con puerto de mar, y que
necesitaba alguna coartada para dotarse de las infraestructuras propias
de una gran ciudad. Infraestructuras que Madrid no requiere por la muy
gozosa razón de que ya las posee. Y de sobra. Diríase al respecto que hemos olvidado que somos uno de los países más hipotecados del mundo.
Entre
todos, Estado y particulares, debemos a estas horas el equivalente al
precio de mercado de cuanto produce España durante cuatro años y seis
meses seguidos. 4.441.045.000.000. Cuatro billones cuatrocientos
cuarenta y un mil millones de euros. Y el colateral que garantiza –en
teoría– ese Himalaya de deuda, el cemento amontonado en eriales y las
grúas abandonadas en descampados a medio urbanizar, anda por un valor
próximo a nada. Nada de nada. Y si algo ha dejado claro la historia de esta maldita crisis es que, más
pronto o más tarde, todo problema de deuda privada acaba convirtiéndose
en un problema de deuda pública. Quizás Ana Botella necesite unas
Olimpiadas, pero Madrid no. Y España tampoco.
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