otra entrada de hoy mismo: Isaac Peral, el genio frustrado
pues más de lo mismo.. un Gobierno de analfabetos funcionales que prefieren subvencinar Carromeros antes que la ciencia.. así va el país.. disfruten lo votado..
"Que inventen ellos": España desaparece de los comités científicos internacionales
El
Ministerio de Economía y Competitividad no va a cubrir gastos relativos
a los comités científicos internacionales del ICSU (Consejo
Internacional para la Ciencia)
La medida supone dilapidar con nuestra cada vez más tenue presencia
internacional una parte de lo que se ha invertido en I+D+i y otra de lo
que se invierte en la "marca España"
Miguel de Unamuno repitió esa famosa frase en varias ocasiones y llegó a
defender a España diciendo que "no por no estar hecha para la ciencia
debe una nación estimarse en menos." Parece que el actual gobierno
español simpatiza con Don Miguel y su visión, quizá profética, de la
“marca España” al dejar fuera de su programa político real (no el
electoral) buena parte de la ciencia y la investigación que se ha
desarrollado y aun se desarrolla en nuestro país. Y no lo decimos por
los sostenidos e injustificables recortes o el retraso constante en
convocatorias de becas, contratos, proyectos y ayudas a la investigación
que hemos denunciado en repetidas ocasiones. O porque el CSIC se ahogue
a falta de 75 millones de euros mientras el dos de Agosto se aprueban
de un plumazo 840 millones de ayudas a empresas privadas. No. Lo decimos
porque aprovechando este verano caluroso que nos ha tenido muy
entretenidos con la corrupción y con Gibraltar, nos comunican
oficialmente lo que veníamos sospechando: el Ministerio de Economía y
Competitividad no va a cubrir ningún tipo de gasto (cuotas, viajes y
otros) relativo a los comités científicos internacionales, ni siquiera
las cuotas del ICSU. Esto es muy interesante por dos motivos. Primero
porque el ICSU (Consejo Internacional para la Ciencia o International
Council for Science en inglés) es considerado el actor e instrumento
internacional de referencia en el ámbito de la ciencia, y segundo,
porque el Ministerio es responsable del pago de las cuotas (como indica
en su propia página web, revisada en septiembre de 2013). Para tener un
poco de perspectiva sobre el asunto, veamos una cuestión histórica:
España es socio fundador del comité ICSU y viene aportando la cuota
desde 1931. Esto no quiere decir que se tenga que mantener eternamente,
pero un compromiso internacional de más de 80 años no se cancela
unilateralmente, sin consenso con, ni consulta a, la comunidad
científica implicada. Y lo de aprovechar el verano recuerda a aquello de
hacer algo con “nocturnidad, premeditación y alevosía” (siendo alevosía
“Cautela para asegurar la comisión de un delito contra las personas,
sin riesgo para el delincuente” según la RAE).
Con el aire de normalidad marca de la casa, en esa web del Ministerio
donde se informa que además de los miembros nacionales, ICSU está
formado por 30 uniones científicas, 19 comités y programas
interdisciplinares y 20 asociaciones científicas, la sección “Comités
Científicos actualmente en vigor” está en blanco. En blanco nos hemos
quedado los que trabajamos para integrar la ciencia española en los
programas internacionales, para ganar en eficiencia y competitividad,
dos palabras muy propias de este Ministerio, una de las cuales la ha
adoptado para su nombre sin que, de momento, sea poco más que eso, una
palabra.
ICSU tiene tres áreas principales de acción: la colaboración para la
investigación internacional, la adecuación de la información científica
para que alimente la política y la gestión sobre las bases del
conocimiento, y el apoyo de la universalidad de la ciencia. Entre las
actividades recientes más importantes, ICSU ha catalizado el impulso de
la ciencia y la tecnología para un desarrollo sostenible apoyando
numerosas actividades relacionadas con la cumbre de la Naciones Unidas
de Rio+20. La naturaleza de los objetivos de ICSU requiere de la
participación activa de todos los países y de muchos, si no todos, los
colectivos científicos del mundo. Los desafíos demográficos, sociales,
económicos, ambientales y climáticos son globales, las decisiones deben
ser por tanto globales y deben apoyarse en la mejor ciencia disponible.
La investigación sobre el riesgo de desastres (naturales o de origen
humano), la salud humana en las ciudades, o la investigación en
seguridad alimentaria son ejemplos de áreas complejas,
multidisciplinares y de implicaciones globales a las que España no puede
decir “no, yo lo resuelvo a mi manera.” De hecho, ICSU cuenta con un
comité sobre Libertad y Responsabilidad en el desarrollo de la
investigación científica; España no parece haber tomado este verano una
decisión muy responsable. La importancia de todo esto se desprende, por
ejemplo, del informe anual de 2012. Sobre las virtudes del Consejo
Internacional para la Ciencia puede encontrarse abundante información;
quizá entre las webs más informativas está la publicada hace unos años
por Rafael Nuñez-Lago, quien trabajó para fortalecer la contribución
española al ICSU.
Indudablemente, la participación española en ICSU y los gastos generados
(porque al final hablamos de dinero, mal que nos pese) pueden
optimizarse. No todos los euros gastados han dado frutos ni son
justificables en un escenario de limitaciones presupuestarias. España,
como muchos otros países, tiene representantes en algunos comités que no
participan en reuniones y grupos de trabajo importantes o, si lo hacen,
es más por aprovechar la oportunidad de viajar y ver mundo que la de
traerse en la maleta nuevos acuerdos y resultados tangibles de su
participación. Eso es fácil de detectar, y se podría reducir el gasto en
comités internacionales con rapidez, objetividad y eficacia si se
implica a la comunidad científica en el análisis. Pero no ha sido así.
Se ha optado por asestar un golpe bajo a la participación española en
ICSU sin avisar y con aires de esa alevosía a la que aludíamos unas
líneas atrás.
Estamos viviendo una época sombría y decididamente triste. Lo de menos,
con diferencia, son los recortes. Eso y la llamada crisis económica son
cosas menores, como cuando uno pasa unos días con fiebre en casa y toca
aguantar. Lo grave, mucho más triste y más difícil de arreglar, es la
falta de autocrítica que comparte toda la clase política española, y el
desinterés de muchos de los representantes electos del pueblo por las
necesidades reales y vigentes de una sociedad moderna como la española.
No es cuestión de aplicar más o menos recortes sino de pensar bien dónde
y cómo. Se aplican como si hubiera que descabezar pollos, a diestro y
siniestro. Pero podría ser aún peor. La salida de España de los Comités
ICSU podría reflejar que el gobierno aprovecha la coyuntura económica
para desmontar un sistema en el que no cree. De ser cierta esta
interpretación (no nos queda más remedio que interpretar, porque este
Gobierno no es proclive a explicaciones y aún menos a justificaciones),
podría explicarse así por qué los recortes se ceban con las áreas más
estratégicas para la sociedad, como educación, sanidad, investigación o
producción sostenible, y no sobre el apoyo estatal a grandes empresas y
entidades financieras que, a menudo, incumplen con sus obligaciones
sociales de mantener una economía funcional y un buen nivel de empleo de
calidad. Sea esta u otra la motivación, resulta palmario que las
prioridades no se establecen con visión global ni con un mínimo consenso
entre especialistas e implicados.
Algo que parece no haber cruzado la mente de los responsables políticos
es que, posiblemente, no todos los comités del ICSU sean iguales, ni en
todos sea igual de eficiente la participación española, ni en todos sea
igual de estratégica. Otra palabra cuya aplicación falta en estos días,
estrategia. La palabra se escucha en todos los foros, incluso el
Gobierno trabajó en una Estrategia de I+D+i. Pero en la realidad diaria,
estrategia, lo que es estrategia, no hay ninguna. Solo recortar,
agachar la cabeza y esperar que escampe. Y por supuesto “el sálvese
quien pueda” al que tan acostumbrados estamos por estas tierras. Esta
dejación es de una torpeza global y costará muchas décadas de
prosperidad poder arreglarlo, en lo que de arreglo tenga, y dejando
entretanto en la cuneta a una o dos generaciones de profesionales bien
formados, dilapidando con nuestra cada vez más tenue presencia
internacional buena parte de lo que se invierte y se ha invertido ya en
la dichosa “marca España.” El consuelo que nos queda es que los
políticos son interinos y su paso por el poder es efímero, por muy
catastrófico que resulte, mientras que los ciudadanos de la España del
S. XXI seguimos y seguiremos aquí, al menos unos años más que ellos, y
procuraremos desfacer los entuertos cuando les toque irse. Puede que el
verano se esté acabando, pero el bochorno sigue, diríamos incluso que,
quizá, ha aumentado en estos últimos días…
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