20131124

El país que venció a la crisis

El país que venció a la crisis

Los australianos suelen afirmar con orgullo que viven en “el país afortunado”. Paraíso del surf, tierra de animales exóticos, Australia está tan lejos de todo que las tribulaciones de Europa y América llegan sólo como un murmullo a través del océano. Hoy, su economía crece ajena a las penurias de la crisis financiera y se ha convertido en un refugio para quienes huyen del paro y los recortes.

Fernando Lamas es español, alicatador e inmigrante. Trabajador de la construcción en Málaga, fue una de las primeras víctimas que dejó estallido de la burbuja inmobiliaria. Cuando la crisis se extendió al resto de la economía y se hizo evidente que la recuperación sería lenta, Fernando se cansó de esperar. En octubre de 2012, hizo las maletas y, acompañado de su mujer y su hija, decidió probar suerte en Australia.

Fernando es alicatador e inmigrante. Trabajador de la construcción en Málaga, fue una de las primeras víctimas que dejó estallido de la burbuja inmobiliaria. En 2012 hizo las maletas y decidió probar suerte en Australia. El camino no le era extraño: en 1969 su padre había cambiado una Barcelona en crisis por una cementera en el Territorio Norte, la zona más remota e inhóspita del paísEl camino no le era extraño. Ya en 1969 su padre, originario de Madrid, había cambiado una Barcelona en crisis por una cementera en el Territorio Norte, la zona más remota e inhóspita de Australia. “Nos trasladamos a España cuando yo tenía 16 años. Mis padres volvieron por añoranza y yo nunca pensé en venir a Australia de nuevo”, cuenta a El Confidencial Fernando, resignado, mientras recuerda lo dura que fue la decisión de regresar a las antípodas ante la evidencia de que “en España no hay futuro”.

Un año después de su partida, Fernando hace trabajos aquí y allá mientras su mujer, Lola Soria, se pone al día con el inglés y se debate entre la añoranza de su Málaga natal y el alivio de haber dejado atrás la depresión económica.

Una prosperidad evidente en las calles de Sydney

En este país de 22 millones de habitantes, el paro ronda el 5,7% de la población. En 2012, el Producto Interior Bruto australiano aumentó un 3,4% y, aunque todo indica que el crecimiento será más moderado en 2013, Australia está lejos de la recesión. La prosperidad económica se hace evidente en las calles Sídney, donde un número inusitado de coches de gama alta deja paso a ejecutivos con espíritu deportista montados en bicicletas relucientes.

Desde la cafetería más popular del distrito financiero, Grant de Marco tiene una ventana privilegiada para contemplar la boyante situación de sus conciudadanos. Apenas un agujero en la pared, el Joe Black X sirve al precio estándar australiano: el café con leche a 5 dólares (unos 3,5 euros) y las variantes más sofisticadas, como el macchiatto, el cappuccino o el café con leche de soja, a casi el doble.

“No tenemos nada que envidiarles a estos”, comenta De Marco con sorna mientras señala el escaparate vecino, de la firma de alta costura Louis Vuitton, y asegura que sirve una media de mil cafés diarios.

El economista y profesor de la Universidad de Sídney, Timothy Fisher, sonríe ante este dato y recuerda que el buen momento se refleja en la subida general de los precios, pero también en el gusto de sus ciudadanos por productos más sofisticados. En los últimos años, los australianos han desarrollado una pasión casi asiática por las nuevas tecnologías. Además, se ha disparado el gusto por la buena cocina y los productos de calidad en un país con una tradición culinaria casi inexistente. Los viajes a Europa, Estados Unidos y a un sinnúmero de destinos exóticos están a la orden del día.


“Los australianos ya no recuerdan lo que es pasarlo mal”

El informe de riqueza mundial de CreditSuisse de 2013 indica que la riqueza media de los australianos es la más alta del mundo. Más de la mitad de sus trabajadores cobra más de 163.000 euros al año, lo que supone algo más de 13.000 euros al mes. Fisher llegó desde Canadá hace tres décadas y observa con interés la evolución de la economía: asegura que Australia no ha vivido una verdadera crisis desde mediados de los años setenta. “Los australianos ya no recuerdan lo que es pasarlo realmente mal”, opina.

Con menos de trescientos años de historia, Australia es un país del tamaño del continente europeo asentado sobre algunos de los mayores yacimientos de minerales del mundo. Incluso cuando la moderación del crecimiento en China -el principal comprador de mineral australiano- pone en peligro el desarrollo de la minería, el sector sigue lleno de oportunidades.

Sueldos que triplican la media

Trabajar en proyectos de infraestructuras o en la minería en lugares aislados es una oportunidad para quienes están dispuestos a aguantar semanas de jornadas maratonianas, aislamiento y calor. Fiorotto explica que en estas obras los sueldos triplican la media australiana.

Fabian Fiorotto comenzó su carrera en Australia como joven ingeniero en proyectos mineros en Australia del Oeste. “Hace veinte años las condiciones eran muy duras: trabajabas aislado en medio del desierto y sólo veías a tu familia cada dos o tres meses”, recuerda. Hoy, trabajar en proyectos de infraestructuras o en la minería en lugares aislados es una oportunidad para quienes están dispuestos a aguantar semanas de jornadas maratonianas, calor y polvo. Fiorotto explica que en estas obras los sueldos triplican la media australiana.

“Las condiciones han mejorado bastante: hay piscina, gimnasio y hasta pistas de tenis. Pero sigue siendo una vida dura y solitaria que no es apta para todo el mundo,” cuenta a El Confidencial Fiorotto.

Emigrar y trabajar en Australia no es sencillo: es prácticamente imposible conseguir un empleo cualificado sin un visado de trabajo apropiado. Pero mientras Europa languidece, este estado importa más de 230.000 trabajadores cualificados al año y exhibe unos datos económicos envidiables. La prueba de que “el país afortunado” lo es porque supo vencer a la crisis.

No hay comentarios: