un tocho para ver la cantidad de basura que tienen algunas personas en la cabeza.. aderezado con lo típico del feminismo (sic): yo, mi, me, conmigo, y algo de nosotras..
Si no hay mimos, no es mi revolución - el camino rubí
Yo
lo que quiero, lo que de verdad quiero, es querer. Sí, lo sé suena muy
flower power y cursi y moñitas y lo que os dé la gana pero es mi deseo
real y es el deseo que me incitó a trabajar en esto. Y siento que se me
ha ido escapando entre los dedos desde hace un tiempo ya largo. Quizás
ninguna lo hayáis podido ver. Quizás porque no llevabais tanto tiempo
aquí o quizás porque no he dado espacio para hacerlo notar. Pero yo vine
aquí a mimar, a hacerme cuerpo y a algo más que ya no recuerdo.
Cuando comencé en 2010 no tenía ni idea del feminismo. Cero. Sólo lo
conocía por mi práctica. Cero teorías, cero fundamentos, cero
revisiones. Cero es cero. Ahora bien yo quería amar a las mujeres, pero
sobretodo amarme a mí. Pues no amaba ni a las primeras ni a la segunda. Y
así comencé, desde una inocencia que ahora me parece tierna y es la que
hoy me obliga a revisarme de nuevo. En 2011 el feminismo me atravesó y
fue/es una de las experiencias más increíbles de mi vida. No podría
sobrevivir e incluso atreverme a vivir sin el feminismo ni todas las
mujeres y personas que he encontrado en este camino de mil direcciones.
He aprendido y desaprendido por 20 vidas y sé que aún me queda un largo
camino. Y lo curioso es que no lo hago por demostrarme nada ni por
saber, sino por vivir. Por conseguir disfrutarme y entenderme. Ahora
bien, en estos años he perdido el cuerpo que era justo lo que yo prometí
traer al movimiento de los cien mil cuerpos -que es como yo entiendo el
feminismo. Traer el cuerpo al cuerpo a través de la ternura.
Muchas sabéis ya que mi talón de Aquiles es buscar la aceptación y el
cariño de todo el mundo (maaaaal) y en base a esta heridita mortal de
nacimiento, he ido navegando a veces a la deriva. Esto me ha permitido
conocer a personas increíbles pero ha supuesto que, para acercarme a
ellas me haya forzado y quizás me mutilado un poquitín. No porque ellas
me lo pidieran. Más bien fue mi complejo de tierna- suavona lo que me
llevó a comportarme de manera racional, concreta, fuerte y específica.
Algo que también soy, pero que me hace daño si lo soy constantemente.
Desde dentro de lo que es la esencia de mi vida (llamar esencia al
feminismo es un juego arriesgado) me paro para revisarlo y revisarme
pues hay algo que me gustaría poder cambiar o al menos pintar en rojo
para poder atenderlo, acogerlo, mimarlo.
Sí, he dicho mimarlo. Porque siento que al feminismo (no hay uno sólo)
le faltan mimos. Le falta un espacio para la ternura, para lo suave,
para el cuerpo que se derrama y no sólo con lubricante. Que sí, que sé
yo que el sistema nos programó para ser blanditas y suaves, pero ¡coño!,
que yo soy suavona cuando deseo y elijo; y sin lo dulce, yo muero.
Cuando construimos teoría feminista lo hacemos desde diversos cuerpos y
ésta es una de mis mayores pasiones. Por X motivos personales y por
reconocidos motivos colectivos, escribimos desde el dolor, y la furia, y
el deseo, y la nocturnidad, y la hiel, y el dolor, y el vacío pero,
pero, pero apenas hay palabras que mullan los cuerpos y besen las
frentes. Es como si hubiésemos tenido que renunciar a la ternura porque
ella es responsable de que al final nos la acaben colando. O quizás
tememos mostrar nuestra ternura porque aprendimos que ésta es síntoma de
debilidad y nosotras ante todo hemos de ser fuertes. Fuertes,
racionales, histéricas orgullosas, guerrilleras, irónicas, sarcásticas,
zorras y maleantes SÍ, siempre y si puede ser todo a la vez, mejor; pero
suavonas, mimosas, vulnerables, emotivas, blanditas…¡joder! ¡eso no!
Miedo. Quizás sea miedo. Falta de práctica. Quizás comprendamos, como lo
hace el sistema que nos ha domesticado, que la ternura es inútil, es
estúpida, es estéril, es para “mujeres”.
Ternura. Beatriz Preciado la trajo a mí esté verano en el que no he
parado de ver videos y conferencias suyas. No me esperaba que alguien
como él reclamará la ternura. Tenía tantas ideas preconcebidas de lo que
mis compañeras hablaban de él, que le ubiqué como un enorme erudito, un
ser intelectualoide al que jamás llegaría a comprender por ser una
pobre mortal. Pero cuando me encerré en plena crisis estival y puse un
video tras otro, no sólo comprendí, sino que me emocioné hasta el
tuétano al contemplar a un ser humano con una tremenda capacidad de
convocar al amor. Y es que esto es lo que yo quiero en mi revolución:
amar. Amar sin romanticismos pero sin límites teóricos. No me apetece
cuestionarme cada vez que se me desborda el sentimiento y valorar si
estoy o no amaestrada para cuidar, mimar, acariciar. Es que si lo estoy,
de verdad, si soy un animal programado para buscar y encontrar el
abrazo cálido, no me importa. Me arriesgo a vivir y a morir por ello.
Sí, vale, no como dependencia- me escucho decir- pero ¡qué coño! de algo
he de morir. Y al paso que voy moriré de recalentamiento intelectual.
Mi cuerpo se está quedando torpe en esto de hacerse blandito y dejarse
querer. Menos mal que mis hormonas hacen su trabajo y en determinadas
fases (sobretodo ovulatoria y menstrual) me reclama mimar y ser mimada.
De hecho, ahora que menstrúo me he decidido a hacer palabra este deseo
ocultado.
Creemos ficciones más tiernas- le oí decir a Preciado. Y me quedé ahí,
con el cuerpo magullado, tocado. Ficciones libertarias, ficciones en las
que quepamos todxs, ficciones disfrutonas, ficciones suavonas. Para
todo ello hace falta cuerpo y éste ha sido programado y diseñado para
que sólo entienda el placer desde unos lugares y no otros (Manifiesto
Contra Sexual de el mismo autor) Ahora bien ¿y qué pasa con el mimo?
¿con la ternura? ¿con el derramarse en los brazos? Yo necesito eso. Yo
comencé este camino con ese sentir inexpresado pero real. Y no es la
primera vez que entro en conflicto con este tema pues en el libro le
dedico un capítulo a esta necesidad que se me acusa cada cierto tiempo,
sobretodo cuando ando fuera de mí, habitando mi cabezota intelectual
cada día más amueblada, en la que ya no hay espacio para nadie más. Sí,
tengo la cabeza con muchos trastos. Tengo muebles de diseño con las
últimas ideas y críticas. Tengo tanto. Tanto que ya me he perdido. De
hecho a quién he perdido no es a Erika Irusta, porque ésa está más
presente que nunca y es realmente agotador. He perdido a aquella chica
que sólo quería mimos y que buscaba vaciarse de conceptos para abrazar
al mundo y dejarse tocar por él, por la magia que palpita en ese Todo
Inconmensurable. La tengo guardada en alguna cómoda, en algún lugar. Lo
sé porque la escucho gritar: ¡I D I O T A!
Cada vez que me avergüenzo de ser una suavona, me estoy faltando el
respeto. Nunca he sido cursi -a mí no me lo parezco- pero si así fuera
para alguien, no debiera de haber mayor problema. No puedo ser lo que
cada desconocida quiere que sea. Sólo puedo ser yo (esto me lo voy a
tatuar en la frente). Y esta “yo” sin lxs demás, sin el mimo y los
cariñines (sí, cariñines) es una idiota que va de autosuficiente por la
vida y se le olvida respirar. Y cuando deja de respirar, sufro, porque
muero. Para mí, para la mi mí- que es alguien más que la tipa ésta que
escribe un blog sobre ciclo menstrual y feminismo- la vida es
extraordinaria y mágica. Llena hasta los topes de posibilidades para la
ternura (tendresa se dice en catalán y es una de mis palabras
favoritas). Sí, en cada esquina hay una nueva posibilidad para crear un
momento, un espacio dulce y cálido ¿Por qué he de dejarlo correr? ¿Por
qué lo tengo que deshilachar con teorías que me impiden derramarme en mi
cuerpo? Si aprieto bien mis pensamientos, si los condenso en uno sólo,
no me queda otra cosa que el cuerpo que ama. Sólo eso. Cuerpo y amor.
Amor como mimo. Como derramamiento, como apertura confiada a lo que no
soy yo, como ligereza. Amor como cuerpo. Y sí, tengo argumentos en
contra de éste pero no me permiten habitar esta vida con un cuerpo vivo,
falible, vulnerable y desbordado. Así que ya no les atiendo más. Si la
teoría no me permite vivir ¿Para qué la quiero? Para trascender el
pensamiento, sí ¿Y qué hay del movimiento? ¿De lo que no se calcula ni
pronostica?
No hay comentarios:
Publicar un comentario